“La arrasadora presencia de los grandes pulpos editoriales españoles imponiendo un modelo de escritor aséptico, incoloro, doméstico, ha cumplido pues, la tarea de que en este país las nuevas élites sociales presuman de su cultura, impulsen el filisteísmo e ignoren al verdadero intelectual por ser una figura que los incomoda. El error, tanto de Posada Carbó como de Alejandro Gaviria consiste en identificar al intelectual con estos productos del mercado, ya que el intelectual sigue ahí en las universidades, pienso en José Olimpo Suárez, en Fernando Cruz Kronfly, en Iván Darío Arango, en Jaime Jaramillo Panesso, en García Posada, en Orlando Mejia, en Alfonso Monsalve, etc. Textos que no aparecen en las publicaciones frívolas ni se confunden con “memorias”, banales informes sobre acontecimientos inmediatos, escritos por segundas manos y firmados por prestigiosos políticos, banqueros, hombres de negocio”.
Dario Ruiz Gómez, El Mundo
“En personas como Laura Restrepo, William Ospina, la fuerza de la opinión no está en los hechos ni en el análisis sino en dos elementos: la retórica y el medio de comunicación. Así, sin negar su abordaje del «hombre honesto», yo lo veo más racional: así como en este lado se trata de opinar desde la experimentación, el empirismo, el análisis frío, desde los poetas-escritores es la palabra, mejor la hipérbole, la herramienta. Sin hipérboles ni juicios absolutos de valor pues la indignación intelectual no tiene poder; asimismo si no refleja los lugares comunes pues no se conecta con la emoción del lector. Es paradójico la semilla de anti-intelectualismo de los llamados «intelectuales». Insisto en mi posición más sociológica: en un país sin formación científica, sin metodología en sus élites, sin formación matemática y con desprecio por el empirismo y un odio visceral a la filosofía del pragmatismo, pues los voceros serán los literatos, los poetas, los novelistas, los ensayistas de la hipérbole”.
Francisco Miranda
“Precisemos el sentido de la discusión. Ospina me señala por defender «la pureza de nuestro Estado y de la noble estirpe de las instituciones». Ni lo uno ni lo otro. He defendido la necesidad de reconocer la complejidad del Estado colombiano, su legitimidad y sus tradiciones democrático-liberales, con logros, adversidades e imperfecciones. Postulado bien distinto del que equívocamente me adscribe. Que exige interpretaciones matizadas, no condenas absolutas. Para Ospina, algunas opiniones son axiomáticas –»nada más evidente», nos dice, como si fuesen incontrovertibles–. No he propuesto negar problemas, sino colocar el debate en otro nivel, mejor informado, por encima de esos lugares comunes que él prefiere”.
Eduardo Posada, El Tiempo