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Coincidencias

A veces las coincidencias sirven para enfatizar la esencia de las cosas. Este mes de mayo se cumplen 200 años del nacimiento de John Stuart Mill, el celebre filósofo inglés conocido por su clarividencia en definir y promover las libertades individuales y los derechos de la mujer. Bastaría con citar su famoso principio de la libertad, el poder sólo puede ser ejercido con pleno derecho sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada con el fin de prevenir el daño a otros miembros de la comunidad, para justificar la despenalización parcial del aborto, aprobada esta semana por la Corte Constitucional. Incluso cabría citar el mismo principio para abogar por la despenalización total. “Sobre si mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano”.

Pero Mill siempre argumentó que las decisiones públicas deberían tener en cuenta no sólo principios generales, sino también estimaciones utilitaristas: la suma del bienestar de los individuos. Su defensa de la libertad de expresión, por ejemplo, enfatizaba no tanto los derechos humanos, como los beneficios materiales reportados por la libre confrontación de ideas y puntos de vista. Seguramente Mill hubiese encontrado relevante, para el debate de marras, la evidencia acopiada por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud. 52 por ciento de los niños colombianos menores de cinco años no son deseados, en el sentido preciso de que sus madres habrían querido aplazar su nacimiento, definitiva o parcialmente. Los niños no deseados presentan peores condiciones de salud y nutrición que sus contrapartes con características demográficas y socioeconómicas similares.

Pero el asunto va más allá. Algunos embarazos no deseados terminan siendo interrumpidos en circunstancias insalubres y clandestinas, con grave riesgo para las madres que se atrevieron a ejercer la libertad defendida por Mill. Según la misma encuesta ya citada, 15 por ciento de las mujeres colombianas han recurrido, en algún momento, a prácticas o procedimientos abortivos con el fin de evitar la maternidad. La penalización del aborto no sólo restringe la libertad individual; también multiplica el sufrimiento y la infelicidad. En consecuencia, tanto los liberales (por razones de principio) como los utilitaristas (por razones de pragmatismo) deberían apoyar la despenalización total: el destino inevitable de cualquier sociedad moderna.


Mill no sólo llamó la atención sobre la coerción institucional, sino también sobre la “tiranía de la opinión pública” y el “despotismo de la costumbre”. Como muchos liberales, creía que la opinión pública podía limitar las libertades individuales de manera tan efectiva como los gobiernos despóticos. Así, sus escritos constituyen una referencia obligada con el fin de refutar la posición conservadora, según la cual la despenalización del aborto sólo puede ser decidida por el Congreso o mediante mecanismos directos de participación ciudadana. Mill sabía que una sociedad moderna (laica y liberal) debería conservar y promover salvaguardias contra una mayoría que insiste en imponerle sus pretendidas virtudes a una minoría que no las comparte.

Quisiera terminar con otra coincidencia. La sentencia de la Corte ocurrió en la misma semana del día de la madre. Ojalá este hecho fortuito sirva para llamar la atención sobre la necesidad de la despenalización total, para que así, en un futuro cercano, el día de la madre simbolice la celebración, no de una imprudencia o de una imprevisión o de una torpeza, sino de una decisión libre y consciente. Tal como corresponde a cualquier sociedad moderna.

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  • zangano
    13 mayo, 2006 at 9:51 pm

    enhorabuena el deshielo de la mentalidad patriarcal y misogyna predominante en la oligarquia colombiana que la ha impuesto draconianamente.ya es hora de que la ley cavernaria e inquisitorial que enyuga la mujer colombiana se termine de una vez por todas y con ello la legalidad del machismo religioso que nos rige desde1886.
    su columna da esperanza de que sea asi

  • Anónimo
    14 mayo, 2006 at 1:00 pm

    «…el celebre filósofo inglés conocido por su clarividencia en definir y promover las libertades individuales y los derechos de la mujer».
    Dos cosas: tener hijos también conlleva una enorme responsabilidad y compromiso de por vida por parte de los padres,aunque más intensamente durante un lapso de casi dos décadas; no se trata de un suceso que se chulea en la libreta de apuntes del ciclo de vida como sembrar un árbol y/o escribir un libro. La despenalización total evitaría las consecuencias funestas de los actos de irresponsabilidad que ocurren no solamente entre los estratos de menores recursos sino también entre los de altos ingresos, que con traer hijos al mundo piensan que están cumpliendo con el «sagrado deber de la reproducción» y después se desentienden de los muchachitos porque tienen múltiples ocupaciones, compromisos y diversiones que no están dispuestos a subordinar. El punto es que NADIE debería traer hijos al mundo si no está consciente de que hay que asumir la tarea con mayor compromiso y pasión que cualquier otra profesión, si en fin de cuentas es el patrimonio que se le deja a la sociedad y de ello dependerá qué clase de sociedad tengamos, que en el caso que nos ocupa es ésa, la violenta, la de inaceptables desigualdades y crueldades en la que estamos viviendo. Lo segundo es que quienes se oponen al aborto aduciendo que están defendiendo la vida de los más indefensos son los hipócritas más grandes de todos: los alaridos les duran mientras la semilla está en el vientre materno y luego, una vez nacidos los niños y creado el problema de abuso, miseria y violencia, se desentienden completamente del asunto cuando no se ingenian uno que otro programita de limpieza social para acabar con esas «amenazas» a su pedacito de sociedad.

  • Scared Crow
    15 mayo, 2006 at 12:12 am

    Primero: Completamente de acuerdo con Gaviria.
    Segundo: Difundo aqui, abusivamente, una columna de un vecino de pagina de AG:

    Tomado de El Espectador

    “Nuevas generaciones”

    Iván Cepeda Castro

    Como respuesta a la última columna que escribí en este semanario, recibí un mensaje intimidatorio del Estado Mayor de un grupo que se hace llamar Autodefensas Campesinas Nueva Generación. Me dicen que están más activos que nunca y que utilizarán “todos los medios necesarios” para lograr sus fines. Días después, la persona que trabaja en mi esquema de seguridad me ha informado que un vehículo, con placas de servicio público, le ha hecho varios seguimientos. He dirigido un derecho de petición al Alto Comisionado para la Paz preguntándole qué piensa de todo esto, especialmente, luego de que él mismo decretó el fin de las autodefensas. Todavía no me ha contestado.

    Por estos días, también el Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” y otras organizaciones de derechos humanos recibieron un mensaje del grupo que se identifica como Colombia Libre de Izquierda. Sus autores aseveran: “Estamos en pie de lucha junto al señor presidente (…) las Autodefensas Unidas de Colombia fueron nuestra base y han cumplido ya un ciclo al servicio del pueblo. Ahora somos el presente y el futuro por muchos años del Estado colombiano, de su seguridad y de su sociedad (sic), hacemos presencia activa en 21 áreas rurales y urbanas y actuamos bajo múltiples formas de agrupación”. Anuncian que emprenderán represalias.

    Esta misma semana en Medellín, el comando “Carlos Castaño Gil” de las llamadas Autodefensas de la Universidad de Antioquia han declarado objetivo militar a una veintena de profesores y alumnos. El texto de la amenaza contiene pasajes idénticos al mensaje que me enviaron a mí. Sindicatos de la universidad señalan que el año pasado apareció una lista similar, y que todos los que figuraban en ella ya han sido asesinados o desaparecidos.

    Estos grupos no actúan espontáneamente. Los mensajes que he citado revelan modalidades de planificación que corresponden a una cadena de mando nacional y a una centralización de sus acciones. Todo en su forma de operar muestra los métodos de terror y el lenguaje de las viejas estructuras paramilitares. No se trata de facciones aisladas de desmovilizados que reinciden. Tampoco de una nueva generación de grupos que, ante la ausencia del Estado, se han arrepentido de haber dejado las armas.

    En una reunión en la ciudad de Bruselas, Bélgica, un funcionario del Gobierno Nacional explicaba a representantes de la Unión Europea el aparente misterio de la reinserción paraestatal. Afirmaba que en un proceso tan complejo de desactivación de grupos ilegales es normal que cerca de un 40% de los combatientes reincida. Es decir, que de los 31.000 paramilitares desmovilizados, cerca de 13.000 retomen las armas. Esto significa, en resumidas cuentas, que al final de todo este show de pañuelos blancos al aire ha quedado activo el mismo número de paramilitares que el Gobierno reconoció al comienzo de su cuatrienio. O en otros términos, que la inflación de la cifra de los desmovilizados tenía por objetivo ocultar la persistencia de las estructuras básicas de las Autodefensas Unidas de Colombia.

    Por su parte, el presidente Uribe alienta la guerra sucia de las “nuevas generaciones” paramilitares con cuñas radiales y exaltadas intervenciones públicas en las que utiliza el lenguaje propio del anticomunismo más primario. Al parecer, la retórica de la seguridad democrática va dando paso al sectarismo del militante Opus Dei.

    Nada de esto es nuevo ni sorprendente. Es el viejo paramilitarismo actuando de la mano de agentes estatales con la insolencia que le otorga la legitimación de su poder y la legalización de sus capitales.

  • Nonita
    15 mayo, 2006 at 8:32 pm

    De acuerdo.

  • CarlosH
    16 mayo, 2006 at 3:42 am

    Todo depende de si uno supone que el feto es un ser humano. Si esto es así, el aborto no solo afecta a la madre, sino que también implica el asesinato del niño. Desde este punto de vista, el principio de Mill favorece la prohibición del aborto, pues se evita el daño a otro ser humano.

    Por otra parte, el que los niños no deseados presenten «peores condiciones de salud y nutrición que sus contrapartes con características demográficas y socioeconómicas similares» no es una razón suficiente para despenalizar el aborto… la pobreza no se reduce matando a los pobres antes de que nazcan.

    Si se acepta lo propuesto anteriormente, el riesgo para las madres que abortan clandestinamente es moralmente equivalente al riesgo que afronta un asesino cuando delinque (especialmente en lo que se refiere a la despenalización total propuesta por Alejandro Gaviria)… y todavía no he leido a nadie proponiendo legalizar el homicidio para proteger la vida de los asesinos.

    Finalmente, es importante notar que ninguno de los argumentos expuestos hace referencia a la Iglesia o a Dios. No es necesario citarlos para defender la vida humana.

  • Alejandro Gaviria
    16 mayo, 2006 at 4:27 am

    Puede sonar duro pero la pobreza si se reduce impidiendo que los pobres tengan hijos. Muchos estudios han demostrado que la forma más expedita de reducir la pobreza es mediante el círculo virtuoso: mas ingreso, menos hijos, mayores posibilidades de generar ingresos, menos hijos…

    Ningún país civilizado (o ninguna comunidad humana) cohonesta con el homicidio. Muchas sociedades, por el contrario, aceptan el aborto. Por ello la analogía con el homicidio es equivocada, solo explicable, en últimas, por el fanatismo religioso.

  • Anónimo
    16 mayo, 2006 at 11:48 am

    Es una semilla una planta? No: es una planta en potencia y que lo sea o no dependerá de los cuidados que se le prodiguen.

  • El editor
    17 mayo, 2006 at 6:53 pm

    Me gusta la idea de la «tiranía de la opinión pública». Sirve para dar cuenta de la posicion de la Iglesia Catolica: si los curas no quieren ponerse el condon y si las monjas no quieren abortar, pues que no lo hagan. Pero que dejen en paz al resto de la sociedad colombiana.

  • Cerebro
    19 mayo, 2006 at 10:50 pm

    Sigo pensando en los niños como sujetos de derecho, sigo pensando en la vida, los casos en los cuales la Corte despenalizó el aborto son aceptables y la decisión está validada por un reclamo que hacia la sociedad desde hacia mucho tiempo…

  • helena
    22 mayo, 2006 at 7:18 pm

    Lo que dice Alejandro sobre la relación entre pobreza y número de hijos es requetesabido, aunque me parece que cometió un lapsus en la elección del verbo: «impedir que los pobres tengan hijos» suena como si hubiera que imponer por la fuerza el control de la natalidad y el aborto. Y creo -espero- que eso no es en lo que el está pensando.

  • helena
    22 mayo, 2006 at 7:50 pm

    Bienvenida la decisión de la Corte. Pero me parece que tanto en su argumentación como en sus efectos no es una decisión que toque mucho la relación embarazos no deseados-pobreza.
    Por otro lado,me parece que en Colombia el problema no es tanto por el número de hijos que tienen los pobres, sino por el momento en que los tienen. En otras palabras, el embarazo adolescentes.
    Creo que el alcance de este problema va más allá de la ilegalidad del aborto. Incluso, no creo que sea sólo falta de educación sexual o de acceso restringido a métodos anticonceptivos.
    Alejandro habla de un circulo virtuoso: menos hijos,más ingresos, menos hijos. No es difícil imaginarse el circulo vicioso que se le opone en el caso de Colombia: más pobreza, menos oportunidad, más embarazos adolescentes, menos oportunidades, más pobreza.
    Creo que falta un estudio más a profundidad que vaya más allá de las cifras y que explique mejor cómo funciona esa relación. Encontré en estos días una reseña de un estudio sobre madres solteras en barrios pobres de Filadelfia que señala algo que, intuyo, puede ser muy parecido a lo que está ocurriendo aquí (perdón por citar en inglés):
    «For those without realistic prospects of attending college or launching high-powered careers, Edin and Kefalas conclude, motherhood provides an alternative means of proving their worth to themselves and their peers, and an alternative identity around which to structure their lives. (…) The lack of prospects makes the opportunity cost of childbearing relatively low. Poor women understand how to use birth control as well as their more affluent peers do, but they have less motivation to take every precaution against pregnancy, because they lack the high economic and academic aspirations a child might derail».
    La reseña se puede consultar en: http://www.reason.com/0606/cr.js.marital.shtml.