Pero Mill siempre argumentó que las decisiones públicas deberían tener en cuenta no sólo principios generales, sino también estimaciones utilitaristas: la suma del bienestar de los individuos. Su defensa de la libertad de expresión, por ejemplo, enfatizaba no tanto los derechos humanos, como los beneficios materiales reportados por la libre confrontación de ideas y puntos de vista. Seguramente Mill hubiese encontrado relevante, para el debate de marras, la evidencia acopiada por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud. 52 por ciento de los niños colombianos menores de cinco años no son deseados, en el sentido preciso de que sus madres habrían querido aplazar su nacimiento, definitiva o parcialmente. Los niños no deseados presentan peores condiciones de salud y nutrición que sus contrapartes con características demográficas y socioeconómicas similares.
Pero el asunto va más allá. Algunos embarazos no deseados terminan siendo interrumpidos en circunstancias insalubres y clandestinas, con grave riesgo para las madres que se atrevieron a ejercer la libertad defendida por Mill. Según la misma encuesta ya citada, 15 por ciento de las mujeres colombianas han recurrido, en algún momento, a prácticas o procedimientos abortivos con el fin de evitar la maternidad. La penalización del aborto no sólo restringe la libertad individual; también multiplica el sufrimiento y la infelicidad. En consecuencia, tanto los liberales (por razones de principio) como los utilitaristas (por razones de pragmatismo) deberían apoyar la despenalización total: el destino inevitable de cualquier sociedad moderna.
Mill no sólo llamó la atención sobre la coerción institucional, sino también sobre la “tiranía de la opinión pública” y el “despotismo de la costumbre”. Como muchos liberales, creía que la opinión pública podía limitar las libertades individuales de manera tan efectiva como los gobiernos despóticos. Así, sus escritos constituyen una referencia obligada con el fin de refutar la posición conservadora, según la cual la despenalización del aborto sólo puede ser decidida por el Congreso o mediante mecanismos directos de participación ciudadana. Mill sabía que una sociedad moderna (laica y liberal) debería conservar y promover salvaguardias contra una mayoría que insiste en imponerle sus pretendidas virtudes a una minoría que no las comparte.
Quisiera terminar con otra coincidencia. La sentencia de la Corte ocurrió en la misma semana del día de la madre. Ojalá este hecho fortuito sirva para llamar la atención sobre la necesidad de la despenalización total, para que así, en un futuro cercano, el día de la madre simbolice la celebración, no de una imprudencia o de una imprevisión o de una torpeza, sino de una decisión libre y consciente. Tal como corresponde a cualquier sociedad moderna.