La escena parece sacada de una novela de Cormac McCarthy. El asesino, que horas antes se había colado al apartamento de la víctima, esperaba sigiloso en la oscuridad, con una pistola en cada una de sus manos, ambas protegidas con guantes quirúrgicos. Cuando la víctima, el jefe de la policía federal mexicana, Édgar Millán Gómez, cruzó el umbral del apartamento, acompañado por dos guardaespaldas, el asesino vació las dos pistolas en pocos segundos. Millán murió inmediatamente, sin percatarse de lo sucedido. Uno de los guardaespaldas pudo, casi desangrándose, en un acto de heroísmo tardío, capturar al asesino, quien decidió colaborar con las autoridades mexicanas, dotadas, según cuentan, de eficaces mecanismos de persuasión. Aparentemente el autor intelectual, todavía fugitivo, es el jefe del cartel de Sinaloa, una de las tantas cabezas de la hiedra maldita del narcotráfico.
El asesinato de Millán es un capítulo más en la guerra contra los carteles del narcotráfico, emprendida por el presidente Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno, ya hace un año y medio. La guerra ha dejado, según reportes de prensa, tres mil muertos, entre ellos 170 oficiales de la policía y 30 agentes federales. Después del asesinato de Millán, el presidente Calderón prometió llevar la guerra hasta las últimas consecuencias, con una determinación que, al menos para los colombianos, suena tristemente familiar: “lejos de atemorizarnos o amedrentarnos, hoy redoblamos el esfuerzo en la lucha contra el crimen organizado… el enemigo va a fracasar porque somos millones los que queremos un país de paz y libertad”.
“La historia de Colombia —ha dicho el presidente Uribe varias veces— demuestra que hay que atacar las drogas ilícitas en todas sus fases”. El presidente Calderón, que visitó al presidente Uribe antes de posesionarse, comparte esta misma determinación, la misma obsesión con ganar todas las batallas de una guerra perdida de antemano. Ambos presidentes representan la línea dura, casi obsesiva, en la guerra contra las drogas. “Tenemos —dijo el presidente Uribe en el último foro continental sobre el tema— que… mirar estos pueblos como padres de familia. ¿Por qué vamos a dejar, a quienes han de venir, unas sociedades laxas con un veneno de la humanidad?”.
Afortunadamente otros líderes regionales comienzan a cuestionar la conveniencia de la guerra contra las drogas, comienzan a mirar estos pueblos no tanto como padres de familia, sino como estadistas reflexivos. Tres ex presidentes latinoamericanos, Fernando H. Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo, entre otras personalidades, han decidido conformar una comisión que evaluará de manera independiente las políticas antidrogas en América Latina. “Llegó el momento de hacer una revisión profunda de las actuales políticas a la luz de la falta de resultados”, dijo Zedillo. La comisión, creada en abril pasado, se reunirá próximamente en Colombia y en México. Probablemente los presidentes Uribe y Calderón no asistirán a las reuniones. Ambos estarán ocupados en otros menesteres. Los halcones no piensan. Actúan. Los presidentes latinoamericanos, duele decirlo, sólo se atreven a cuestionar la guerra contra las drogas una vez han dejado su cargo. La sensatez de los ex presidentes contrasta, sin duda, con la intransigencia de los presidentes en ejercicio.
Una de las razones, de las incontables razones, para oponerse a una segunda reelección del presidente Uribe es su posición sobre el tema de la droga. Este país necesita un presidente en ejercicio que, desde la experiencia colombiana, le haga ver al mundo “la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia”. De lo contrario seguiremos en lo mismo, peleando una guerra imposible. Seguiremos, en últimas, como un personaje de Cormac McCarthy, el sheriff taciturno que sólo se da cuenta de la imposibilidad de su lucha el día de su jubilación.
Carlos
18 mayo, 2008 at 11:51 amEs dificil que un presidente colombiano o mexicano pudieran unilateralmente cambiar la politica antidrogas. En el caso de Colombia lo veo casi imposible porque nos quitarian la plata para combatir las guerrillas.
Pero lo curioso es que la guerrilla vive del narcotrafico que mientras se le persiga como se le persigue genera rentas altas.
Asi que esto es como una situacion sin salida.
La solucion la veo por el lado del electorado gringo.
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 12:44 pmCarlos: la solución seguramente está en los electores del mundo desarrollado, lo que significa que hay una gran tarea de convencimiento por delante. Puede durar décadas. Pero toca empezar cuanto antes. La iniciativa de los ex presidentes suena interesante: los tres tienen una gran audiencia internacional: Zedillo es presidente de la junta directiva del Global Development Network (una entidad supranacional que financia investigaciones en los países desarrollados), Cardoso es un conferencista de talla mundial, invitado permanente de todos los escenarios globales, y Gaviria fue director de la OEA y también bastante reconocimiento internacional. Pero, por razones obvias, la iniciativa sería mucho más eficaz si contara con la participación activa de presidentes en ejercicio.
Julio Carrizosa
18 mayo, 2008 at 1:25 pmPueden pasar muchos años antes de que se reconozca la necesidad de modificar la política contra el narcotráfico pero es importante que el tema se estudie en este momento, cuando alguno de los candidatos presidenciales puede interesarse y cuando en Estados Unidos están presos los trece colombianos que más saben sobre el tema.
panÓptiko
18 mayo, 2008 at 1:42 pmAlejandro, quería felicitarlo por la forma de la columna. A veces me parece que flaquea el estilo, pero esta fluyó bien pulcra.
De resto, de acuerdo con que por algún lado hay que empezar el cambio de la opinión general sobre la prohibición. Pero, ¿qué cree: primero hacen caso de para arriba del desierto o de para el otro lado?
Apelaez
18 mayo, 2008 at 2:35 pmSe podría empezar por invitar a Juanes y a Ricky Martin a la cumbre adelantada por los expresidentes. O mejor aun, a Bono.
Maldoror
18 mayo, 2008 at 2:36 pmMás bien porque no intentamos convencer a la gente del común de lo absurdo de la guerra contra las drogas, en vez de atar – otra vez- nuestras fortunas a esos ladrones profesionales e instotucionalizados, los políticos tradicionales ¿Por qué atarnos a gente que hizo parte de la guerra contra las drogas y que en el mejor de los casos nos van a dar una versión suavizada y reformada de la cosa? ¿Y por qué hacer depender la causa de la «autoridad» y el «prestigio» de gente que en el fondo no debería tener tales?
Julio Carrizosa
18 mayo, 2008 at 2:47 pmAlejandro: creo que los Andes podría hacer una buena contribución al tema si los varios centros de investigación se unieran para cuantificar los costos económicos, sociales y ecológicos que la prohibición ha ocasionado en Colombia
Carlos
18 mayo, 2008 at 2:50 pmLa persuasión al electorada puede durar mucho tiempo, es cierto, pero en un tema de tanto impacto social, y con tanta prensa, no veo de otra.
Resulta por lo menos curioso que luego de que la generación de los 60 y 70 se volvió adulta no vimos un cambio de tendencia con respecto al prohibicionismo.Pero eso se lo dejó a los sociologos.
Gheysel Naranjo
18 mayo, 2008 at 3:02 pmDe acuerdo los halcones son de poco verbo radiante y mucho actuar… pero ¿quién gobierna a quién? Los halcones o los cóndores? Es de notar que el vuelo de un halcón, por bien entrenado que esté, no alcanza las máximas del Cóndor, el Jet moderno de nuestra América… cuyo vuelo promedio es un viaje desde Chile hasta la Sierra Nevada gracias a sus grandes ALAS…, alas que son la sensatez de los cultos e inteligentes que han actuado en los gobiernos, incluyendo a quienes están desplazados políticamente (por ejemplo embajadores) y que esa condición les permite dar un vuelo mayor al halcón… claro, si el halcón está dispuesto a evaluar las políticas antidrogas de una manera más inteligente con estrategias continentales con alas de mayor fuerza… Por su puesto sin descuidar el objetivo que es el orden y la libertad económica de un país, y sin perderse en los detalles de la biodiversidad (incluyendo los cultivos de narcóticos)de los Andes recorrida por los cóndores… y sin perderse en el dilema de lo licito e ilícito de las drogas…
GN
jaime ruiz
18 mayo, 2008 at 3:49 pmYo me pregunto qué habría pasado si el señor Fecal (nombre que le pusieron sus enemigos y que se merece por su reacción respecto a los mexicanos muertos en Ecuador) hubiera hecho otra cosa. El razonamiento de la columna parece ser: «se metió a la guerra contra las drogas y miren la que armó», pero para tal caso se podría decir lo mismo de cualquier esfuerzo contra las organizaciones criminales. Bah, «se podría decir» es un decir, de hecho se dice a todas horas respecto a los esfuerzos para contener a las organizaciones de secuestradores (por ejemplo, lo dice León Valencia)… Ya lo señaló en 2002 el insigne académico Daniel Samper: ¿cómo se va a remediar la guerra con más guerra?
Así, valdría lo mismo con el homicidio: la lucha contra el homicidio aumenta los homicidios. Salvo que la supuesta ilegitimidad de la guerra contra las drogas se tradujera en atribución de altruismo a las víctimas de esa guerra. ¿Suena delirante, no? Pues según un miembro de la Academia Colombiana de Historia los votos obtenidos por los parapolíticos se deben descontar de la elección presidencial para ver cuántos votos obtiene Uribe. Y según la CSJ de justicia el intento de imponerse a punta de asesinatos sobre la mayoría es por definición altruista. En Colombia es perfectamente posible que se declare el comercio de drogas como un servicio público y a sus profesionales como víctimas del imperialismo. ¿Qué no es posible en un país en el que el portavoz de las víctimas es uno de los jefes del trust de los victimarios? Bueno: ¿la capacidad criminal de las bandas, que se demuestra con ese asesinato de la máxima autoridad policial, no justifica precisamente el esfuerzo que se hace para combatirlas? ¿O es que una vez desprovistas de su negocio se van a dedicar a organizar marchas prohibicionistas? Mucho me temo que esas organizaciones encontrarían, como las organizaciones del mismo tipo en Italia, otros negocios, sobre todo la política.
La cadena de inferencias es más bien deprimente, y en últimas racista: «como está prohibido es un buen negocio y de ese negocio se ceban las organizaciones criminales? ¿Por qué no lo hacen los canadienses, cuya frontera con EE UU es mucho más extensa y que tienen más facilidades para confundirse con los estadounidenses? Claro, porque no son pobres (no hay canadiense que necesite unas cuantas docenas de millones de dólares, si trabajan es por pura virtud viciosa).
Y la «educación» de los votantes es también una charla ociosa: en Colombia no hace ninguna falta, todos los universitarios son defensores de la legalización en EE UU, y en EE UU no leen El Espectador ni les interesa particularmente que en Colombia o en México se maten por venderles drogas que ellos prohíben. Ya he comentado otras veces lo que ocurriría con el tráfico de órganos o la prostitución infantil, pero bastaría la falsificación de moneda: ¿por qué van a seguir imponiendo que los únicos dólares válidos son los que fabrican ellos? No señores, que legalicen de una vez los dólares que hacen los indios y negros de las tierras oprimidas y así se acabará el negocio de los transportadores de dólares extranjeros.
Lo interesante sería evaluar lo que lleva a ciertos grupos sociales a ese negocio por otro lado que no fuera la tentación del dinero fácil (argumento que proclaman todos los colombianos, país en el que extrañamente a todos les gusta más el dinero difícil). Puede que la ideología antiyanqui, tan poderosa en México como en Colombia, tenga un gran papel, pues una vez hecho ilegítimo el orden existente y justificada la rebelión las masas oprimidas van a descubrir que la carne es débil.
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 3:53 pmApelaez: creo que Juanes ya se pronunció sobre el tema. En todo caso, sus declaraciones a favor de la legalización me parecen más útiles que toda la carreta esta de los “conciertos sociales”.
Julio: este martes tenemos en los Andes un seminario sobre el tema. Bienvenido. También estamos pensando invitar al profesor Jeff Miron de la Universidad de Harvard (recomiendo el siguiente artículo de su autoría).
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 4:09 pmJaime: la legalización no es sólo un embeleco de El Espectador. El Wall Street Journal (no precisamente un periódico antiyanqui) también publica opiniones sobre los efectos negativos de la prohibición y la necesidad de políticas distintas.
De otro lado, aquí hay una opinión polémica del mencionado Miron sobre el mercado de órganos.
Anónimo
18 mayo, 2008 at 4:18 pmJaimito el aceitoso
Desayuna con cicuta
Y aunque su señora madre es una dama.
El tipo es un hijo de …..
Mauricio Romero
18 mayo, 2008 at 4:26 pmAlejandro,
La experiencia, como lo expone usted, es un peine que se nos da cuando quedamos calvos.
Se ha demostrado que la guerra contra las drogas, al menos la que ataca la oferta, es inutil e infructuosa. La guerra contra las drogas solo genera mas guerra por la naturaleza del producto.
La idea de atacar la oferta es elevar los costos de produccio y por ende del producto final, desincentivando el consumo. El problema es que por la naturaleza misma de las drogas, la gente no deja de consumir por un incremento en precios y asi solo se logra incrementar los beneficios de los narcotraficantes.
La solucion esta en atacar la demadna o en legalizar. La primera mas viable politicamente en el corto plazo, la segunda, la solucion de largo plazo.
Colombia tiene mucho camino por recorrer para lograr un ataque de gran magnituid a la demanda, tanto aqui como en el extranjero.
Julio Carrizosa
18 mayo, 2008 at 4:29 pmJaime: si, es posible que si se les quita el negocio de la droga las mafias se vuelvan a otros negocios, entre paréntesis, ya están en el de la política, pero tal vez nunca encuentren en otros negocios tanto dinero. Todos los que, como usted, estamos interesados en acabar la matanza, deberíamos estar de acuerdo con que el dinero de la droga es uno de sus combustibles. Creo que el momento es adecuado para introducir nuevamente el tema porque es probable que todos los candidatos presidenciales hayan sido consumidores.
jaime ruiz
18 mayo, 2008 at 4:35 pmAlejandro, bueno, nadie diría que la legalización sea un embeleco de El Espectador, sólo que una cosa es el enfoque que pueda hacer un intelectual en un país rico y otro el bienestar del caballerista seiscientos mil, ansioso de culpar a los yanquis de todo. El dinero de las drogas sale de los bolsillos de los estadounidenses, el de la lucha contra las drogas también. Por el contrario, en México y en Colombia son muchos los agentes legales e ilegales que prosperan gracias a ese negocio y que están encantados con el lamento general por la prohibición: incluso participan en él, como buena parte de los caballeristas ordinarios.
Pero da lo mismo: para el votante estadounidense (y del resto del mundo, ningún país quiere la legalización por mucho que podría ser un buen negocio para algunos) el precio de la prohibición es pagable en comparación con el riesgo de que sus hijos se pierdan en paraísos artificiales. El hecho de que lo condenemos no cambiará nada, tampoco las presiones de la minoría intelectual allá, que son por lo demás antiquísimas.
Lo del tráfico de órganos definitivamente me convence de que los académicos viven en un mundo ajeno al de los demás. Claro que podría crearse ese mercado que describe ese hombre, pero ¿alcanzaría la oferta o haría falta una pasión perfeccionista en China para proveer suficientes órganos? ¿Qué pasa con los que no alcanzan a pagar 100.000 dólares? El problema del tráfico de órganos es el de sistemas de transplante ilegales que perfectamente pueden promover la creación de donantes, como llevan advirtiendo las novelas hace muchas décadas. Sencillamente el número de personas más o menos ricas que necesitan un trasplante crece a mayor velocidad que el de personas sanas y jóvenes y con familias dispuestas a donar que mueren, y el método de acceso a los órganos no es tan eficaz como sería una industria bien organizada.
jaime ruiz
18 mayo, 2008 at 4:51 pmJulio, no el problema es exactamente el mismo de reconquistar el Caguán: no puede haber poderes ilegales, debe imperar la ley. Se puede decir que las organizaciones ilegales han encontrado un negocio fabuloso con las drogas, pero las posibilidades de encontrar toda clase de negocios muy rentables son muchas: trata de blancas, falsificación de moneda, tráfico de inmigrantes, tráfico de armas, sicariato, «protección» a agentes políticos… Poco a poco habría que ir legalizando todas sus actividades a ver si se reducían sus ingresos.
Yo he explicado varias veces esa terrible confusión: la pedofilia es una condenable transgresión moral, de modo que el señor padre de familia que se gasta el dinero de sus hijos en corromper a los nuestros nos resulta odioso con toda razón. Pero lo que va a remediar que nuestros hijos se prostituyan no es que condenemos a los pedófilos, sino que vigilemos a nuestros hijos y apliquemos unas normas que le suelen funcionar a la gente que las aplica. Del mismo modo, la prohibición es un grave problema de los países consumidores, pero lo que permitirá a nuestros países librarse del poder de las bandas de traficantes no es la crítica de la prohibición, sino la aplicación de las leyes que funcionan en los demás países, donde también ha habido siempre ladrones y corruptos de todo tipo. Si Calderón no emprende la guerra contra las mafias sencillamente éstas crecerían hasta apropiarse de todo en México y hasta corromper con el mal ejemplo todas las instancias de la sociedad. La atribución de toda la carga de la causalidad a la prohibición nos une en la ambigüedad respecto de los delincuentes, lo cual es el característico caballerismo. Es unánime entre las clases altas colombianas, pero es todo el problema. Claro que las bandas criminales de todo tipo podrán resistirse a la aplicación de las leyes, pero la actitud justificadora y derrotista será su principal elemento de resistencia.
Eso sí: donde fueres haz lo que vieres. Si tienes que ver todos los días a universitarios colombianos, no se te ocurra decir que consideras un criminal a ningún narcotraficante. Un pobre comerciante estigmatizado por el fanatismo de unos criminales en EE UU. Así se evita uno toda clase de problemas.
Anónimo
18 mayo, 2008 at 5:22 pmQue jartera !bah!.
Juancho Sinaloa.
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 5:31 pmCopio un post bastante interesante (lo había leído hace un tiempo) que muestra que las rutas marítimas del narcotráfico, desde Colombia hacia los Estados Unidos, involucran al menos dos etapas. México es, sin duda, el puerto de transito de mucha de la droga colombiana que llega a los Estados Unidos. Colombia y México son eslabones de la misma cadena, aliados en el negocio de la internacional de la droga.
los nuevos
18 mayo, 2008 at 5:43 pmProfesor Gaviria,
Tengo varios comentarios al respecto. La columna es enfatica y consecuente. Leyendo su ultimo libro » Uribenomics» me encontre con sus articulos seminales sobre el tema en cuestión. La única solución es para ud la legalización. La justicia, la moralidad en ciernes, la ingenieria cultural, la arremetida institucional y el autoamarre no funcionan. Y estaria parcialmente de acuerdo…
Ahora como bien ud señala paraece ser que el llamado es a la sensatez, y el cambio de preferencias y percepciones de los votantes de los paises desarrollados (tarea ardua, no solo de tres mandatarios o artistas y escritores), el conservadurismo moral es fuerte, la desinformación y la altaneria de los promotores raya en lo mediocre.
En una editorial del tiempo de esta semana se mencionaba la colombianización de mexico se titulaba Narco-mexico y apuntaba a nuestra tragedia y esta guerra sin fin ý drama sin solución. No se si ha leido un articulo de Marco Palacios el espejo colombiano que se publico en la revista letras libres, que evalua el caso colombiano (No puedo meter el enlace ), y lo compara con Colombia. Para concluir no soy optimista con la sensatez política y la deliberación que se puede dar, maxime con los últimos sucesos
Una pregunta final: Cual es el consenso que se debe buscar para plantear esta iniciativa, que base social la debe liderar y la política que papel debe jugar. el trio de Cardozo, Zedillo, Gaviria pinta bien pero es tan esperanzador como lo pinta?
Julio Carrizosa
18 mayo, 2008 at 5:47 pmJaime: yo estoy de acuerdo en que todos los narcotraficantes son criminales, es más creo que ellos son los causantes de la mayoría de los problemas actuales.Pero, no veo ningún éxito en la guerra contra las drogas en Colombia y creo que gran parte de ese fracaso se debe a las características extremadamente complejas de la geografía física del país. Es posible, como usted lo insinúa, que si el PIB creciera mucho la gente ya no quisiera arriesgarse a ser narcotraficante pero esas mismas características geográficas dificultan la acumulación legal de capital y no parece fácil que logremos un ingreso per capita similar al de Canada. Todo eso y el enorme costo político social del narcotráfico, no la defensa de los traficantes, es lo que aconseja que se trate nuevamente la posibilidad de legalización mundial.
Maldoror
18 mayo, 2008 at 5:55 pmJulio:
Pero Jaime Ruiz tiene razón en algo ¿Como asi que vamos a legalizar una actividad simplemente porque no creemos que es posible combatirla? Si esa es la razón para legalizar, entonces Jaime Ruiz tiene razón..habría que legalizar toda actividad que genere una mafia y donde la prohibición sea inútil. Creo que ahí está la debilidad mortal del argumento consecuencialista/utilitarista en pro de la legalización (otra cosa es la natural hipocresía de JR, que hace dos columnas lloraba y se rasgaba las vestiduras por el legalismo mockusiano. Claro, si es para comprar votos en el congreso para reelegir a Uribe, el «imperio de la ley» no vale nada)
Gheysel Naranjo
18 mayo, 2008 at 6:02 pmBueno lo de los conciertos sociales son otras formas de agrupar a la sociedad por la paz, por el lado de romanticismo, absurdo y todo pero la teoría es que la música transforma la violencia. Queda la pregunta, ¿qué ocupa el indiscutible primer lugar en la guerra contra las drogas? ¿Los Foros económicos mundiales?¿la traída del Real Madrid? Y más allá de las medallas de competencia deportiva conquistar salud y bienestar?
Gheysel Naranjo
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 6:06 pmYo creo que los tres ex presidentes son aliados importantes, tienen un escenario ganado que vale a pena aprovechar pero habría que concitar mucha más gente: sobre todo mandatarios del mundo desarrollado. Yo tampoco soy optimista. Pero creo que es una tarea impostergable.
Sergio: yo no creo que los argumentos utilitaristas y los libertarios (o principistas) deban verse como rivales. Los dos tipos de argumentos son complementarios. En mi opinión, se refuerzan mutuamente.
Gheysel Naranjo
18 mayo, 2008 at 6:16 pmA bueno faltó la opcion de que el indiscutible primer lugar sea la comisión que evaluará de manera independiente las políticas antidrogas en América Latina.
Julio Carrizosa
18 mayo, 2008 at 6:50 pmMaldoror: los argumentos de Ruiz son fuertes y están apoyados por la tendencia a fortalecer la ley sin ningún atajo, como se hizo en Nueva York pero inclusive en esa ciudad no ha sido posible evitar el narcotráfico. El otro argumento duro de Jaime es el problema de la responsabilidad del Estado ante los niños, el cual es más difícil de resolver y el que debiera recibir más atención ya que una legalización le pasa la responsabilidad a los padres, como era hasta hace relativamente pocos años. Por encima de estos dos argumentos está el puritanismo americano, que no es de despreciar pero que puede estar debilitado ante la experiencia real de tantos líderes norteamericanos que han probado marihuana y cocaína.
Carlos
18 mayo, 2008 at 6:55 pmAlejandro: una pregunta. En suecia viene usando una politica con respecto la prostitucion donde no castigan al que hace la oferta sino al demandante. Es decir, se busca atacar la demanda.
Me pregunto si algun economista habra analizado si este esquema podria funcionar en el tema de las drogas. No se si sabe de alguien.
jaime ruiz
18 mayo, 2008 at 7:08 pmJulio, los colombianos de hoy en día son gente bastante rica en comparación con los canadienses de la época de la depresión. Y lo que impide un considerable desarrollo económico (no que impida la tentación de traficar con drogas porque a la gente no le falte, falacia aburrida donde las haya, sino que permita que el control represivo funcione. No hay ninguna virtud especial de los suizos o los daneses para no secuestrar a sus vecinos banqueros con los que se encuentran en cualquier parte, sólo que la policía los va a detener), lo que no deja que haya verdaderas actividades rentables es sobre todo esa cultura parasitaria de la que nace el tráfico de drogas. ¿Cómo se va a esperar que apliquemos las leyes? ¿Es que no han visto lo que somos?
Bueno, ese clamor por la legalización imposible sólo es una forma eufemística de la vieja transferencia de culpa: el corolario inevitable es que perseguir a las mafias es inútil y hasta contraproducente, opinión que no tiene enemigos y que refuerza el poder de esas mafias. A lo que se llegará será a expulsar a la DEA, como ya hizo Chávez: como ocurre con la reelección, se va hacia un gran acuerdo nacional anti-DEA, y se culpará a Uribe, lacayo del imperio, por no integrarse.
Sergio: no se trata de la aplicación a rajatabla de las leyes, sino del monopolio de la fuerza. El día que no se pueda perseguir a las organizaciones criminales por el miedo que inspiran, queda buscar trabajo con ellas o emigrar.
Alejandro Gaviria
18 mayo, 2008 at 7:51 pmJaime: el clamor por la legalización imposible es similar al clamor por la reducción del Estado (“matar la bestia de hambre”). Las encuestas muestran que la mayoría que se opone a la legalización es la misma que quiere que el Estado lo haga todo. Ambas aspectos involucran transformaciones políticas difíciles, pero no imposibles. Yo no creo que el negocio de la droga sea la manifestación de una sociedad rentista. Pero si lo es, creo que es más fácil implantar la legalización que cambiar una característica cultural que, según sus mismos argumentos, viene de por allá de la época de las encomiendas.
Carlos: no conozco trabajos en ese sentido. Pero leí hace poco que la política sueca, de inspiración feminista, ha sido un fracaso total. Los únicos clientes dispuestos a correr el riesgo de contratar los servicios de prostitución, una vez la demanda es penalizada, son delincuentes que tienen poco que perder. En suecia, los homicidios y los ataques a prostitutas han crecido sustancialmente, y éstas están pidiendo la remoción de una política que se les tiró el mercado.
Maldoror
18 mayo, 2008 at 8:07 pmJaime:
Entonces su punto es tener un estado fuerte. Peor, un estado que ni siquiera haga cumplir las leyes porque son las leyes, sino un estado que haga cumplir las leyes para demostrar quién tiene «el monopolio de las armas». Un principio muy totalitario el suyo, muy mafioso.
Eso sí, lo único que no me queda claro es que tiene de «parasitario» el narcotráfico como tal. Técnicamente hablando una narcotráficante es un empresario
Anónimo
18 mayo, 2008 at 9:07 pm«El día que no se pueda perseguir a las organizaciones criminales por el miedo que inspiran, queda buscar trabajo con ellas o emigrar.»..queda otra opcion don Jaime, trabjar duro para que ellos salgan elegidos y le aseguren a uno un buen puestico burocratico, donde se gane bien y se exponga poco: contratista del Estado, pequeño, mediamo o grande,segun el esfuerzo que cada uno haya hecho y segun a quien haya ayudado a colocar: Presidente, concejal, gobernador o alclade. Y asi, nos beneficiamos todos o casi todos. De eso no se trata la democracia?. Viva la democracia. Duro con as mafias del narcotrafico, pero no tato com para que se acaben, sino nos lleva el putas, toca trabajar como cualquier perico de los palotes de salario minimo o migrar a Canada a comer mierda y vivir bien. Mejor nos quedamos haciendo patria, viviendo bien y que los demas coman mierda.
jaime ruiz
18 mayo, 2008 at 10:40 pmSergio: un Estado cuyas leyes no se aplican sólo es una máquina mafiosa de exacción. ¿Por qué no prueba a secuestrar un niño en Suiza? El aparato represivo del Estado le caería eficazmente, lo cual no quiere decir que las cervezas las produzca el Estado, como pronto ocurrirá en Venezuela. Lo «técnico» del comercio de drogas es una falacia, como sería «técnicamente» un empresario el proveedor de órganos o de niños para performances eróticas (técnicamente, técnicamente, no quiero juzgar a los que toman drogas).
Pero en esencia se trata de un negocio que existe porque es ilegal, de modo que el empresario que obra fuera de la ley, como el traficante de armas, sí tiene un papel parasitario, pues ofrece lo que la sociedad no aprueba.
Alejandro: superar la cultura rentista puede ser muy difícil, pero es lo único que tiene sentido. En Europa muchas regiones deprimidas, como Andalucía o Grecia, proveían al continente de bandidos y trabajadores sin calificación y hoy son bastante prósperas y tranquilas.
Para los budistas toda criatura sólo es una larva del Buda, lo que pasa es que tiene que aligerar incesantemente su karma para encontrar su esencia. Lo que no va a servir de nada es el complaciente guiño al caballerismo, flor del karma nacional. Mientras el mundo académico se entusiasma con cada remota esperanza de legalización, en estos seis años en Colombia han sido extraditados muchísimos mafiosos y se han reducido muchísimo los homicidios, indicadores que con más eficacia de la máquina de control se podría mejorar aún más.
¿Que el comercio aumenta? ¿Y qué? Aumentaría más sin prohibición, aunque tal vez se cultivaría en el propio país consumidor. Lo importante es en una primera instancia impedir que las organizaciones criminales imperen, reducir los indicadores de violencia y después reducir su actividad al mínimo. No creo que la campaña emprendida por Calderón haya causado más muertes que las que produciría la inacción, pero es como si los británicos hubieran optado por invadir Alemania en 1936, todavía nos heriría el alma el lamento antiimperialista. A fin de cuentas, en cuanto enemigo consumado, el fascismo es la última esencia del capitalismo y de su rechazo de la justicia social; si hubiera sido vencido habría sido un experimento de «justicia social» (esta expresión es típica de la retórica fascista, nazi y falangista) reprimido por el gran capital aliado con los judíos. Si Calderón no lanza la guerra contra las mafias, si ante un gobierno débil empiezan a imponer lo que quieran siempre se podrá culpar a la prohibición y dormir tranquilos.
Lo dicho, la autoindulgente transferencia de culpa servirá para que la alianza de los Gavirias contra el Gaviria de familia mafiosa eche a la DEA del país, pues a fin de cuentas los prohibicionistas y los precursores y socios del narcoparauribismo son complementarios. Yo me conozco a mi gente.
Anónimo
19 mayo, 2008 at 12:49 am«Lo «técnico» del comercio de drogas es una falacia, como sería «técnicamente» un empresario el proveedor de órganos o de niños para performances eróticas (técnicamente, técnicamente, no quiero juzgar a los que toman drogas)».
¿Hay empresarios que proveen órganos para performances eróticas? ¿Qué clase de órganos? ¿Hígados, riñones? ¿Organos convencionales? ¿Pegados a un cuerpo humano o despegados? Este señor Jaime Ruiz parece salido de una película de terror.
JuanDavidVelez
19 mayo, 2008 at 4:08 amParece que ya no somos los mas felices.
http://www.guardian.co.uk/world/2008/may/18/iceland
(Yo se que nuestro campeonato de felicidad no lo ganamos en una liga diferente a la del campeonato descrito en el articulo).
Anónimo
19 mayo, 2008 at 4:32 amLo que sigue es un extracto de “Friedman y Szaz sobre la Libertad y las Drogas”. Pertenece a una entrevista de 1991 en el “Foro Americano sobre Drogas”, un programa de debate nacional sobre asuntos públicos que se emite en los canales públicos de televisión. Randy Paige es un periodista especializado en asunto de drogas de Baltimore, Maryland, ganador de un premio Emmy; el profesor Milton Friedman ha sido Profesor Investigador Senior en la Hoover Institution sobre Guerra, Revolución y Paz en Stanford desde 1977 y se le considera el líder de la escuela económica monetarista de Chicago. El profesor Friedman ganó el Premio Nobel de Economía en 1976 y ha recibido asimismo la Medalla Nacional de la Ciencia y la Medalla Presidencial de la Libertad del Gobierno de EE.UU. en 1988.
Paige: Ocupémonos en primer lugar del asunto de la legalización de las drogas. ¿En qué piensa que mejoraría América bajo ese sistema?
Friedman: Pienso que América tendría la mitad de prisiones, la mitad de reclusos, diez mil homicidios menos al año, barrios urbanos en los que habría una oportunidad para gente pobre que viviría sin temer por sus vidas, ciudadanos que podrían ser respetables que son ahora adictos no convirtiéndose en criminales para obtener su droga, pudiendo obtenerlas con garantías de calidad. Bajo la prohibición del alcohol, las muertes por envenenamiento alcohólico, por cosas que se mezclaban con el alcohol de contrabando, aumentaron bruscamente. Igualmente, bajo la prohibición de las drogas han aumentado las muertes por sobredosis, por adulteración o por sustancias adulteradas.
Paige: ¿En su opinión, en qué afectaría negativamente la legalización a América?
Friedman: El principal efecto adverso que podría tener la legalización sería que muy posiblemente habría más gente tomando drogas. Aunque esto no está claro en modo alguno. Pues, si se legalizan, se destruiría el mercado negro y el precio bajaría drásticamente. Y, como economista, sé que precios más bajos tienden a generar mayor demanda. Sin embargo esto hay que tomarlo con grandes reservas. El efecto de la criminalización, de hacer ilegales las drogas, es conducir a la gente de las drogas blandas a las duras.
Paige: ¿En qué sentido?
Friedman: La marihuana es una sustancia pesada y voluminosa y, por tanto, relativamente fácil de interceptar. Los agentes antidroga han tenido más éxito apresando marihuana que, por ejemplo, cocaína. Así, los precios de la marihuana han subido, es más difícil obtenerla. Ha habido un incentivo para cultivar marihuana más potente y la gente se ha dirigido de la marihuana a la heroína, la cocaína o el crack.
Paige: Entonces, hablemos acerca de otra droga: el crack.
Friedman: En mi opinión el crack jamás hubiera existido sin la prohibición de las drogas. ¿Por qué se creó el crack? La manera más normal de tomar cocaína, que entiendo que era esnifarla, aspirarla, se hizo muy caro y los empresarios intentaron desesperadamente encontrar una forma de envasarla…
Paige: ¿Empresarios?
Friedman: Por supuesto, son empresarios, emprendedores. La gente que lleva el tráfico de drogas no son distintos del resto, excepto en que tienen más iniciativa empresarial y menos preocupación por dañar a otros. En ese sentido, son más irresponsables. Pero tienen un negocio y tratan de obtener tanto como pueden. Y así descubrieron que una buena forma de hacer más dinero era diluir el crack en bicarbonato u otra cosa (quiero decir, cocaína y lo que hagan, no conozco el procedimiento), para poder obtener dosis de cinco y diez dólares.
Paige: Seguiremos hablando de eso en un momento. Pero, en relación con el crack, considerando que es muy adictivo y que…
Friedman: Eso es muy dudoso. Es adictivo, pero entiendo, a partir de la evidencia médica, que no lo es más que otras drogas. De hecho todo el mundo está de acuerdo en que la droga más adictiva es el tabaco.
Paige: Bien, entonces déjeme plantearlo de otra forma. Toda la información que he recibido sugiere que es una droga muy placentera. Y también que sus efectos duran muy poco. Y es muy cara porque múltiples dosis cuestan un montón de dinero. Mi pregunta es: ¿Si las drogas se legalizaran y el crack estuviera disponible a bajo precio, no podría ser devastador que fuera más sencillo de obtener y así mantenerse largos periodos de tiempo tomando algo que, según dicen, es tan placentero?
Friedman: Bueno, puede ser. Nadie puede decir con seguridad qué ocurriría en ese caso. Pero pienso que es muy dudoso, porque toda nuestra experiencia con drogas legales indica que hay una tendencia en la gente de ir de las más fuertes a las más flojas y no al contrario, igual que se pasa de la cerveza normal a la “light”. Esa es la tendencia que se aprecia: de cigarrillos sin filtro a cigarrillos bajos en alquitrán y con filtro y cosas así. Pero no puedo descartar que eso que usted dice pueda ocurrir, aunque, y esto es muy importante, aunque el daño que pueda producir sería mucho menor que el actual, por muchas razones. Lo que realmente más me preocupa acerca del crack no es lo que estamos hablando: son los “bebés del crack”, porque esa es una tragedia real. Son víctimas inocentes. No eligieron ser bebés del crack, igual que quienes nacieron con el síndrome alcohólico fetal.
Paige: Como usted sabe, ya estamos experimentando esa situación en proporciones propias de una epidemia. Uno de cada cuatro bebés ingresados en un hospital en Maryland, se lo aseguro, es adicto.
Friedman: Pero, le diré; no es que los bebés del crack sean necesariamente adictos, sino que tienden a nacer bajos de peso, tienen a tener problemas mentales y cosas así. Pero usted sabe que el número de afectados por el alcohol es mucho mayor. Aquí surge el problema. Eso es lo que me preocupa.
Ahora, supongamos que lo legalizamos. Bajo las circunstancias actuales, una madre adicta al crack tendría miedo de someterse a un tratamiento prenatal, porque se ha convertido en una delincuente, está amenazada con ir a la cárcel. Con las drogas legalizadas, ese temor desaparecería. Y, sabe usted, incluso las madres adictas al crack tienen un sentimiento de responsabilidad para con sus hijos.
No tengo ninguna duda de que bajo esas circunstancias, sería posible tener un sistema de protección prenatal mucho más efectivo, un sistema mucho más efectivo de intentar persuadir a la gente que consume drogas a no tener hijos o dejarlas si los tienen.
Paige: Ocupémonos ahora sobre cómo llegó al convencimiento de que las leyes sobre drogas podían no estar actuando tal y como esperaba la nación. Dígame qué es lo que le hizo cambiar de ideas o de forma de pensar.
Friedman: Bueno, yo no diría “cambiar”. Más bien diría “formar” mi pensamiento, porque no recuerdo que nunca estuviera a favor de la prohibición del alcohol o las drogas. Yo crecí… Soy suficientemente viejo para haber vivido parte de la era de la prohibición.
Paige: ¿Y la recuerda?
Friedman: Recuerdo una ocasión en que un compañero de graduación sueco en Columbia quiso llevarme al centro a un restaurante para tomar una comida sueca y me enseñó lo que era el licor aquavit. Era un restaurante en el que este compañero sueco había estado consiguiendo aquavit en plena prohibición, se lo estaban vendiendo. Y esto ocurría justo después de desaparecer la prohibición. Fuimos allí y les pidió aquavit. “¡Oh, no! Aún no tenemos nuestra licencia”. Al final, habló con ellos en sueco y les convenció de llevarnos a la trastienda donde nos dieron un vaso a cada uno. Eso demuestra lo absurdo que era.
La prohibición se suprimió en 1933, cuando yo tenía 21 años, así que yo era un adolescente durante la mayor parte de ella. El alcohol estaba fácilmente disponible. El contrabando era común. La idea de que la prohibición del alcohol impedía a la gente beber era absurda. Había tabernas clandestinas por todas partes. Aún más. Teníamos el espectáculo de Al Capone, los secuestros, las guerras de gángsteres…
Cualquiera con dos ojos podría ver que fue un mal negocio, que estaban haciendo más mal que bien. Además, me convertí en economista. Y como economista tenía que reconocer la importancia de los mercados y de la libre elección y la soberanía del consumidor y llegar a descubrir el mal que se produce cuando se interfiere en ellos. Las leyes contra las drogas se aprobaron en 1914, pero no se aplicaron muy estrictamente.
Paige: ¿Se refiere a la Harrison Act?
Friedman: La Harrison Act. No se aplicó muy estrictamente hasta después de la Segunda Guerra Mundial, para entonces yo ya había sido capaz de ver los efectos negativos de los controles de precios y de rentas y de otros intentos gubernamentales de interferir en cosas del mercado. Así que nunca llegué a estar a favor.
Paige: Por supuesto, usted sabe que hay quienes dicen que cuando desapareció la prohibición, el consumo se incrementó enormemente y que eso sería…
Friedman: Existen cifras estadísticas incluidas en publicaciones acerca de la cantidad de alcohol consumida. Esas cifras suben abruptamente inmediatamente después la época de la prohibición, pero se refieren al consumo “ilegal” de alcohol. Si tomamos, como he hecho, las tablas de consumo de alcohol antes y después de la época de la prohibición, dicho consumo vuelve más o menos a donde estaba y durante el periodo posterior, si se ha movido ha sido disminuyendo, no en términos absolutos, sino en relación con la población y el crecimiento relativo de los ingresos.
Durante un tiempo, subió bastante lentamente, a la vez que los ingresos, con una excepción. Durante la Segunda Guerra Mundial, se disparó hacia arriba. Pero eso también ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. Por supuesto, nunca hubiera prosperado la prohibición si no hubieran estado todos los hombres jóvenes en Francia cuando se votó, así que las mujeres tuvieron una influencia extraordinaria en la misma. Pero lo mismo ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Y después de la Segunda Guerra Mundial, volvió a bajar. Y más recientemente, el consumo de alcohol ha ido bajando desde una base per capita. Así que, sencillamente no es verdad que hubiera un tremendo incremento.
En lo que se refiere a las drogas, hace algunos años, Alaska legalizó la marihuana. El consumo de marihuana entre los estudiantes de bachillerato de Alaska bajó. Los holandeses, en Holanda, no penalizan las drogas blandas, como la marihuana y preferirían no proscribir las drogas duras, aunque se ven obligados por los compromisos internacionales que han contraído, y el consumo de marihuana entre los jóvenes ha bajado. Y también es interesante que la edad media de consumidores de drogas duras haya subido, lo que significa que no hay nuevos consumidores.
Así que la evidencia es muy variada. Pero tengo que admitir que una consecuencia negativa de la legalización de las drogas es que podría haber más adictos. Sin embargo, me gustaría ver esto desde otra perspectiva.
Un niño que recibe un disparo en un barrio por un tiroteo por una bala perdida es una víctima inocente, en todos los sentidos del término. La persona que decide por sí mismo tomar drogas no es una víctima inocente. Ha elegido ser una víctima. Y tengo que decir que me inspira muchísima menos simpatía. No creo que sea moral imponer esos enormes costes a otra gente para protegerla de sus propias decisiones.
Paige: Para que podamos entender el origen real de esas convicciones, qué le parece si hablamos un momento desde la perspectiva económica del libre mercado y cuál cree que sería el papel apropiado del gobierno en relación con los individuos.
Friedman: El papel apropiado del gobierno sería exactamente el que dijo John Stuart Mill en el siglo XIX en “Sobre la libertad”. El papel adecuado del gobierno sería evitar que otra gente dañe a una persona. El gobierno, dijo, no tiene nunca derecho a inmiscuirse en la vida de una persona por el propio bien de esa persona.
El caso de la prohibición de las drogas es exactamente el mismo que prohibir a la gente comer más de lo debido. Sabemos que el sobrepeso causa más muertes que las drogas. Si en principio está bien que el gobierno diga que no debemos consumir drogas porque nos pueden dañar, ¿por qué no sería correcto que nos diga que no debemos comer demasiado porque nos puede dañar? ¿Por qué no sería correcto que nos diga que no hagamos paracaidismo porque nos podemos matar? ¿Por qué no estaría bien decir “Oh, esquiar no está bien, es un deporte muy peligroso, te harás daño”? ¿Dónde ponemos el límite?
Paige: Bien, apostaría que el anterior responsable antidroga William Bennett y otros tipos en esa línea, probablemente sugerirían que la venta y distribución actual de drogas ilegales es, de hecho, una empresa que daña a otras personas y que el gobierno debe intervenir para proteger a los más vulnerables.
Friedman: Daña a mucha más gente, pero principalmente por estar prohibida. Actualmente hay un número enorme de víctimas inocentes. Tenemos a la gente a la que le roban sus bolsos, a las que les golpea en la cabeza, gente que trata de conseguir suficiente dinero para su próxima dosis. Tenemos a la gente muerta en las diversas guerras de la droga. Tenemos la corrupción del entorno legal. Tenemos a las víctimas inocentes que son los contribuyentes que tienen que pagar por más y más prisiones y más y más reclusos, y más y más policía. Tenemos al resto de nosotros que no tenemos una aplicación decente de la ley porque todos sus agentes están ocupados tratando de hacer lo imposible.
Y, por fin, tenemos a la gente de Colombia, Perú y otros países. ¿Qué conseguimos destruyendo y enviando a la muerte a miles de personas en Colombia porque no podemos aplicar nuestras propias leyes? Si pudiéramos aplicar nuestras leyes contra la droga, no habría mercado para esas sustancias. Colombia no estaría como está.
Paige: ¿No es cierto que aquí toda la discusión, todo el problema de la droga es un problema económico para…?
Friedman: No, no es un problema económico en absoluto. Es un problema moral. Soy economista, pero el problema económico es estrictamente secundario. Es un problema moral. Es un problema del daño que está infligiendo el gobierno.
He estimado estadísticamente que la prohibición de las drogas produce, de media, diez mil homicidios al año. Es un problema moral que el gobierno ocasione la muerte de diez mil personas. Es un problema moral que el gobierno criminalice a gente, que puede que esté haciendo cosas que usted y yo no aprobaríamos, pero que no hacen nada que dañe e otros. La mayor parte de los arrestos por droga son por posesión de consumidores esporádicos.
Aquí tenemos a alguien que quiere fumar un cigarrillo de marihuana. Si le pillan, va a la cárcel. ¿Es eso moral? ¿Es adecuado? Creo que es una auténtica desgracia que nuestro gobierno, que se supone que es nuestro, pueda estar en situación de convertir en criminales a gente que no daña a otros, de destruir sus vidas mandándolos a la cárcel. Para mí, se trata de eso. La parte económica sólo se necesita para explicar por qué tiene esos efectos. Pero las razones económicas no son las razones básicas.
Por supuesto, estamos despilfarrando dinero en ello. Diez, veinte, treinta mil millones de dólares al año, pero eso es lo de menos. Despilfarramos esas cantidades de muchas otras formas, como pagando cosechas que no se van a producir.
Paige: Hay muchos a los que les gustaría ver la economía… cómo la economía del negocio de las drogas a afecta a la principales ciudades del interior de América, por ejemplo.
Friedman: Por supuesto, lo hace, y porque está prohibida. Mire, si observa la guerra contra las drogas desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno es proteger al cártel de las drogas. Esta es la realidad, literalmente.
Paige: ¿Lo hace bien?
Friedman: Excelentemente. ¿Qué quiero decir con esto? En un libre mercado normal (digamos, de patatas, carne o lo que quiera), hay miles de importadores y exportadores. Cualquiera pueda entrar en el negocio. Pero es muy difícil que un pequeño empresario pueda dedicarse al negocio de importación de drogas, porque nuestros esfuerzos por impedirlo esencialmente lo hacen enormemente costoso. Así que la única gente que puede sobrevivir en ese negocio son ese tipo de gente como el cártel de Medellín, que tienen suficiente dinero como para tener flotas de aviones, métodos sofisticados y cosas así.
Además de eso, al no permitir esos productos y arrestar, por ejemplo, a los cultivadores locales de marihuana, el gobierno mantiene alto el precio de esos productos. ¿Qué más querría un monopolista? Tiene un gobierno que se lo pone muy difícil a todos sus competidores y mantiene alto el precio de sus productos. Es como estar en el cielo.
Paige: Por supuesto, usted sabe que hay teóricos de conspiraciones que sugieren que eso ocurre por una razón, que es porque los gobiernos están de acuerdo con los traficantes de droga: usted no diría eso.
Friedman: No, no. En absoluto digo eso. Ya sabe usted, una y otra vez en política las buenas intenciones se tuercen. Y las buenas intenciones se tuercen porque se gasta dinero de otros.
Paige: Muchos dirían que muchas de sus teorías se basan en la idea del propio interés: si interesa a un individuo hacer algo, lo hará.
Friedman: No es una teoría y nadie lo negará. ¿Hay alguien que pueda negar que lo que cabe esperar es que cada persona persiga sus propios intereses? Otra cosa es que esos intereses personales no tienen por qué ser limitados. La Madre Teresa persigue su propio interés personal igual que Donald Trump persigue el suyo. Pero ambos persiguen un interés personal.
Paige: Algunos dirían que esa idea (que los intereses personales son los que impulsan a las sociedades y a las personas) es una filosofía despiadada y que los más pobres no saldrían bien parados con esas ideas. Ya ha oído eso antes.
Friedman: Sí, por supuesto. Pero la evidencia es abrumadora. Los únicos países del mundo en los cuales las gentes de bajos ingresos han llegado a conseguir un nivel de vida medianamente decente son aquéllos que confían en mercados capitalistas. Sólo compare la calidad de vida, el nivel de vida de la gente común en Rusia y en, no quiero decir EE.UU., pero en Francia, en Italia, en Alemania, en Inglaterra o en Hong Kong. Compare Hong Kong con la China continental.
Cada sociedad se guía por su interés personal. China continental se guía por su propio interés. La pregunta es ¿Cómo se disciplina el propio interés? La única forma de satisfacer tu propio interés es consiguiendo algo por lo que otra gente está dispuesta a pagar. Así, las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas. Eso es cierto si vemos Hong Kong frente a China continental, Alemania Oriental frente a Alemania Occidental, Checoslovaquia antes de la Segunda Guerra Mundial y hoy día. No hay ninguna excepción a esta afirmación.
Adam Smith lo expresó de la mejor manera posible hace doscientos años, cuando dijo que la gente que sólo busca perseguir su propio interés se ve guiada por una mano invisible que promueve el interés público, aunque este no forme parte de su intención. El Señor Ford no desarrolló el automóvil Ford por el interés público. Lo hizo por su interés privado.
Paige: Pero Adam Smith también vio un papel para el gobierno, por ejemplo, en la administración de justicia, ¿no?
Friedman: Yo también. No soy partidario de que no haya gobierno. Creo que hay una función real para el gobierno. Y una de las razones por las que me opongo a muchas de las cosas de las que se ha ocupado el gobierno es porque eso hace que no realice sus auténticas funciones. Una función básica es evitar que nos roben en la casa, que nos golpeen en la cabeza. Y puesto que la mayor parte de muestra maquinaria de cumplimiento de la ley se dedica a la guerra contra las drogas, no tenemos ese tipo de seguridad.
Paige: Pero, sin duda, ahí aparece el argumento de que si la policía acude y se lleva a una persona adicta a una droga que no tiene dinero para comprarla, también está sacando de la calle a un potencial ladrón que podría entrar a robar en mi casa, ¿no?
Friedman: Lo está, pero habría más en camino, como sabemos, y además ¿qué van a hacer con él? ¿Lo van a encarcelar? La mayoría de esta gente arrestada lo es simplemente por posesión, son consumidores esporádicos.
Paige: Sin embargo, la anciana de sesenta y cinco o setenta y cinco años que mira por la ventana y ve a traficantes de droga en la calle portando armas y vendiendo a la puerta de su casa tiene derecho a llamar a la policía y decir “quiero que esa gente no esté en mi calle”. Y la policía debería quitarles de la calle. ¿Correcto?
Friedman: Sin duda. Pero es un error tener una ley que convierte en eso la principal función de la policía. No culpo a la policía. No culpo a esa mujer. No culpo a los traficantes de drogas. Les ponemos en una situación en la que eso es lo que hay que hacer. Cuando decimos a un joven de los suburbios, “Mira, tienes un trabajo razonable de MacDonalds o en cualquier otro lugar, ganarás cinco, seis, siete dólares a la hora. Pero por otro lado, está la posibilidad de trapichear con drogas en la calle”. ¿Por qué tienen esa posibilidad los jóvenes? Porque la ley es menos severa con los jóvenes que con los adultos.
Paige: ¿Pero cómo cree que afectaría la legalización a los pobres de este país?
Friedman: ¿Los pobres? Depende de qué pobres. Pero en general, la legalización por sí misma no tendría ningún efecto significativo para los pobres. Podría ofrecer mejores oportunidades para los pobres haciendo a las ciudades más seguras y un lugar donde podrían tener un negocio decente y adecuado. Podría ofrecer una oportunidad para mejorar la escolaridad. El deterioro de la escolarización, que es otro caso de socialismo ineficaz, tiene tanto que ver con los problemas de los suburbios como las drogas. Las drogas no son lo único sobre lo que hay que trabajar.
Pero no creo que la legalización deba contemplarse principalmente como una manera de ayudar a los pobres. La legalización es una manera de evitar (como ciudadanos en nuestro forum) que el gobierno utilice nuestro poder para dedicarse a una conducta inmoral que mata gente, quitando la vida sin necesidad a personas en EE.UU., en Colombia y en todas partes.
Paige: Así que usted ve la actividad actual del gobierno como si el Tío Sam fuera a apuntar con un arma a la cabeza de alguien.
Friedman: Eso es lo que está haciendo, por supuesto. Ahora mismo, el Tío Sam no sólo está apuntando a la cabeza de alguien, está apuntando a su propiedad sin un proceso legal adecuado. Los antidroga están expropiando propiedades, en muchos casos de gente inocente sin tener cargos reales contra ellos. Están convirtiendo a ciudadanos en espías e informadores. Decimos a la gente que llame, no hace falta dar el nombre, sólo para compartir sospechas. Esa es una forma terrible de gobernar en lo que se supone es un país libre.
Paige: Ocupémonos entonces en los últimos minutos de cuál es su visión concreta. Bajo su sistema, si pudiera pedir un deseo y que se hiciera realidad, ¿qué sistema sería? ¿Cómo legalizaría las drogas? ¿Cómo se ocuparía de ello?
Friedman: Legalizaría las drogas sometiéndolas exactamente a las mismas normas que existen hoy día para el alcohol y el tabaco. El consumo de alcohol y tabaco causa más muertes que el de las drogas, con mucho, pero muchas menos víctimas inocentes. Y las principales víctimas inocentes, en esos casos, son los muertos por conductores borrachos. Y tenemos que hacer cumplir la ley contra conducir bebidos, igual que tenemos que hacer cumplir la ley contra las conducción bajo la influencia de la marihuana, lo cocaína o cualquier otra droga.
Pero trataría, al menos como primera medida, de tratar a las drogas exactamente de la misma forma que ahora tratamos al alcohol y al tabaco, nada más.
Paige: ¿Qué es lo que más teme ante la idea de que las drogas sean legales?
Friedman: No temo nada ante la idea de que las drogas sean legales. Lo que me da miedo es la idea de continuar por el camino actual, que destruiría nuestra sociedad libre, convirtiéndola en un lugar no civilizado. Actualmente sólo hay una manera real de hacer cumplir las leyes contra las drogas. La única forma de conseguirlo es adoptar las políticas de Arabia Saudita o Singapur, que aplican otros países, en los cuales un adicto a la drogas está sujeto a la pena capital o, como mínimo, a que le corten las manos. Si queremos tener penas como ésas… ¿pero sería una sociedad en la querríamos vivir?
Paige: ¿Le parecen evidentes esas ideas?
Friedman: Sí. He pensado en ellas durante mucho tiempo. He observado su funcionamiento en este país y en otros durante mucho tiempo. Y encuentro prácticamente increíble cómo la gente puede apoyar el sistema actual de prohibición de las drogas. Hace mucho más mal que bien.
Paige: Si son tan evidentes, ¿por qué está usted tan en minoría, especialmente entre…?
Friedman: Por supuesto. Muy buena pregunta. Y la respuesta es que hay muchos intereses creados que han surgido a partir de la actual guerra contra las drogas. ¿A quién se escucha cuando se habla de drogas? A la gente que tiene la obligación de aplicar las leyes antidroga. Que creen que hacen lo correcto. Son buenas personas. Todos creemos que lo que hacemos merece la pena. Nadie lo hace por motivos perversos. Pero todo es igual en el gobierno.
Paige: ¿No cree que el miedo es uno de los principales apoyos de la actual guerra contra las drogas? Miedo a que, sin ella, se pueda discutir sobre el fondo.
Friedman: Sí, pero es un falso miedo y un miedo promovido. Fíjese en lo que dijo el anterior responsable antidroga, Mr. Bennet. En primer lugar, afirmó que el consumo de alcohol al terminar la prohibición se triplicó o cuadruplicó o algo así. Estaba equivocado, sencillamente equivocado en los hechos. Creó todo tipo de miedos al hablar sobre cuántos nuevos adictos podría haber. Nunca ha presentado la más mínima evidencia, nunca ha ofrecido ejemplos de otro lugar o cualquier otra cosa. ¿Por qué? Porque tiene que hacer su trabajo. Intereses creados, intereses propios, los mismos intereses propios a los que se opone la gente en el mercado. Pero en el mercado, si inicias un proyecto, tienes que financiarlo de tu propio bolsillo.
Paige: Última pregunta. Usted tiene una nieta de dos años. ¿qué imagina para ella y su futuro?
Friedman: Depende totalmente de lo que nosotros y nuestros conciudadanos hagamos con nuestro país. Si continuamos dirigiéndonos cada vez más en dirección al socialismo, no sólo inspirado mediante la prohibición de las drogas, sino mediante la socialización de escuelas, la socialización de la medicina, la regulación de las industrias, imagino para mi nieta algo equivalente al comunismo soviético de hace tres años. La violencia se debe a la prohibición y nada más. ¿Cuánta violencia hay alrededor del mercado del alcohol? Alguna, sólo porque prohibimos la venta de alcohol a los niños, que debe hacerse, y también porque establecemos impuestos muy altos y, como consecuencia, se incentiva el contrabando. Pero no hay más violencia en su entorno.
Maldoror
19 mayo, 2008 at 9:53 amJaime:
¿Podría explicarnos que hace de un narcotráficante un «rentista»? Lo quiero ver….
jaime ruiz
19 mayo, 2008 at 6:05 pmAnónimo 19.49:
¿Hay empresarios que proveen órganos para performances eróticas?
Es triste que la ignorancia pueda llegar a tal punto. ¡Pues claro que los hay! A veces los alquilan y a veces los venden, y cuando los alquilan suelen preguntar si el cliente quiere una geisha para que los toque. Dicen que cuando las performances eróticas se acompañan con la Tocata y fuga la experiencia es inolvidable.
Anónimo 23.32: ¿No habría quedado mejor enlazar esa perla ajena? Bueno: nadie discute si es bueno o malo que despenalicen el tráfico de drogas. Es como si una familia evaluara las ventajas e inconvenientes de ganarse la lotería, ningún argumento que encontremos aquí va a cambiar nada. No recuerdo a nadie que haya dicho que es bueno que penalicen el tráfico de drogas (bueno, en rigor sí: en una ocasión decía Umberto Eco que temía con lo que pasara en nuestros países en caso de que las mafias ya no tuvieran ese negocio; lo único que no parece una boutade es que lo dice un italiano).
Sergio: un jefe de una organización de tráfico de drogas es un delincuente vulgar, un guerrero primitivo obrando en una sociedad que es como un organismo en el que su actividad es parasitaria. Toda la organización está hecha a las grandes ganancias sin ningún esfuerzo ni servicio, lo cual tiene relación con la mentalidad rentista, pero ésta tiene relación con el negocio de otra manera: a través de las vastas redes de tinterillos que la hacen posible, tinterillos que cuando tienen familias influyentes llegan a lucir anillo de grado, a comprar ropa cara y a leer a Antonio Caballero. Con una ciudadanía consciente del rumbo funesto o chavista a que va una sociedad que no se hace responsable de aplicar sus leyes, esos tinterillos serían vistos como parte de las mismas redes delictivas. Pero en Colombia son parte de la judicatura. Por ahí se podría empezar.
Maldoror
19 mayo, 2008 at 8:01 pmJaime:
¿Ud en verdad cree que un narcotráficante no hace «ningún esfuerzo»? ¿Le parece poco mantener el negocio, organizar las redes de distribución, cuadrar los negocios con otros distribuidores, productores de materias primas y dueños de laboratorios, además de asegurarse de hacerlo sin ser detectado por la ley? ¿Pero además, quién lo erigió a ud como arbitro y juez cósmico de lo que debe ganar alguién de acuerdo al esfuerzo que haga? Hasta donde yo recuerdo, el narco sigue exactamente la lógica de cualquier otro empresario: ofrece un producto que tiene demanda y recoje las ganancias de la venta (¿que tienen que ver en eso «los tinterillos»?) Que ironía…el anti comunista acerrimo se convierte en un defensor del socialismo y de la teoría del valor por el trabajo, de un momento a otro. Hasta diría que lo suyo es pura y vulgar envidia…
Maldoror
19 mayo, 2008 at 9:08 pmA lo JR, y pidiendo deisculpas por el abrupto cambio de tema…interesante notar como los computadores y celulares de mancuso y otros jefes paras desaparecieron misteriosamente, al tiempo que un testigo clave de la parapolítica era asesinado. No sé porque ese cuento de que los paras van a «vengarse» en Estados Unidos del gobierno, parece cada vez más cuento chino, y cada vez parece más real la idea de que el gobierno extraditó a los jefes paras con el afán de librarse de las fuentes principales de la parapolítica.
James bizarre
20 mayo, 2008 at 2:05 amSolo a un asqueroso profesor universitario como el adalid del plan quinquenal, S. Mendes se le ocurre creer que NO desaparecieron misteriosamente los computadores de los paras. Si van a USA es por que allá si los juzgaran de acuerdo a sus culpas, no como acá.
bffff que cinismo, llamar a Colombia un muladar es maltratar al sistema de alcantarillas de cualquier ciudad.
Anónimo
20 mayo, 2008 at 2:19 am«para nadie es un secreto que en las cárceles se delinque».. que semejante frase venga del Director del Inpec, quiere decir que está implícita la comandancia del paramilitarismo en las instituciones nacionales.
En la fiscalía tambien están infiltrados estos narco masacradores.
El mejor lugar para delinquir: LA CÁRCEL.
Maldoror
20 mayo, 2008 at 7:16 amY volviendo al tema, Uribe quiere volver a proponer la penalización del consumo, con un moralismo y un populismo barato
Aún así, el Gobierno sustenta su proyecto en un estudio que demuestra como la relación de ‘causa – efecto’ entre la permisividad del consumo de alucinógenos y la criminalidad en Colombia es muy grande. En esa exposición los científicos y expertos en el tema han demostrado que funcionan más los programas de prevención y rehabilitación, acompañados de sanciones; en vez de dejar escenarios de permisividad que conducen al libertinaje.
“No hay derecho que mientras aquí hay soldados mutilados porque están cuidando a los erradicadores de droga, se permitan reuniones sociales con dosis personal de droga en virtud de una interpretación errónea del libre desarrollo de la personalidad”, explicó el Jefe de Estado.
La parte del «libertinaje» (es decir, que la gente haga con su cuerpo lo que quiera y no lo que quisiera el presidente) es un chiste (al igual que los estudios «científicos» sobre la efectuvidad de la represión). La de los policias mutilados, es una inversión de culpas indignante (la culpa es del Estado en primera instancia por conducir una guerra inmoral contra los cultivadores).
jaime ruiz
20 mayo, 2008 at 1:05 pmAhora entiendo por qué Pablo Escobar se estaba convirtiendo en un místico en la última parte de su vida: se oponía a una guerra inmoral contra la producción de drogas. Ésta de debe entender como un proyecto de resistencia moralizadora contra la guerra infernal del Estado que tantos mutilados deja. ¡Que viva la Universidad de Los Andes!
Alejandro Gaviria
20 mayo, 2008 at 1:19 pmSergio: los argumentos del Presidente son los mismos de siempre: “tenemos que pensar como padres de familia” . Pero, detrás de la insistencia en el tema de la dosis personal, también hay un interés político. Recuerdo, en el año 2003, cuando hacía parte del Gobierno, que en las discusiones finales sobre el referendo de ese año, el Presidente Uribe decidió incluir un artículo sobre el tema por razones básicamente políticas: el Presidente argumentó que la prohibición de la dosis personal llevaría a mucha gente a votar por el referendo.
Esta gráfica discutida anteriormente muestra que el Presidente, como suele ocurrir, está sintonizado con las preferencias de la gente. El Presidente habla de un clamor popular a favor de la prohibición de la dosis personal, y las encuestas muestran, efectivamente, que los pobres se oponen más asiduamente a la legalización.
jaime ruiz
20 mayo, 2008 at 1:47 pmYo creo que el mismo pragmatismo que lleva a Uribe a buscar agradar a las multitudes con la amenaza de quitar la dosis personal le impedirá hacerla realidad. Generaría demasiados problemas, mientras que el discurso punitivo siempre quedaría en la reserva para ocasiones más desesperadas. En todo caso, es reseñable que las clases instruidas sólo son el espejo de la vida popular: mientras que «los pobres» atribuyen la criminalidad a que los criminales consumen drogas, los académicos la atribuyen a que las consumen los demás. Para el caso, el gobierno frívolo complace a las mayorías, pero en el lenguaje marca una diferencia: mientras que para «los pobres» y la academia la cocaína y el basuco son narcóticos, ¡para el gobierno son alucinógenos!
charlie
20 mayo, 2008 at 7:58 pmEl trafico de drogas no se legaliza, porque el dinero real que irriga en la economía es su gran caja menor. Todo lo demás son crédito o futuros.
jcastros
21 mayo, 2008 at 11:18 amPor q McCain?
http://www.latinbusinesschronicle.com/app/article.aspx?id=2406
McCain: Colombia FTA Benefits U.S.
BY JOHN McCAIN
For decades, in Republican and Democratic administrations alike, the United States has treated Latin America as a junior partner rather than as a neighbor, like a little brother rather than as an equal. As a resident of a state that borders Mexico, I am acutely aware of the extraordinary contributions that our neighbors make to the United States – from trade to culture to a commitment to democracy and human rights. Latin America today is increasingly vital to the fortunes of the United States, and Americans north and south share a common geography and a common destiny. It is time to embrace this destiny for the benefit of all our peoples.
We have made progress toward this vision by expanding the benefits of free commerce, through NAFTA, the Central American Free Trade Agreement, and our free trade agreements with Peru and Chile. But the progress has stalled; our longstanding bipartisan commitment to hemispheric prosperity is crumbling. We see this most vividly in Barack Obama’s and Hillary Clinton’s opposition to the free trade agreement with Colombia. The failure of the Congress to take up and approve this agreement is a reminder why 80 percent of Americans think we are on the wrong track. Congress can find time to pass a pork-filled farm bill, but it cannot stir itself to support a key ally and further American prosperity.
The Colombia FTA would benefit American workers and consumers – the U.S. International Trade Administration estimates that over $1 billion in tariffs have been imposed on U.S. exports to Colombia since the FTA was signed, tariffs that would be eliminated once the agreement takes effect. …In Florida, trade has created new markets for the Sunshine State’s world-class produce, manufactured goods, and professional services. Florida’s exports to Canada and Mexico rose by some 208 percent since NAFTA was enacted, and its exports to Chile grew 99 percent in the first four years of its free trade agreement. Colombia today stands as Florida’s fifth largest export market – Florida exported $2.1 billion worth of goods there last year – and now the Colombians are offering to drop their barriers to American goods. Yet Senators Obama and Clinton oppose the agreement, wishing to retreat behind protectionist walls and undermine a key hemispheric ally.
The strategic implications of rejecting this agreement are profound. Colombia is a beacon of hope in a region where the Castro brothers, Hugo Chavez, and others are actively seeking to thwart economic progress and democracy. Delaying approval of the Colombian Free Trade Agreement will not create one American job or start one American business, but it will divide us from our Colombian partners at a time when they are battling the FARC terrorists and their allied drug cartels. It will undercut America’s standing with our allies in a critical region and across the world, at a moment when rebuilding these relationships has never been more important. It will set back the goal of deepening relations with our neighbors to the south and enhancing the stability, peace, and prosperity of our hemisphere.
If I am elected president, the United States will not bow to the special interests seeking to block progress. Instead, we will forge a new policy toward Latin America and the Caribbean Basin, one founded on peace and security, shared prosperity, democracy and freedom, and mutual respect. We will work to prevent Venezuela and Bolivia from taking the same road to failure Castro has paved for Cuba, and we will broaden and strengthen ties with key states like Brazil, Peru, and Chile. We will make clear to all countries in the region that if they share our values of freedom and openness, they can count on us as a friend. We will not abandon our partners to demagogues, drug lords, and despair, but expand the benefits of security, trade and prosperity to all.