Quiero relatar la siguiente anécdota que ayuda, creo yo, a entender el clima de opinión reinante en el país. Hace dos meses aproximadamente fui invitado a comentar el libro de Claudia López (y coautores) sobre la parapolítica. Estoy seguro de que la invitación fue un error. Probablemente la persona encargada de la promoción editorial me confundió con Carlos Gaviria o con José Obdulio y terminé en el lugar equivocado, en la biblioteca del Gimnasio Moderno dispuesto a dar una discusión académica, a participar en un debate interesante.
Lo primero que me llamó la atención, al entrar a la biblioteca, fue el escenario. Como fondo, detrás de la mesa principal, había una pantalla gigante de 5 metros cuadrados donde se proyectaban, en una sucesión sin fin, los rostros de los parlamentarios acusados de parapolítica. El ambiente de linchamiento era evidente. Digamos que se trataba de un linchamiento virtual. Pero linchamiento al fin y al cabo.
La biblioteca estaba de llena de gente. Atiborrada. Mockus estaba en primera fila. Atento. Con la seriedad que demandaba la ocasión. Varios senadores también estaban presentes. Adustos. La presentación comenzó media hora tarde. León Valencia hizo una rápida introducción. Habló de la necesidad de una derecha civilista. Me pareció un discurso conciliador, con una dosis correcta de demagogia. Luego Rafael Pardo pontificó dos minutos sobre la necesidad de una reforma política y yo hice un comentario puntual sobre las regalías y las causas económicas del problema en cuestión. Seguidamente Claudia López se levantó de la mesa. Tomó el micrófono y dijo que iba a hacer una presentación de veinte minutos.
Habló hora y media en un tono ensordecedor. Mezcló la historia, la geografía, la política y la ética. Le dio órdenes al Fiscal, que había llegado a la presentación y escuchaba anonadado. Los aplausos se repetían cada cierto tiempo. La señora López, me di cuenta entonces, era la santa inquisidora de esta ceremonia extraña. “Esta investigación –dijo en algún momento, refiriéndose a su propio trabajo– es la investigación académica más importante de la historia del país”. Mientras tanto, las fotos de los parapolíticos, el carrusel de rostros continuaba sin cesar, dándole una iluminación peculiar a la ceremonia.
Al final, el Fiscal tomó la palabra y dijo, entre otras cosas, que se inclinaba con reverencia ante el trabajo de Claudia López. Yo hice un comentario tímido sobre las incoherencias entre los datos y las conclusiones del informe. La señora Lopéz contestó con displicencia. Hubo una última ronda de aplausos. Y la ceremonia concluyó. Al salir, un conocido visionario, jefe, creo yo, de la tribu mockusiana, me dijo que los paisas perdíamos la objetividad cada vez que alguien mencionaba a Antioquia. Claudia López ha tenido una sola respuesta a mis objeciones: “no vé que es paisa”.
Varias personas que han leído el libro me han confesado, personalmente, sin ganas de hacer públicas sus opiniones, que el ensayo de Claudia López sobre la parapolítica en Antioquia no sólo está muy mal escrito, sino que está lleno de errores fácticos y argumentativos (invito a los lectores de este blog a leerlo). La mayoría se muestra sorprendida, dada la reputación de la autora y las implicaciones de su trabajo. Pero no deberían sorprenderse. Los inquisidores generalmente no argumentan. Simplemente señalan. Acusan mientras el público aplaude.