Una columna de prensa no es el medio adecuado para hacer análisis exhaustivos. Por cuestiones de espacio, urge ser selectivo. El análisis presentado se circunscribe, entonces, a tres variables fundamentales: la tasa de homicidios, la tasa de desempleo y la pobreza. El Plan de Desarrollo planteó que, en el año 2010, la tasa de homicidios caería a 30 por cien mil habitantes, el desempleo llegaría a 9% y la pobreza a 39%. Las metas planteadas eran una extrapolación de los buenos resultados del primer gobierno de Uribe. Entre 2002 y 2006, la tasa de homicidios se redujo de 64 a 33, el desempleo pasó de 15% a 11% y la pobreza cayó de 55% a 45%. El Gobierno supuso, con entendible optimismo, que las tendencias mencionadas se consolidarían, esto es, que los homicidios, el desempleo y la pobreza seguirían cayendo.
Pero las extrapolaciones optimistas del Plan de Desarrollo no se han cumplido. Según el último reporte del Instituto Colombiano de Medicina Legal, la tasa de homicidios pasó de 33 en 2006 a 37 en 2007. Los últimos datos del DANE muestran que, por primera vez desde el año 2001, el desempleo de las principales áreas metropolitanas del país aumentó con respecto al mismo mes del año anterior. La última cifra de pobreza publicada por el Gobierno corresponde al mes junio de 2006. El prolongado silencio oficial ha aplazado un debate urgente sobre lo ocurrido desde entonces. Pero probablemente la pobreza, tal como ocurrió con los homicidios y el desempleo, también aumentó recientemente. El Banco de la República publicó hace unas semanas un estudio cuyos resultados sugieren que el aumento reciente en el precio de los alimentos ha traído consigo un incremento de la pobreza de dos puntos porcentuales. Si a este hallazgo se suma el repunte del desempleo y la perpetuación de la informalidad laboral, la conclusión es obvia: la pobreza tiene que haber aumentado en lo que va corrido de este año.
Los resultados anteriores obedecen en parte a fenómenos externos, no atribuibles al Gobierno: el entorno económico internacional ha empeorado ostensiblemente y los alimentos se han encarecido en todo el mundo. Pero los malos resultados también reflejan errores de política. La seguridad democrática, con su énfasis en la periferia, en las zonas más apartadas de nuestra geografía, parece haber descuidado la creciente violencia urbana. La promoción de la inversión como mecanismo de generación de empleo, una de las grandes apuestas del Gobierno, no está dando los resultados esperados, ha sido insuficiente en el mejor de los casos y contraproducente en el peor. Finalmente, el énfasis asistencialista, la expansión de Familias de Acción, por ejemplo, parece ineficaz para contrarrestar el aumento de la pobreza.
El debate está planteado. Las cifras muestran que las principales metas del Plan de Desarrollo podrían no cumplirse, lo que constituiría, casi sobra decirlo, un fracaso sin atenuantes.