Vuelve y juega. El presidente Uribe anunció esta semana que su gobierno insistirá en la penalización de la dosis personal. “Vamos a presentar el 16 de marzo ante el Congreso el proyecto de reforma constitucional, para penalizar, no con pena privativa de la libertad, pero sí para sancionar la dosis personal”, dijo en una rueda de prensa ofrecida con motivo de la visita de su homólogo alemán, Horst Kölher. Las razones del Presidente, no sólo con respecto a la dosis personal, sino también con referencia a la legalización de la droga, son una combinación de paternalismo, sinrazón y demagogia. Paso a explicar por qué.
“Yo veo con mucho pesimismo el tema de la legalización. Por supuesto lo miro más como padre de familia, que como Presidente. Tengo alguna inclinación más de sentimiento de padre de familia, que de raciocinio frío”, dijo el Presidente el año pasado en una de sus muchas declaraciones públicas sobre el tema. Nada de raro tiene que un padre de familia se muestre preocupado por el tema de las drogas. Lo extraño del asunto es que las preocupaciones paternales se conviertan en iniciativas gubernamentales. O que se confunda la esfera privada con la pública. O que se pretenda cambiar la Constitución con razones de padre. O que se le quieran dar atribuciones al Estado para esculcarle los bolsillos a todo el mundo. O que el legislador se ocupe de los vicios privados. O que el Presidente diga qué gusticos valen y qué gusticos, no.
Cuando el presidente Uribe deja de lado el paternalismo y hace uso del “raciocinio frío”, la cosa tampoco mejora. Sus argumentos son casi un insulto a la razón: a la suya y a la nuestra. “La droga en Colombia ha destruido un millón 700 mil hectáreas de selva tropical de la inserción amazónica. Con la droga, aún legalizada, esa diáspora no se frena. Creo que a cualquier precio que se pusiera la droga, podemos correr el riesgo de la destrucción de la selva si no la enfrentamos”, ha dicho el Presidente de manera reiterada. “Cuando entro en discusiones para proponer mis tesis contra la legalización, en frente de los muchachos de las universidades, de muchos profesores, el gran argumento para poderlos situar en una reflexión contra la legalización, es el ecológico”, ha repetido en varios escenarios académicos.
Pero los argumentos del Presidente son erróneos. Arrevesados. El “gran argumento ecológico” es uno de los principales motivos para oponerse a la prohibición. Seguramente la legalización retornaría la coca a las laderas de los Andes, de donde es endémica y de donde salió hacia la selva amazónica por cuenta de la prohibición. La tragedia ambiental no es causada por la coca: es causada por las políticas prohibicionistas. Esto es, por la tentación de los precios altos y la obligación de la clandestinidad. A ningún agricultor se le ocurriría sembrar un producto legal en la mitad de la selva. Pero el presidente Uribe supone erróneamente que la legalización aumentaría la dimensión del negocio —las hectáreas sembradas—, sin cambiar la geografía del mismo.
Muchas veces las razones paternalistas persuaden. Y los raciocinios equivocados convencen. La propuesta de penalizar la dosis personal es ante todo una forma de demagogia. Un intento por convencer con temores: ambientales o paternales en este caso. En últimas, la adicción a los votos puede ser peor que la adicción a las drogas. La búsqueda obsesiva —casi maniática— del favor popular puede llevar a “la coerción moral de la opinión pública”. A la imposición del moralismo barato de las mayorías. En eso estamos.
Jaime Ruiz
17 marzo, 2007 at 11:14 pmAlejandro, usted si ya no encuentra con qué criticar al gobierno.
No, perdón, es broma. Pero la verdad es que lo tengo por una persona muy optimista respecto a la estabilidad del país. Supongamos que la presión aumenta, que hay algún nuevo escándalo que afecta a políticos digamos próximos al ministro del Interior o a algún otro (pero yo le tengo mucha desconfianza a los godos). Entonces parece darse la oportunidad de tumbar a Uribe antes de 2010. Perfectamente. Es la actitud en que están los medios. Y quedan dos opciones: o Uribe se lanza a hacer esa clase de populismo ciertamente condenable, o se genera la situación de inestabilidad que muchos tememos.
Bueno, también el gobierno perdería mucha legitimidad ante la gente seria con medidas de ese tipo. Pero a mí una situación en que las FARC se sientan capaces de medrar a punta de bombas me preocupa aún más que esa degradación de la labor de gobierno.
Por muy cínico que les parezca, cuanto más irresponsable y chavista la oposición, más propenso será Uribe a esa clase de políticas funestas y a esa clase de mentiras. (Se ha de ser muy muy tonto para creer que la legalización arrasaría la selva. La coca se traladaría a Jamaica y Haití o a Centroamérica. O aun a África. Pero más tonto es discutir sobre la legalización de las drogas, que no habrá antes de 2010 y cada vez dudo más que antes de 2110.)
Sergio Méndez
18 marzo, 2007 at 12:08 amTotalmente de acuerdo Alejandro (por fin). El argumento paternalista es un viejo truco de politico, y sobre todo conservador, de apelar a los miedos de la gente, con tal de arrogarse el derecho de controlar lo que le gente hace con sus cuerpos. Nadas sorprendente que Uribe lo use.
El argumento ecólogico ud dice algo que es muy cierto, y de lo que escribí en mi hackeado blog: al contrario de lo que dice Uribe, es la prohibición la que está destruyendo la selva y no la legalización. Habría añadir que es muy hipócrita la actitud de Uribe, un presidente que fumiga parques naturales con un herbicida…
Carlos
18 marzo, 2007 at 12:51 amLos dioses me sonrien o los astros deben estar alineados para darme buena fortuna estos dias. Zangano escribe comentarios liberales, Jaime un brillante post anti-estatista en la columna anterior y ahora Alejandro escribe esta fantastica columna.
Destaco estas frases:
«Lo extraño del asunto es que las preocupaciones paternales se conviertan en iniciativas gubernamentales. O que se confunda la esfera privada con la pública. O que se pretenda cambiar la Constitución con razones de padre. O que se le quieran dar atribuciones al Estado para esculcarle los bolsillos a todo el mundo. O que el legislador se ocupe de los vicios privados. O que el Presidente diga qué gusticos valen y qué gusticos, no.»
«Muchas veces las razones paternalistas persuaden. Y los raciocinios equivocados convencen. La propuesta de penalizar la dosis personal es ante todo una forma de demagogia. Un intento por convencer con temores: ambientales o paternales en este caso. En últimas, la adicción a los votos puede ser peor que la adicción a las drogas. La búsqueda obsesiva —casi maniática— del favor popular puede llevar a “la coerción moral de la opinión pública”. A la imposición del moralismo barato de las mayorías.»
Excelente. Bienvenido este Alejandro liberal.
Escribí sobre este tema de la «guerra contra las drogas» aquí.
Saludos,
Carlos
P.D: Sergio bienvenido de nuevo.
Juan Francisco
18 marzo, 2007 at 1:40 amesta es una columna que escibí el año pasado en un medio regional de popayán, en el periódico la campana. la verdad es que para nada me siento columnista, me parece chistoso. pero ahí se las muestro, es sobre este tema, cuando uribe se pronunció al respecto en plena campaña de reelección:
Sobre la penalización de la dosis personal.
La idea del Presidente Álvaro Uribe de hacer un referendo que lleve al electorado a decidir sobre la penalización del porte y consumo de dosis personal de droga ilícita, parece presentarse por un mal entendimiento de lo que es un mecanismo de presión social efectivo. En primer lugar, este tendría que apelar al raciocinio del electorado mediante una explicación que ponga en evidencia por qué esta medida generaría cambios en las causas del consumo. Segundo, para ser válido tendría que implicar una congruencia actitudinal de las personas en la sociedad, la cual no parece posible por las complejas relaciones entre economía, violencia, poder y narcotráfico que siguen existiendo.
La historia nos ha mostrado que en Colombia antes del surgimiento del comercio de la droga ya existía una cultura de la ilegalidad y de la “justicia” particular no estatal. Este fue el contexto en el cual se apoyó el surgimiento de la actividad de producción y comercialización de la droga ilícita, la cual lamentablemente se convirtió en la forma de subsidiar el fracaso de los grupos armados ilegales. Junto con esta situación, tanto en las regiones periféricas como en las ciudades se dio una tolerancia social a la actividad del narcotráfico por los beneficios a corto plazo que representaba para las comunidades y para la economía. Esto quiere decir que antes de perseguir al consumidor es necesario crear un contexto que genere el cambio de la cultura de la ilegalidad a la Cultura de la Legalidad. Y tanto la demanda como la oferta van a existir mientras este cambio no se dé, debido a que es en el amparo de la ilegalidad, a todo nivel y tanto rural como urbana, donde el costo del esfuerzo para obtener la droga ilícita se hace mínimo, aspecto que disminuye notablemente el efecto en los consumidores de las medidas exclusivamente represoras, amparadas por una ley ajena a la cultura.
En el contacto entre el consumidor y los grupos armados ilegales, está como escenario la comunidad y como variables los factores sociales y psicológicos que predisponen al consumo. Perseguir al joven o adulto que consume probablemente no es algo que esté orientado directamente a las causas. Entre las causas sociales tenemos la disposición de medios culturales muy pobres para la educación y la participación entre el sujeto y su medio ambiente, que promuevan el fomento de aptitudes y habilidades para la convivencia y el desarrollo personal. Es así como la no disposición de medios culturales fuertes crea problemas para el funcionamiento de la regulación social al consumo. Y entre las causas psicológicas y del comportamiento tenemos las diferentes necesidades debidas a tipos de personalidad en riesgo especial, condiciones de riesgo en la infancia y la adolescencia, los antecedentes de consumo y abuso de cigarrillo y alcohol, los factores psicofisiológicos que mantienen la necesidad de la sustancia y el escape a problemas emocionales y afectivos que permite la droga, debidos a las dificultades en la creación de familias fuertes, aspecto que se evidencia en la violencia intrafamiliar y la dificultad para establecer normas y criterios morales en los hijos, que promuevan formas de autorregulación personal.
Es así como una política para atacar el consumo, y no a los consumidores, debe orientarse por promover cambios culturales, sociales y psicológicos en las comunidades, en las familias y en los consumidores. Estos cambios se centrarían en fomentar la regulación social y la autorregulación personal, conjuntamente con una atenuación a los factores de riesgo y con la promoción de comportamientos que protejan del consumo, amparados necesariamente por una Cultura Legal y un Fortalecimiento Institucional.
díganme qué piensan, que casi nunca discuten mis aportes.
zangano
18 marzo, 2007 at 10:38 amjuan francisco: la respuesta a tus postulados se da ya en varios paises,no en el 2110,como optimisticamente, escribe j.r.
en los paise bajos,hay una practica de tolerancia al consumo,eso si regulado, de canabis,que fue casi unico, hasta hace pocos anos,hay ahora,no en el siglo proximo,decriminalizacion del consumo de canabis, en el reino unido, alemania, espana y otros.
aparte de canabis,los suizos,una de las sociedades mas conservadoras europeas,son pioneros de la provision legal de heroina,que les ha permitido reducir la criminalidad asociada a la consecucion del estupefaciente.
estos son hechos comprobables ,no teorias y dogmas.
colombia deberia ser la pionera en la decriminalizacion de todas las «drogas» ilegales.
j.r. dice tenerle desconfianza a los godos, mas goda que la politica antinarcotica gringa ,no creo que pueda encontrar.
buen articulo juan francisco, y alejandro,ya es hora de espabilarnos.
Sergio Méndez
18 marzo, 2007 at 11:14 pmangano:
En realidad el debate se da en el momento en que la gente decida darlo. Las excusas que JR da para evitar el debate son precisamente las que alimentan el circulo vicioso: se dice que es «irreal» pensar en la legalización, ergo la gente no hace nada para discutir al respecto y asi en efecto parece que fuera imposible legalizar y entonces gente como JR puede seguir mantieniendo que es irreal pensar en ello. Ese argumento es tan tonto como decir que como durante practicamente toda la historia conocida de la humanidad la esclavitud era un hecho, entonces nadie debió esforzarse para intentar abolirla…
Alejandro Gaviria
19 marzo, 2007 at 1:19 amDice Jaime: “Pero más tonto es discutir sobre la legalización de las drogas, que no habrá antes de 2010 y cada vez dudo más que antes de 2110”. Comparto su pesimismo sobre la legalización. Lo que no comparto es su impaciencia con las causas pérdidas cuando el mismo ha afirmado varias veces que sus peroratas son inútiles: murmullos contrarios ahogados por la gritería progresista. A veces vale la pena criticar las ideas preconcebidas. Señalar la estupidez de las normas más arraigadas. En últimas, creo que los opinadores consuetudinarios nos podemos dar ciertas licencias. Al menos tenemos como excusa la falta de tema.
Me gusta el punto de Jaime sobre el círculo vicioso entre mal gobierno y mala oposición. Creo que la calidad de la oposición ha terminado por afectar la calidad del Gobierno y viceversa. Al respecto, sólo quisiera mencionar el final de la columna de Ramiro Bejarano: “Solidaridad con el periodista y amigo Darío Arizmendi, ahora en el exilio por cuenta de la tranquilidad que nos está dejando la Seguridad Democrática. ¿Quién será el próximo?”. Esta opinión no sólo es un insulto a la inteligencia: es también de una deshonestidad descarada. Y hablando de causas pérdidas: los lectores le otorgan un cinco admirado al columnista.
Alejandro Gaviria
19 marzo, 2007 at 1:27 amJuan Francisco:
Su argumento sobre los cambios culturales es interesante. Le cuento, sin embargo, que varios intelectuales gringos (Richard Posner es uno de ellos) han argumentado que los cambios legales pueden ayudar a propiciar cambios culturales. Me temo que esa sería la respuesta a una propuesta como la suya. En mi opinión, los cambios culturales funcionan mejor en el ámbito de las transacciones sociales (el tráfico, los impuestos, etc.) que en un caso como éste en el cual la decisión es eminentemente individual.
para carlos
19 marzo, 2007 at 1:29 pmNatalia Springer, en su columna de hoy lunes marzo 19 en El Tiempo, prueba con contundencia que los astros están definitivamente de su lado. Es una oda a la libre empresa como no se veía desde los tiempos del difunto Reagan. Felicitaciones por su posición tan agerrida y original!
para carlos
19 marzo, 2007 at 1:30 pmaguerrida, quise escribir.
panOptiko
19 marzo, 2007 at 4:04 pmJuan Francisco, me gusta su columna, pero la encuentro algo densa (también puede ser que tuve un día largo y estoy cansado). Atendiendo a la crítica de Alejandro, diría que no hay razón para ser categórico: la complejidad de las cuestiones humanas da para sugerir estrategias compuestas.
Primero hago una pregunta desde mi ignorancia: ¿existe algún estudio sobre los cambios generados por la legalización de la dosis?
Si entendí bien, su argumento va hacia formar comunidades e individuos menos proclives a caer en las drogas; estrategia que solucionaría muchos – si no es que todos – los problemas del país. De acuerdo en que es necesario. ¿Pero cómo? Las posibles respuestas serán a mediano o largo plazo, además de alta incertidumbre y difícil de hacer llegar a todo el mundo (si tiene algunas ideas, podemos hablar de ellas). Las mismas características de estas hacen que no generen poder político, y por lo tanto no sean impulsadas. Lamentablemente un país que no aguanta los medianos plazos – o que ya no confía en ellos – estimula políticos de la inmediatez.
Yo creo que su columna está bien encaminada, pero se queda en el medio de lo que sería ideal: sitio peligroso para cualquier opinador, o analista, porque se puede quedar en la retórica o volverse un lugar común.
Eso por ahora, pero me quedo pensando. Suerte.
Juan Francisco
19 marzo, 2007 at 5:35 pmtienen razón, mi escrito es muy idealista. lo es porque fue un ejercicio sobre algunas premisas básicas que creo son importantes. sin embargo, aunque entiendo que el consumo pertenece a la esfera privada, es importante tener presente los fenómenos psicosociales relacionados con el consumo: entre más jóven se empieza a consumir, es más probable que se llegue a niveles de adicción preocupantes. igualmente, entre más temprano un jóven beve y fuma, es más probable que empeice a fumar bareta, y tal vez, cuando sea adulto jóven, consuma cocaína. si uno fuma marihuana ya a los 23 años, no es lo mismo a si empieza a los 14 o 15. el medio social ejerce una influencia muy fuerte en los adolescentes. la motivación al consumo depende mucho de lo bien o mal visto que es socialmente, especialemtne dentro del grupo de pares del jóven. por esto, no reo que el problema del consumo sea algo exclusivamente individual, también depende de ese mundo social, sobre todo, en los adolescentes, que casualemnte, son los más vulnerables a terminar como adictos. creo que sí hay transacciones sociales que estimulan el consumo en los adolescentes, sólo que estas son muy difíciles de controlar.
zangano
20 marzo, 2007 at 12:57 pmpanoptiko: existe documentacion de la repercusion sociocultural de la legalizacion de la heroina, es en sentido retrospectivo,hasta 1964 ,creo,en el reino unido la heroina y morfina podian obtenerse con prescripcion medica,legalmente,el abuso estaba supremamente limitado ,no me equivocaria mucho, si digo que habrian en ese entonces, unos centenares de adictos,que en la mayoria de los casos ,tenian vidas normales y muchos tenian empleos regulares,por supuesto ,no habia criminallidad asociada.
el caso suizo, mencionado mas arriba,les permite a los adictos a la heroina,obtenerla,legalmente muchos tambien,han logrado retornar al trabajo. si quieres mas info anda al tan mentado wikipedia y busca info sobre suiza.
colombia estaria en buena compania si se decide a
tomar medidas que favorezcan a los colombianos,ya que la penalizacion maniquea de ee.uu. ha fracasado en toda la linea, en cualquier nacion que la haya adoptado.
álvaro fernández c.
20 marzo, 2007 at 7:39 pmA mediados de los 80 nos dio a mi esposa y a mí por dárnoslas de liberales en la educación de nuestros hijos. Nuestro hijo menor le dio por meterse a consumir droga, y ahí a mi esposa y a mí se nos acabó la liberalidad. demasiado tarde, porque no pudimos atajarlo. Hoy él ya no está con nosotros. Años después nuestro hijo mayor nos contó que él también la había consumido, pero pudo controlarla. Cami, el menor, era un pelado adorable, hasta que consiguió esas detestables amistades, entre ellas el hijo de un ministro del presidente de esa época (1986-1990).
Algunos me han dicho después que si la droga estuviese legalizada, no le echarían tanta porquería y los drogadictos «serían más sanos». No sé si eso sea así. Yo padecí el animal que sale cuando un drogadicto está en su peor etapa.
No sólo no tengo a mi hijo ahora, si no tampoco mi matrimonio. Y lo peor, no puedo dictar con certeza mi opinión personal sobre el consumo de droga. ¿Que cada cual, si quire, se drogue? Caramba, no sé.
Alejandro Gaviria
20 marzo, 2007 at 10:31 pmAlvaro:
La verdad es que ante un testimonio como el suyo los argumentos (filosóficos y generales) a favor de la legalización parecen inoficiosos. Especulativos. Pero yo sigo creyendo que una legalización controlada, acompañada de altos impuestos y campañas preventivas, puede ser igual o más efectiva que la prohibición. Y nos ahorraría, además, las muertes y la corrupción asociadas al trafico ilegal.
Daniel Vaughan
20 marzo, 2007 at 11:22 pmDe acuerdo con Alejandro. La historia de Álvaro es bastante fuerte y son esos son los contras importantes que toca evaluar.
Quedan varias dudas que tienen que ser investigadas más a fondo (de hecho se que hay montón de estudios al respecto):
¿Legalizar la droga aumentará el número de casos de adicción? ¿Si sí, es posible controlarlo? ¿Si no, cuál es la razón del aumento? ¿Mayor demanda (menores precios)? ¿Más fácil acceso?
Incluso me atrevo a hacer una pregunta más fuerte aún (y me disculpo de antemano con Álvaro, porque lo que voy a decir puede resultar bastante fuerte) que está en el centro del debate, pero que por lo fuerte nadie se atreva a hacerla: Supongamos que tenemos que escoger entre dos estados sociales: en uno tenemos un mayor número promedio de adictos a alguna droga, pero instituciones más fuertes, menos crímenes y muertes violentas, menos corrupción, etc.etc. En el otro estado social tenemos un menor número de adictos, pero tasas de criminalidad, corrupción, mortalidad violenta, etc.etc. ¿Cuál escogemos?
La pregunta es una pregunta fea porque está comparando costos y beneficios de los dos estados sociales y desafortunadamente dentro de los costos están los costos humanos (de hecho ese es el principal argumento en contra de la legalización, así que querámoslo o no es bueno discutirlo abiertamente).
La otra pregunta que está relacionada con el uso de programas educativos, de salud pública y de asistencia social para reducir los efectos es la siguiente: ¿Son todos los segmentos demográficos igual de sensibles a este tipo de campañas? La respuesta natural es que no: hay muchos casos de jóvenes que crecieron en ambientes familiares buenos, pero que sencillamente por estar rodeados de malos amigos o vivir en medios sociales hostiles (barrios en condiciones de miseria o pobreza, por ejemplo) son más vulnerables a caer en la adicción.
¿Qué hacer en estos casos? ¿Son estos casos insensibles a las campañas de educación y salud pública? ¿Es posible hacer algo?
Dejo las preguntas abiertas. Pienso que son fundamentales en este debate. Indudablemente hay un drama humano inmenso, y esto hace que el debate sea más difícil porque el drama humano hay que tratarlo con sensibilidad.
Saludos,
DV
panOptiko
21 marzo, 2007 at 2:24 amMi parecer, en pocas palabras: Colombia no está lista para legalizar porque el valor de la vida está envolatado. En ello se incluye la situación institucional de la salud pública, educación, la economía de los hogares, la psicología asociada, el referente ontológico… en fin, lo que varios ya han apuntado. Es triste, pero el estado pondrá al lado del caso de Alvaro con el conflicto y no le dará prioridad, incluso no verá la conección.
Por eso mi propuesta es dar más pasos a recuperar el aprecio por la vida, a valorar los «servcios del cuidado» – esos que prestaban las mamás de nuestros tiempos – y pactar en el conflicto con las mafias.
Daniel Vaughan
21 marzo, 2007 at 3:14 amPanoptiko:
Dos cosas:
1. ¿Cuándo se está preparado para legalizar? ¿Qué significa que el valor de la vida esté embolatado, y cuál es la relación de esto con legalizar la droga?
2. ¿Exactamente cuál es su propuesta? ¿Qué significa «dar más pasos a recuperar el aprecio por la vida»? ¿Cómo se hace eso, y cuál es la relación con el tema de legalizar? ¿Qué pactamos en el conflicto con las mafias, sin legalizar? Si pactamos algo (no se qué) con las mafias, no estamos dando medio paso hacia la legalización? ¿Por qué no darlo completico?
Saludos,
DV
German Romero
22 marzo, 2007 at 1:59 pmMe parece que lo que ocurre con el presidente Uribe, es considerar que sin él (como persona) el país no puede estar bien.
En vez de demostrar que sin las ideas, las propuestas, son las que llean las riendas. En otras palabras creer que AUV, es el salvador por sí mismo con su discurso (paternalista si se quiere). En vez de darle preponderancia a la continuacion de las ideas, que se traen.
Ojo, estar dependiendo de una sola persona es un error, pues las personas se haces inmortales, por sus ideas.
Exitos.
panOptiko
22 marzo, 2007 at 5:20 pmDaniel, gracias por las preguntas, son mucho más útiles que mis respuestas.
En Colombia se convive de varias formas con la muerte. Las masacres se suceden sin inmutaciones. Mueren en el conflicto todos por igual, mientras que no seamos nosotros, un comentario y olvide. O mejor, ¿para qué ver los noticieros? Del raponeo supongo que no debo hablar: apuñalear para obtener una chaqueta y esas cosas. El robo de automotores creo que va por las mismas: alguna vez escuché que se había dejado de vender ese sistema de seguridad para carros telecentinel, que encontraba el carro vía satélite después de avisar del robo, porque los ladrones optaron por matar al conductor (pero puede ser un mito urbano). Es también digno de análisis el comportamiento de los conductores de transporte privado y público: no pasarse un semáforo es estúpido; por ganarse mil pesos más, o vengarse de aquel que lo evitó, es suficiente para borrar las reglas (Mire las tasas de mortalidad de las personas en el grupo etáreo más productivo). ¿No apuñalearon unos policías los manifestantes anti-americanos hace unas semanas? También es normal que hayan heridos de gravedad en un partido de fútbol, o de un concierto – por lo tanto no se puede usar un cinturón ni nada que use pilas. Estas algunas cosas en un primer nivel de proximidad.
Tampoco es que contemos con ejemplos saludables: la salud pública es de segunda categoría, por ende la calidad de la información existente, la capacidad de las redes de prevención y promoción son reducidas, la nutrición es cuestión de estatus – la sensación de llenura es el referente inequívoco de bienestar -, toca pagar por la ayuda de la ciudadanía, ser ama de casa es igualmente de segunda… Supongo que se me escapan otras.
La droga, como psicoactivo, una vez legalizada aumentará los casos de adicción (no creo que un debamos reducirnos a un solo mecanismo: bien puede haber mayor acceso, menores precios, una revaloración social, una moda), todos con el doble mecanismo de acción perverso: saltarse las normas – ya frágiles, como las arriba expuestas – bajo efecto de las sustancias y luego bajo el de dependencia. Entre individuos en los que sería impensable, aún totalmente borracho, conducir un auto o golpear a alguien por algún malentendido, podría ser uno más optimista. Pero yo soy escéptico. Y si, aún así, tomamos el riesgo, no contamos con la infraestructura para contener el desborde, ni hemos conseguido una población que se autocontrole, ni tenemos conocimiento de la sociedad en la que soltamos el toro; todo son especulaciones sobre unas personas que vemos por un periódico, en unos números inciertos, o por la ventanilla de un carro, a los cuales luego no se les va a echar mano porque no dejarán de ser problemas de salud, de segundo plano, externalidades.
Yo, como usted, creo que en Bogotá va por buen camino en el cambio cultural, que eso terminará redundando en el país con el tiempo, pero es muy pronto para cantar victoria. Pensando en que la idea de la legalización (alguien me puede explicar la diferencia con despenalización, aún no la capto) es acabar con el conflicto, mi propuesta es sacar el negocio del juego dándole espacio mientras se desconecte de las guerrillas y se encargue de que sus miembros respeten los acuerdos sociales como cualquier ciudadano, en especial el valor de la vida.
En los otros comentarios ya me referí a la contradicción interna sobre el manejo de la muerte dentro de estos grupos. Es parte de las razones para no hacer una legalización completa: si la hace sólo Colombia no tiene sentido, se sigue dejando al viento recuperar el valor de la vida y se desaprovecha un sector que ya trabaja ordenado dentro de la sociedad – bajo lógicas económicas.
Esto por ahora, (aunque a veces me siento razonando fuera del recipiente)
Gracias de nuevo
para los interesados
22 marzo, 2007 at 8:47 pmUno serio que dice por qué no
Daniel Vaughan
22 marzo, 2007 at 11:31 pmGerman,
Por alguna razón yo no siento que Uribe esté mandando ese mensaje.
Me parece que ese es el mensaje que creo la oposición está tratando de dar.
Aclaro, yo NO soy uribista. Hay un montón de cosas que no me gustan de su estilo de gobernar y de su gobierno, y otras pocas que me gustan. No voté por Uribe en la segunda elección (voté por Mockus sabiendo que era un voto perdido) y voté por él en la primera (así que claramente hubo un cambio claro en mi percepción de Uribe en el primer gobierno). No pienso votar por ninguno de sus protegidos políticos en el futuro, a menos, claro está, que alguien monte un programa que me guste. Como es no va a suceder, probablemente no vote por el uribismo en el futuro. Todo esto para hacer objetivo mi comentario: yo en serio no creo que esa sea la intención de Uribe.
Saludos
DV
Daniel Vaughan
22 marzo, 2007 at 11:51 pmPanOptiko,
Su comentario es bien interesante.
1. Estoy totalmente de acuerdo con sus primeros dos párrafos: creo que una de las primeras medidas que toca tomar es buscar alguna forma de que el valor por la vida y la legalidad (más que por la vida, ya que el segundo implica el primero). Es la única forma para que en serio se «reinvente este país». Me gusta Mockus por eso, porque a eso le está apuntando él. Para él el desempleo, el crecimiento económico, la desigualdad, el narcotráfico, el conflicto armado, son problemas secundarios. O no secundarios, pero se solucionan de manera natural (por lo menos los no económicos) si se logra hacer ese cambio en los valores y principios de los colombianos.
2. Si entiendo bien usted sugiere la siguiente implicación: legalización de las drogas + cultura de la ilegalidad ===> más cultura de la ilegalidad.
Acepto que esa posibilidad puede existir, y de hecho creo que vale la pena investigarla. Sin embargo me parece que es difícil de creer totalmente.
Me voy a arriesgar con mi siguiente explicacion, que no tiene nada de fundamentada, sino que es más una explicación intuitiva:
La cultura de la ilegalidad ya se interiorizó: yo me pasó el semáforo en rojo casi que de manera inconsciente, es decir, no razono al respecto sobre los pros+contras de hacerlo. Yo robo al vecino si deja la maleta tirada de manera instintiva. Yo me robo los recursos públicos si me dan papaya como un reflejo natural. A eso me refiero con que la cultura de la ilegalidad se ha automatizado, aunque el sólo hecho de decir que es una «cultura de…» implica que eso ya es así.
¿Qué relación tiene esto con lo otro? Usted sugiere lo siguiente: yo me drogo, así que como hago menos uso de razón en ese estado, mi tendencia a la ilegalidad es mayor. Por un lado es cierto que en estado de embriaguez o bajo el efecto de las drogas (borracho o turro) soy más proclive a violar las normas. Pero lo que no veo es el círculo vicioso que usted sugiere. De hecho si mi hipótesis de la «ilegalidad inconsciente» tiene algo de sentido, lo que esto sugiere es que el hecho de estar borracho o sobrio no afecta mi elección de un comportamiento ilegal, sencillamente porque no hay elección: es instintivo; es un reflejo. Yo robo igual si estoy borracho o sobrio. Yo mato igual si estoy borrach o sobrio.
Por supuesto hay evidencia que el estado de ebriedad o el efecto de las drogas afecta mi cumplimiento de la ley, y esto es totalmente intuitivo cuando la moral es motivada de manera racional (puedo matar al tipo que le está echando los perros a mi novia, pero razono y me doy cuenta que eso no es lo «correcto»). Pero cuando la moral pasa al nivel del inconsciente, esto deja de ser cierto.
Acá hay una cosa interesante: las leyes del tipo «ley seca» han reducido considerablemente las muertes violentas donde se han implantado. Esto prueba que efectivamente la moral tiene un componente racional importante. Queda la duda si la moral tiene un componente irracional o inconciente también. Yo creo que si, y Mockus fue un buen ejemplo de esto: como ya habíamos interiorizado comportamientos como «volarse el semáforo en rojo», «pisar la cebra», etc.etc. no había manera de que racionalmente concluyéramos que era lo «incorrecto». Una posible interpretación de por qué lo que hizo Mockus es la siguiente: cuando uno responde de manera instintiva, no hay posibilidad de que la elección sea racional. Pero si alguien logra que yo me de cuenta (es decir, pasa del inconsciente al estado consciente) que estoy haciendo algo mal, yo ya puedo razonar. Eso puede explicar por qué ver gente con letreros con dedos pulgares apuntando hacia abajo surtiera efecto.
Saludos,
DV
panOptiko
23 marzo, 2007 at 4:48 amDaniel, ¿está seguro de lo que está diciendo? ¿la legalidad implica el valor a la vida? Las leyes son un entramado de restricciones creadas por un grupo de personas que pretenden controlar una población, mas los individuos actúan no sólo de acuerdo a ella, pero a pesar de ella. Usted se la juega por inculcar el sometimiento, lo pone por encima de la razón de su existencia, presumiendo que este lo comprende. A mi no me importa que uno se pase un semáforo cuando lleva una mujer que ha roto fuente, o un herido. Primero está la vida, es la velocidad de la luz, no hay nada más allá. Si los ilegales respetan la vida de los demás algo se podrá hacer para remediarlo. Si un traqueto está volándose una norma fundamental, no sé, una fila, que se le pueda decir que respete sin el temor a que saque un arma y me meta un tiro está primero que la fila misma.
Mi circulo vicioso no era captable por insuficiencia de mi explicación, lo siento. Una parte es lo que usted comenta sobre el actuar en efecto de las drogas – de lo cual no desconozco que tenga los componentes que usted describe, mucho más complejos como la mente humana. Pero yo también quería hacer referencia a los adictos sin acceso a recursos para comprar su droga: nueva carne fresca para la ilegalidad, aún carente de respeto por la vida.
Sigo al otro lado, porque sus comentarios se están uniendo, conceptualmente hablando.