Tómese, por ejemplo, la participación de la mujer en el mercado de trabajo. Hace 25 años, las mujeres representabana el 25% de la fuerza de trabajo; hoy representan el 45%. En una generación, Colombia pasó de niveles propios de un país del tercer mundo a niveles comparables a los observados en el primer mundo. El Gráfico (cortesía de Gapminder) muestra que el aumento de la participación fue sustancialmente mayor que en Chile, un país que creció mucho más rápido en el período de análisis. Incuso fue mayor que en España, un país que experimentó una transformación social, económica y cultural con pocos antecedentes históricos. Actualmente, la participación de la mujer en el mercado de trabajo es comparable a la observada en los Estados Unidos.
Las causas son difíciles de establecer. Y deberían, creo yo, ser motivo de un análisis cuidadoso. Pero sin duda tienen que ver con una mayor apertura social. Con un menor machismo, para decirlo claramente. Las consecuencias son también desconocidas. Pero seguramente incluyen un mayor bienestar de la mujer y una mayor aceptación de su papel por fuera del hogar. La cultura y la participación femenina coevolucionan. La primera facilita la segunda. Y la segunda modifica la primera.
En el período 1980-2004, Colombia fue uno de los líderes mundiales en la irrupción de la mujer en la fuerza de trabajo. Una revolución que habla bien del país y que contradice la cantaleta de algunas feministas exaltadas.