La perpetuación de Chávez merece algunos comentarios:
La facilidad con la cual Chávez ha consolidado una dictadura petrolera. Los petrodólares le permiten al tirano en ciernes comprar apoyo popular mediante asistencialismo selectivo, el cual genera solidaridad y crea dependencia. Así mismo, los petrodólares le permiten comprar la solidaridad de los militares y burócratas que participan del festín, y le permiten, al mismo tiempo, presccindir del sector privado: el monarca no necesita sus impuestos y puede, entonces, ahorrarse los reclamos permanentes de certidumbre y reglas claras.
La facilidad con la cual Chávez se ha valido de instrumentos democráticos para consolidar su poder. Hace apenas dos décadas, la distinción entre democracias y dictaduras era expedita. El fondo y la forma coincidían: los dictadores se vestían de uniforme y los demócratas de traje. Actualmente los disfraces democráticos vienen hechos a la medida. En muchos países, Venezuela, entre ellos, los ciudadanos votan, los jueces fallan y los medios reportan pero los dueños del poder operan con pocas restricciones reales: son dictadores vestidos de traje. Tiranos en el sentido de Madison: “la acumulación de todos los poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, en las mismas manos puede ser justamente pronunciada como la definición misma de la tiranía”.
La facilidad con la cual la izquierda cohonesta con la dictadura y la corrupción cuando son ejercidas por quienes utilizan un discurso populista. Pareciera que la izquierda estuviera dispuesta a renunciar a la libertad, no para conseguir la igualdad, sino para congraciarse con la retórica (en últimas vana) de la reivindicación y el odio de clases.
Con todo, el modelo es perfecto. Con la ventaja adicional de que la misma presencia de Chávez introduce incertidumbre en el mercado del crudo, lo que mantiene los precios altos y lo afianza aún más en el poder. Estabilidad absoluta. Hasta el 2031. En el mejor de los casos.