Muchos analistas y comentaristas nacionales han interpretado el drama (y la encrucijada) de los secuestrados de las Farc como una muestra fehaciente de nuestras falencias morales, de nuestra inveterada falta de conciencia y solidaridad. Los juicios sociológicos (los dictámenes indignados) están a la orden del día. Aparecen por todas partes, con la insistencia estentórea de los lugares comunes. “¿Esta será una prueba de que Íngrid está viva, o de que nuestra sociedad está muerta?”, pregunta retóricamente el caricaturista Vladdo. “Los videos… le hacen a uno preguntarse qué sentido tiene pertenecer a un país que es capaz de producir esta barbarie silenciosa que se siente de manera íntima, pero que no impulsa a la gente a protestar en las calles, ni a salir a mostrar su indignación”, afirma rudamente la columnista María Jimena Duzán. “Lo que está hoy en juego es qué tanta conciencia humanitaria tiene esta nación”, anuncia perentoriamente el analista Ricardo Santamaría.
La tendencia a explicar muchos de nuestros problemas, antiguos o recientes, como el reflejo de una supuesta perversión moral de la sociedad colombiana tiene una larga tradición. Tanto la izquierda como la derecha adornan sus discursos con diagnósticos culposos, con reflexiones indignadas sobre el alma nacional. Los colombianos, como alguna vez escribiera Gabriel García Márquez, nos deleitamos mirándonos en el espejo de nuestras propias culpas. Reales o inventadas. Somos un país aficionado a la autoflagelación. A la inculpación colectiva. A los golpes de pecho. “Colombia es el peor país del mundo… En sus arrugas montañosas se encajona el espíritu y entre sus valles calurosos, donde zumban los mosquitos, se avinagra el alma”, escribe Fernando Vallejo. Y muchos de nuestros columnistas (“se dicen partes, pero se sienten jueces”) parecen estar de acuerdo.
Pero, en mi opinión, los juicios sociológicos son equivocados. Indemostrables, en el mejor de los casos. Falsos, en el peor. No creo en las sociedades buenas o malas. Ni tampoco en la existencia colectiva (o generalizada) de ciertas falencias morales: la indiferencia, la obsecuencia, la insolidaridad, etc.. Creo, incluso que, al menos en el caso que nos ocupa, los colombianos estarían dispuestos a llevar la solidaridad a extremos insospechados. Algunos colombianos, en mi opinión, estarían dispuestos a intercambiarse por secuestrados que nunca han visto en sus vidas. O a donar una parte de sus posesiones para reducir el sufrimiento de las víctimas. Así, la pregunta retórica de Vladdo (entre otras opiniones) me parece no sólo falsa, sino también injusta.
Muchos colombianos se oponen al despeje no por insolidaridad. No por una incapacidad perversa de ponerse en el lugar del otro o por una indiferencia ancestral ante el sufrimiento ajeno, sino por un escepticismo aprendido, por un convencimiento de que el despeje no disminuirá el sufrimiento y podría incluso multiplicar la barbarie. Probablemente las protestas contra el secuestro seguirán creciendo en el futuro. Pero el rechazo colectivo, el ímpetu de la indignación, siempre tendrá que vencer la certeza sobre la futilidad de los actos políticos, sobre la sordera de las Farc al clamor generalizado.
En fin, Colombia no es la culpable de lo que está sucediendo: es la víctima. La dimensión de nuestra tragedia se manifiesta, entre otras cosas, en la necesidad de repetir lo obvio. Así, dejar de lado la culpa colectiva, rechazar los juicios sociológicos, es, en mi opinión, un paso importante en busca de la unidad nacional, del consenso necesario para lo que viene, para el diálogo inevitable entre una sociedad victimizada y sus victimarios. Los alegatos autoflagelantes no sólo reiteran un lugar común que ha hecho mucho daño y ha logrado muy poco, sino que promueven precisamente lo que pretenden combatir: la insolidaridad y la indiferencia. En últimas, el exhibicionismo moral no sólo es, en esencia, deshonesto, sino que también es, en la práctica, contraproducente.
La tendencia a explicar muchos de nuestros problemas, antiguos o recientes, como el reflejo de una supuesta perversión moral de la sociedad colombiana tiene una larga tradición. Tanto la izquierda como la derecha adornan sus discursos con diagnósticos culposos, con reflexiones indignadas sobre el alma nacional. Los colombianos, como alguna vez escribiera Gabriel García Márquez, nos deleitamos mirándonos en el espejo de nuestras propias culpas. Reales o inventadas. Somos un país aficionado a la autoflagelación. A la inculpación colectiva. A los golpes de pecho. “Colombia es el peor país del mundo… En sus arrugas montañosas se encajona el espíritu y entre sus valles calurosos, donde zumban los mosquitos, se avinagra el alma”, escribe Fernando Vallejo. Y muchos de nuestros columnistas (“se dicen partes, pero se sienten jueces”) parecen estar de acuerdo.
Pero, en mi opinión, los juicios sociológicos son equivocados. Indemostrables, en el mejor de los casos. Falsos, en el peor. No creo en las sociedades buenas o malas. Ni tampoco en la existencia colectiva (o generalizada) de ciertas falencias morales: la indiferencia, la obsecuencia, la insolidaridad, etc.. Creo, incluso que, al menos en el caso que nos ocupa, los colombianos estarían dispuestos a llevar la solidaridad a extremos insospechados. Algunos colombianos, en mi opinión, estarían dispuestos a intercambiarse por secuestrados que nunca han visto en sus vidas. O a donar una parte de sus posesiones para reducir el sufrimiento de las víctimas. Así, la pregunta retórica de Vladdo (entre otras opiniones) me parece no sólo falsa, sino también injusta.
Muchos colombianos se oponen al despeje no por insolidaridad. No por una incapacidad perversa de ponerse en el lugar del otro o por una indiferencia ancestral ante el sufrimiento ajeno, sino por un escepticismo aprendido, por un convencimiento de que el despeje no disminuirá el sufrimiento y podría incluso multiplicar la barbarie. Probablemente las protestas contra el secuestro seguirán creciendo en el futuro. Pero el rechazo colectivo, el ímpetu de la indignación, siempre tendrá que vencer la certeza sobre la futilidad de los actos políticos, sobre la sordera de las Farc al clamor generalizado.
En fin, Colombia no es la culpable de lo que está sucediendo: es la víctima. La dimensión de nuestra tragedia se manifiesta, entre otras cosas, en la necesidad de repetir lo obvio. Así, dejar de lado la culpa colectiva, rechazar los juicios sociológicos, es, en mi opinión, un paso importante en busca de la unidad nacional, del consenso necesario para lo que viene, para el diálogo inevitable entre una sociedad victimizada y sus victimarios. Los alegatos autoflagelantes no sólo reiteran un lugar común que ha hecho mucho daño y ha logrado muy poco, sino que promueven precisamente lo que pretenden combatir: la insolidaridad y la indiferencia. En últimas, el exhibicionismo moral no sólo es, en esencia, deshonesto, sino que también es, en la práctica, contraproducente.
Alejandro Gaviria
8 diciembre, 2007 at 2:07 pmExcelente la columna de Alejandro Reyes en El Tiempo. La columna no aparece entre los columnistas destacados de la versión electrónica a pesar de haber sido publicada en la versión impresa. Reyes es un profesor universitario, vinculado de tiempo atrás con la Universidad Nacional.
Maldoror
8 diciembre, 2007 at 3:15 pmEn Colombia, el pueblo votó para conferir el poder a un político decidido a liberar al país de la dictadura de facto de guerrillas y paramilitares. Álvaro Uribe ha empeñado sus esfuerzos en la tarea de recuperar la seguridad y la libertad de los colombianos. Primero, exigiendo a las Fuerzas Armadas romper todo vínculo con paramilitares para restablecer la legitimidad del Estado. Segundo, iniciando el desmonte de las fuerzas paramilitares. Tercero, rescatando el territorio de manos de las guerrillas y arrinconándolas en sus refugios montañosos y selváticos, con lo cual ha recobrado la iniciativa militar del Estado y ha disminuido drásticamente la extorsión y los secuestros.
Que susto pensar que este carretazo propagandistico se lo crea la gente que, mal que bien, maneja este país (como Alejandro y la tecnocracia uniandina…)
Anónimo
8 diciembre, 2007 at 3:21 pmSuena contradictorio, por decir lo menos, que usted arguya que existe una tendencia entre los formadores de opinión (que a su vez se toman la vocería de «los colombianos» sin que nadie se la haya dado)a emitir juicios sociológicos o dictámenes indignados, cuando al mismo tiempo se niega a aceptar que posiblemente exhibamos una tendencia hacia la insolidaridad y hacia la indiferencia. Es evidente que no hay países intrínsicamente buenos o malos, y que en todas partes hay seres humanos en extremo generosos y sensibles. Colombia no podía ser la excepción. Pero negarse de plano a admitir que una sociedad dada pueda adolecer de ciertas falencias morales equivale, en mi opinión, a desconocer su historia. Y la nuestra ha sido una historia de sangre y confrontación armada, de crímenes y venganzas masivos desde tiempos inmemoriales. Así que nada tiene de raro que vivir en un entorno donde «la violencia es rutina» (como afirmara de manera brillante un analista extranjero hace varios años)nos haya vuelto insensibles e indiferentes. Lo que sucede es que cuando nos miramos en el espejo del mundo civilizado, nos damos cuenta de que aquí las cosas más horrendas pasan prácticamente inadvertidas. Y ahí vienen entonces los juicios morales y la rasgada de vestiduras en público de varios columnistas (más las consabidas alusiones a España, donde basta que maten a un guardia civil para que el país se movilice), quienes resuelven el problema buscando adjetivos cada vez más «indignados» (ya no hay, advierto, se agotaron) para describir hechos que durante muchos años nos han dejado prácticamente indiferentes: nos horrorizamos cuando abrimos el periódico, pero para cuando lo cerramos ya se nos ha olvidado. Pero eso sí, nadie mueve un dedo porque todo lo debe hacer «el Estado». Y por eso la tendencia de acusar al «Estado» de nuestra propia falta de acción como sociedad. Evidentemente que al Estado le correponde un papel preponderante en torno a crear las condiciones propicias para facilitar un acuerdo humanitario. Pero es la sociedad organizada la que se tiene que movilizar para poner presión sobre los secuestradores. Seguir repitiendo que las FARC son una banda de asesinos desalmados (lo cual se cae de su peso) de la que nada se puede esperar, también equivale a tomar la vía fácil y a dejar que las FARC se salgan con la suya. Y eso parece haberlo entendido muy bien el presidente de Francia.
Alejandro Gaviria
8 diciembre, 2007 at 3:56 pmSergio: yo sí creo que el pueblo votó por la seguridad, que los vínculos entre el ejército y los paramilitares se han reducido y que las Farc están arrinconadas. Le sugiero que examine la hoja de vida y la producción académica de Alejandro Reyes y se dará cuenta de que poco tiene de propagandista.
Anónimo 10:21: Decir que la historia de Colombia se caracteriza por una violencia rutinaria es una equivocación. No sólo interpretativa sino también factual. Al respecto, me gusta citar la primera frase del ensayo de Malcom Deas Intercambios violentos: “Colombia ha sido a veces un país violento”.
Dice más adelante el mismo Malcom: “De ahí que sea prudente comenzar con una aseveración tan poco radical como “Colombia ha sido a veces un país violento”…Pero empiezo así pues soy de la opinión de que, por momentos, Colombia no ha sido un país particularmente violento”.
Maldoror
8 diciembre, 2007 at 4:00 pmAlejandro:
Yo creo que la gente votó por Uribe para acabar las FARC y establecer la paz por la vía militar. Creo que las FARC han perdido bastante terreno, pero no creo que estén arrinconadas. Y sobre todo, lo importante, no creo que Uribe este luchando por «la libertad y la seguridad de los colombianos» ni que le interese romper los vínculos del ejército con los paramilitares – ni creo que en efecto se hayan reducido como ud pretende-, ni que el objetivo de su guerra sea la de una Colombia «libre y segura». En cuanto al señor Reyes, no tengo ni idea quién será, pero mi punto no era que ÉL fuera un propagandista, sino que su discurso sobre la presidencia de Uribe es pura y vulgar propaganda.
camilo ernesto
8 diciembre, 2007 at 4:41 pmAlejandro,
varias son las impresiones que tengo de lo escrito. Aunque comparto el criterio general, tengo unas diferencias de enfasis que creo pertinente hacer.
La columna de Reyes, profesor de la Nacional y quien ha trabajado temas agrarios y de conflicto, es sencillamente un avance. Es bien cierto que se vislumbra un «punto de inflexión» de las Farc, que se esta recuperando parte del monopolio legitimo de la violencia (aunque el tema paramilitar esta aún latente y no se ha cortado ese nudo gordiano de la delegación de la violencia), y hay esperanzas en cuanto a la construcción del Estado y la seguridad (Uribe encarna bien eso: pero realmente es la clase media emergente que se aparta del bipartidismo, la mafia, y el abuso de poder, como señala Reyes. Y en ultimas eso es lo necesario?) Pero así mismo la sociedad esta polarizada, las pasiones estan encendidas y la democracia no puede regular muchos conflictos. ESTAMOS ANTE UN «PUNTO CIEGO», como anota el trabajo del IEPRi, sobre la violencia titulado nuestra guerra sin nombre.
En cuanto su columna. de muy buena calidad y comparto el argumento. Tengo varias preguntas que hacerle.
1) Como es eso del consenso que se avecina de la sociedad victimizada con sus victimarios?
2) Si es cierto que nuestra autoflagelación,inculpación colectiva, esta fiebre moralista que es expresión de nuestro » horror a nuestros defectos» como dijo el presidente López Pumarejo, es causa de la insolidaridad, apatía e indiferencia. Y de la imposibilidad de enfrentar dolorosamente la tragedia. Estamos de acuerdo en No mas exhibicionismo moral, ¿ Piensa ud en una revaloración de los valores a lo Nietzche?. Como argumentar en política en Colombia desde ahora?
3. Hay que recuperar el «orgullo Nacional» y forjar el País. La izquierda tiene un discuro victimista, de la desesperanza y la verguenza. Decia Rorty alguna vez «que el orgullo nacional es para los países lo que la autoestima para los individuos: una condición necesaria para la autorealización. Sin orgullo no se estimula un debate rela y contundente sobre la política nacional». Profesor Gaviria como le hacemos?.
Maldoror
8 diciembre, 2007 at 4:52 pmCamilo Ernesto:
¿Qué es el «orgullo nacional» precisamente y en que nos va a hacer una sociedad mejor? Yo tampoco creo que la solución sea la de autoflagernos y la de pensar que el país es «intrinsicamente corrupto o malo». Pero si eso no es la solución ¿Por qué creer que un país es «intrinsicamente bueno» como para sentir «orgullo» por él?
camilo ernesto
8 diciembre, 2007 at 5:07 pmMaldoror, ciertamente no hay pueblos buenos y malos, tampoco somos un ideal acabado, o un dechado de virtudes, citando al historiador Malcolm Deas, que también cito Alejandro Gaviria, «fallar no es la mismo que fracasar». Y ciertamente hay fallas (protuberantes si se quiere) pero no somos enteramente fracasados, irresponsables y carentes de todo motivo para sentir orgullo.
Quiero citarte estas palabras de un presidente colombiano a quien admiro (Alberto Lleras Camargo) me parecen esclarecedores, espero que te digan algo: » No hay ciertamente, pueblos malos. Hay momentos de corrupción y de dolo, de crimen y de impunidad en toda la historia, seguidos por una reacción salvadora y aún por excesos de puritanismo. Solo con mantener abiertas las vias para que la libertad opere los cambios, sin empleo de la fuerza ni del despotismo -remedio atroz que suele aconsejarse por los iluminados fanáticos, como la pena de muerte y la tortura-, la humanidad puede seguir su camino de ascenso, empeñosamente, y cada época sera mejor que la que le antecedio. Solo hay que perseverar, que hay que emplearse, que no se puede dar nadie por derrotador de antemano. La verdad os hará libres, dice el libro santo. Y se podría agregar sin temor. Y la libertad nos hará justos».
Alejandro Gaviria
8 diciembre, 2007 at 5:37 pmCamilo Ernesto: Gracias por los comentarios. Voy a leer el documento del IEPRI que menciona. Yo no hablo de consenso sino de un “inevitable dialogo” con los violentos. Cuando estaba terminando la columna, en la mañana de ayer, abrí la página de Internet de El Tiempo y me topé con la noticia de la zona de encuentro. En ese momento pensé que algún tipo de diálogo con las Farc era inevitable. Estoy de acuerdo en que cierto grado de orgullo nacional es un sentimiento útil. Pero debe estar acompañado de escepticismo. De lo contrario, podría resultar en delirios de superioridad. Por ahora, creo yo, urge, al menos, señalar la propensión nacional al miserabilismo y al discurso culposo.
Anónimo
8 diciembre, 2007 at 5:44 pmEn lo personal, y respecto al caso concreto de Colombia, me parece que Malcom Deas tiene toda la razón si y solamente si se acepta la definición que hace Ambrose Bierce (El gringo viejo) de la palabra «paz», a saber, «período de engaño entre dos guerras» («El diccionario del diablo», 2001, Alfa Centauro editores).
Le propongo que haga una retrospectiva mental rápida desde comienzos del siglo XX (que abrió a plomo limpio con la guerra de los 1000 días) hasta la fecha, y luego cuente que ve. Es que hasta nos vemos a gatas para diferenciar entre la Violencia con mayúsculas de los años cuarenta y cincuenta, y todas las otras violencias que la precedieron y la han sucedido.
Y del siglo XIX ni hablemos: 14 años destinados a las gestas de independencia, sucedidos por 8 guerras civiles generales, 14 locales, dos guerras internacionales con Ecuador y tres glopes de cuartel. Esos son los hechos.
soren
8 diciembre, 2007 at 6:08 pmAnonimo,
En lo personal creo que el ensayo intercambios violentos, es bastante revisionista de las tesis dominantes en las ciencias sociales colombianas. En colombia como afirma otro historiador colombiano – para el caso particular de la violencia política de la segunda mitad del siglo XX- no cabe hablar ni de «Estado de paz» ni » Estado de guerra», más bien » Estado en proceso de paz». Ahora en verdad creo que Colombia si es un país que a veces ha sido violento. Le rogaría salir de esa falsa disyuntiva de Guerra y/o paz. Y pensar que el ensayo de Deas hace enfasis en otra palabra la justicia.
Profesor Gaviria, sobre su cambio de actitud en cuanto la «inevitabilidad » de algun dialogo con las FARC, tal vez sea imperioso: si bien la política no es un argumento, en esencia es conversación. ¿ Pero que clase de conversación vamos a tener? como aplicar alguna teoría de la estrategia, un tema que ustedes los econimistas manejan, me encantaria conocer algun atisbo de su respuesta.
Anónimo
8 diciembre, 2007 at 7:09 pmChávez no es gratuito.
Apareció cuando doscientos años de mal gobierno de las oligarquías criollas lograron casi borrar lo logrado por los trescientos de la civilización hispanoamericana.
Anónimo
8 diciembre, 2007 at 7:23 pmBRABONEL.
La mayoría de gente que habla de la poca solidaridad de los colombianos es solo para poner a la sociedad contra las Instituciones Democráticas. Ni Maria Jimena Dussan ni Claudia López ni demás de seudos intelectuales se quejan deque la gente no salga a protestar por la existencia de las guerrillas y el juego que les hace un gran sector de la sociedad instruida, de todos modos la Dussan y la Señora López pertenecen a esa parte de Colombianos instruidos, esos Colombianos que de una u otra forma están a favor del triunfo de las guerrillas. Si alguna vez, una turba enfurecida le diera por protestar en las instalaciones de los medios de comunicación, como la revista Semana o los de Don Mario Santo Domingo y la casa editorial el Tiempo, por hacerle el juego a las FARC y a sus fines políticos. La señora Dussan, Claudia López y el resto de seudo intelectuales reprocharían esa actitud tomada por la gente ¡es claro! “el despertar que ellos esperan es totalmente diferente, ellos quieren ver turbas de gente metiéndole candela al palacio de justicia como lo hizo el M-19 o a la Casa de Nariño como trato de hacer Moncayo con cambuche y todo.
Hoy sale un reporte en la revista Cromos asegurando que en Colombia ser luchador de paz es un mal negocio por que termina quemado ¿Se imaginan? ¡Colombia es el País del cinismo! Quien quiera que algún día Colombia viva en Paz solo le bastaría explicar por que se mata tanta gente y si no existiera ese fin Político que persigue la guerrilla y sus patrocinadores hace rato no hubieran masacres. Resulta que los “mediadores” como Piedad Córdoba, Álvaro Leyva etcétera no son simples mensajeros sino personajes con intereses Políticos que en todos los casos complementan a los de las FARC. En Colombia quienes protestan por la aparente indolencia de la gente, lo hacen para propiciar sacudidas morales, es decir, vienen a complementar los fines por lo que son enviados fotos cartas y videos como los últimos enviados por las FARC.
Felipe
8 diciembre, 2007 at 8:02 pmVer a todo el mundo tan impresionado con las pruebas se me hace una digna reaccion de senoras corrococo en una peluqueria. Que pasaria si Ingrid no estuviera flaca y acabada y estuviera mirando a la camara con la fuerza de quien cree que va a salir vencedor? No seria tan grave entonces el secuestro? Estas pruebas solo demuestran el amarillismo colombiano y cierta legitimacion al secuestro que entonces no se considera tan atroz hasta que se ven estas fotos y se leen las cartas.
Juzgar a la gente en Colombia por negarse al despeje es injusto. Los hechos no se pueden considerar aparte. Aca no estamos diciendo que un dia un grupo armado secuestro a una politica en Suiza y Suiza decidio no negociar. Aca hay razones de fondo. La gente siente, como dice Alejandro, que el despeje puede crear un sufrimiento aun mayor al de las 47 familias. Tambien seria bueno ver cual seria la reaccion de los colombianos si las FARC dicen que entregaran a los 750 secuestrados y no volveran a secuestrar…Con seguridad cambiarian las negociaciones.
Jaime Ruiz
8 diciembre, 2007 at 8:27 pmLo primero es la posibilidad de que haya una deformación moral generalizada: de las palabras de Alejandro se deduce no ya que tal cosa no se dé sino que es inconcebible. Para ver si podemos creer en algo así habría que admitir que cada sociedad tiene sus particularidades culturales, como la obsesión de los coreanos por la educación o la de ciertas comunidades africanas por la brujería, como el apego estadounidense al derecho a portar armas o el de los españoles a las habladurías sobre la vida privada de la gente. ¿Es posible que haya algo así? ¿O la inclinación a bailar en parejas tiene que ser idéntica en todos los países?
Bueno, respecto al secuestro la cuestión en Colombia es clara y fácil: es una de las principales fuentes de prestigio, si no la principal. Eso podría ser un dictamen subjetivo (y no por ello injustificado), pero quien lea por ejemplo el libro de Vera Grabe (Razones de vida) encontrará explicado eso en términos incuestionables: el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado los convirtió en los justicieros del pueblo. Y no, no es cosa de que ella opine de tal modo y lo cuente, por el contrario, a partir de ese hecho la carrera del M-19 fue en ascenso y por eso sus delegados en la Constituyente del 91 fueron tan decisivos.
También se podría pensar en otros secuestradores famosos, pero ¿cómo olvidar el caso de Mercado? Entre los que reprochan la indolencia de la gente sin la menor duda está el ejecutor de ese sindicalista. ¿Cuánta gente de la generación de León Valencia o de Otty Patiño que se haya dedicado a trabajar puede ostentar hoy el patrimonio y las relaciones de esos personajes? ¿Y qué decir de los del M-19 y el PCC en el Congreso y en la Alcaldía de Bogotá? La pobreza de los demás es sólo pobreza de espíritu, haberse puesto a secuestrar, que es lo que en el país se aprecia y aplaude.
¿A qué vienen las quejas de Vladdo y María Jimena Duzán? A la protesta por la «indolencia» de la gente, que no sale a exigirle al gobierno (y sí, a las FARC también, también) que negocien para ahorrar el sufrimiento de esa gente. Es una rebelión moral que tiene el mérito de ser no sólo edificante sino progresiva, cuando los secuestradores presos estén liberados y gracias al despeje las FARC se hayan recuperado y se haya vuelto a la deliciosa cifra de diez secuestros diarios, estos personajes tendrán más motivo de indignación y más rabia y más grandeza en sus corazones generosos.
Es más, para entonces la señora Duzán puede que ya esté en nómina en una embajada (hay que ver lo que era el consulado de Barcelona cuando ella lo ocupaba, con la hija de Alfredo Molano como ¡agregada cultural! y decenas de personajes ligados efectivamente al narcoterrorismo revoloteando por ahí) y sin duda sus gestiones de paz serán mucho más necesarias. El caricaturista también clama por esa rebelión porque a fin de cuentas no sólo practica el exhibicionismo moral sino que complace a sus patrones (los cuales nunca tuvieron el menor reproche a la agenda del Caguán sino a las vacilaciones de Pastrana en aplicarla).
El efecto de la protesta es sumamente interesante: tras la masacre de El Nogal los socios políticos de la señora Duzán salieron a gritar «Ni un peso más para la guerra», mientras en los foros señalaban sin cesar al gobierno como autor. Tras el asesinato de los diputados del Valle, el PDA salió en pleno a clamar por el intercambio: no por lo que el gobierno ofrece a los narcoterroristas, sino por mucho más. La protesta de la gente no es contra la guerrilla ni contra el secuestro, sino contra la pérdida de ideales, y a fin de cuentas los que están organizados y son eficaces y ruidosos, los mismos que evaluaban a las personas prósperas de sus vecindarios para hacerlas colaborar con la justicia social, terminan imponiendo sus consignas. Ésa es la autoflagelación: trabajo por la propia carrera y por el propio patrimonio de personas que están muy cerca en muchos sentidos de quienes se enriquecen gracias a los secuestros.
Eso sí, la tradicional afición colombiana a secuestrar gente y a aplaudir a quienes lo hacen tiene una enorme competencia hoy en día: la de quienes sacan la cabeza en nombre de la dignidad ciudadana y encuentran que la maldita plaga del secuestro sólo es el efecto de un capricho selenita por injerirse en un lugar tan apacible. ¡Hasta a la señora Duzán y a sus amigos se les reconoce ya categoría de víctimas!
En fin:
Anónimo
8 diciembre, 2007 at 8:36 pmNo sé si el «revisionismo» sea intrínsicamente malo o intrínsicamente bueno. Tampoco suscribo la escuela de la «violentología». Mucho menos me impresionan las citas de autoridades académicas per se, sin su debido respaldo fáctico. Yo estoy hablando de hechos, que son los únicos que hablan por sí solos y no tienen que citar a nadie. Y lo que menos pretendo es promover el miserabilismo y la autoflagelación (no creo que aceptar que hemos sido un país históricamente violento se traduzca en eso, ni que engañarnos al respecto nos lleve a convencernos de que no somos TAN malos como nos quieren hacer creer, con consecuencias positivas para la «autoestima»). Lo que me aturde es la falta de iniciativa de los indignados morales (como bien los llama el columnista), quienes se conforman con sus lamentos ofendidos impresos, y de la sociedad en general. Para mí son claras tres cosas: 1) los secuestradores y torturadores de los cautivos son las FARC, 2) el deber del gobierno es crear condiciones mínimas para facilitar el acuerdo humanitario con el respaldo internacional (aprovechar el que haya), y 3) corresponde a la sociedad colombiana movilizarse en masa para ejercer la presión necesaria sobre los primenos y el segundo para que se pueda producir el acuerdo humanitario.
juan farncisco muñoz
9 diciembre, 2007 at 5:24 amNo me parece que la columna de Reyes sea tan afortunada, ni tampoco que aporte mucho. Es más, creo que no aporta nada. Primero, porque mantiene el discurso de la indignación moral, que curiosamente Alejandro cuestiona de manera convincente. Y segundo, porque tiene un sesgo. Sobreestima el poder de afrontamiento al conflicto que estamos desarrollando en este momento los colombianos,incluso trantando de maximizar las esperanzas en nuestro país al compararnos con la infortunada situación de los venezolanos anclados a las ambiciones de chávez.
Alejandro Gaviria
9 diciembre, 2007 at 1:53 pmSoren: el uso de algún tipo de teoría de la estrategia es difícil en este caso por una razón sencilla: no conocemos los objetivos de las Farc. ¿Quieren las Farc simplemente consolidar su poderío económico? ¿O aspiran también a tomarse una foto en los campos eliseos? ¿O siguen empeñadas en la conquista del poder? En mi opinión, ni las mismas Farc saben que quieren, están arrastradas por una suerte de inercia, agarradas de los secuestrados, como si se quisieran hundirse con ellos de una vez y para siempre.
Jaime: Yo no pretendo negar que existan atributos sociológicos. Los japoneses tienen mayores niveles de confianza interpersonal, los gringos son más optimistas sobre las posibilidades de movilidad social (y más individualistas, por ende), etc. Lo que critico es la pretensión de algunos columnistas de ordenar moralmente las sociedades y seguidamente lamentarse de nuestra indolencia, de nuestro último lugar en la jerarquía implícita; lamento que tiene el único fin de exhibir su corazón, de mostrarse como buenos.
Jaime sugiere que la sociedad colombiana experimenta, desde hace algún tiempo, una suerte de síndrome de Estocolmo colectivo, de rendición ante los secuestradores. No creo que este sentimiento sea generalizado. Pero cuando Alfredo Molano celebra en su columna de esta semana que Ingrid no muestre rencor hacia sus captores, está celebrando (de manera explícita) el síndrome de Estocolmo, la rendición del espíritu ante el secuestro.
Dice el anónimo de la 15:36: “el deber del gobierno es crear condiciones mínimas para facilitar el acuerdo humanitario con el respaldo internacional”. El problema surge cuando las condiciones mínimas no son suficientes (como seguramente no lo serán), cuando las Farc comiencen a exigir más y más. “Las concesiones –como dice Gómez Dávila– son los peldaños del patíbulo”.
Anónimo
9 diciembre, 2007 at 3:43 pmEl aforismo de Dávila lleva a la siguiente conclusión: Entonces no hagamos nada!
Hasta donde sé, TODA negociación implica alguna clase de concesión, o si no para qué se negociaría. Y el gobierno DEBE aprovechar que las FARC solitas se han hecho muchísimo más daño con las bien llamadas «pruebas de supervivencia» (porque de «vida» evidentemente no son) que el que hasta ahora les hubiera podido hacer el presidente con sus ataques de indignación en el escenario internacional. Ahora que todo el MUNDO está mirando (y ha visto de lo que son capaces los autodenominados «defensores del pueblo y de la libertad», el momento es más que propicio para crear las condiciones necesarias para que la presión nacional (si es que se da) e internacional obligue a las FARC a entregar a los secuestrados con el mínimo de exigencias. Cualesquiera sean sus objetivos, no creo que entregar el cadaver de Ingrid Betancourt esté dentro de sus planes.
camilo ernesto
9 diciembre, 2007 at 5:09 pmAnónimo,
Percibo un thumos, un arrojo y una ansiedad muy grande por acometer acciones nobles, humanitarias. Las concesiones deben ser estrátegicas (aunque Gaviria diga que no es posible seguir alguna): Solo creo siguiendo también a Gómez Davila que » la política no consiste en encontrar las mejores soluciones sino en estorbar las peores», y eso que llaman «solución humanitaria» es la pero de todas.
Anónimo
9 diciembre, 2007 at 5:13 pmEs cierto que no existen sociedades ni buenas ni malas, pero tampoco nadie puede desconocer que la cultura y a veces otros elementos como la geografia, moldean razgos y atributos diferenciadores. Acaso su explicacion de que somos una sociedad «exceptica» no es un juicio sociologico?. El fomoso lugar comun de la «malicia indigena» fundacional de nuestra civilidad. Cree usted de que razonamos exepticamente o con desconfianza en algo o en alguien sin juicios valorativos. Por que desconfian los colombianos de todo y a todo momento, los norteamericanos venden un apartamento con la sola palabra. Acaso usted no esta exhibiendo su corazon(cerebral) cuando nos invita a un razonamiento del problema. Si cada concecion nos conduce al patibulo(G.Davila)pues ya hemos llegado a el, de tanta que ha hecho el presidente o acaso el no concede con el congreso(en teoria de juegos o sin ella). Lo no justificable es la criminalidad de secuestrar personas, por eso mas alla del exhibicionismo moral y de razgarse las vestiduras, lo condenable del caso ante cualquier sociedad civilizada(nuestro espejo deformado Borgiano) o el ideal de esta es que esto continue sin una salida.
Maldoror
9 diciembre, 2007 at 5:14 pmCamilo:
Bueno, pero si ud está en que la inacción no es una alternativa, y rechaza el intercambio…¿Cual sería la suya?
Alejandro Gaviria
9 diciembre, 2007 at 6:00 pmYo no estoy diciendo que no se deban hacer concesiones, sino que éstas deben tener un límite, que la superposición de concesiones puede llevarnos al patíbulo, como lo sugiere el aforismo de Gómez Dávila. Tampoco, como ya lo explique, estoy negando la existencia de algunos atributos sociológicos, sino criticando los falsos moralismos de nuestros autonombrados jueces
Anónimo
9 diciembre, 2007 at 6:07 pmSeria bueno saber cuadras personas entran a este blog. Para de esa forma saber que las palabras no se tiran al vació. El dueño del blog debe poner el dato de las entradas al blog.
No piensen que mi interés es utilizar el blog como pared para escribir grafitis. No hay que negar que la mayoría preferimos paredes bien ubicadas, donde pase un numero importante de personas que puedan leer los mensajes.
Alejandro Gaviria
9 diciembre, 2007 at 6:15 pmUna curiosidad: la nueva página de noticias de Anncol (que opera desde Estocolmo, amparada por la malevolencia de algunos corazones sangrantes) tiene la terminación .nu, correspondiente a la isla de Nieu del Pacífico sur, conocida como la Roca de la Polinesia. Las Farc tuvieron que irse, literalmente, hasta el fin de mundo para encontrar un país desde donde transmitir su propaganda cibernética.
camilo ernesto
9 diciembre, 2007 at 6:21 pmMaldoror
el quietismo no es la inacción. y concesiones desordenadas, nos llevan al patibulo como señala Gaviria. Leyendo la editorial del tempo de hoy, uno ve la carga electrizante que tiene todo este incidente ( SarKosy, cartas cruzadas, 11 mandatarios metidos, microfono y microfono pa tos). No más improvisación, hay que parar esta cascada.
El consenso para el dialogo, la deliberación con discrección, y una regla mordaza son alternativas.
Y si pienso que hay que fortalecer estos enclaves, saber cuantos entran al blog e ir creando estas comunidades.
Maldoror
9 diciembre, 2007 at 6:55 pmAlejandro:
Interesante eso que dice, mientras que la página de las AUC funciona en un servidor…gringo (busquese un servicio de ping en internet y haga la prueba), y aquí no dicen nada. Curiosa la retórica de los paladines de la lucha anti terrorista aquí y allá…
Camilo:
¿Pero que tipo de consesiones y de política estaría dispuesto a llevar ud en un eventual dialogo con las FARC para liberar a los secuestrados?
Carlos
9 diciembre, 2007 at 7:29 pmMuy bueno el planteamiento de la columna. Algo que he notado en los ultimos meses es la tendencia de los colombianos a creer que nuestros problemas o nosotros mismos somos unicos, especiales. Es tal vez una consecuencia de nuestro provincialismo.
Cualquiera que lea la historia de muchas sociedades encontrará que han existido personas o grupos dentro de ellas que han sido tan o mas violentas, crueles, inhumanas que los colombianos.
Lo que permite que ocurran tanto actos de violencia y crueldad, no es que «el colombiano»(una construcción mental) sea mas perverso o violento que los demás seres humanos, sino la debilidad del Estado Colombiano, situación es que es alimentada por tipejos como Alfredo Molano que son capaces de equiparar el secuestro(perdon, la palabra que usan en Anncol es «retención») de Ingrid Betancourt con la detención de un terrorista secuestrador y homicida (recordar el secuestro y asesinato de Consuelo Araujo) como Simon Trinidad.
Tal vez Hobbes tenía razón y el estado natural del hombre es una «guerra de todos contra todos» y solo la necesidad de vivir en sociedad y el Estado logran reprimir los impulsos violentos de nuestra especie, y lograr la convivencia pacífica. Pero aqui la debilidad de nuestro Estado facilita o permite la existencia de muchos actos violentos.
Maldoror
9 diciembre, 2007 at 7:34 pmCarlos:
Tal vez Hobbes tenía razón y el estado natural del hombre es una «guerra de todos contra todos» y solo la necesidad de vivir en sociedad y el Estado logran reprimir los impulsos violentos de nuestra especie, y lograr la convivencia pacífica. Pero aqui la debilidad de nuestro Estado facilita o permite la existencia de muchos actos violentos.
¿Ud en verdad es libertario, o nos ha estado tomando el pelo todo este tiempo?
Anónimo
9 diciembre, 2007 at 7:44 pmNo se como entender a Alejandro, ahora resulta que todo se resume a que el solo esta criticando los falsos moralismos de los autonombrados jueces que se razgan las vestiduras en la retahila discursiva de sus escritos, si eso era todo (ademas, ya lo sabiamos) no debio nunca aventurarse a ofrecer hipotesis sobre nuestra civilidad y que en ultimas solo somos historicamente «excepticos» lo cual, creo, que usted no puede demostrar tampoco en una columna.
Jaime Ruiz
9 diciembre, 2007 at 8:17 pmCarlos, esa debilidad institucional no es la causa sino la consecuencia de la particularidad colombiana. Ciertamente la especie es igual, pero ciertas experiencias determinan una u otra disposición. En Colombia la guerrilla expresa a la sociedad porque la tradición es de esclavitud, saqueo, exterminio y en términos generales de despojo violento del que se deja. Ya expliqué el caso del M-19, cuya popularidad se disparó después del asesinato de Mercado, pero podría poner muchos más ejemplos de que en Colombia la actitud espontánea de la gente tiende a estar más de parte del secuestrador que de la víctima. Buen ejemplo de eso es que para apoyar a las FARC siempre hay en Bogotá 100.000 manifestantes mientras que para condenar al secuestro nunca ha sido posible reunir a 10.000, o que aparte de Íngrid los secuestrados son personas menospreciadas por todo el mundo, mientras que los secuestradores son admirados y festejados (sólo hay que leer algún periódico de la época del Caguán), o considerar la carrera de los guerrilleros que prefirieron dejar la vigilancia de los rehenes a otros más jóvenes y todavía pobres.
Pero sobre todo hay que evaluar las motivaciones de los personajes que según Alejandro le jalan al «exhibicionismo moral». Me parece una visión fantasiosa (es decir, «fachendosa», los fantasiosos son los que viven contándoles a los demás que son parientes del ministro y que tienen una casa en Anapoima). Una visión llena de optimismo sobre la sociedad, que sugiere que esas personas ostentan su rectitud como fariseos y les echan en cara a los demás su indolencia.
No hay tal, por mucho que elaboren una justificación política y un mito (muy reforzado por la presión propagandística que convierte a Uribe en el sucesor de Pablo Escobar), en últimas lo que pretenden es sólo una cosa: más secuestros. A ver si por fin se consigue tomar el poder y hacer la revolución como soñaba la hermana sacrificada y como soñó todo colombiano intelectual en las últimas décadas.
Alejandro Gaviria
9 diciembre, 2007 at 8:35 pmAnónimo 14:44: mencioné la “hipótesis de la no perversidad colombiana” porque los alegatos de Duzán y su combo están inscritos en la tradición colombiana del miserabilismo, practicada por un grupo de científicos sociales que renuncian a cualquier pretensión de seriedad intelectual con tal de ser considerados “buenos”. De antemano no intentan convencer a nadie. Su negocio es la indignación barata, el moralismo para las masas.
Anónimo
9 diciembre, 2007 at 10:04 pmMaldoror pues la web de las FARC tampoco se ha tenido que ir hasta una isla en el fin del mundo…
Maldoror
9 diciembre, 2007 at 10:10 pmAnónimo:
Si pero que yo recuerde no es precisamente Suecia el que anda jodiendo con el san benito de la «guerra contra el terrorismo»…ese es otro país, si mal no recuerdo.
Carlos
9 diciembre, 2007 at 10:23 pmAlejandro dice que la indignación moral es utilizada tanto por la izquierda como la derecha. La verdad, la derecha colombiana casi no la veo utilizar esa táctica.La derecha colombiana identifica a las FARC como victimarios y en general maneja una visión positiva de la sociedad colombiana.
Ese tonito de indignación lo encuentro mas bien en anncol, indymedia, rebelión.org, y en los columnistas «de izquierda». Es mas, el eslogan que utilizó Lucho Garzón para su alcadía «Bogota sin indiferencia», es uno de los mejores ejemplos. Ese eslogan tiene una connotación de: «ustedes bogotanos egoistas no pueden seguir siendo indiferentes. Ahora llego yo con mi gobierno para volverlos solidarios y conscientes de los problemas sociales y el sufrimiento de las mayorías»
Anónimo
10 diciembre, 2007 at 2:19 amMe indigna la indignación de Gaviria con los indignados, sobre todo cuando le da semana de por medio. Resultado: columnas monotemáticas, predecibles y en últimas aburridas.
JAVIER
10 diciembre, 2007 at 3:04 amEl Profesor Alejandro Gaviria, señala en su más reciente columna que hay una tendencia nacional a la autoflagelación basada en lo que el denomina “juicios sociológicos” que entiende como señalamientos de indignación moral, que colectivizarían la responsabilidad por flagelos tales como el secuestro. Los encuentra errados por trocar ellos, a la sociedad colombiana de victima a victimaria. En general estoy de acuerdo con estos aspectos de la columna.
Lo sorprendente del texto es la forma como de manera repetida utiliza la expresión “juicios sociológicos”, que toma como sinónimos de “juicios indignados”. El profesor Gaviria, en tanto estudioso de una ciencia social, como lo es la economía, olvida que no existen “juicios sociológicos” como una categoría especial de los elementos de una “ciencia moral” entendida como una disciplina dedicada a calificar las conductas humanas.
NO. La sociología, busca a partir de la investigación, elementos para entender, comprender o explicar, hechos o conductas, estructuras o acciones sociales. Se buscan correlaciones, ya que no siempre es tan sencillo hallar relaciones de causalidad. Como él, considero que es demasiado facilista caer en generalizaciones inútiles e ingenuas como la de considerar la existencia de una “perversión moral de la sociedad”.
El columnista olvida o ignora, ojala que no de forma deliberada, casi todos los estudios y las investigaciones de la sociología en Colombia desde hace siglo y medio que con Camacho Roldan y Manuel Ancizar, pasando por Nieto Arteta, Fals Borda, Torres Restrepo, Guzmán, Leal Buitrago, Virginia Gutiérrez, Molano, Ramírez Tobón, Borrero, Cubides, Eduardo Pizarro, han mostrado como gran parte de los problemas nacionales – entre ellos el secuestro- tienen causas múltiples y variables, responsables identificables, y más aún soluciones hallables. Lo preocupante es que un académico de la importancia del autor de la columna, ignore de forma evidente la existencia de una disciplina como la sociología en Colombia, y los resultados de sus investigaciones. Cae de esa forma el autor, en la misma conducta que critica: la incapacidad de encontrar argumentos y causas específicas para cubrir (tapar) todo con la generalización no sustentada, ello como el bien lo dice es “deshonesto” y en todo caso “contraproducente”.
Javier Francisco Franco Mongua
Sociólogo
Anónimo
10 diciembre, 2007 at 4:27 amSerá de malas Uribe. Doña Yolanda resultó amiga de la señora Kitchner desde sus días diplomáticos en Paris. Y, para acabar de ajustar, se llevó a Piedad Córdoba a Buenos Aires.
panOptiko
10 diciembre, 2007 at 6:09 amJavier, gracias por su excelente comentario. Que ninguno de los lectores usuales se haya dado cuenta de ello en la primera lectura me hace pensar que se trata de un lugar común al que estabamos acostumbrados por estos lares, ese de equiparar cualquier columna de opinión a la categoría de sociología.
Se me ocurren varias explicaciones para el fenómeno:
– La complejidad intrínseca del quehacer sociológico – desenmarañar cuestiones que a los sujetos del estudio les parecen naturales – hace que sea fácil desenmascarar un mal profesional; como pasa con los músicos.
– La densidad del lenguaje utilizado puede dificultar su entendimiento, lo que puede llevar facilmente al lector a pensar que se trata de «paja».
– EL objeto de la sociología y su caríz integrador hacen que esta no sea fuente de poder, pues nel conocimiento generado en el mayor de los casos no propina cambios a corto, y a veces ni siquiera a mediano plazo. Así pues, es vulnerable a ser pordebajeada por el ímpetu político-económico-jurídico propio de aquellos encaramados en la cabeza de la estructura, los que juzgan el producto académico según su utilidad a la coyuntura del momento.
-Puede que haya algo de rencor por los distintos estilos de vida que el estereotipo hace pensar que llevan unos y otros.
Muy oportuno, en todo caso, para ayudar a recuperar el estatus merecido de esta oveja café de las ciencias sociales.
Jaime Ruiz
10 diciembre, 2007 at 9:59 amYa van dos que fuerzan la comprensión de «sociológico» a «desde la sociología» y no con la acepción corriente de «relativo al conjunto de la sociedad». Si se dice que la popularidad de Shakira es un «fenómeno sociológico» también podrían salir a protestar (todos resultarían del partido de los nostálgicos de la HJCK). ¿Qué tal que uno dijera que las epidemias no son el resultado de energías hostiles manipuladas por los chamanes del vudú sino un problema biológico? Se estaría jugando la vida, pues estaría ultrajando a los biólogos, que a fin de cuentas son los especialistas en la vida. ¿No?
Carlos
10 diciembre, 2007 at 11:07 amOtra del combo de Jimena Duzan muestra su indignación moral:
«No me avergüenza confesarles que después de leer los mensajes y ver las imágenes de las «pruebas de supervivencia» y a pesar de que he vivido y trabajado entre los que más sufren, tuve que sentarme un largo rato y rendirme al llanto sin luchar.
¿Qué tipo de seres humanos hacen parte de la maquinaria que permite todo ese horror?»
Alejandro Gaviria
10 diciembre, 2007 at 11:29 amYa lo dijo Jaime. Pero lo repito. Yo en ningún momento estoy despreciando la sociología. Y mucho menos “pordebajiando” a los sociólogos colombianos. Hablé de “juicios sociológicos” como oposición a “psicológicos” o “individuales”. Las opiniones o juicios citados hacen referencia a la sociedad como un todo y pueden (en mi opinión) ser considerados “sociológicos”. Eso fue todo.
Alejandro Gaviria
10 diciembre, 2007 at 12:56 pmAlgunos ejemplos adicionales de juicios sociológicos:
William Ospina: “Colombia no ha aprendido a ser una patria para sus hijos…esos niños amamantados por el odio, con los que ha sido tan avara la leche de la ternura humana…merecen una sociedad menos egoísta y menos hipócrita”.
Guillermo González Uribe: “Salgo del hogar de los muchachos y veo a unos jóvenes en un carro deportivo, chicaneando, y pienso que en parte este conflicto se deriva de una sociedad cerrada, clasista e inconsciente”.
Ambos ejemplos fueron tomados del libro Los Niños de la guerra de González Uribe.
panOptiko
10 diciembre, 2007 at 2:42 pmSin querer ir más lejos, como ya lo dijo JR, una cosa es un fenómeno y otra un juicio. Mientras el primero es algo que ocurre, el segundo denota uso de la razón y cierto grado de experticia. Ahora bien, dada la salvedad hecha por el autor, puede que el problema esté en otorgar la categoría de juicios a lo que hacen los mentados opinadores furibundos.
Buena noche,
Anónimo
10 diciembre, 2007 at 8:05 pmEs que todo está bien. De todas maneras puñalada en barriga ajena no duele.
Libertario
10 diciembre, 2007 at 8:42 pmNuevo blog recomendado:
http://blog.doingbusiness.org/
juan farncisco muñoz
10 diciembre, 2007 at 9:26 pmes interesante esta idea de los «juicios sociológicos». Yo añadiría otros juicios muy comunes, como por ejemplo, el de considerar que un presidente carismático es más confiable que uno sincero, el de considerar cualqueir esfuerzo por mejorar las prácticas políticas como inútil, el de valorar más a quienes hablan desde posiciones autoritarias que a quienes apelan a la razón y a la moderación.
Algo curioso de estos juicios es que suelen estar desligados de un análisis cuidadoso de las circunstancias que tratan de simplificar. Son fáciles de interpretar, son emotivos, y recogen una suerte de suposiciones e hipótesis que nunca tratan de ser comprobadas o evaluadas con mayor juicio. Son formas burdas de expresar una identidad social que es temporal y que obedece a una coyuntura. Pero no serían juicios psicológicos, por el simple hecho que discriminan una suerte de hechos sociales comunes, pero no por ello estas discriminaciones son claras o esclarecedoras.
Estos juicios crean una brecha aun más grande entre lo que se dice en la sociedad, lo que realmente se quizo decir, y lo que realmente se hace (que es lo mismo que las posibles causas reales de lo que finalmente se hace).
Por esto, estos juicos, creo yo, más que explicaciones satisfactorias, son expresiones ante la impotencia y ante la incertidumbre.
Alejandro Gaviria
11 diciembre, 2007 at 6:02 pmEn medio de la sensiblería de estos días, vale la pena hacer un poco de equidad. O al menos de memoria. El niño Esneider Hincapie Clavijo y su padre Hernán Dario fueron asesinados el lunes tres de diciembre por un grupo de francotiradores de las FARC. El ataque ocurrió en la vereda La Esperanza del municipio de San Carlos (Antioquia). Tres guerrilleros de las Farc dispararon indiscriminadamente en contra del bus en el que viajaban padre e hijo. Dice la prensa que la familia Hincapie Clavijo estaba preparando la primera comunión de la hija mayor, María.
El Gobernador de Antioquia fue el único gobernante en rechazar el asesinato con vehemencia. Los medios apenas registraron la noticia. Ninguno entrevistó a los deudos, a los acongojados familiares, a Mary Clavijo, la esposa y madre de los asesinados. Su dolor es anónimo. Solitario. Su tristeza no apiada los corazones de los presidentes. Ni despierta la solidaridad del obispado. En fin, sólo queda decir, como la semana anterior, que todas las víctimas son iguales pero que hay víctimas más iguales que otras.
Aquí hay una foto de Esneider.
Carlos
11 diciembre, 2007 at 6:55 pmAlejandro: por eso que dices, es tan valiosa la blogosfera. Lo que los medios callan u olvidan, los blogs independientes si lo publican.
Saludos,
Carlos
Alejandro Gaviria
11 diciembre, 2007 at 7:04 pmCarlos: Muy bueno el sitio. No lo conocía. Gracias.
Anónimo
11 diciembre, 2007 at 10:05 pmPareciera que los colombianos tienen dos maneras fundamentales de tramitar sus asuntos:el clientelismo y la violencia. Ambos conducen a que las instituciones sean sumamente débiles y a que no haya capital social, que sería lo único que podría llevar a que unos no sean más iguales que otros, independientemente se sus posesiones materiales.
martinez
12 diciembre, 2007 at 1:42 amlas teorias sociologicas son equivocadas o indemostrables por menos, dice ud. Igual que las teorias economicas profesión que ud ejerce. Creo que su verborrea pseudocientifica y pseudointelectual, con un odio indemostrable a todo lo que huela a izquierda o revolución es descrestabobos. Y volviendo a lo de indemostrables esta todo el daño que los economistas de los Andes le han hecho a este pais (perdón por los q no, hablo de los que participaron en el gobierno desde Gaviria)
martinez
12 diciembre, 2007 at 1:46 amKarl Popper, que raramente a olvidado citar ud para descrestar mas bobos, plantea muy bonito en un ensayo la falta de seriedad cientifica de la «ciencia» económica y plantea dudas que sea una ciencia…
juan farncisco muñoz
12 diciembre, 2007 at 2:40 pmm siento plenamente identificado con l oque afirma el anónio 17:05
Alejandro Gaviria
12 diciembre, 2007 at 3:25 pmRespuesta de Vladdo:
Más que una pregunta retórica
Señor Director:
Quiero referirme a la nota de Alejandro Gaviria del pasado 9 de diciembre, donde menciona una caricatura mía publicada en la revista Semana a propósito de las dolorosas pruebas de supervivencia de Íngrid Betancourt y otros secuestrados, y que quizás el columnista no interpretó bien.
En la mencionada caricatura hice alusión a la generalizada falta de sensibilidad de nuestra sociedad en temas humanitarios, sobre lo cual abundan los ejemplos. Por citar un caso, en este país –empezando por el mismísimo gobierno– a nadie le importa la suerte de los desplazados y cuando nos los encontramos en las esquinas de las grandes ciudades ni siquiera somos capaces de mirarlos a la cara.
Y en cuanto a los cientos de compatriotas secuestrados por las Farc, al fervor de la noticia, lo sucede la indolencia. Tras la divulgación de la dramática carta de Íngrid, ¿quién salió a la calle a manifestarse por su liberación? ¿Quién se atrevió a agitar un trapo blanco para protestar contra las Farc? Nadie. Y eso que se supone que las palabras de Íngrid habían producido inmensas oleadas de indignación. Peor aún: a mucha gente ya hasta le causa urticaria ver a Yolanda Pulecio clamando en todos los tonos y en todas las formas por la liberación de su hija y de los demás secuestrados. “¡Qué señora tan intensa!”, he oído decir. Y, como en el caso de los desplazados, preferimos mirar para otro lado.
Por eso el cuestionamiento que hacía en mi caricatura (“¿Esta será una prueba de que Íngrid está viva, o de que nuestra sociedad está muerta?”), no debería verse como una “pregunta retórica (…) no sólo falsa, sino también injusta”, como la califica Alejandro, sino como un llamado a sacudirnos de la indiferencia, de esa pasividad social que nos carcome desde hace décadas.
Más allá de abogar por un despeje o por un intercambio humanitario –materia de otra discusión–, de lo que se trata es de asumir la obligación moral que tenemos los colombianos de salir a la calle y pronunciarnos contra las innumerables violaciones del derecho a la vida y a la libertad, sin que dichas manifestaciones sean vistas como subversivas por parte del Estado, ni como cursis o inútiles, por parte de los ciudadanos.
Cordialmente,
Vladdo
Carlos
12 diciembre, 2007 at 4:43 pmEn la respuesta de Vladdo nuevamente pretender ser EL la conciencia humanitaria de la nación.
Se ve que no entiendo la columna de Alejandro.
Ahora resulta que hay una obligación moral de «salir a la calle a protestar». Que yo sepa las obligaciones morales nunca son acciones tan específicas sino algo mas general como «ayudar al projimo» , «honrar a padre y madre»,etc.
Saludos,
Carlos
Anónimo
12 diciembre, 2007 at 7:43 pmOcurre que gaviria o jr o algunos de los que escriben aqui no tienen el coraje de decir de manera clara lo que en realidad piensan o sienten , les gustaria la desaparición física de quienes no están de acuerdo con ellos, »jamás lo admitiran , es necesario aparentar ser bueno» sufren del mismo mal de sus enemigos de izquierda, solo que a gaviria y compañia simplemente aparentan una frialdad y altura de pensamiento solo para hacerse los importantes y profundos.Apariencia , simulación, solo eso.
Jaime Ruiz
12 diciembre, 2007 at 7:44 pmEl punto de Alejandro sobre los juicios que llama sociológicos me parece en extremo complicado y más bien desorientador (por ejemplo, se podrían tomar las proclamas que cita de Ospina y González Uribe, patéticas protestas de señoritas de otra época, como la expresión más genuina de la sociedad: no hace falta recordarlos escribiendo una «carta abierta a las FARC» en la que les atribuían un gran papel en el futuro de Colombia y les reprochaban secuestrar a gente que apenas tenía su casita y su carrito, como si secuestrar potentados sí tuviera alguna justificación, ni todo el resto de sus actitudes políticas. Sencillamente en esa condena de la sociedad hay una superioridad implícita, un estrato que mira a los chicaneros con más desdén que aquel con el que los chicaneros miran a los desplazados).
Pero respecto a la respuesta de Vladdo y su queja por la indiferencia de la gente es imposible no ver en ella mala fe. Lo primero que la gente debería hacer es excluir a los que no condenan a las FARC. Es decir, a los que presionaban hace sólo cinco años para que se cambiara el orden legal para complacer a las FARC. Es decir, a los que publican en Semana: a Vladdo. Y esa exclusión debería empezar por un voto de rechazo, cosa que no hace el caricaturista, casi seguro votante de Carlos Gaviria: también sobre la afinidad del Frente Social y Político con las FARC hay pruebas fehacientes, no sólo que Carlos Lozano fuera representante de Tirofijo en la «comisión de notables sino que proclamara su intención de unirse (el PCC) a las FARC y que manifestara que no las criticaba porque también eran una organización de izquierda; lo mismo ocurrió con el concejal de Bogotá por el PDA, Jaime Caycedo, que aprobaba las fugas de presos de las FARC porque creía conveniente que las FARC «liberaran a sus presos políticos», por no hablar de que en el Concejo hay un hermano de alias Alfonso Cano que ciertamente no le pide que se entregue a la justicia.
En fin, cinismo emético el de ese caricaturista: la gente saliendo ¡Madre de Dios, con una bandera blanca!, servirá para otro Caguán, como ocurrió hace diez años, o para presionar al gobierno para que premie más copiosamente los secuestros.
A veces creo que estos cínicos sólo esperan que la gente no les haga caso. De otro modo se quedarían sin trabajo porque la gente los vería como cómplices de los criminales, o tal vez la reacción enérgica y honesta contra el secuestro condujera al encarcelamiento de todos los cómplices.
Jaime Ruiz
12 diciembre, 2007 at 7:50 pmHay dos posibilidades: 1. Que el lector encuentre la deposición del anónimo de las 14:43 desconcertantemente parecida a algunas de La nark. 2. Que no haya leído suficientes textos de este pensador para poder percibir ese tufillo de argumentación wilmeriana trufada con práctica budista y ciencia de nivel superior al de la Encarta.
Alejandro Gaviria
12 diciembre, 2007 at 9:27 pmJaime: Las afirmaciones de Ospina y González Uribe no representan una expresión genuina de la sociedad. No me sorprende que mi punto le parezca complicado. Al fin de cuentas cuando usted dice que Colombia es un muladar está incurriendo en, para que decirlo de otra manera, un juicio sociológico.
Anónimo 14:47: Su salto de los juicios sociológicos a los psicológicos es ofensivo, por decir lo menos. Pero no creo sinceramente que merezca una respuesta
Anónimo
13 diciembre, 2007 at 12:00 amvladdo no hace caricatura sino panfleto.
Anónimo
13 diciembre, 2007 at 12:29 amUn caricaturista militante se transforma tarde o temprano en propagandista. Vladdo se convirtió (para mi pesar) en un diseñador de logotipos antiuribistas. Un caricaturista debe guardar una distancia irónica con el poder. Pero lo Vladdo es distinto: es una distancia adusta, carente de ironía.
Jaime Ruiz
13 diciembre, 2007 at 12:30 amEn definitiva, todos podemos estar de acuerdo en que esa acusación de indiferencia es injusta. Leo a Héctor Abad y me entero de que los escritores que viajaron a Guadalajara a representar a Colombia ¡lloraron! al leer la carta de Íngrid. Me he conmovido, pobres, allá durmiendo en hoteles fríos y con esos menús ostentosos y vulgares que nunca se pueden comparar con la cocina de la mamá, sometidos a la rutina de emborracharse día tras día y conocer mujeres frívolas de diversos países, avergonzados de representar a una patria tan cruel (que siempre olvida a los niños pobres), los pobres leen esas palabras de Íngrid y lloran, conmovidos por la indiferencia que con su noble gesto precisamente niegan, al tiempo que nos transmiten a los lectores esa indignación que llena de rabia el corazón.
Puede que sea inevitable hacer «juicios sociológicos»: si la carta de Íngrid queda para la historia universal de la infamia, la estremecedora columna de Abad desplaza por completo todo lo que puedan haber escrito Ospina y González y el millar de viajeros justicieros: es el justo retrato de un tipo humano que sólo podría surgir en una sociedad como la colombiana.
hector abad
13 diciembre, 2007 at 1:41 amEste Jaime: Envidia es mejor despertarla que sentirla.
Si quiere comer a la carta tiene que dedicarse a escribir novelitas y no post pendejos en blogger!!!
Jaime Ruiz
13 diciembre, 2007 at 7:30 amAnónimo 20:41. Seres como usted plantean la necesidad de juicios antropológicos, cualquier denuncia de abusos les parece producto de la envidia, y en realidad es lo que los mueve porque cerca de Jojoy subirían de estrato. Escribir novelas en los países civilizados da para vivir a sus autores porque reciben derechos («regalías»), en Colombia lo que permite viajar, rodearse de lujos y demás es la lealtad a Carlos Gaviria, es decir, al PCC, que es el que controla las redes de favores a los intelectuales. Todos los gobiernos están forzados a gastarse los recursos en eso para aliviar un poco la presión. Basta con ver que durante el tiempo de la feria de Guadalajara la frecuencia de «Alvaraco» y «doptor Varito» en los foros de El Tiempo ha menguado muchísimo. Los tenían distraídos figurando a ver si en México había alguna beca o si se conocía el contacto adecuado para ir a una universidad del odiado imperio.
Puede que uno no sepa reconocer un «juicio sociológico» por estar hecho a ellos, pero ¿podría decirse «Islandia es un país muy frío»? Del mismo modo uno puede decir «La colombiana es una sociedad en la que los niños pobres no alcanzan los mínimos exigibles en calorías y proteínas porque el Estado se gasta gran parte de sus recursos en pagar lujos a quienes predican su destrucción». Hasta Molano reconocía lo bien que le iba al gobierno exhibiendo la gran cultura nacional, evaluable por la cantidad de poetas y pensadores invitados a Guadalajara: ¿cómo explicar que la selección de esos próceres se lleva a cabo según la adhesión a Carlos Gaviria y compañía? Sólo hay un nivel, el de esos juicios sociológicos, el de describir una sociedad cuyo nivel moral es el de un muladar, en la que la protesta contra la injusticia es lo que asegura que se cometan atroces injusticias en favor de los que protestan. Y eso sin la menor duda es el sedimento de la tradición, los buscadores de rentas que «denuncian» a la sociedad sólo siguen el molde clerical mientras que los diversos agentes de dominación directa sobre los productores reproducen la tradición de saqueo de la Conquista.
La utopía justiciera sólo es el trasmundo que permite a los magistrados, congresistas, rectores y otros dignatarios estatales recibir a lo largo de su vida unas cien veces el ingreso medio y constituirse en amos de la sociedad. Pero ésta es así, cualquier queja desconcierta profundamente a un colombiano.
Lanark
13 diciembre, 2007 at 11:35 amJaime ya se está moderando; no me acusó de ser el anónimo.
Sobre los «juicios sociológicos» que yo llamaría sesgos de generalización, creo que aunque su origen pretenda ser moral es mas bien estético, más o menos como el lenguaje políticamente correcto.
Creo que en esencia son el mismo error del borracho que no busca las llaves donde se le cayeron, sino donde está iluminado. Uno conoce un puñado de personas, y de los casos que uno conoce sólo se acuerda de los que cuadraron con su imagen de cómo son las cosas. Y generaliza a una sociedad completa, ignorando su sesgo en la escogencia de casos.
Los sociólogos, desde luego, deberían cuidarse de ese tipo de sesgos como de la peste, porque además ellos tienen unas opiniones más estructuradas donde caben más cosas. Fácilmente pueden dormirse sobre los laureles y dejar de modificar su visión del mundo según lo que observan.
Otros tienen desde el puro principio tienen una idea de cómo son las cosas, y el ancho mundo es sólo un bloque de mármol que agarrarán a cincel para darle la forma que tienen en la cabeza. Si uno es muy talentoso, ese egocentrismo extremo puede llevarlo a algo como el método paranoico de Dalí, pero si uno está más cuerdo y tiene mucho menos talento, se volverá adorador de una idea fija y no tolerará contrastar sus opiniones contra nadie que lo pueda sorprender.
El paranoico es alguien que no soporta las sorpresas. Por eso, si consideran que aprender cosas es útil, a lo sumo serán autodidactas, pero con un cánon bastante reducido: por ejemplo, sirve una enciclopedia ideológicamente correcta como Encarta.
La mayoría de los columnistas que se abaandonan al vicio de la indignación estética vestida de moral, no llegan a paranoicos, pero este tipo de paranoia sí ayuda a entender los sesgos escandalosos en que a veces incurren.
soren
13 diciembre, 2007 at 7:47 pmSeñores del BLOG, les propongo una mejor y razonada argumentación. Menos falacias ad-hominem, ambiguedades, abuso generalizado, ofensa al adversario y anulaci´pon por cólera.
Estos son algunos de los estratagemas de un librito de Schopenhauer (El arte de tener razón), que le recomienda al anónimo, a jaime Ruiz y a mucho Bloggeros.
Roberto Angulo
13 diciembre, 2007 at 9:58 pmA veces no entiendo la satanización del juicio de valor que hay en esta página (juicios sociológicos, sicológicos, morales o con el apellido que le quieran poner). Pareciera que solo fuera admisible avanzar en las opiniones y en las afirmaciones como quien sustenta una tesis con datos empíricos. El día que la opinión sea un ejercicio de empirismo, simplemente dejaré de leer columnas de opinión y seguiré aburriéndome con artículos de economistas.
Leí la columna de Alejandro Reyes y me gustaron algunos planteamientos (no todos), me llamó la atención el aforismo de Gómez Dávila. Me llamó la atención que calara tanto en este espacio un aforismo del maestro Gómez Dávila a quien admiro. Me llama la atención que se valore en este foro a un pensador reaccionario que desdeña del pensamiento como sistema, desdeña del empirismo y de la contundencia del dato, desdeña de la economía, un ecritor cuya eficacia de estilo y altura estética tiene como sustento lo que Cioran define como la piedra de toque del pensamiento reaccionario: el juicio de valor.
Maldoror
13 diciembre, 2007 at 10:05 pmLeí la columna de Alejandro Reyes y me gustaron algunos planteamientos (no todos), me llamó la atención el aforismo de Gómez Dávila. Me llamó la atención que calara tanto en este espacio un aforismo del maestro Gómez Dávila a quien admiro. Me llama la atención que se valore en este foro a un pensador reaccionario que desdeña del pensamiento como sistema, desdeña del empirismo y de la contundencia del dato, desdeña de la economía, un ecritor cuya eficacia de estilo y altura estética tiene como sustento lo que Cioran define como la piedra de toque del pensamiento reaccionario: el juicio de valor .
Muy buen punto, excepto que a mi cada vez me extraña menos….
Alejandro Gaviria
13 diciembre, 2007 at 10:09 pmRoberto: estoy de acuerdo con tu comentario. Pero una cosa son los juicios de valor de Gomez Dávila y otra muy distinta, los de María Jimena Duzán. Como bien dice Lanark, el abandono a la indignación moral no peca por falta de sustento sino por falta de imaginación: es una máscara previsible y aburrida.
Carlos
13 diciembre, 2007 at 10:37 pmRoberto dice: » Pareciera que solo fuera admisible avanzar en las opiniones y en las afirmaciones como quien sustenta una tesis con datos empíricos. El día que la opinión sea un ejercicio de empirismo, simplemente dejaré de leer columnas de opinión y seguiré aburriéndome con artículos de economistas.»
Totalmente de acuerdo. Menos mal que Daniel Vaughan, el peor exponente de lo que críticas, ya no viene por aquí (o quien sabe si anda particpando suplantando usuarios o esos misteriosos anonimos que participan aquí que parecen visitantes asiduos..)
Daniel Vaughan
13 diciembre, 2007 at 11:40 pmCarlos,
Todavía ando por acá, pero de observador. Casi comento su observación sobre la moral. Pero quiero terminar el año sin discutir bobadas.
Feliz Año y Feliz Navidad!
Anónimo
14 diciembre, 2007 at 1:16 amHola, Daniel.
Jaime Ruiz
14 diciembre, 2007 at 1:40 amProduce un poco de impresión meter la estética en las discusiones sobre la moral. Casi sin remedio se rebaja el compromiso que conlleva la segunda. En cuanto se piensa en el canibalismo que practicaron paramilitares y guerrilleros no como una transgresión monstruosa sino como un espectáculo horrible, se frivoliza el hecho, lo mismo que ocurriría también con cualquier atrocidad. En la época nazi surgieron muchos intentos de reemplazar la moral por la estética, y las formidables escenografías de los organizadores o de los artistas nazis se presentaban como un plano superior respecto al nivel en que los crímenes podían ser evaluados como tales y a la indignación que podrían suscitar.
Por eso cuando Alejandro interpreta tan creativamente lo que dice Lanark parece como si encontrara un camino de en medio para no ir por el que conduciría a la descalificación moral de los Vladdos, pero ésa es una forma de pensar que, me parece, sólo rehúye la realidad. Desde mi punto de vista, no importa qué tediosa y vulgar rutina sea indignarse sistemáticamente por la indiferencia de los colombianos que no salen a exigir al gobierno y a las FARC que negocien ya el acuerdo humanitario, sino la apuesta intrínseca por el triunfo de las FARC: con mohínes se ha convertido el canje de 11 terroristas por cada rehén en una injusticia, en un precio demasiado bajo, pues aparte se debería ceder a lo que piden las FARC, que ya se sabe que son malos, pero si no se les da lo que piden matan a los secuestrados, y si cada semana sus víctimas mortales son tantas como los rehenes canjeables, hay que recordar que no escriben bien como Íngrid (según enseña Abad Faciolince) y no son merecedores de identificación tan intensa.
Por ejemplo, y eso atañe a todos los columnistas y opinadores y lectores de prensa, la semana en que las FARC castraron a un policía Alfredo Molano dedicó su columna a explicar cómo se barría el suelo, desgracia que servía de alegoría de su sufrimiento como perseguido por la complicidad de los militares con Castaño y compañía. Nunca he leído el menor reproche a eso y nunca he leído el menor recuerdo por el policía castrado. No existe, no tiene nivel estético para conmover a Abad y compañía y no hay, seguramente por la dignidad estética de todos los comentaristas, nadie que se haya fijado en que la autocompasíón de Molano parecería afrentosa para el policía castrado por una fuerza que a ojos de ese escritor era completamente legítima. Un rechazo visceral a quienes exigen sin cesar que se premien esas proezas es una forma de aburrir a la gente y un pecado estético que despierta mucho más rechazo, también en este foro, que la castración misma.
Así, cuando se entiende que todos ellos (los Vladdos) sólo pretenden atravesársele al gobierno que ha impedido con su «acometividad» muchos miles de secuestros y asesinatos para promover el aumento de los secuestros y asesinatos que asocian con el cambio de rumbo del país en apariencia para un orden totalitario que pretenden presentar como justa alternativa a la injusticia pero en realidad para su propio ascenso y poderío, cuando uno ve que por fuerza tiene que ser eso, la interpretación estética de ese hecho parece un intento de soslayarlo. «No vamos a meter aquí en nuestro diálogo de estrato 7 visiones descalificadoras de estrato 2, por algo somos académicos», parece ser el contenido de esa actitud cautelosa.
Tal vez todo el problema sea ése, porque no se trata de un capricho de un intelectual sino de una actitud generalizada, de un rasgo de la sociedad: el comunismo no resulta en absoluto susceptible de ser considerado un crimen moral, sino sólo una ideología pasada de moda, ligada a la época de las botas campana y las dulzainas.
Alejandro Gaviria
14 diciembre, 2007 at 4:24 amJaime: el 22 de septiembre a propósito de una columna de Felipe Zuleta sobre Mancuso, usted escribió en este blog lo siguiente: “¿No será el crimen una cuestión estética? Algo de ese estilo que cada vez afecta de forma más espantosa al nieto de Alberto Lleras delata una altura de miras que lo hace parecer idéntico a los personajes que denuncia”. Ahora escribe lo siguiente: “Produce un poco de impresión meter la estética en las discusiones sobre la moral. Casi sin remedio se rebaja el compromiso que conlleva la segunda. En cuanto se piensa en el canibalismo que practicaron paramilitares y guerrilleros no como una trasgresión monstruosa sino como un espectáculo horrible, se frivoliza el hecho, lo mismo que ocurriría también con cualquier atrocidad”
Pude haber entendido mal, pero percibo en ambas citas una contradicción evidente.
Carlos
14 diciembre, 2007 at 10:45 amSeria bueno que Alejandro escribiera sobre los problemas economicos a nivel mundial. El indice de precios al consumidor en Estados Unidos mostró un escalofriante aumento de 3.2% en Noviembre(casi 46% anualizado)!! El mayor aumento en 34 años.
La revista The Economist dedica su portada a un articulo que muestra que los precios de los alimentos estan aumentando en terminos reales luego de decadas de disminuición de los precios reales. Las consecuencias sociales y políticas de este hecho son inimaginables.
Los precios de los combustibles sigue subiendo. Y hasta los monjes budistas estan protestando.
Y mientras tanto, el inflacionista mayor (la FED, que hasta esconde indicadores monetarios ) va a inundar con mas dolares el mercado atizando la hoguera inflacionista tal vez para darle un salvavidas a los republicanos en la elecciones del proximo año.
Alan Greespan (quien curiosamente es uno de los principales responsables de los problemas actuales y el lo sabe, porque hace unos años era un fuerte crítico de los bancos centrales) pronostica que una era de turbulencia comenzará hacia el 2010 o 2011 cuando empiezen a pensionarse los «baby boomers».
La verdad, esto se esta poniendo muy preocupante…..
Lanark
14 diciembre, 2007 at 11:39 amCarlos: Uy, nuevamente vuelve a nosotros el tema del
la inminente inmanentización del escatón…
Alejandro Gaviria
14 diciembre, 2007 at 12:19 pmCarlos: hoy escribió Hommes sobre la crisis financiera internacional. Parece avalar la tesis de la crisis inminente. Pero la situación no es tan clara. Todavía existen muchos datos contradictorios. Ayer, por ejemplo, se conoció un reporte optimista sobre la economía gringa.
Carlos
14 diciembre, 2007 at 3:09 pmAlejandro: ok. Sin embargo mi sugerencia en general(como lector) es que, por lo menos aquí en el blog escribieras mas a menudo comentarios sobre la economía.
Siendo el decano de la mejor (o una de las mejores) facultades de economía creo que tienes la «obligación moral» (jeje,no mentira) de opinar mas sobre la coyuntura economica. Sino, mucha gente le va a comer cuento unicamente a Eduardo Sarmiento (el decano de economía de la Escuela de Ingeniería).
Es una sugerencia como lector.
Cordial saludo,
Carlos
Alejo
14 diciembre, 2007 at 8:55 pmLos colombianos eligen entre dos partes: 1. la burla de un grupo terrorista guerrillero. 2. Un estado estructurado bajo la complicidad del terrorismo paramilitar.
¿sabe ud que escoger?
Anónimo
14 diciembre, 2007 at 9:15 pmCarlos «libertario»: Las cosas de verdad estan preocupantes.
Estoy de acuerdo. Alejandro debe escribir sobre esto.
Anónimo
14 diciembre, 2007 at 10:27 pmJaime, podria usted por favor extenderse en el comentario acerca de los intelectuales que viajaron a Guadalajara, «en Colombia lo que permite viajar, rodearse de lujos y demás es la lealtad a Carlos Gaviria, es decir, al PCC, que es el que controla las redes de favores a los intelectuales. Todos los gobiernos están forzados a gastarse los recursos en eso para aliviar un poco la presión.»….Jaime, en el citado viaje a Guadalajara iba la ministra de educacion, entiendo que era una actividad oficial del gobierno…que tipo de vinculacion existe entonces entre el gobierno uribista y las farc?….tus amigos viajan, secuestras algunas personas, colocas algunas bombitas, matas soldaditos….yo capturo algunos de los tuyos, desacredito otros, peleo con todos, aparezco como luchador de la democracia que tu quieres acabar…y asi los dos : tu y yo mantenemos este sistemita que no ha dado tanto….es asi la cosa Jaime…usted puede ayudar a desenredar esa pita…
Jaime Ruiz
14 diciembre, 2007 at 10:36 pmAlejandro, el comentario sobre los escritos de Zuleta es un poco retórico, como efecto de la impresión que produce ver esa caída en el lenguaje de los paramilitares y gentuza así (de hecho, una vez descubrí que las menciones que hacía a enredos de Mancuso eran datos que algún anónimo había copiado en su blog). Hablando en serio no se podría decir que ninguna conducta criminal sea un error estético. Eso quedaría bien en un medio como el colombiano, donde, como ya expliqué, la gente llora porque los sufrimientos de Íngrid están bien expresados, en una prosa admirable. Un medio en el que casi todos los intelectuales de renombre han prosperado gracias al poder de quienes ordenan esos crímenes.
Anónimo
14 diciembre, 2007 at 10:46 pmJaime, no pase de agache, ya se le salio el dato, cuente lo que sabe, eso ayudaria a comprender las cosas y dejar de botar tanta corriente.
Jaime Ruiz
14 diciembre, 2007 at 11:23 pmAnónimo 17:27. Bueno, se puede interpretar de muchos modos, pero el núcleo del problema es que los literatos y artistas no viven de vender sus producciones sino de favores del Estado. ¿Sabe cuántos escritores y artistas de todo tipo han disfrutado de becas cubanas? ¿Y cuántos han contado con publicaciones en medios que tenían copiosa provisión de recursos soviéticos en su día? ¿Y cuánto influye la doctrina hegemónica en las universidades públicas? Siempre se encuentra uno con la misma cuestión moral: la verdad. ¿Qué hace uno cuando al parecer es el único que descubre sesgos ideológicos fuertes en la inmensa mayoría de los profesores? Es mejor no perder el tiempo discutiendo esa clase de cosas.
Bueno, un escritor o artista que quiere darse a conocer y obtener todo el éxito social que su condición le promete tiene por una parte que agradar a las personas que forman parte de ese medio, empezando por el primer colombiano (si es que llega a ese nivel), y de ahí para abajo: casi siempre personas leales al castrismo. Para publicar en los grandes medios conviene ser de «izquierda», como se puede comprobar evaluando en cualquier época la proporción de columnistas de los dos grandes periódicos bogotanos y de las principales revistas.
Pero por otra parte hace falta cierta nobleza y cierto conocimiento hondo para resistir al atractivo de la retórica comunista cuando se es literato en el trópico. No es que los intelectuales y artistas sean cínicos que mienten sobre sus convicciones, sino que las prebendas se suman a la buena conciencia para hacer de todo escritorzuelo un militante. El poder de la izquierda democrática es arrollador, el escritor joven siempre tiene ocasión de empezar a figurar firmando los manifiestos del festival de poesía o cualquier proclama semejante por la paz.
Pero ocurre otra cosa: aparte de los artistas que figuran existe la clase media que se adorna con lo que puede de «cultura», alguna decoración que demuestre que se conoce algo de la historia del arte, algún librito, alguna columnita que se lee cada domingo (en reemplazo de la misa). La protesta contra el mundo hace sentir a todo el mundo superior, y por otra parte esa clase que tiene mayor o menor suerte pero nunca gracias a un esfuerzo duro por prosperar sino más bien a la pertenencia por tradición familiar o por los estudios a una clase media o media alta: esa clase es la base social de la llamada izquierda y las FARC son las fuerzas de choque de esa facción. De modo que los columnistas y las figuras literarias tienen una influencia segura sobre esos sectores, que por otra parte también tienen muchísimo poder (jueces, burócratas, sindicalistas, etc.). De ese modo ningún gobierno está en condiciones de contrariar a ese gremio de intelectuales y el que lo hiciera, el que por ejemplo no gastara dinero en enviarlos de viaje varias veces al año y en pagarles muchísimas prebendas más, se encontraría con llamadas abiertas al asesinato. Gracias a la generosidad gubernamental esos personajes, en realidad vividores que despojan al resto de la sociedad, que no producen nada y viven bien a costa de la miseria ajena, como que dejan gobernar, suavizan un poquito sus acusaciones, matizan, hablan de otra cosa, no secundan al Coronell o al Bejarano o al Felipe Zuleta de turno…
La forma en que la red de influencias y contactos está dominada por el PCC es más bien compleja. Se puede decir que es una exageración. La persona que escoge a los representantes de la cultura nacional que van de feria en feria y demás cuenta con la confianza del gobierno, pero al final siempre necesita tener la lealtad o el permiso para existir (antes de que la destruyan a punta de rumores) de la gran camarilla de figurones que cuentan con el reconocimiento (puede ser justo, puede corresponder a un talento cierto, pero no está refrendado por el mercado).
Recuerdo que en tiempos de Samper enviaron a la correspondiente delegación de escritores a una feria y al encargado de elaborar la lista se le olvidó incluir a Collazos. En la primera ocasión salió la protesta airada del escritor, con todos los insultos correspondientes a quien lo había excluido. Al día siguiente tenía su pasaje y sus viáticos.
Es muy difícil de explicar. Colombia es un muladar, esa clase de personas son prestigiosas por escribir diatribas sobre la situación de los niños en la guerra. El pensar que eso no corresponde a la configuración de la sociedad, a los valores predominantes, a la hechura moral de los ciudadanos, al sedimento de la tradición me parece un renuncio penoso, una forma de meter la cabeza en la arena a ver si la pesadilla se puede suprimir con buena voluntad.
Anónimo
15 diciembre, 2007 at 5:30 amJaime:
Sería usted tan amable de recordar qué le dijo el rey de España a Hugo Chávez en la reunión que se llevó a cabo hace como un mes en Santiago de Chile? Gracias.
Jaime Ruiz
15 diciembre, 2007 at 6:58 amPerlas de la colombianidad
«Solo desde un alto pedestal moral se puede hacer justicia.»
León Valencia. (El artículo es una joya, una prueba de que el secuestro es patrocinado desde los más altos pedestales [estéticos y monetarios] de la sociedad colombiana.)
Jaime Ruiz
15 diciembre, 2007 at 7:02 amAh, anónimo 00:30. El rey le dijo a Chávez «Por qué no te callas y dejas hablar», cosa que forma parte del estilo campechano de los borbones y no significa una agresión tan terrible como los chavistas quieren mostrar. Cuando ustedes quieren hacer callar a la gente es para seguirse lucrando del entramado de mentiras y crímenes monstruosos con que en gran medida dominan a la sociedad. ¿Qué es lo que se aprende en las universidades colombianas? Sólo a intimidar, da lo mismo que se trate de Lyotard o de Uribe, siempre está la panda de asesinos impidiendo cualquier razonamiento que cuestione el statu quo profundo de la sociedad.
Anónimo
15 diciembre, 2007 at 2:05 pmuribe velez se ha autopromulgado como la personificacion de la nacion colombiana, la mayoria de votantes en dos elecciones lo ha respaldado.
uribe velez es representativo de un sector considerable de la poblacion colombiana.
el tiene la misma conciencia humanitaria de los colombianos que lo apoyan.
cuales son las cualidades morales de uribe velez?
alarido miserabilista
la colombia inclaudicable (lci)
15 diciembre, 2007 at 2:22 pmDesde las hermosas y sentidas columnas de los humanitarios, ha quedado patente la división de clases que promueve la izquierda colombiana: Los del estrato bajo (los guerrilleros) hacen el trabajo sucio. los del estrato medio (los «intelectuales») cobran por el trabajo de los rusticos. los del estrato alto (Enrique Santos) publica y vive de la renta.
Que bello ha sido asistir a las lecciones que nos dan las cumbres de la moral colombiana. Estos hijo del dolor, que desde su mas entrañable sentimiento de pura bondad, están cobrando por el secuestro, esta perfeccionando el crimen de las farc. !Aleluya Hermanos!
Anónimo
15 diciembre, 2007 at 3:35 pmGracias Jaime por la explicacion acerca de la intelctualidad, pero me quedo debiendo la de los aperentes vinculos entre el gobierno (o algunos mandos) y la farc…porqeu de otra manera no se explica lo que usted de modo brilante describe…..
Anónimo
25 diciembre, 2007 at 1:01 amLos 500.000 habitantes del departamento del Chocó en Colombia se encuentran secuestrados hace más de un siglo. Secuestrados por la corrupción política, por el abandono de sus dirigentes, por la desidia de sus propios líderes. Es el departamento más pobre y más corrupto de Colombia. ¿Y que ha hecho Piedad Córdoba, su hija célebre, para evitar esta terrible situación de miseria que afecta a sus propios conciudadanos que viven hoy en palafitos de la edad de piedra, sin acceso a salud ni a educación básica?
A la señora Córdoba le produce alergia la pobreza. Trabajar por su pueblo sería una labor casi anónima que no produciría titulares de prensa ni abrazos con presidentes. Ella es adicta al flash de las cámaras, al espectáculo, a los escenarios rutilantes. Revisen su labor pública durante más de un cuarto de siglo. ¿Qué ha hecho por los pobres de su departamento? ¿Por qué el Chocó, que siempre ha sido manejado por sus aliados y amigos políticos, es el más corrupto de Colombia?
Esa es la dialéctica que manejan los Chavistas y el Movimiento Bolivariano del que ella es embajadora en Colombia: Horas y horas de discurso social, manipulación de los medios de comunicación, histrionismo, teorías rimbombantes de luchas de clases, que terminan convirtiéndose en más pobreza, más desigualdad, más opresión.
¿En eso aspira convertir la señora Córdoba a Colombia con la ayuda de los petrodólares de Chávez? ¿En un Chocó de 42 millones de muertos de hambre?
Anónimo
19 enero, 2008 at 6:42 pmSeñor Gaviria
Lo invito a leer la columna Capataz vs. justicia del Sr. Ramiro Bejarano Guzmán, publicada en el Espectador este sábado 19 de Enero 2008. Más bien lo invito a leer la ADENDA… ahí hay un mensaje muy lindo para usted. Dizque «independiente» JA!
Anónimo
25 enero, 2008 at 3:53 amUribe hablando de terroristas a la guerrilla y el que es el jefe de las motosierras que puede decir de los señores que el tilda de terroristas. El pueblo que nunca ha tenido oportunidades y si lo ha tenido se lo arrebatan los paramilitares porgue para eso la crearon. Chaves es el autor de este escandalo, pero si no ubiera sido por el, Uribe no estubiera en otros paises diciendo que el es el salvador de Colombia cuando no es asi.