Una lectura detallada a la prensa colombiana, a las noticias de orden público difundidas durante los últimos días, permite, en mi opinión, entender los éxitos y los fracaso de la política de Seguridad Democrática. Un primer punto es evidente: la política de Seguridad Democrática ha logrado contener las acciones violentas de los grupos terroristas, especialmente de las Farc. La Fuerza Pública, dicen las noticias, logró evitar un secuestro masivo en Armenia, impidió un atentado en Bogotá y atacó un campamento de las Farc en el Meta. Algunos guerrilleros fueron dados de baja, otros escaparon pero las Farc ya no parecen inexpugnables. Ni siquiera en sus reductos históricos.
Los secuestrados —un reflejo de lo que fueron, no de lo que son— les han permitido a las Farc conservar su capacidad de chantaje y su visibilidad mediática. Pero este grupo se ha convertido en una federación de bandas independientes de narcotraficantes con un poder limitado, circunscrito casi completamente a las zonas cocaleras. La caída de las Farc ha coincidido con el auge de otras formas de violencia. “A bala atracaron a dos profesores de la Nacional”, tituló el diario El Tiempo la semana pasada. “Todos los días un ciudadano es víctima del ‘fleteo’, modalidad de atracos a la salida de los bancos”, tituló el mismo diario esta semana. Las bandas de atracadores han incrementado su fuerza y su sofisticación y muestran un desprecio por la vida humana semejante al de las guerrillas y los paramilitares. Pero operan en medio de la indiferencia general, de la fijación nacional con las Farc. Ningún ministro, cabe señalar, luce orgulloso una camiseta con el eslogan desafiante de “No al fleteo”.
En los últimos días, la prensa también reportó la compra y venta de bebés por unos cuantos pesos, la existencia de redes de prostitución que emplean niñas de diez años, la alianza criminal de policías y políticos en campaña, y las pugnas violentas en Buenaventura, asociadas al negocio de la droga que parece haberse movido del centro hacia la periferia del país. Las noticias sugieren los límites de la Seguridad Democrática. Y las cifras oficiales refuerzan esta conclusión. Como lo señaló esta semana Eduardo Posada Carbó, los homicidios no se han reducido en los últimos dos años. Aparentemente se han estabilizado en un nivel cercano a los 18.000 anuales, todavía intolerablemente alto. En suma, la Seguridad Democrática parece haber perdido eficacia, haber entrado en una etapa de rendimientos decrecientes, por cuenta de las bandas criminales (de narcotraficantes y asaltantes) y de la misma violencia espontánea que continúa creciendo empujada por su propia dinámica y por la existencia de unas condiciones sociales propicias.
Las cifras y las noticias coinciden con los testimonios más creíbles. Con los relatos de quienes recorren el país sin previo aviso. Recientemente pude conocer los testimonios de un grupo de encuestadoras, empleadas por Profamilia y la Universidad de los Andes para realizar un trabajo de campo en más de cien municipios colombianos, incluidas las principales áreas metropolitanas. Los testimonios revelan la alarmante magnitud de la violencia urbana, sobre todo en el norte del país, donde zonas enteras están literalmente despejadas, sometidas a la voluntad de bandas criminales, tal vez emergentes, quizás permanentes, pero ciertamente dominantes. Las encuestadoras (muchas de quienes realizaron un trabajo similar en el año 2005) señalaron que la situación ha empeorado en muchos lugares y que las zonas despejadas (dominadas por las bandas locales) parecen haberse multiplicado.
“Nada de titubeos, nada de coqueteos con los terroristas. Firmeza y determinación para derrotarlos, que es lo único que conduce al camino de la paz”, dijo esta semana el presidente Uribe. Pero los hechos (los estorbosos hechos) parecen mostrar que el camino hacia la paz, hacia la superación de la violencia, no termina con la derrota de las Farc. Todavía hay mucho trecho por recorrer.
Los secuestrados —un reflejo de lo que fueron, no de lo que son— les han permitido a las Farc conservar su capacidad de chantaje y su visibilidad mediática. Pero este grupo se ha convertido en una federación de bandas independientes de narcotraficantes con un poder limitado, circunscrito casi completamente a las zonas cocaleras. La caída de las Farc ha coincidido con el auge de otras formas de violencia. “A bala atracaron a dos profesores de la Nacional”, tituló el diario El Tiempo la semana pasada. “Todos los días un ciudadano es víctima del ‘fleteo’, modalidad de atracos a la salida de los bancos”, tituló el mismo diario esta semana. Las bandas de atracadores han incrementado su fuerza y su sofisticación y muestran un desprecio por la vida humana semejante al de las guerrillas y los paramilitares. Pero operan en medio de la indiferencia general, de la fijación nacional con las Farc. Ningún ministro, cabe señalar, luce orgulloso una camiseta con el eslogan desafiante de “No al fleteo”.
En los últimos días, la prensa también reportó la compra y venta de bebés por unos cuantos pesos, la existencia de redes de prostitución que emplean niñas de diez años, la alianza criminal de policías y políticos en campaña, y las pugnas violentas en Buenaventura, asociadas al negocio de la droga que parece haberse movido del centro hacia la periferia del país. Las noticias sugieren los límites de la Seguridad Democrática. Y las cifras oficiales refuerzan esta conclusión. Como lo señaló esta semana Eduardo Posada Carbó, los homicidios no se han reducido en los últimos dos años. Aparentemente se han estabilizado en un nivel cercano a los 18.000 anuales, todavía intolerablemente alto. En suma, la Seguridad Democrática parece haber perdido eficacia, haber entrado en una etapa de rendimientos decrecientes, por cuenta de las bandas criminales (de narcotraficantes y asaltantes) y de la misma violencia espontánea que continúa creciendo empujada por su propia dinámica y por la existencia de unas condiciones sociales propicias.
Las cifras y las noticias coinciden con los testimonios más creíbles. Con los relatos de quienes recorren el país sin previo aviso. Recientemente pude conocer los testimonios de un grupo de encuestadoras, empleadas por Profamilia y la Universidad de los Andes para realizar un trabajo de campo en más de cien municipios colombianos, incluidas las principales áreas metropolitanas. Los testimonios revelan la alarmante magnitud de la violencia urbana, sobre todo en el norte del país, donde zonas enteras están literalmente despejadas, sometidas a la voluntad de bandas criminales, tal vez emergentes, quizás permanentes, pero ciertamente dominantes. Las encuestadoras (muchas de quienes realizaron un trabajo similar en el año 2005) señalaron que la situación ha empeorado en muchos lugares y que las zonas despejadas (dominadas por las bandas locales) parecen haberse multiplicado.
“Nada de titubeos, nada de coqueteos con los terroristas. Firmeza y determinación para derrotarlos, que es lo único que conduce al camino de la paz”, dijo esta semana el presidente Uribe. Pero los hechos (los estorbosos hechos) parecen mostrar que el camino hacia la paz, hacia la superación de la violencia, no termina con la derrota de las Farc. Todavía hay mucho trecho por recorrer.
Sebastián
1 septiembre, 2007 at 1:52 pmAlejandro, concluir lo que concluyes de las FARC me parece precipitado. Y más aun cuando se sabe que esta organización tiene infinita paciencia, además de una capacidad de recuperación sorprendente. Así que quitarse la camisa de «No a las FARC», para ponerse la de «No al fleteo», me parece algo demasiado inmediato. Creo que esa camisa no hay que quitársela por ahora, hay que mantenerla de franela.
Estoy de acuerdo con vos que los retos de la seguridad democrática son aun mayores ahora. Pero creo que esto es fruto de la criminalidad que libera el desmantelar una organización con un monopolio de la violencia. Lo que si es deseable, es que el Estado trabaje más contundentemente en cobatir delitos «menores», para evitar la ocurrencia de los «mayores».
Alejandro Gaviria
1 septiembre, 2007 at 1:58 pmSebastián:
Yo no estoy proponiendo que nos olvidemos de las FARC. Pero soy optimista sobre lo que se ha logrado hasta ahora. Y creo que si no fuera por los secuestrados, estaríamos hablando insistentemente de su derrota.
Pero la violencia en este país tiene muchas caras. Y los delitos de las organizaciones criminales que operan en las ciudades no son propiamente menores.
Apelaez
1 septiembre, 2007 at 2:30 pmEs probable que este ocurriendo en Colombia lo mismo que ocurrio en centroamerica despues de los procesos de paz. Los residuos de los grandes grupos guerrilleros se transformaron en delincuentes comunes y corrientes, elevando las tasas delincuenciales.
Como dice el autor, es necesario que las fuerzas armadas, en especial las policiales, empiecen a mutar para enfrentar esta nueva amenaza. Se necesitan penas mas fuertes para los delitos «menores» así como aumentar significativamente la probabilidad de que estos delincuentes sean procesados y condenados.
Daniel Vaughan
1 septiembre, 2007 at 2:33 pmAlejandro,
Me parece que sus hipótesis son tremendamente débiles y las razones son las siguientes:
1. ¿Son las fuentes de la información que usted «analiza detalladamente» confiables? Como buen economista, me imagino que se habrá preguntado si la Fuerza Pública tiene incentivos para mostrar resultados operacionales, sobre todo cuando ningún miembro del Estado Mayor ha caido en territorio nacional y cuando el presupuesto destinado a gasto militar crece aceleradamente, como lo hizo este año.
2. Usted sugiere que «si no fuera por los secuestrados, estaríamos hablando insistentemente de su derrota». Pero se olvida de la endogeneidad (en el mismo sentido de self-selection en la literatura econométrica) de la estrategia de los secuestrados: si no hubiera secuestrados usted sugiere que las FARC estarían acabadas. Yo miraría esta conclusión con cuidado: aunque su conclusión puede ser verdadera, no tiene en cuenta la endogeneidad: si no fuera esto, probablemente la estrategia sería diferente, aunque no necesariamente acabadas.
3. Sigo leyendo y dice usted «La caída de las Farc ha coincidido con el auge de otras formas de violencia.» ¿Cuál es el indicio de esto? ¿La «lectura detallada» de l os periódicos? ¿Qué dicen las cifras oficiales? Y si es así, ¿cuál es la relación entre unas y otras? Por ejemplo, una hipótesis del aumento del secuestro a mediados de los noventa tiene que ver con el «desempleo de los sicarios del Cartel de Medellín».
Por último, dice usted algo en lo que creo todos estamos de acuerdo:
«Pero los hechos (los estorbosos hechos) parecen mostrar que el camino hacia la paz, hacia la superación de la violencia, no termina con la derrota de las Farc. Todavía hay mucho trecho por recorrer.»
Y esa es la parte que a mi me parece importante y en donde sí toca oir propuestas. En la edición de esta semana de Semana, Francisco Thoumi hace un análisis que me parece bastante interesante sobre el problema de la legalización y que tiene que ver con la internalización de la violencia y la ilegalidad como norma socialmente aceptada en Colombia.
Las guerillas y el narcotráfico son endógenos por esta razón: son causa y efecto de esta internalización. Y acá es donde se necesita una dósis alta de análisis y creatividad: A mi me gustaría oir lo que usted tiene que decir en este sentido: Si hay trecho por recorrer, ¿para dónde cogemos?
DV
Daniel Vaughan
1 septiembre, 2007 at 2:38 pm¡Se me olvidaba! No sobra decir que esta visión de que las FARC están acabadas viene claramente de alguien que vive en Bogotá. Parecería que no ha leído tan detalladamente las noticias que muestran que este grupo armado todavía tiene bastante poder en zonas del sur del país, incluso en zonas donde hay presencia del Ejército como San Vicente del Caguán.
DV
Apelaez
1 septiembre, 2007 at 3:29 pmDaniel, me parece importante que se cuestionen las fuentes y los lugares desde donde uno escribe (los sesgos y demas). Pero usted se esta poniendo cansón con eso y su actitud es siempre predecible.
Yo ya sé que sus «argumentos» siempre estaran basados en cuestionar y preguntar siempre lo mismo. Y esos de donde sale? porque piensa eso? etc etc.
Yo lo invito a que se autoregule un poco y en vez de preguntar siempre lo mismo, opte por buscar usted los datos o la informacion o teoria que pueda servir para rebatir lo dicho por los comentaristas de este blog o del autor. Por ejemplo: en vez de cuestionar de donde salen los datos del columnista (que en últimas es una crítica facil), busque usted por su cuenta esa informacion y le cuestione directamente la tesis.
Eso nos evitaria dar vueltas y vueltas sobre la objetividad, el manejo de la informacion etc etc etc
Apelaez
1 septiembre, 2007 at 3:33 pmEs solo una opinion, no se lo tome a mal
Daniel Vaughan
1 septiembre, 2007 at 3:53 pmApelaez,
Crítica recibida. Trataré de autoregularme un poco en esto, aunque quiero que entienda que esto es importante: no es simplemente «ganas de joder». O si prefiere, son las mismas «ganas de joder» de Alejandro en la columna pasada que critica a Hylton: cuando se hace análisis empírico la calidad de información es fundamental.
Pero bueno, entiendo su molestia: en ese post hay un par de cosas diferentes al tradicional cuestionamiento de la información y las fuentes.
Sobre su otro post, la tésis de «desempleo en el crimen organizado» tiene sentido con los paras, pero no con la guerrilla. Lo que usted menciona de Centroamérica es verdad, pero eso sucedió después de las negociaciones de paz. Algo similar sucedió con Medellín con la muerte de Escobar y los otros capos. Y algo similar está sucediendo con los paras, como ya se ha mostrado. Pero con la guerrilla no parece tener sentido porque no ha habido desmovilizaciones grandes.
DV
Alejandro Gaviria
1 septiembre, 2007 at 4:03 pmDaniel:
Las cifras muestran una caída sistemática de los secuestros, de las tomas a poblaciones, de las masacres, etc. Pero un estancamiento en la reducción de los homicidios. Estos hechos, creo yo, son consistentes con mi hipótesis, con el cambio de la naturaleza de la violencia. Con una violencia crecientemente asociada a fenómenos urbanos no necesariamente ligados directamente con el conflicto.
Sobre las FARC, estoy convencido de que su capacidad militar se ha reducido bastante. No solamente por lo que leo en la prensa. También por lo que me cuentan algunos expertos: Román Ortiz, por ejemplo, que hoy está en la Fundación Ideas para la Paz.
Me preocupa que los nuevos recursos de la SD vayan principalmente para el ejército, para seguir buscando una aguja en un pajar, y se descuiden las inversiones de seguridad en las ciudades, en la policía.
En fin, estos temas son difíciles de analizar. La evidencia no siempre está a la mano. Y toca recurrir a fuentes indirectas. A indicios. A testimonios. A noticias. Y a las cifras oficiales. Es lo único que tenemos.
Apelaez
1 septiembre, 2007 at 4:05 pmDaniel, ¿cual sería una hipotesis medianamete razonable para explicar el aumento de los crimenes menores (y no tan menores)? Propongo estas (sin sustento por ahora)
1. paracos desmovilizados que no tiene nada mas que hacer.
2.guerrilleros que han desertado por la presión militar y tampoco tienen mas que hacer (aparte de lo que ya saben, igual que los paracos)
3.Nuevos criminales que ven posibilidades de enriquecerse a través del crimen y del narcotrafico.
4.Diferentes combinaciones entre estos grupos de gente aunados a los narcos.
Daniel Vaughan
1 septiembre, 2007 at 4:18 pmApelaez,
Lo primero que yo pongo en discusión es que haya un aumento de los «crímenes menores».
Ahora, lo que puede pasar es que uno generaliza la información específica que recibe y esto puede explicar por qué los bogotanos creen que el crímen ha aumentado. Digo esto porque uno de los lunares de la adminstración de Garzón, por lo menos hace unos meses, fue el aumento de los homicidios. En este caso hay un fenómeno local que por los vicios analíticos normales del ser humano y el papel que los medios juegan en nuestra percepción de la realidad, se generalizan al resto del país. ¿Cuáles son las razones para esto? No las se, pero intuyo que tiene más que ver con la política de seguridad local, que con la Seguridad Democrática y sus efectos (la intuición tiene que ver con la potestad constitucional que tienen los municipios para delinear la política de seguridad y policiva). No sucede lo mismo con Medellín, por ejemplo, en donde la desmovilización de paras y milicias pudo haber generado efectos colaterales (que, por lo menos por la información que tengo en la cabeza, fueron controlados por la administración de Fajardo… pero puedo estar mal en esto).
DV
Juan Francisco
1 septiembre, 2007 at 4:30 pmReconozco que el control militar hecho a las Farc ha generado resultados. Sin embargo, creo que es difícil asegurar que la política de seguridad democrática sea de hecho una «política» en el sentido estricto de la palabra. Quienes dicen que esta es una política en todo sentido afirman que la mayoría colombiana votó por Uribe para acabar con las farc. Sin embargo cuando se piensa detenidamente en el conjunto de condiciones culturales, sociales e históricas requeridas para garantizar una seguridad progresiva y equitativa se puede considerar que el espectro democrático electoral que da legitimidad a la política de seguridad no es suficiente para generar las transformaciones sociales realmente requeridas para atacar todos los tipos de violencia, para poder entender este fenómno sin sesgos ideológico alguno y sin un sentimiento de revancha en particular. Importante además recordar que las tasas de homicidios son el principal dato a la hora de evaluar la seguridad real de una población. Es que la políticas de seguridad deben estar más en el futuro que en el pasado, y lamentablemente impera es la lógica del pasado, de las heridas no sanadas por la profundidad de los daños causados.
Pero lo más preocupante es que volvamos al círculo vicioso de dar valor instrumental al atajo de la violencia, porque pareccen que se aproximan épocas cada vez más agresivas, ante las cuales la sociedad volverá a pedir soluciones radicales si no encuentra las transformaciones que realmente son requeridas. Es que los misioneros por lo general no son buenos profetas, y tampoco buenos historiadores.
Anónimo
1 septiembre, 2007 at 7:50 pmla seguridad democratica se limita a los terratenientes y transportadores de bienes por las carreteras nacionales.
el colombiano del comun, se beneficia? los millones de desplazados, siguen expuestos al terrorismo de los paramilitares,su derecho a la propiedad esta abolido por razones de refundacion del estado colombiano,en ingles descrito como «land grabbing», el derecho a la vida y al transitar a salvo en las ciudades y veredas ,no esta protegido,el numero de homicidios aumento en el quinquenio uribista. estos son los hechos tozudos a que se refiere alejandro.
Tarantini
1 septiembre, 2007 at 11:26 pmEste programa bandera del gobierno de Uribe: seguridad democratica, del que tanto se enorgullece, es un contrasentido porque para eso se eligen a los gobiernos para que protejan la vida, honra y bienes de las personas que conforman un estado. Esa es una de las razones de ser de un estado de derecho: proteger a sus ciudadanos.
Es increíble que un gobierno grite a toda voz que el programa seguridad democrática es todo un éxito, cuando, primero no lo es, por ejemplo, miren los secuestros, todo un suceso, los fleteos, que señala Alejandro, que aumentan en vez de disminuir, solo basta mirar el caso del ex-técnico del Caldas, casi lo matan, y está muy impedido de por vida hoy día.
Hombre, y segundo, que su programa bandera sea para lo que fue elegido, esto es, dar seguridad a sus ciudadanos, es como darle un premio a alguien para que haga lo que tiene que hacer. Es una molestia seguir oyendo ese discurso tan irresponsable y fuera de lugar. Molesta como el estado se le escurre a las obligaciones para las que fue elegido, y las vuelve un programa. No me digan más.
JuanDavidVelez
2 septiembre, 2007 at 3:34 amHablando de camisetas, que es mi tema, el ministro de agricultura da tantas ganas de gozarselo, y es tan ridiculo, que a la fija llega a Presidente.
Entre otras cosas seria muy entretenido, me sueño con verlo disfrazado de candidato. Un debate de ese man con Peñaloza en television revienta el rating.
Estoy vendiendo camisetas:
No a la prostitucion Infantil!!!.
Suerte.
Anónimo
3 septiembre, 2007 at 3:33 pmCreo que es innegable que el poder de las FARC al menos se ha reducido con relación a al poderío alcanzado al entre 1998-2002. Recuerden que para esa época la FARC se tomaba capitales (Mitú) y mataban y secuestraba cientos de soldados al mes (Miraflorez, la villar, Patascoy son unos ejemplos. Esos son cosas del pasado. Las FARC sigue siendo un grupo armado fuerte, pero ya no es aquel grupo militar capaz de hacerle frente en condiciones de igualdad a las fuerzas armadas. Volvió a ser lo que era: una guerrilla. Esto lo dicen ellos mismos. Si usted lee las página de las FARC encontrará que manifiestan que la estrategia de seguridad democrática es un fracaso pues no el ejercito no consideró que se enfrentaba a una grupo experto en técnicas de guerrillas móviles. El problema radica en que esto no es un logro si no un retroceso, pues en 1998 las FARC se enfrentaba con el ejercito en una guerra de posiciones. Esta fase de la guerra implica que las partes enfrentadas cuentan con un poder bélico muy similar (propio de una guerra civil mayor, como la de Secesión). Es decir, volver a la guerra de guerrillas no es un logro. Adicionalmente, quien tiene la iniciativa en el combate es el ejercito (Es como se mide quien esta triunfando en una guerra, pues las bajas aunque son una variable importante no son la medida. De lo contrario Rusia no hubiera ganado la II Guerra y Vietnam seria el perdedor absoluto ya que ambas partes perdieron más hombres que sus enemigos). Esto era bastabnte dudoso a finales de los noventa cuando era las Farc las que se tomaban poblaciones enteras y el ejercito se limitaba a retomarlas. No comparto la opinión de aquellos que dicen que el ejercito solo ha llegado a las partes visibles del país o que la derrota de las FARC es solo para los Bogotanos. Aunque todavía fuerte, las FARC perdieron mucho de su poder militar. Tengo amigos que trabajan en las zonas históricas de las FARC (la Macarena) y me cuentan que las FARC se encuentran presentes pero en la sombra. La razón es que hasta ahora ( ni siquiera luego de la operación de Casaverde) el ejercito tenia tanta presencia en la zona, lo cual a mi juicio es un grana logro.
PD. Hay un titular en el espectador que dice que este fin de semana dieron de baja al Negro Acacio. Que lo único que falta es cotejar las huellas dactilares del cadáver.
Anónimo
3 septiembre, 2007 at 3:37 pmUna aclaración, las FARC tambien tiene un número de bajas mucho mayor que las del ejercito.
Alejandro Gaviria
3 septiembre, 2007 at 3:52 pmCreo que los comentarios del anónimo 10:33 son bastante interesantes. Y oportunos, dada la noticia sobre la muerte del “Negro Acasio” en el Vichada. Yo insisto en la misma idea: la SD ha logrado debilitar las FARC hasta el punto de que hoy es posible vislumbrar su derrota. Seguramente no definitiva. Pero sí su transformación en una federación de frentes más o menos independientes con limitada capacidad militar.
Lanark
3 septiembre, 2007 at 7:49 pmAnónimo: ¿no era el Negro Acacio el que ordenó la ejecución de Consuelo Araújo Noguera? En todo caso, no puede uno menos que alegrarse ante cada una de las escasísimas bajas en los altos mandos de las FARC. Que sirva para algo, esta guerra carísima y fastidiosa.
Anónimo
3 septiembre, 2007 at 9:55 pmFrente al último comentario de lanark, no lo sé. El Negro Acacio era importante por la cantidad de plata que movía con el narcotráfico. Era cabecilla del frente más importante de las FARC. Con negociando con él se encontraba el capo de capos brasileño (para quienes aún opinan que las FARC es una organización que se nutre de la sola esperanza de crear una Colombia más justa) cuando fue capturado por el ejercito. Hay una cosa que nunca se menciona cuando se evalúa el éxito o el fracaso del Gobierno en su estrategia militar: ¿que pasa con las bajas de los mandos medios, aquellos que se encargan más de la dirección de operaciones militares que de la base ideológica?. Capturar a Alfonso Cano o Raúl Reyes es importante, pero muy difícil (más aún si se tiene indicios de que no se encuentran en el país).Pero lo que si han existido son bajas en los mandos medios encargados de la estrategia militar de las cuadrillas. Estas bajas no se deben despreciar, pues son difíciles de remplazar los comandantes con experiencia. Por último, después de interpretar alguno de los comentarios hago la siguiente pregunta ¿si mañana el Ejercito atrapa a uno o varios miembros del secretariado de las FARC se pude considerar ganada la guerra?.
Anónimo
3 septiembre, 2007 at 9:56 pmFrente al último comentario de lanark, no lo sé. El Negro Acacio era importante por la cantidad de plata que movía con el narcotráfico. Era cabecilla del frente más importante de las FARC. Con negociando con él se encontraba el capo de capos brasileño (para quienes aún opinan que las FARC es una organización que se nutre de la sola esperanza de crear una Colombia más justa) cuando fue capturado por el ejercito. Hay una cosa que nunca se menciona cuando se evalúa el éxito o el fracaso del Gobierno en su estrategia militar: ¿que pasa con las bajas de los mandos medios, aquellos que se encargan más de la dirección de operaciones militares que de la base ideológica?. Capturar a Alfonso Cano o Raúl Reyes es importante, pero muy difícil (más aún si se tiene indicios de que no se encuentran en el país).Pero lo que si han existido son bajas en los mandos medios encargados de la estrategia militar de las cuadrillas. Estas bajas no se deben despreciar, pues son difíciles de remplazar los comandantes con experiencia. Por último, después de interpretar alguno de los comentarios hago la siguiente pregunta ¿si mañana el Ejercito atrapa a uno o varios miembros del secretariado de las FARC se pude considerar ganada la guerra?.
Juanito
3 septiembre, 2007 at 11:43 pmDe acuerdo con el anonimo. La opiniòn en general menosprecia el valor tàctico que tiene para el ejercito la captura (o eliminaciòn) de sus cuadros militares. La opiniòn siempre esta operando bajo la mentalidad de la «bala de plata», que consiste en la destrucciòn de las cabezas visibles de la organizaciòn, en desmedro de la destrucciòn de sus mandos medios.
En otras palabras, la opinion quiere ver la cabeza de marulanda, cuando tàcticamente es màs valiosa la destrucciòn de sus cuadros de guerra (màs aun si se tiene en cuenta la «federalizacion» de los frentes)
Lanark
4 septiembre, 2007 at 12:13 amAnónimo: Pues si se trata de campesinos desconocidos que aparecen muertos y con uniformes que ni siquiera tienen agujeros de bala, no podría alegrarme mucho. Yo no estoy pensando en táctica militar, sino en la diferencia entre dar de baja a alguien reclutado a la fuerza y que posiblemente nunca tuvo otra opción, y dar de baja a un delincuente de trayectoria, mañoso y peligroso.
Si matan al Negro Acasio, uno al menos sabe con certeza que él se lo buscó.
juanito
4 septiembre, 2007 at 12:18 amY si no tienen huecos de bala porque le pegaron los tiros en la cabeza?
Anónimo
4 septiembre, 2007 at 2:13 pmLanark: usted está diciendo cosas que yo no he dicho. Yo sólo pregunte sobre la eficacia táctica que tiene, al valorar el éxito o fracaso de la estrategia militar del gobierno, el dar de baja a mandos medios. Sugerí que incluso ésto puede tener un mayor impacto en la estructura logístico-militar de las FARC que dar de baja cabecillas ideológicos. Si el mando en cuestión era un campesino inocente, no está dentro de lo que yo propongo. Una cosa más. No estoy muy seguro de que el mismo Negro Acacio tuviera mucha posibilidad de decidir que hacer con su vida o ¿que le parece Tirofijo?. Ambos eran campesinos, de extracción baja que seguro no tuvieron muchas opciones en la vida. Como tampoco la tuvieron Pablo Escobar, rasguño o Gacha. Eso no implica que no hayan sido responsables de miles de crímenes y que deban ser dados de baja en aras de ganar la guerra desde una perspectiva netamente militar. Los mandos medios son muchas veces los comandantes más sanguinarios y responsables de las gran mayoría de crímenes de las FARC (el mocho, romaña, granobles, el zarco, etc),. Precisamente creo que Alejandro cuando escribió su columna diferenció entre el éxito de la estrategia de seguridad democrática frente a las FARC, la cual le ha parecido exitosa, y el éxito de la misma frente a la violencia generalizada la cual, según el dueño del blog, ha fracasado.
Un saludo