Pero más allá de esta coincidencia, existen razones de fondo para los padecimientos de segundo período. El desenamoramiento convierte las rencillas naturales en problemas estructurales. Peor aún: los presidentes reelegidos generalmente no tienen luna de miel: su primer año no es el primero sino el quinto. Además, las alianzas reeleccionistas involucran tantas transacciones que algunos políticos tienden a sentirse utilizados: tratados como simples parejas de ocasión. Para no mencionar los efectos estratégicos de final de período: un presidente en campaña puede ser una pareja útil, un presidente con siete años encima es un estorbo.
Dadas las razones anteriores, no resulta extraño que muchos analistas ya estén anticipando graves problemas de gobernabilidad durante el segundo período de Uribe. O que otros se apresuren a describir la elección de las directivas del Congreso como un espectáculo de canibalismo uribista. Ambas opiniones parecen estar preparando el camino para una gran confrontación política (o un gran escándalo) durante un probable segundo período de Uribe. Sea lo que sea, no me queda duda de que el Presidente Uribe será la primera víctima de su malhadado invento.