Esta semana Barry Bonds rompió una de las marcas legendarias del deporte mundial. Pero sus 756 jonrones, logrados a lo largo de una exitosa carrera, fueron recibidos con escepticismo, en el mejor de los casos. Y con indignación, en el peor. Para muchos aficionados (y varios especialistas) Bonds es simplemente un tramposo. Un atleta que llegó a la cima por el atajo imperdonable de los esteroides. Un hombre que traicionó los valores tradicionales del deporte: la integridad, el honor y el sacrificio. Un héroe artificial, producto de una alianza inmoral entre la química y la ambición.
Los comentaristas deportivos, siempre a la caza de héroes caídos, han renovado sus discursos moralistas. Sus lamentos nostálgicos. Su indignación ante la falta de escrúpulos de los deportistas. Pero tarde o temprano los moralistas deben confrontar a los realistas. La semana pasada la prestigiosa revista científica Nature publicó un editorial en el que abogaba por la legalización del doping. Al mismo tiempo, varios periodistas señalaron que el uso limitado de esteroides (o de hormonas de crecimiento) no representa ningún riesgo para la salud y por lo tanto no debe ser considerado como doping.
Los moralistas olvidan que todas las actividades humanas están contaminadas. El doping hace parte de la vida. Las hormonas de crecimiento (prohibidas para los atletas) son recetadas extensivamente para tonificar los músculos y reducir los síntomas del envejecimiento. 30 millones de estadounidenses usan Prozac para combatir la depresión y aumentar la productividad laboral. Muchos profesionales ambiciosos toman estimulantes para resistir la lucha diaria por llegar primero. Las ayudas químicas reflejan no tanto la perversión de los valores, como los avances de la ciencia y de la técnica. “Si los espectadores recurren a la farmacología para reducir su masa corporal y a las píldoras para aumentar su memoria —pregunta la revista Nature— ¿tiene sentido exigirles a los atletas que se priven de tales beneficios?”. Por supuesto, no.
El doping puede asimilarse a las cirugías cosméticas. Y las competencias deportivas, a los reinados de belleza. En ambos casos, la tecnología no reemplaza las cualidades innatas o adquiridas: las complementa. La reina compite de la mano del cirujano; el atleta, de la mano del químico. Ambas alianzas son fructíferas. Las reinas son cada vez más perfectas; los atletas, cada vez más altos, más rápidos y más fuertes. Algunos puristas lamentan la perversión de la competencia y la moral. Pero, en últimas, los reinados de belleza sugieren que la legalización de las ayudas externas no desvirtúa la competencia. Paradójicamente, la intensifica. Aumenta el promedio y disminuye la varianza.
Cabría aceptar, entonces, que, en el futuro, muchos deportes se asemejarán a la Fórmula Uno. La victoria se decidirá por la colaboración entre el atleta y el científico. La disputa se dirimirá tanto en los estadios, como en los laboratorios de investigación y desarrollo. Lo mismo ocurre actualmente en los reinados, los cuales se definen tanto en la pasarela, como en el quirófano. Es un signo de los tiempos. Un indicio de lo que viene. De la transformación del hombre en otra cosa. En un híbrido de la genética y la tecnología. En una especie artificialmente superior. Con un cuerpo más sano. Con una mente más ágil. Y con la misma confusión de la moral.
Tarantini
11 agosto, 2007 at 1:49 pmAlejandro:
Este artículo de hoy debe ser una broma suya, o simplemente lo entendí mal porque no creo que sea moralista creer que un deportista profesional deba estar libre de ayudas exógenas, como los esteroides, por ejemplo, y las reinas de cirujías.
En mi opinión, el verdadero deportista es el que gana por sus condiciones superiores (corporales y mentales), sin ayudas extra o sustancias dopantes. Y las reinas, aunque personalmente no comparto esos eventos de belleza, son aquellas mejor dotadas por la naturaleza en asuntos corporales y mentales: naturalidad, frescura, inteligencia, sentido del humor, compañerismo…
Yo siempre he preferido la belleza sin ayudas del bisturí, aunque las redondeces o caídas naturales de algunas partes de algunas formas de la mujer no sean apreciadas por estos días. Yo por lo menos las aprecio más, las hace más humanas y menos androides a mis ojos y sentidos en general.
Yo creo que con este artículo usted está «mamando gallo», si no bienvenido su punto de vista.
Anónimo
11 agosto, 2007 at 2:37 pm“Es un signo de los tiempos. Un indicio de lo que viene. De la transformación del hombre en otra cosa. En un híbrido de la genética y la tecnología [¿i.e.Michael Jackson?]. En una especie artificialmente superior. Con un cuerpo más sano. Con una mente más ágil. Y con la misma confusión de la moral”.
No hablemos de los Frankensteins que nos anuncia con trompetas de ángeles y querubines, porque hasta susto da…
¿Con un cuerpo más sano y con una mente más ágil? Será por eso que los tenistas profesionales argentinos, casi todos suspendidos por el uso de esteroides, pueden derrotar con facilidad a atletas consumados como Roger Federer y Rafael Nadal, que trabajan su cuerpo a base de disciplina, consagración, ayudas físicas y médicas, pero no con químicos ilegales. Lo mismo se puede decir de Juan Mauricio Soler comparado con sus pares europeos inyectados con esteroides. ¿Se le acabó de un momento a otro el romanticismo exaltado acerca del poder de los pulmones de alguien que se ha criado como ciclista en el altiplano cundiboyacense versus los cultores del EPO? ¡Profesor Gaviria, qué contradicción!
Esto para no hablar de lo sano que resulta un cuerpo atarugado de silicona y otras porquerías, que después hacen maravillas y dejan a las hembritas convertidas en monstruos.
Evidentemente usted tampoco está libre de la confusión moral que le endilga a otros.
Alejandro Gaviria
11 agosto, 2007 at 2:54 pmTarantini:
Más que mamando gallo, estoy exagerando. Creo, sin embargo, que el debate sobre la legalización del doping es necesario.
Hace dos semanas, recién terminado el Tour de France, quise escribir una columna similar. Pero no fui capaz. Esta semana me topé, por casualidad, con el artículo de Nature y me animé a escribirla. En todo caso, me interesan mucho las distintas opiniones al respecto.
Maldoror
11 agosto, 2007 at 2:56 pmA ver si entiendo: el doping está bien porque lo recetan para retardar el envejecimiento y tonificar los músculos de los estadounidenses; entonces ¿Por qué no permitirlo en el deporte? Yo por mi parte no tengo problema en que se abran ligas donde se acepte de manera manifiesta el doping (deberían hacer eso sobre todo en el «tour de france»..un tour de dopados y otro de no dopados). Pero el argumento es flojo y es que ignora las reglas que rigen la mayoría de las competiciones donde el doping está prohibido. Y por ende quienes no se dopan compiten en franca desventaja con quienes lo hacen. Ese, creo, fue el pequeño detalle que se le olvidó mencionar a Alejandro en su columna. Ahí está la «trampa» y de ahí se agarran los «indignados moralistas». Con toda la razón.
Por otro lado, Alejandro peca por inocente. Una liga o competición deportiva donde el dopping sea permitido, inexorablemente hará que los deportistas que quieran ganar tengan que doparse con dosis mucho más altas de las que supuestamente son saludables y por ende terminaría exponiendo la vida de los competidores. Pensar que eso no sucedería sería negar las mismas premisas del capitalismo salvaje -salvaje hasta el punto de considerar bueno y deseable tener ligas de deportistas abiertamente dopados- que rigen esta columna. Uds excusarán el «moralismo», o realismo, como lo quieran llamar.
Apelaez
11 agosto, 2007 at 3:11 pmResulta contradictorio que Maldoror, tan avido y prolífico defensor de la despenalización de la droga, venga a señalarnos los peligroso que resultaría la despenalizacion del dopping debido a la dinámica «salvaje» del capitalismo.
Para Maldoror resulta plenamente justificable despenalizar la droga pero injustificable el uso de droga para ganar una competencia deportiva. ¿Por qué? Porque para Maldoror doparse es hacer trampa, y si se permite la trampa, todos los deportistas terminarán adictos a las drogas y enfermos.
Entonces tambien es trampa que se haga ejercicio, que se entrene más alla de lo normal, que se tengan genes «superiores», que se cuente con mejores equipos y mejor personal de entrenamiento.
Para responderle lo de TM.
1. No es verdad que los operadores privados esten subsidiados (de hecho es de los unicos sistemas de transporte masivo que no lo estan)
2. Que los operadores deben «retribuir» mas a la ciudad. Eso es facil decirlo hoy cuando el sistema funciona y es rentable. Al inicio del sistema ningun inversionista queria entrar y por ende era necesario que el retorno a la inversion justificara el riesgo que se tomada.
3. Que se deberian hacer tarifas especiales. Los operadores de TM tienen contratos de concesion en donde se estipulan la forma de retribución. Si se hacen tiquetes especiales los tendria que subsidiar el distrito, de lo contrario, se estaria violando un contrato.
Alejandro Gaviria
11 agosto, 2007 at 3:19 pmTodos los ciclistas se dopan. Unos con mayor asiduidad. Otros con mayor inteligencia. Pero nadie puede competir en el Tour de France sin algún tipo de ayuda. Lo mismo puede decirse de los bateadores. Como la frontera entre lo legal y lo ilegal es nebulosa, la legalización traería, al menos, alguna claridad.
La legalización traería excesos y problemas. Pero la autorregulación, las mismas normas culturales y las advertencias médicas mitigarían, con el paso del tiempo, muchos de los inconvenientes.
Como dice apeláez, el argumento es similar al de la legalización de las drogas. En mi opinión, las redadas de la policía francesa a los equipos de ciclismo son detestables.
Sobre Soler: reconozco la contradicción. O, al menos, la ambivalencia. Simplemente soy escéptico sobre la posibilidad de acabar con el doping en el deporte de alta competencia.
lucho herrera
11 agosto, 2007 at 3:40 pmLo detestable no es el doping. Es la desigualdad: que los inescrupulosos tengan ventaja. La legalización, por lo menos, acabaría con la desigualdad.
Maldoror
11 agosto, 2007 at 3:43 pmApelaez:
Ud no leyó ni entendió bien. Yo no estoy en contra de la despenalización del dopping (por el contrario dije que no tenía problema en que se abrieran ligas donde el dopping estuviera abiertamente permitido). Pero al igual que con la droga, no creo que la despenalización equivalga a aprobarlo moralmente. Hablando éticamente, hay acciones que aunque no puedan ser sancionables por la ley, no quiere decir que esten bien. No debería ser legalmente prohibido que la gente se dope o meta drogas, pero eso no quiere decir que no pueda ser un problema o una actitud criticable.
Ahora, en el caso específico del dopping, si doparse está prohibido dentro del marco de los reglamentos de una competición deprotiva (que no es lo mismo a que este prohibido LEGALMENTE) pues obviamente que los deportistas que se dopan están haciendo trampa y esán obteniendo una ventaja sobre aquellos que no lo hacen. No creo que eso de para meter a un deportista a la cárcel (como ha sucedido desafortunadamente) pero si creo que es censurable moralmente y es penalizable de acuerdo al reglamento interno de la competición (expulsión, multa etc).
Finalmente su comparación del dopping con el ejercicio me parece inadecuada. La idea es que el deportista sea mejor por sus propios medios, y eso incluye un buen entrenamiento, no con ayudas externas.
Lo de TM se lo respondo más tarde.
Anónimo
11 agosto, 2007 at 3:46 pmImagino que bajo esta nueva tesis, los alumnos de AG en la Universidad de los Andes se sentirán con el derecho de utilizar «ayudas académicas» durante los exámenes para mejorar su desempeño en la competición, subir su calificaciones, conseguir mejores puestos y mejores salarios. Porque el mundo es de los vivos y no de los que se rigen por las estúpidas reglas.
Alejandro Gaviria
11 agosto, 2007 at 4:08 pmAnónimo 9:37:
En su libro The Singularity is near, Ray Kurzweil presenta una serie de especulaciones sobre el futuro del cuerpo y la mente humana. Las posibilidades son enormes. Y fascinantes. En 2030, dice, seremos más no biológicos que biológicos. Las maquinas serán cada vez más como nosotros y nosotros cada vez más como las maquinas.
Anónimo 10:46:
Yo no estoy argumentado que todas las reglas sean estúpidas. Pero, en algunos casos, las reglas deben adaptarse a las circunstancias. Lo mismo ocurre con los sistemas de evaluación. Hay un límite para lo punitivo. Y la clave está, muchas veces, en redefinir la competencia y cambiar los métodos de evaluación.
Anónimo
11 agosto, 2007 at 5:18 pmLELO 69
MODAFINIL
Alejo:
También te puedes dopar..
El «Modafinil el Viagra de los trabajadores»
«Comercializan una píldora que mantiene la concentración por más de 40 horas».
Desde hace menos año el mercado farmacéutico dispone de un nuevo medicamento que permite pasar entre 40 y 88 horas en buen estado de concentración mental y sin los efectos de las anfetaminas.
La píldora que actualmente a modo de métafora la denominaron el “viagra de los trabajadores” fue producida por el laboratorio Cephalon en Estados Unidos. De acuerdo a sus fabricantes, en vez de recurrir a las anfetaminas o a drogas estimulantes como la cocaína, el Modafinil no crea dependencia.
En Colombia lo produce PROCAPS con el nombre de Vigil y le puede servir a todos ustedes que trabajan, estudian, escriben y leen como un berraco
Maldoror
11 agosto, 2007 at 5:26 pmAñado una adenda a mi último comentario:
Estoy en contra de que la ley condene inherentemente con cárcel a los deportistas que se dopan. Pero pueden haber casos en que es perfectamente légitimo. Por ejemplo, en el caso del Tour de Francia, uno si podría considerar que los deportistas que se dopan están cometiendo un fraude, pues están haciendo trampa a un reglamento establecido para ganar, en una competición que paga dinero a quienes triunfan.
Apelaez
11 agosto, 2007 at 5:41 pmMaldoror, es verdad, no lo entiendo ni entiendo lo que dice. ¿Usted esta de acuerdo con que se legalize el dopping, pero no aprueba su uso desde una perspectiva moral? Perdoneme pero eso es como aceptar la legalización de la pedofilia pero no aceptarla moralmente. O mejor dicho, una contradicción.
Apelaez
11 agosto, 2007 at 5:42 pmMaldoror: sobre su adenda. Un consumidor de droga castigado a la muerte en indonesia. Es un criminal, porque asi lo afirman las normas del pais
Juan Francisco
11 agosto, 2007 at 5:50 pmEsta muy interesante la discusión de esta semana. Creo que aunque acaba de iniciar ya hay poco que añadir. Pero lo que creo es que Alejandro se ha dado la libertad de pensar en un futuro, no tan lejano como para desestimarlo como posible, pero tampoco tan cercano como para sentir sus irremediables consecuencias inmediatas.
Pienso que traspolar la discusión de la legalización de la droga ilegal a la del doping y el tratamiento hormonal tiene sentido. Existen unas condiciones de alta demanda ante esta práctica, es imposible restringir su uso y hay un sector de la sociedad que no puede dejar de depender de estas prácticas.
Y también creo que el desarrollo biotecnológico va a condicionar nuestras vidas de una manera inimaginable en épocas anteriores. La verdad es que la oferta que el mercado da gracias a los avances biotecnológicos es algo que no se puede esconder ni restringir. Por esto, nuestra cultura y nuetro modo de vida se terminan adaptando a nuestro propio desarrollo científico. Igual, las condiciones de belleza de las tribus africanas con mínimo contacto con la modernidad hoy en día nos parecen atroces, como la ablación del clítorix, la escultura de los dientes, la deformación de las orejas y el cuello… Los chamanes consumían hongos para hacer sus rituales… en fín, los ejemplos no solo existen en el presente y en el futuro, sino también en nuestro pasado.
Maldoror
11 agosto, 2007 at 6:04 pmApelaez:
No. Lo que pasa es que no toda acción censurable ética o moralmente puede ser castigada legalmente. Ponerle los cachos a su esposa probablemente sea censurable (es una forma de engañar a otra persona) pero creo que nadie (excepto fanáticos religiosos) piensa que debería ser punible. Consumir droga de manera adictiva es nocivo para la salud, y el que la vende es complice de eso, y por ello puede ser censurable; pero eso no quiere decir que exista la autoridad para coercionar y castigar a los que la venden o la consumen. Y podríamos citar mil ejemplos más al respecto, y entre ellos cabe el doping.
Ahora, el ejemplo del consumidor de droga en indonesia no es equiparable con el del deportista que comete fraude para ganar una competición en la que le van a pagar. En el primer caso el consumidor no esta agrediendo a nadie ni violando sus derechos, mientras que en el segundo hay una violación de un contrato o pacto establecido para ganar dinero (lo que es prácticamente una forma de robo..es más o menos lo mismo que llevar un par de dados trucados o una baraja trucada a un casino para ganar en las apuestas).
Apelaez
11 agosto, 2007 at 6:17 pmMaldoror. El caso del ciclista dopado y el drogadicto en indonesia son identicos. Ambos estan violando una norma (contractual, legal, estatutuaria, etc). Ambos piensan que sus acciones son justificables o que por lo menos vale la pena romper las reglas.
Es obvio que hay varios sistemas normativos, y que la esfera moral no es identica a la legal. Que existen cosas moralmente reprochables pero legales.
Todo el debate «moral» sobre la droga se centra en afirmar que la decision de drogarse o no (dañarse o no) es una cuestión individual que no afecta a otros y por ende no debe ser penalizada. Lo mismo ocurre con los dopados. Si se dopan pueden enfermarse y hasta morirse, y si, tal vez ganen competencias (tal vez no, el simple uso de dopping no lo va a hacer ganar el tour de francia, como ponerse tetas de silicona no la va hacerse nombrar miss universo).
Anónimo
11 agosto, 2007 at 6:19 pmBRABONEL.
Jaime, yo creo que no se puede subestimar el poder de la manipulación, de la misma forma que la mentalidad tradicional, todo no puede ser calificado como cuestión de deseos. Comparto con Usted que una de las principales cosas que nos tiene jodidos es el orgullo castizo igual que el limbo en que viven muchos de los herederos de ese orgullo, un ejemplo es Antonio Caballero. Alguien describía a Antonio Caballero como un personaje que nunca se acomodo a su clase social ni a su rango jerárquico, pero eso no es cierto, Caballero a lo que no se acostumbro y a lo que no se acostumbra es a que ese rango no signifique nada en el Mundo civilizado. Se puede decir que Antonio Caballero vive en medio del odio por ser lo que es y en donde lo es. Un poco confuso.
Lo que no puede compartir con Usted es que cada colombiano nace con la marca de la mentalidad tradicional, como una especie de los de los tres seis imborrables. Si así fuera la mentalidad tradicional no hubiera necesitado apoderarse de los colegios públicos por medio de FECODE y adoctrinar a los niños desde pequeños, ni tampoco de la prensa y etcétera. Hay que hacer un poco de historia para ver que la toma de Cuba por parte de los Comunistas, no se le puede atribuir solo a la mentalidad heredera de la colonia. Entonces Fidel Castro no hubiera necesitado de la manipulación para encerrar a Cuba y perpetuarse en el poder. El cuento de Patria Socialismo o Muerte se debió a que Cuba necesitaba al Socialismo para defenderse de la muerte que traerían los gringos, es decir, sin la ayuda de la Unión Soviética, Cuba solo encontraría la muerte.
Lo increíble es que Álvaro Uribe piensa igual que Usted Jaime. Uribe Gobierna no luchando en contra de esa mentalidad sino adaptándose a ella y sorprende aun más que Usted critique las triangulaciones de Uribe ¡Es que eliminar la parafiscalida también podría ser entendido como dejar en libertad a los Empresarios para que exploten a los obreros ¿al empresariado mandarse la mano al bolsillo no esta demostrando que le importa el obrero? Igual que eliminar mas trabas a la creación de riqueza se podría leer como abrir el camino a los vampiros capitalistas para que tomen los cuellos de los pobres obreros! Ante todo, antes que la mentalidad tradicional yo creo en una guerra de manipulaciones. Que ellos lleven la delantera es otra cosa.
Maldoror
11 agosto, 2007 at 6:25 pmApalaez:
Los casos son identicos en tanto ambos desafían un sistema normativo. Pero ese no es el punto. El punto es si ambas acciones son moralmente equiparables y sobre todo, si el sistema normativo que pretende juzgarlas está en lo correcto. Es evidente que en el caso del drogadicto de indonesia el sistema normativo aplicado es infame mientras que para el caso del ciclista dopado podría estar justificado, si es el caso de que el deportista este cometiendo un fraude al doparse. Ese es el quiz del asunto después de todo, y por eso es que estamos tratando de discutir si es mejor o no legalizar la droga o el consumo de dopping.
Respecto a lo que ud dice sobre la droga, ese no es «todo el debate moral» (si debe o no ser prohibido producirla, venderla y consumirla). Eso es sólo una parte. No todo lo que concierne a la moralidad está relacionado con lo que es legal, aunque si todo lo que es legal debería estar relacionado con lo que es moral (o más bien, lo que es licito o no legalmente imponer). El ejemplo de los cachos -y muchos otros mas- donde no se transgreden los derechos individuales (y no debería haber intervención de la ley) pero si se comete una acción condenable desde la moral o la ética es válido. Y ese tipo de discusiones sobre ese tipo de acciones no sólo son legitimas, sino que es importante que se den -y si es necesario a nivel publico-.
Anónimo
11 agosto, 2007 at 8:00 pmMaldoror tiene razón: los casos del consumidor de droga en Indonesia condenado a la pena de muerte y del deportista que se dopa no son equiparables por la simple razón de que el primero está ejecutando una acción individual que viola la ley pero cuyo resultado solo lo afecta a él, mientras que el segundo está haciendo algo que viola las reglas de la competición deportiva PARA LOGRAR VENTAJAS frente a otros y posiblemente salir ganador, en detrimento de los que NO VIOLAN LAS REGLAS.
AG quiere resolver el problema proponiendo que las reglas permitan el dopaje por parejo para que no haya ventajas adquiridas por vías non sanctas. Así que todos los deportistas, quieran o no, tendrán que doparse para conservar sus chances de salir airosos.
En el mismo sentido, los reinados de «belleza» podrían convertirse en el «Festival anual del bisturí, la silicona y el colágeno», donde no se premie a las mujeres que participan sino a los cirujanos que con tanto primor las fabricaron (como en el caso de las esculturas, donde se premia al artista que hace maravillas con el martillo y el cincel y no el bronce o el marmol que le sirven de materia prima). Podrían hasta desarrollar marcas registradas tipo «Tetas Fulanito de Tal» o «Culo Menganito» o «Cintura Perencejo». De manera que todas las candidatas, para poder competir, deberán someterse al cuchillo y eso será lo que se juzgue.
Ahora, puede que AG tenga razón y que esa sea la ola del futuro, de modo que lo mejor será regularla y no resistirla. Pero de ahí a considerar que se trata de un porvenir realmente fascinante, me reservo el derecho a diferir de la opinión del anfitrión y de su fuente.
Jaime Ruiz
11 agosto, 2007 at 8:50 pmCreo que los temas del dopaje en el deporte y el hombre nuclear no tienen mucha relación. Sobre todo porque desconfío automáticamente de todos los que conceden importancia a las competiciones deportivas. Supongo que legalizando el dopping se conseguirían mejores marcas y las gestas seguirían decidiéndose por la disposición a sacrificar la salud en aras del aplauso del populacho y del dinero que lo acompaña. Lo que no me ha quedado claro es el carácter inocuo de los esteroides.
Pero es previsible una humanidad modélica que nos resulte insoportablemente idéntica a nosotros: sin gordos, sin cojos, sin ciegos, sin desdentados ni calvos ni narigudos ni micropeneanos… Y también que la tecnología permitirá ensanchar exponencialmente las capacidades de percepción y respuesta. Lo que me parece es que el medio colombiano no es el más apropiado para discutir todo eso. Si ni siquiera se distingue entre ofrecer un empleo a alguien y atracarlo, o entre ser perseguido por cometer un fraude en una transacción (doparse siendo corredor del tour) y ser asesinado por procurarse placer (como en Indonesia), sin la menor duda los juicios sobre esa humanidad futura estarán teñidos de la más asombrosa moralina penitenciaria.
Javier Moreno
11 agosto, 2007 at 9:42 pmDeberían tener ligas de dopados y no dopados cuando el tipo de deporte lo permita. Los deportistas siempre corren riesgos se dopen o no. Si a un boxeador o a un atleta de los de ahora (sin doparse) no se le permitiera tener un equipo médico controlando su progreso, terminaría tullido. Si el dopping fuera legal en algunos ámbitos, podría haber más control médico de los procesos y se podrían reducir algo los riesgos que implica su consumo. Seguro que habría muchos menos accidentes.
(Qué refrescante salir, así sea por un momento, de la discusión sobre si todos los males de Colombia los debemos a la estirpe de Antonio Caballero y compañía. A Jaime le parece que ese debería ser el único tema a tratar, pero creo que aquí en este espacio hace rato que se agotó. Los circulos son bonitos al dibujarlos pero aburridísimos al caminar sobre ellos.)
Manuel Toja
11 agosto, 2007 at 10:03 pmYa que están hablando del dopaje me pregunto si las personas como Antonio Caballero no se dopan el cerebro para seguir viendo a Colombia como en tiempos de la colonia. Ese tipo es un todo terreno regando tinta para dibujar un Mundo que muchos IDIOTAS se los creen.
Anónimo
11 agosto, 2007 at 11:13 pmEsta haciendo falta Daniel en el blog.
Apelaez
12 agosto, 2007 at 12:10 amSi que vuelva Daniel
Alejandro Gaviria
12 agosto, 2007 at 12:21 amPuede que el doping tenga poco que ver con los hombres nucleares. Pero con seguridad no tiene nada que ver con Antonio Caballero.
Jaime: ¿será que los colombianos estamos condenados (además de la consabida soledad) a ser monotemáticos?
Finalmente, me uno a quienes piden el regreso de Daniel.
Jaime Ruiz
12 agosto, 2007 at 12:39 amAlejandro, ¿cuándo he hablado de Antonio Caballero o de cualquier cosa relacionada con él en esta discusión?
Al final lo que hay que hacer es seguir el aplaudido ejemplo de Javier: discutir sobre la edad de la gente y en lo posible divulgar calumnias y amenazas anónimas. Es la forma correcta de argumentar en Colombia.
Anónimo
12 agosto, 2007 at 1:33 amEstudiantes de economía de la universidad de los Andes, ya saben, tienen vía libre para consumir todo tipo de sustancias que les hagan mejorar su rendimiento académico, esto no sera motivo de reproche de por parte de sus directivos.
Alejandro Gaviria
12 agosto, 2007 at 1:41 amJaime: Disculpas. Simplemente cometí un error al atribuirle la alusión caballeresca de otro comentarista. Pero reitero que no estoy de acuerdo con que su punto de que “el medio colombiano no es el más apropiado para discutir todo eso”.
Alejandro Gaviria
12 agosto, 2007 at 1:55 amEl Espectador publicó este fin de semana una extensa carta de Luís Alfonso Hoyos (el director de Acción Social de la Presidencia) sobre el programa Familas en Acción y las críticas que discutimos la semana anterior.
Luis Felipe Jaramillo
12 agosto, 2007 at 2:48 amYo soy espectador de las discusiones semanales en este blog. Yo tambi�n me uno a los que pide que Daniel vuelva. As� uno s�lo est� de acuerdo con el ocasionalmente, sus comentarios le aportan algo de din�mica a la discusi�n.
Jaime Ruiz
12 agosto, 2007 at 7:57 amAlejandro: Brabonel copió una respuesta de la discusión anterior, en la que su texto tiene mucho sentido. Lo de que no se puede discutir en el contexto colombiano es un poco retórico y alude al hecho de que Sergio comparara los argumentos de Krugman sobre la maquila con quien recomienda entregar la bolsa en un atraco (el paradigma libertario, si uno no tiene trabajo, el que se lo ofrece está como cumpliendo un deber, de otro modo los independientes de la blogosfera protestan). Y también al absurdo de comparar (como hace Apelaez) el caso de un hombre condenado a muerte por drogarse con la persecución del dopping. (Ah, y lo del hombre nuclear no tenía nada de burla ni nada parecido, la reconstrucción de tejidos y órganos perfeccionados tecnológicamente es el tema de esa serie, y el del futuro de aplicación de la tecnología al interior de las personas.)
sapo
12 agosto, 2007 at 10:50 amLo malo de que vuelva Daniel es que reaparecerá Carlos.
Maldoror
12 agosto, 2007 at 2:26 pmJaime:
Lea lo que le respondí en la otra discusión y no se tire esta, por favor.
Pascual Gaviria
12 agosto, 2007 at 2:39 pmEl anónimo 9.37 pone a Federer y a Nadal como ejemplos de lo que llaman deportivismo, chicos ejemplares vestidos de blanco. No queda más que recordarle que Eufemiano Fuentes, la fuente de todos los líos de la operación puerto, era también «pediatra» del inocente niño Rafa Nadal. Así que hasta los que parecen inmaculados tienen sus ayuditas. Solo creo en la virginidad total de Marís Sharapova.
Santiago Ramos
12 agosto, 2007 at 2:48 pmGracias por su análisis de dopaje en el deporte. Lo más grave es que muchas estrellas siguen ganando hoy gracias a sustancias y procedimientos que todavía no han sido descubiertos por el comité antidopaje y por tanto no son considerados ilegales. De manera que la ventaja sigue siendo para quienes tienen laboratorios dedicados a producir nuevas técnicas. Por otra parte, de lo que se trata no es de los efectos perjudiciales que pueda tener una sustancia, sino de la lucha limpia, de no sacar ventaja indebida sobre los otros (fair play). Para terminar,mientras haya tanto (dinero, fama, patriotismo, etc.) en juego, habrá quien lo quiera ganar para si recurriendo a la trampa. En esto como en Colombia «la ley es para los de ruana»: pillan a los que siguen utilizando las sustancias para las cuales ya hay procedimientos de detección.
Maldoror
12 agosto, 2007 at 2:49 pmAlejandro:
Volviendo al tema, ud escribe:
Todos los ciclistas se dopan. Unos con mayor asiduidad. Otros con mayor inteligencia. Pero nadie puede competir en el Tour de France sin algún tipo de ayuda. Lo mismo puede decirse de los bateadores. Como la frontera entre lo legal y lo ilegal es nebulosa, la legalización traería, al menos, alguna claridad.
Quizás eso sea cierto HOY, pero no creo que lo haya sido en el pasado. No creo que doparse lo hayan hecho todos los jugadores béisbol o ciclistas hace 30 años, lo cual demostraría que si es perfectamente posible correr el Tour o jugar béisbol profesional sin necesidad de dopping.
Después añade:
La legalización traería excesos y problemas. Pero la autorregulación, las mismas normas culturales y las advertencias médicas mitigarían, con el paso del tiempo, muchos de los inconvenientes.
De acuerdo. El punto es que «la autorregulación y las normas culturales» no son cosas que suceden como por arte de magia, son cosas que dependen de lo que la gente haga. Y cuando ud escribe, con un tono francamente entusiasta:»Es un signo de los tiempos. Un indicio de lo que viene. De la transformación del hombre en otra cosa. En un híbrido de la genética y la tecnología. En una especie artificialmente superior. Con un cuerpo más sano. Con una mente más ágil. Y con la misma confusión de la moral.» no pareciera que tuviese la intención de recomendar ninguna autorregulación o sanción cultural para los deportistas que se dopan, sino más bien que celebrase ese futuro distópico de cyborgs, dispuestos a hacer lo que sea para ganar las competencias en la que participen.
Apelaez
12 agosto, 2007 at 3:36 pmDa risa este Maldoror. Tan liberal con el tema de la droga para consumo personal (asi sea Meth, heroina o bazuco) y tan ultragodo para el dopping.
Maldoror sueña con una olimpia estilo Riefenstahl, con deportistas pulcros vestidos de blanco y marchando con banderas antes de la competencia. Que romántico.
Maldoror argumenta que la diferencia entre la droga para diversión y la droga para ganar en un deporte, estriba en que en la segunda se comete fraude. Que ese es el quid.
Pues a mi no me parece. Es fraude porque al chutarse anabolicos se esta violando un reglamento. Si la prohibición desaparece del reglamento ¿Hay Fraude? Creo que no.
Que a Maldoror le choque moralmente que los deportistas metan anabolicos, testosterona o cualquier otra cosa para ganar una competencia (debido a que es una muestra de lo «salvaje» del capitalismo). Pero no le choque moralmente el uso recreativo de las mismas drogas muestra que lo que realmente le molesta no es el uso del doping per se, sino que se usen para ganar una competencia.
Y más que eso, lo que le molesta es la competencia.
Maldoror
12 agosto, 2007 at 4:15 pmApalaez:
Ud escribe que yo soy «liberal» con el tema de las drogas y «ultragodo» con el del doping. Pero a pesar de que se lo he aclarado dos veces, ud como que no entiende o lee lo que se le da la gana leer: yo dije desde el principio que no tengo problemas con que se legalize el dopping. Eso no quiere decir que no tenga problemas con el dopping en si mismo. Para ilustrarselo con otro ejemplo, creo que la censura que hay en algunos paises sobre la literatura que niega la existencia holocausto judio es injustificable -en tanto me considero defensor incondicional de la libertad de expresión- , pero a la vez creo que la literatura que niega la existencia del holocausto es una mierda y que aunque tiene el derecho a ser publicada, también puede y debe ser confrontada, rebatida y condenada.
Ud escribe que yo sueño con «una olimpia estilo Riefenstahl, con deportistas pulcros vestidos de blanco y marchando con banderas antes de la competencia.» No tengo ni idea de donde, aparte de su capacidad de torcer lo que uno dice, saca eso. Si pretender que los deportistas compitan sin el uso de estimulantes, y sobre todo que no lo hagan cuando la competición en que se inscriben lo prohíbe, es una fantasía de propaganda nazi, entonces creo que ud y yo no tenemos nada que discutir, excepto quizás su capacidad – llevada al ridículo – de caricaturizar los que la otra persona está diciendo.
Ahora, pues obvio que si la prohibición de «chutarse anabolicos» desparece de una competición, los que lo hagan cuando participen en esta no están cometiendo ningún fraude. Pero el caso puntual – el del tour de Francia- es que la prohibición existe, y que los deportistas que se inscribieron en dicha competición se comprometieron a respetarla. Por ende quienes se hayan dopado están cometiendo fraude, porque entre otras, la competencia ofrece dinero y premios a los ganadores. Me parece increíble que comprender ese simple hecho le cause tantos problemas.
Finalmente, creo que el uso de dopping en general es, al igual que el consumo masivo de drogas para fines recreativos, un problema de una sociedad capitalista, si se tienen en cuenta las consecuencias culturales del mismo. O mejor dicho, que ambos son consecuencia de la racionalidad propias de una sociedad capitalista. No creo que ninguno de los dos problemas se solucione con la prohibición estatal, pero no por ello no voy a dejar de pensar que en efecto son problemas.
Y finalmente, no, no me molesta la competencia. Lo que me desagrada es la competencia insana, sea como una forma de trampa o simplemente como una forma de autodestruirse para ganar a cualquier costo.
Jaime Ruiz
12 agosto, 2007 at 4:39 pmEn últimas, los que sueñan con unas competiciones de caballeros (ojo, nada que ver con el columnista) van a tener que esperarse a que se invente la máquina del tiempo para acompañar al barón de Coubertin porque el deporte de competición pronto tendrá problemas añadidos a los del dopping (no se resolvería nada legalizándolo, terminarían tomando pólvora como los piratas). La extensión de la tecnología al interior del cuerpo hace que dentro de poco sea posile implantar en las piernas de un atleta una musculatura artificial mucho más resistente que la natural. ¿Qué se haría con esos atletas?
Todo eso abre la esperanza de que desaparezca la preocupación por el dopping y ojalá lo antes posible por las marcas y récords y puntuaciones y por los nacionalismos que acompañan a todo eso.
Lanark
12 agosto, 2007 at 4:40 pmLa diferencia entre las drogas recreativas y las drogas «para lograr la excelencia» (por ahí habíamos hablado de la ritalina) es que las drogas recreativas se toman voluntariamente, o deberían tomarse voluntariamente, y las otras no.
Un deportista de alto rendimiento en un deporte de alto perfil mediático no tiene mucha libertad para decidir: si el entrenador decide si se usa dopping, se usa dopping. Hay casos donde el deportista, por esa estupidez que suele venir con la ambición desmedida, decide por su cuenta y sin engranarlo con el resto del entrenamiento, tomar dopping. Y hay casos en donde, muy a la usanza latina, hay reglas no escritas y sobreentendidos que presionan al deportista a que consume el dopping sin que ningún entrenador tenga que comprometerse.
Igual con la ritalina; una de esas mamás chinas de las novelas de Amy Tan que dejan poquísimo margen a la libertad de las hijas, o alguno de esos padres todopoderosos anglosajones, pueden decidir unilateralmente, con o sin información suficiente, que el hijo va a someterse a tratamiento con ritalina para rendir más en el estudio y ser un muchacho exitoso.
Con las drogas recreativas, también vemos que en ciertos círculos sociales, la presión sobre los adolescentes para usar drogas es tan grande que no hay duda de que en esos casos las drogas hacen parte de una coerción de la libertad.
Sin embargo, uno en un cierto momento tiene que decidir para quién es la libertad ¿es para el individuo, que no quiere ver su espacio invadido por presiones para consumir esto o lo otro? ¿o es para grandes corporaciones, que quieren precisamente «crear un mercado» que consuma toda la basura que producen?
Alexander Tamayo
12 agosto, 2007 at 5:38 pmParticipo esporadicamente en el blog y lo lo con mas frecuencia. Y me uno a todas las personas que piden el regreso de Daniel. Es una persona que le da dinamica a la discusion y con su tono sobrador le pone picante.
Que vuelva Daniel.
Pd Perdon por las tildes
Saludos,
panOptiko
12 agosto, 2007 at 5:46 pmAlejandro, para comentar su columna de la semana estuve revisando la del dopaje académico que apareció en junio. El tema es distinto pero da pistas para el avance.
Es distinto – aunque varios acá se obstinen en confundirlo – porque el carácter conpetitivo esta perfectamente definido en las justas deportivas, mientras que la meritocracia hace estragos en la academia.
Centrado en la columna, comparto el primer comentario de Jaime respecto a la importancia que se le da a los deportes. Aún así, me gustaría añadir un par de cosas:
– Curioso que no se mencionen deportes en equipo. Tal vez este doping sea imposible, razón por la cual los cavernicolas salieron avantes ante tantas fieras tan diestras.
– Lo interesante de lo que sucede, poco a poco, con la traginada lógica de la competencia es que deja un campeón y mil perdedores, algo que va segregando por si sólo el mundillo de los mounstrencos número uno, hasta que se vuelve como ir a ver a la mujer barbuda – o esos programas gringos de lucha libre.
– No puedo dejar de pensar que es triste aceptar que el cuerpo es sólo una máquina, porque sacrifica a unas personas a la merced de un juego y refuerza otras tendencias sociales deleznables: penes más grandes, eyaculaciones más voluminosas, erecciones más fuertes. Ni modo, somos el género pistón.
– Puede que los deportistas desde siempre sean unos sacrificados, pero por lo menos en medios sin dopping cualquier persona de cualquier condición podría decidirse por ese camino. Hasta el deporte perderan como opción los humildes pesistas colombianos.
– Saltándose el problema del cuerpo-máquina, Alejandro parece ignorar que con la legalidad la relación se invierte: no son los atletas ayudados por los químicos, es una competencia de químicos. La persona es un accidente. Es lo que tenía a la formula uno con problemas, cada año cambiendo el reglamento drásticamente. Los deportistas quedan para vender accesorios.
– Sin embargo, el efecto combinado del doping y la lógica de la competencia, han sido una bendición para tantos langarutos y feos en el mundo – entre los que me cuento. Antes, uno veía un hombre musculoso y uno se sentía un holgazán, un perezoso poca cosa. Ahora se puede ser panzón tranquilo y echarle la culpa a la negativa moral rotunda a caer en las drogas por tal figura.
En fin, si tanto les pica ver bestias humanas al máximo, me pongo del lado de los que proponen permitir los dos espacios y que el público elija. Sólo así dejaría uno de preocuparse cuando llega el niño a decirle a uno que quiere ser deportista.
Buena semana,
Lanark
12 agosto, 2007 at 6:58 pmPanóptiko: El dopping en el deporte funciona y en la academia, claramente, no funciona. Eso, de acuerdo, es una diferencia grande. Pero como hechos éticos, me parece que el asunto de si es una decisión voluntaria o una intromisión posiblemente funesta en la salud del individuo, sí hace a los dos casos muy similares.
Sobre lo que dice Alejandro de la hormona del crecimiento, vale la pena anotar que las intromisiones en los equilibrios hormonales de cualquier organismo (así sea un insecto) son tan complicados, que ni siquiera los médicos que no son especialistas experimentados pueden dar pie con bola.
Otro tipo de dopping, con sustancias derivadas de hormonas sexuales (como la popularísima nandrolona) no hay genio de la medicina que pueda evitar que acorte en un par de décadas la expectativa de vida.
Y están, claro, los antiimflamatorios, creo que son uno de esos ejemplos de exceso de celo que caracterizan al burócrata ignorante e ineficaz. Los casos de antiinflamatorios congestionan los laboratorios antidoping con las muestras de deportistas que tuvieron que ir al odontólogo de urgencia por alguna dolencia menor sin tiempo de explicar los pormenores jurídicos de la actividad del paciente. O con gente que le recibió a la abuela un aguapanela comprada en la droguería pensando que era genuina.
Jack In The Box
12 agosto, 2007 at 7:47 pmAlejandro Gaviria se equivocó definitivamente esta vez. La solución no es seguir la línea de menor resistencia, la de la permisividad.
Siguiendo ese tipo de razonamiento no es difícil concluir que, como desde tiempos inmemoriales los estudiantes se copian en los exámenes y ahora estamos en la generación del «copiar y pegar», lo más sensato sería ¡la legalización del fraude y la copialina!
Y es que como el deporte profesional mueve millones, también los mueve el mundo educativo (¿cuanto vale un semestre en un colegio o universidad privada?). Basta ya de relativismo moral en aras de un aparente pragmatismo económico o social.
Ah, y la ciencia. Uno de los principios de cualquier competencia es el de igualdad de condiciones. ¿Se imaginan que clase de competencia sería la de una carrera entre un atleta del tercer mundo sin patrocinio ni apoyo logístico y un cyborg en el futuro?
Bonds está ahora afrontando el desprecio de muchos de sus compatriotas y posiblemente una acusación formal. Cuando salga de esta de una u otra forma podrá irse a su casa a llorar sobre sus millones, sabiendo que probablemente nunca ingrese al Salón de la Fama y su récord, donde sea publicado tendrá seguramente un asterisco que simbolizará su doping.
Apelaez
12 agosto, 2007 at 8:07 pmMaldoror. Y quienes consumen droga en indonesia estan violando el codigo penal, y la sancion es resultado de esto.
Preguntas preguntas
¿Cual es la competencia insana? y ¿Por que las drogas y el doping son problemas de sociedades capitalistas (sobre todo cuando unos de los impulsores del doping fueron los sovieticos)?
¿Cual es la racionalidad No capitalista?
Anónimo
12 agosto, 2007 at 8:29 pmPascual Gaviria: No tengo nada que decir de la virginidad de María Sharapova, pero a lo mejor Juan Carlos Ferrero –otro que parece que no se dopa– puede informarle. Y siguiendo con el tenis, ¿como se explicaría entonces el reino de flacuchentos langaturos como el sueco Borg? ¿Lendl? ¿Y Mc Enroe que no es ningún superdotado físico? ¿O Stefan Edberg? El mismo Sampras y también Agassi. ¿Y el larguirucho Kuerten? El tenis es un deporte individual por excelencia, donde tanto el cerebro como el físico son cruciales, no se permite intervención experta durante la competencia, y un partido profesional puede durar hasta cinco horas. El dóping no hará más que destruir la confrontación de dos seres humanos excepcionalmente dotados en igualdad de condiciones. Los químicos no tienen nada que hacer ahí más que tirarse el duelo en su expresión más pura. Moralista seré, y qué.
Javier Moreno
12 agosto, 2007 at 8:47 pmDavid Foster Wallace en Infinite Jest dice que no hay tenista joven que no se drogue.
Anónimo
12 agosto, 2007 at 9:04 pmNo sé si lo que diga David Foster Wallace sobre los tenistas jóvenes en Infinite Jest sea cierto o no; lo que sí es verdad es que el libro aludido no es un trabajo documental sino es una novela.
Alejandro Gaviria
12 agosto, 2007 at 11:46 pmLo más sensato no es legalizar la “copialina”. Pero lo que sí hay que hacer es cambiar el tipo de asignaturas y evaluaciones. Estas deben adaptarse al cambio tecnológico. Deben, en particular, estar basadas en casos específicos, en problemas concretos que enfaticen la aplicación del conocimiento más que la trascripción de información.
No se trata, en últimas, de relativismo moral sino de cambiar las normas para adaptarlas a la realidad. Con la normatividad actual, el Tour de Francia desaparecerá en cinco años. Lo mismo podría ocurrir con los olímpicos.
Maldoror
13 agosto, 2007 at 12:48 amApalaez:
Creo que ud no entiende la diferencia fundamental entre el consumir drogas con fines recreativos y su castigo por el estado, y el aceptar el reglamento de una competición que da premios y el comprometerse con el reglamento de una competición a la que uno a entrado voluntariamente. En el primer caso el consumidor de droga no está violando ni transgrediendo los derechos de nadie, y el castigo que le impone el código penal es un abuso del estado. En el segundo el deportista que se dopa está violando el reglamento de una competición y haciendo trampa para ganarla y apoderarse de los premios que esta da. No hay que ser abogado para ver que eso es un fraude. No sé honestamente como más se lo pueda explicar.
En cuanto a lo de la racionalidad del capitalismo, es lo que lo pensadores de la escuela de Frankfurt llaman «racionalidad instrumental», que es una racionalidad enfocada a medir la naturaleza como un mero recurso cuya eficiencia debe ser máximixada a cualquier costo. El ejemplo que pone Alejandro en la columna sobre ese hombre nuevo, «más agil» y «mas sano» (???) gracias al uso de esteroides es clásico: lo único que importa es ganar, batir los records ser más eficiente, no importa que en el proceso el deportista envenene su cuerpo y pase por encima de todos los valores que una competición deportiva haya defendido o propugnado. Ud se queja de que esa racionalidad no es exclusiva del capitalismo, y tiene toda la razón con el ejemplo que pone de los piases comunistas y el dopping. El problema es que el comunismo, desde Marx hasta el «socialismo real» compartía plenamente esa misma racionalidad, que es en últimas uno de los pilares de lo que llamamos «modernidad», y que se originó en la sociedad burguesa capitalista.
Alejandro Gaviria
13 agosto, 2007 at 1:49 amSergio:
El comentario al final de la columna es exagerado. Pero el futurismo exaltado tiene alguna justificación. No debemos olvidar que la modernidad o la mentalidad capitalista o la sociedad burguesa propició, entre otras cosas, una aumento de la esperanza de vida al nacer de 37 años en el siglo XIX a más de 70 años hoy en día.
Maldoror
13 agosto, 2007 at 2:12 amAlejandro:
No se trata de decir que la racionalidad capitalista es totalmente mala o totalmente buena. Los miembros de la escuela de Frankfurt eran críticos del proyecto ilustrado, pero no porque quisieran abolirlo, sino porque querían corregirlo. El dato que ud da es cierto, pero al mismo tiempo uno no puede olvidar que por las mejoras que trajo, también nos ha traido toda una suerte muy seria de problemas (colonialismo, imperialismo, comunismo, dos guerras mundiales -una de ellas con genocidio incluido- y la destrucción sistemática del medio ambiente). Quizás la idea es que esa mentalidad, ese Brave New World tiene su lado peligroso….
Apelaez
13 agosto, 2007 at 3:36 amMaldoror: Voy a tratar de explicarme. Usted afirma que no es reprochable, desde un punto de vista moral, utilizar drogas recreativas; pero si es reprochable usar drogas para ganar competencias deportivas. En últimas, para usted, no es malo el uso del doping, sino romper las reglas de la competencia «sana». Nada tiene que ver las drogas en esto.
Repito nuevamente, si las reglas no impusieran la prohibicion del doping no habria problema. Todos estarian en iguales condiciones y libres de «mejorarse» como quisieran. Que esto los dañe o no, es lo de menos. Las drogas recreativas tambien «dañan» a quienes las consumen, y eso no invalida el argumento moral (cada cual se puede dañar como quiera).
Es verdad que actualmente el uso de estas sustancias esta prohibido y en consecuencia usarlas constituye una trampa y una ventaja para el que las usa. Hoy en dia esta mal usarlas. Pero nadie esta discutiendo eso, estamos discutiendo sobre el futuro. Mi opinión es que en las competencias todos los competidores deberian poder utilizar libremente sustancias que los mejoren, sin que esto constituya una violacion al reglamento. Si se enferman o no se enferman es un problema que solo les atañe a ellos y a nadie mas. Es precisamente en este punto en que la legalización del doping es muy similar a la legalización de la droga para otros fines.
Tambien estoy de acuerdo con que existan competencias libres de doping y competencias sin esta restricción, aun cuando supongo que el público terminará siguiendo las competencias libres y los otras se iran extinguiendo por falta de atención de la fanaticada.
Jaime Ruiz
13 agosto, 2007 at 4:00 amPrimero se hará lícito apresurar la muerte para batir marcas (nadie los obliga, y los cocteles de fármacos pueden ser crecientemente eficaces), el paso siguiente será el retorno de los gladiadores.
Maldoror
13 agosto, 2007 at 4:28 amApelaez:
Creo que tenemos una confusión que no he podido aclarar a pesar de mis mejores esfuerzos. Lo que yo siempre he dicho es que el consumo de drogas no puede ser penalizado por el estado, no que no pueda ser moral o éticamente reprobable. El consumo de drogas con fines recreacion es como el consumo de trago: tomarse unos tragos de vez en cuando o incluso emborracharse de vez en cuando no tiene nada de malo. Fumarse un porro de vez en cuando o incluso meterse «una traba» de vez en cuando no es un crimen. El problema es cuando se vuelven una adicción. Cierto, el adicto no está transgrediendo los derechos de nadie más por ser adicto y por ello no puede ser sujeto a la coerción estatal. Pero no quiere decir que su comportamiento no pueda afectar a otras sus seres queridos o que en suma pueda ser desconsiderado con los demás. Por ende, aunque uno se oponga a la coerción para obligar a un adicto a dejar su adicción, eso no quiere decir que uno no pueda criticar al adicto y a su adicción, ni pueda dejar de denunciar los peligros de las drogas o el alcohol.
Respecto a la cuestión del dopping: ud, Alejandro y yo estamos de acuerdo a que no puede haber una prohibición universal al dopping. Hoy por hoy, creo, según la ley, si un grupo de personas se asociara y creara libremente una competición en la cual los competidores les fuese permitido doparse según el reglamento, el estado intervendría para evitarlo, por el uso de la fuerza. En el mundo que ud y yo quisiéramos, habría grupos de individuos que podrían crear si quieren competiciones en que el reglamento permitiría el uso de dopping, o podrían crear competiciones en que está prohibido. Es evidente que en el segundo tipo de competiciones quien use dopping está haciendo trampa y está engañando a los que la organizaron.
Por otro lado, en el primer tipo de competiciones el que use dopping no hace trampa ni engaña a nadie. Pero eso no quiere decir que lo que haga transmita un valor positivo o deseable o que lo que hace no pueda o no deba ser criticado, asi sea libre de hacerlo. Que una acción no viole los derechos de otros directamente es un requisito minimo para que sea permisible, pero tampoco se vuelve admirable o inmune a la critica por ello.
Juan Francisco
13 agosto, 2007 at 4:28 amUn pequeño cambio de tema
Sobre la carta publicada por el director de Acción Social: Interesante la respuesta tanto de él como de Palacio. Eso quiere decir que la columna de Alejandro tuvo impacto. Sin embargo es curioso ver el tipo de argumentos con los cuales el director Hoyos argumenta que no hay objeción válida a los cuestionamientos realializados en la columna de Gaviria. Primero, cuando afirma que es un imperativo moral y ético ejecutar estos programas antes de estar completamente seguros de su efectividad. El error que yo veo en este argumento se explica en su segudno punto; Que si no se atiende a la población más pobre en este momento su situación futura va a ser aún más preocupante. Creo que este afán moralizane realmente esconde es la premura por cumplir con algo que no fue planeado realmente. Fue planeado, pero pensando en los millones a gastar y las fechas para hacerlo, pero nada más. Y tercero, para finalizar este tipo de argumentos, el director añade que cualquier labor que se pueda hacer para mejorar las condiciones de salud y educación es buena. Me pregunto si el mismo director esta conciente del hecho que «cualquier labor» no es un criterio válido para atacar algo tan complejo como la pobreza, y que por el contrario a quien examina detenidamente esta afirmación, puede quedar perplejo ante la impotencia que realmente esta mostrando el gobierno respecto a este sentido. Tan impotente es que ni siquiera es consciente de la gravedad de sus propias afirmaciones.
Juan Francisco
13 agosto, 2007 at 4:30 amAñado
Pero la impotencia de Hoyos debe deberse, más que al fenómeno de la pobreza, a la obstinación de Uribe, a la forma terriblemente jerárquica mediante la cual cualquiera de sus subalternos debe obedecerle y a los apetitos cortesanos presentes en los proyectos de asistencia social.
rotabori
13 agosto, 2007 at 10:24 amEste articulo lo unico que muestra es que usted tiene buen servicio de television por cable y que lee dos o tres periodicos norteamericanos y sabe resumir sus comentarios sobre el tema.
Anónimo
13 agosto, 2007 at 12:14 pmLástima que el artículo sea más o menos una copia (con ejemplos y todo) de una serie de artículos que salieron en el Economist en el 2004. Aquí va uno, pero los invito a leerse los otros en el website para enriquecer el debate.
Drugs and the Olympics
Aug 5th 2004
From The Economist print edition
They are going to mix, whether you like it or not
“WHERE does the power come from, to see the race to its end?” asks Eric Liddell in that cinematic celebration of the Olympian ideal, “Chariots of Fire”. The runner’s answer? “From within.” Eighty years after Liddell won his gold medal, for competitors at the Olympic games starting next week in Athens that power may come instead from without—in the form of drugs designed to maximise performance.
There was “doping” in sport even before the days of Liddell; cyclists, boxers, swimmers and others made use of alcohol, strychnine, cocaine and sundry other substances to ease the pain and give them an edge. But by 1988, when a Canadian runner, Ben Johnson, was stripped of his 100m gold at the Seoul Olympics for failing a drugs test, it was clear that doping had become rife—not just in nasty communist regimes such as East Germany and China, with their famously manly female athletes, but in western countries too. If doping may play a lesser role than it might have done this month in Athens, it is only because allegations about the use of the steroid tetrahydrogestrinone by clients of BALCO, a dietary supplements firm in California, have deprived the Olympics of some of its likeliest medallists—as well as highlighting the pervasive use of steroids in some non-Olympic sports such as America’s Major League Baseball, now dubbed the “new East Germany”.
The evidence of doping has been greeted with almost universal condemnation, at least from those parts of the media that love a scandal and the chance to bring down a hero, and from politicians. George Bush has added the war on doping to his broader war on drugs, using this year’s state-of-the-union address to urge sport to “get rid of steroids now” and bringing high-profile indictments against sporting dope-peddlers. Those in charge of sport are rapidly losing any ambivalence they once had, and joining a crusade against doping led by the redoubtable head of the World Anti-Doping Agency (WADA), Dick Pound (see article). Driving doping out of sport may prove impossible, however—especially as undetectable gene therapies may soon be on the market. But in any case, is it really so obvious that doping is wrong?
Though they come in many forms, there are really two main arguments made against doping. One is that it harms athletes—or, if the argument is made by someone willing to admit that putting athletes in harm’s way is an integral part of many sports (boxing, rugby, American football and so on), that it harms them unnecessarily. The other is that it is against the spirit of sport: it is cheating or, at the very least, it destroys the mystical quality that gives sport its appeal. There is something to both arguments, but neither is wholly convincing.
For a start, how harmful are the performance-enhancing drugs used by today’s athletes, or likely to be used in the future? Certainly, there have been heavily publicised cases suggesting that excessive use can sometimes have nasty consequences—cyclists suffering heart attacks, perhaps because of the oxygen-storage boosting but blood-thickening steroid EPO, or drug-expanded body-builders who are deeply depressed—though these examples are isolated, and may not be entirely as they appear. Some of the drugs used in East Germany had severe consequences, including gender-bending, but these were often given to the athletes with neither their knowledge nor any concern for the consequences after the gold medal was won. There are grounds to worry about the reportedly widespread use of steroids by children, who may, among other things, lack the maturity (physical and mental) to handle them. But the balance of the medical evidence—which would be harder to gather in an era of outright prohibition—suggests that, used responsibly, today’s more popular performance-enhancers mostly have only temporary side-effects, at worst. (“Gene-doping”, done properly, may well prove to have no side-effects at all.) And any such harm pales beside that known to be done by, say, smoking tobacco and drinking alcohol—activities not unknown among athletes, but not likely to be banned anytime soon by the sporting authorities.
Bring me my arrows of desire
Suppose that the only consequence of doping is enhanced performance. Would that really be against the spirit of sport? Cheating is unequivocally against that spirit. Without agreed rules to play by, and strict sanctions against those who break them, sport would soon descend into unsatisfying anarchy. But is not part of the spirit of sport the pursuit of ever greater performance? Athletes do all sorts of things to improve their performance, to give them an edge, including things with similar physiological effects to steroids: training at high altitude, or spending long hours in an altitude chamber (as the iconic soccer star David Beckham did to accelerate the healing of a broken bone before the 2002 World Cup) do much the same as using EPO. If the rules were changed to allow, say, non-harmful performance-enhancing drugs—something that Juan Antonio Samaranch, then head of the International Olympic Committee, once caused outrage by advocating—then surely (that sort of) doping would no longer be cheating.
So, should the rules be changed in that way? There is, in fact, no right or wrong answer to this question—just as there is no right or wrong answer to questions such as what should be the offside rule in soccer (or the LBW rule in cricket, or the size or composition of a baseball bat). Indeed, such questions are wholly ill-suited to being answered with a blanket rule imposed by a single quasi-governmental global body that tends to see complex issues as black and white, and to demonise those who disagree with it—such as WADA. Far better for the question of doping to be addressed— just like, say, the offside rule—sport by sport, by the people who run each sport. Who better than they to judge how much performance-enhancement their athletes, and the fans who worship them, can take?
The development of undetectable gene-doping may soon make this entire debate moot. But if not, sport, with its increasingly shrill, intolerant attitude to doping, will find itself out of kilter with a society in which the use of performance-enhancing drugs—Viagra, Prozac and many more to come—is becoming the norm. We are all “drugs cheats” now
Anónimo
13 agosto, 2007 at 12:31 pmRetomando mi comentario anterior (y anexo otro artículo para agregar algo de valor y no pura crítica), hasta el título de la columna de Alejandro es igualito a uno del Economist en esa misma edición (ver abajo)
Será que Alejandro está dopado?
Sport and drugs
Ever farther, ever faster, ever higher?
Aug 5th 2004
From The Economist print edition
The Athens Olympics will be a crucial battle in sport’s war on drugs
“OLYMPISM seeks to create a way of life based on the joy found in effort, the educational value of a good example and respect for universal fundamental ethical principles.” So said Baron Pierre de Coubertin, the founder of the modern Olympic games. Alas, there is every chance the 28th summer Olympiad, which opens in Athens on August 13th, will make headlines less for the joy of effort—and still less for good example or respect for universal ethics—than for athletes caught cheating with performance-enhancing drugs.
The past year has brought plenty of evidence that “doping” is rife. In June 2003, a syringe containing a hitherto unknown and undetectable steroid, tetrahydrogestrinone (THG), was sent to America’s Anti-Doping Agency (USADA), apparently by a disaffected coach. Speedily designed tests, some applied retrospectively to old urine samples, showed that use of THG had been widespread among top athletes. The drug was allegedly made by BALCO (the Bay Area Laboratory Co-operative), in California, as a “nutritional supplement”. BALCO’s clients included many top sports stars, such as Tim Montgomery, world champion in the 100m sprint; his partner, Marion Jones, the reigning women’s Olympic 100m champion; Shane Mosley, a former boxing world champion; several members of the Oakland Raiders American football team; and Barry Bonds, who holds baseball’s record for the most home runs in a season.
Although some of these athletes deny using THG, others have already been banned from their sport for doing so, including Dwain Chambers, a top British sprinter. The USADA is seeking a lifetime ban for Mr Montgomery. After wide investigations, criminal charges have been brought against several people connected with BALCO—though no athletes, as yet—including its boss, Victor Conte, who has been indicted for allegedly supplying illegal drugs and laundering money. A lawyer for Mr Conte has hinted that other well-known athletes, due to compete in the Olympics, have yet to be identified as THG users, and that his client may be prepared to name them as part of a plea-bargain.
But the litany of recent illegal drug use stretches far beyond BALCO. Even cricket, the sport of gentlemen, has been tainted. Shane Warne, an Australian spin bowler, was banned for a year for taking a drug that can be used to mask steroids; on his return, he rivalled the record for the highest number of wickets taken in a Test (a record he shares, ironically, with a Sri Lankan who has been accused of cheating in a more old-fashioned way, by using an illegal bowling action). In soccer, England’s top defender, Rio Ferdinand, was banned for eight months for failing to take a mandatory drug test.
Another Briton, Greg Rusedski, escaped a ban this year despite testing positive for nandrolone. The tennis star argued that he had been given the steroid without his knowledge by officials of the sport’s governing body, the Association of Tennis Professionals (ATP). In 2003, the ATP let off seven unnamed players who failed drug tests, apparently for the same reason. Drug scandals have erupted in rugby league, ice hockey, orienteering, the triathlon and so on and on.
Cycling has provided many milestones in the history of doping in sport, including the first sportsman allegedly to die as a result of taking drugs, Arthur Linton, in 1896, and the first drug-related death during a televised event, of Tom Simpson, in the 1967 Tour de France. It continues to be rife with drug-taking. David Millar, a British world champion, has admitted taking steroids. Several top cyclists were recently accused of using a room at the Australian Institute of Sport as a “shooting gallery” in which they injected drugs. Even Lance Armstrong, the American cyclist who (inspirationally) recovered from cancer to become a multiple winner of the Tour de France, entered this year’s race—the sixth he has won—embroiled in a court battle with the authors of “L.A. Confidential”, a book alleging that his achievements were not wholly above board. Mr Armstrong strenuously denies the allegations, and in 2000 even joked about them in a Nike commercial: “What am I on? I’m on my bike, six hours a day.”
Recent drug scandals have led to much rewriting of the record books, as well as the return of unfairly won medals and trophies. Mr Millar will have to give back his world-champion’s rainbow jersey. Michael Johnson, an American runner, may have to return a gold medal because a fellow member of his 4x400m relay team was found guilty of drug-taking. Tragicomically, Anastasiya Kapachinskaya, a Russian runner, had to give back her world indoor 200m gold after failing a drug test, but at the same time was handed the previous year’s outdoor 200m gold after the woman who beat her, Kelli White, was banned for taking performance-enhancing drugs.
In such a climate, the validity of almost any outstanding sporting achievement is likely to be questioned. And politicians have got interested. George Bush even referred to the problem in this year’s state-of-the-union address, calling on those in charge of sport to “get tough and to get rid of steroids now”. Stopping doping is now at the forefront of Mr Bush’s broader war on illegal drugs—not least, cynics say, because it is probably easier to notch up a big success in tackling steroids in sport than to stop cocaine crossing the Mexican border. The BALCO indictments were announced not quietly, by some local prosecutor, but in a blaze of publicity by John Ashcroft, Mr Bush’s attorney-general.
Congress has also jumped in. The Senate Commerce, Science and Transportation Committee—sport being commerce—issued a subpoena to obtain documents from the BALCO investigation, which it then handed over to the USADA. In July, a committee of British MPs produced a report that criticised the inconsistent treatment of drug offences by the governing bodies of different sports.
Victorian values
Faced with so much evidence of doping, and with the fact that the discovery of THG was a lucky break and not the result of new detection techniques, you might expect the chief crusaders against drugs in sport to be thoroughly depressed. Yet Dick Pound, a Canadian former Olympic swimmer who now runs the World Anti-Doping Agency (WADA), could hardly be more upbeat. He regards the Athens Olympics as a potential turning point in the war against doping and, though he does not proclaim certain victory, he thinks he has the drug cheats on the run.
Mr Pound is an idealist in the Victorian mould. It was the Victorians who formalised the rules of many of the sports played today, imposing order on what was then anarchy. They saw in sport a way to educate the populace in the importance of the rule of law, and to deepen character by teaching how to play hard but fair: to, as Rudyard Kipling put it, “meet with Triumph and Disaster/And treat those two impostors just the same”. De Coubertin’s Olympism was the summit of that Victorian idealism.
In a similar spirit, Mr Pound, as he explains in his new book, “Inside the Olympics” (Wiley), sees sport, and in particular the Olympic movement, as providing young people with the “ethical platform” they need to guide them in a “world that has lost its ethical path”. Sport, he says, “can provide an extraordinary value system for today’s and tomorrow’s youth”. But only if it can end the “moral decay” in sport itself, of which doping is a big, though not the only, part: Mr Pound also headed an investigation into corruption in Olympic bidding after a scandal before the opening of the Salt Lake City Winter Olympics in 2002.
His old-fashioned idealism, and his readiness to criticise those who do not share his enthusiasm for WADA—created by the International Olympic Committee (IOC) and various member governments in 1999, but very much his baby—has made him a controversial figure. Sepp Blatter, head of FIFA, the governing body of soccer, once described WADA as a “kind of monster”. The saintly cyclist Mr Armstrong even criticised Mr Pound in an open letter in March, after he said that Tour de France cyclists were known to be taking banned substances. “Athletes need to be confident that WADA’s programmes are run by fair and straightforward people,” said Mr Armstrong.
None of this seems to worry Mr Pound. WADA today is no longer the six-stone weakling it seemed to be at the 2000 Olympics in Sydney, the first at which the Olympic oath sworn by the athletes included the phrase, “committing ourselves to a sport without doping and without drugs”. It has come up with many new tests. For instance, samples collected in Athens are expected to be subject to new tests for human growth hormone, either at the games or later.
More crucially, in order to take part in Athens, the world governing body of each sport in the games has had to sign up to the world anti-doping code, agreed in 2003. This created, among other things, a single list of banned substances, a standard set of sanctions for offenders and a dispute-resolution mechanism through the Court of Arbitration for Sport. All the governing bodies have now signed up, though some have attached caveats that WADA may not agree to at future Olympics. FIFA, for example, has won an exemption from the code’s blanket two-year ban for offenders.
Cold war temptations
Drugs have been part of sport since at least the 1860s, when swimmers in Amsterdam’s canal races were doped in various ways, and long before then if alcohol is counted. In the 19th century, alcohol and strychnine were commonly used to ease pain during boxing bouts. The technology of doping has clearly advanced in leaps and bounds since then. But Mr Pound reckons that the failure, at least until now, to tackle the problem owes less to inability to keep pace with science than to lack of will. WADA is the first systematic attempt to test thoroughly for doping, and to punish offenders severely.
Why has it taken so long? One “excusable” factor, says Mr Pound, was that until the “Olympic economic model” changed, sometime in the 1980s, many sports did not have the money to carry out proper tests. Less excusably, he says, many simply turned a blind eye to the health risks of doping. And during the cold war, many communist countries did not hesitate to dope in order to win. Eastern Germany and, more recently, China at times systematically doped their athletes, often without telling them; who can forget the then female, now male, East German shot-putter nicknamed “Hormone Heidi”? Western countries, desperate to hold their own, often ignored drug-taking by their own athletes if it brought them success.
Some of that cold-war mentality still persists, says Mr Pound. Some governments, including America’s, have been slow to make promised payments to WADA’s budget. Arguably, it took the BALCO scandal to shock America’s Olympic Committee into getting serious about doping. This spring Michele Verroken, until this year the head of anti-doping at UK Sport, told a committee of MPs that she may have lost her job because her strong stance on cheating could have damaged Britain’s bid to hold the 2012 Olympics in London. Mr Pound thinks that governments will take the problem far more seriously in future, not least because public anger—combined with governments’ full adoption of the WADA code, probably in 2005 in the form of a United Nations convention—will force them to do so.
Public outrage about drug-taking, and the widespread consensus that certain substances must be banned from sport, is unlikely to change. As Mr Pound points out in his book, the catalyst for the creation of WADA was the public fury that greeted remarks made in 1998 by the then head of the IOC, Juan Antonio Samaranch. Watching reports of the arrest of cyclists in the Tour de France after police had discovered doping substances, Mr Samaranch commented to a journalist that prohibited drugs, whether performance-enhancing or not, should be limited to those that are dangerous to health, and that the (then) current list of banned substances was too long. At the emergency meeting of the IOC board soon afterwards, WADA was born, with a philosophy of banning that was a long way from Mr Samaranch’s.
To be banned by WADA, a drug has to meet at least two of three criteria: it must enhance performance, be harmful to health and (a very Victorian touch) be against the spirit of sport. Clearly, this would allow a drug to be banned if it had no adverse health effects but was, even so, ruled contrary to whatever is deemed to be the spirit of sport. Mr Pound, for one, seems to regard any use of a drug to enhance performance as against that spirit: it is, quite simply, cheating.
A fierce critic of this approach to drugs in sport is Norman Fost, director of the medical-ethics programme at the University of Wisconsin. He calls the claims made about the harmful effects of steroids “incoherent and flat-out wrong”. Mostly, they have small, temporary side-effects, he says, not life-threatening ones. Indeed, the risks are much smaller than those routinely taken by athletes. A man who plays American football professionally for three years has a 90% chance of suffering a permanent physical injury.
If health is the chief concern, surely certain sports should be banned entirely—and athletes should not be allowed to smoke or drink, activities that do far more harm than taking steroids. As for enhancing performance, that is not seen as cheating if it is done by, say, training at high altitude or in a sealed space that simulates high altitude, says Dr Fost, though such training would have exactly the same effect—an increase in oxygen-carrying red blood cells—as the banned steroid EPO, which is especially popular with cyclists.
Gary Wadler of the New York University School of Medicine, who is a member of WADA, dismisses such arguments as “university debating points”, and notes that athletes may have no idea of the risks they are running when they take drugs. He blames the 1994 legal change that exempted many dietary supplements from approval by America’s Food and Drug Administration, spawning an $18 billion vitamins industry that is now a powerful lobby against re-regulation.
Setting their own rules
In principle, the best way to decide how much performance-enhancement and health risk is acceptable would be by a vote of those who play the particular sport. Yet Mr Pound directs some of his strongest criticism at so-called “professional sports” (aren’t all sports professional nowadays?) that are self-regulated, such as tennis and baseball. WADA currently has no authority over these sports. In major league baseball, with its powerful players’ union, the drug-testing regime is part of contract negotiations and is extremely relaxed—last year, 5-7% of drug tests showed positive, but offenders were hardly punished.
Arguably, if all the players agree that using performance-enhancers is not cheating, then it isn’t really cheating. But Mr Pound reckons that baseball players are badly led, by people who care more about making money than about the true values of sport. He maintains that baseball’s top officials are much more upset by players caught using recreational drugs, such as cannabis, which hurt their brand, than about performance-enhancing drugs, which, after all, may make the game more exciting.
The biggest challenge to WADA is to devise tests to keep up with advances in doping. None will be trickier than the expected emergence of gene therapy, starting with treatments for, say, muscular dystrophy. Hoping to anticipate future doping strategies, WADA held a conference with leading genetic scientists in 2002. Unfortunately, it seems that the likeliest way to detect gene therapy is a muscle biopsy, which, Mr Pound mercifully concedes, is “too invasive”. Instead, WADA is calling for research, to be funded by itself and governments, into how to identify whether gene therapy has been used. Mr Pound hopes that governments will make creating such a test a condition of winning regulatory approval. Alas, this strategy is rather unlikely to work.
And will the public endorse Mr Pound’s Olympian idealism? Certainly, parents seem to be warming to his message that “children shouldn’t have to become chemical stockpiles to succeed in sport, or be cheated by those who are”—though will they still do so when they think that, with a little help, Junior might become the next Barry Bonds? Surveys suggest that 2.5% of eighth-graders (13-14-year-olds) have used steroids. UK Sport recently launched “Start Clean”, a programme to stop sporty 12-17-year-olds resorting to performance-enhancing drugs. Yet it is hard to see the trend reversing when, outside sport, performance-enhancement seems ever more central to modern life—thanks to Viagra, Prozac, Ritalin and the rest. And, if doping were defeated, would sports fans really be content with the lack of record-breaking feats?
It would be nice to think so. Yet much of this debate may be academic if WADA fails to create tests to spot the use of gene therapy. Watch out for a surge in world-record breaking in the 2012 Olympics. In the meantime, may the best man or woman win (and we don’t mean you, Heidi—sorry, Andreas).
Alejandro Gaviria
13 agosto, 2007 at 2:43 pmAnónimo:
No había leído los artículos de The Economist. El título es mera coincidencia. No es doping. Tal vez sea falta de imaginación.
Pablo
13 agosto, 2007 at 3:41 pmPor que es necesario adaptar las reglas a la realidad? Por que no se puede preservar la pureza (y ultimamente la naturaleza) del deporte? La gente quiere ver competencias entre deportistas, no entre deportistas y su sequito de quimicos. Es cierto que hoy en dia es inevitable que los deportistas se dopen, pero por que debemos hacer la facil y aceptar eso como normal?
Anónimo
13 agosto, 2007 at 4:00 pmno, no es una broma es salirse por la tangente,cuando en el pais,el doping o tomar drogas,del tipo que fueran, palidece ante la hecatombe de vidas en las ciudades colombianas,la gran mayoria, a manos de los paramilitares.
aun indonesia,con sus leyes inhumanas,no nos llega ni a los talones
Apelaez
13 agosto, 2007 at 4:54 pmYo quiero ver competencias con deportistas y su sequito de quimicos (y biomedicos e ingenieros geneticos), en donde vayan más rapido, salten más alto y demás.
German Romero
13 agosto, 2007 at 5:09 pmAlejandro… La herramienta idomatica de hacer una analogía entre la cosmetica y la competitividad es muy baja. La razones son que la una mejora habla simplemente de deseo estetico. la otra habla de condiciones en el ser humano, incluso mentales, para tener un control muy fuerte de sus emociones.
De mi parte, la creencia de legalizar el doping, absurda y mas si se compara con un equipo de formula 1, en donde se mejora el auto y no a la persona.
No podemos regresar a la creencia que hombre mejorara capacidades, con ayuda de farmacos, pues los resultados a largo plazo, son de muerte por cuestiones cardiacas..
Aún, si ser recatado, creo que el lema del deporte debe ser la salud mental y fisica. y no la necesidad de ganar o de resistir una competicion.
Anónimo
13 agosto, 2007 at 6:42 pmY Daniel que? no piensa volver.
Carlos
13 agosto, 2007 at 9:38 pmSergio: yo no estaría tan seguro que la destrucción del medio ambiente es exclusiva de la racionalidad capitalista. Hace poco el libro 1491 demostró que hasta los indigenas precolombinos, que supuestamente viven o vivían en armonia con la naturaleza tambien modificaron y dañaron ecosistemas.
De hecho, la preocupación por el medio ambiente es un lujo que se puede dar las sociedades que se han hecho ricas…gracias a la racionalidad capitalista.Las sociedades que luchan por sobrevivir no se pueden dar el lujo de tener movimientos y campañas ecologistas.
Por otro lado, las guerras mundiales fueron causadas por gobiernos autoritarios o con proyectos totalitarios. Lo ultimo que quieren los capitalistas son paises destruidos y pobres sin consumidores. Al capital le interesa el comercio, al Estado es al que le interesa la guerra.
Saludos,
Carlos
Jack In The Box
13 agosto, 2007 at 11:02 pmBueno, aquí va mi segunda ronda. No voy a tratar de argumentar con números, sino de otra forma. ¿Qué significa algo como el doping en el deporte profesional? Veamos otra vez el caso de la lucha libre. En Estados Unidos, los shows de lucha libre de las diferentes “ligas” están con regularidad en el top ten del rating. Otro negociazo de muchos millones de dólares.
De la lucha libre hay dos detalles a los que me quiero referir: uno, que salvo contadas excepciones, casi todo el mundo sabe que no es un deporte en el sentido estricto de la palabra, más bien son coreografías brutales, y que a su vez el show es una especie de telenovela donde hay luchadores “buenos” y luchadores “malos”. Aunque el “mal” triunfe de momento, los “buenos” terminan imponiéndose al final. En otras palabras, la lucha libre es una superchería, que el público disfruta fingiendo que es real.
Dos, que no es inusual que el abuso de esteroides se cobre víctimas entre los luchadores (¡y sus familias!). Muertes prematuras por fallos cardíacos, inclusive no hace mucho se presentó el caso de un luchador que mató a su familia y luego se suicidó. Todo por cuenta de la “rabia de los esteroides”.
No me convence de que una “cuidadosa” asistencia médico-científica podría evitar esos casos de legalizarse el uso del doping en el deporte. Siempre habrá alguien pidiendo (o consiguiendo como sea) un poco más de “juguito” con tal de sobresalir.
Ahora bien, si la lucha libre es una entelequia, se supone que el atletismo, el ciclismo, el fútbol, el béisbol no lo son. Pero a mi se me antoja que si se legalizara el doping, también estos deportes se volverían tan falsos como la lucha libre. La palabra clave aquí es credibilidad. Tiene razón quien señaló que el Tour de Francia ya decayó en imagen y prestigio por los continuos escándalos de dopaje. A nadie le gustan los tramposos. No puedes crecer toda la vida creyendo en que el doping es trampa y luego justificar que es aceptable después. En el fondo sentirás que estás engañando, así la mitad de las Grandes Ligas haga lo mismo que tú.
Yo desconfío profundamente del deporte profesional en la actualidad. Es otra carrera más, muy bien paga para sus estrellas, y en algunos casos, también para quienes no lo son. Pero en nombre del dinero, la victoria y el estrellato, y por supuesto de la gloria y el reconocimiento del público los profesionales del deporte son capaces hasta de inyectarse orina con tal de engañar a quienes tratan de controlar que el juego siga limpio y al público que paga la boleta o la suscripción de televisión por cable. Pero por evidente que esto sea, no puedo persuadir a nadie para no abrir más la sección deportiva del periódico o cambiar de canal cuando salga la misma sección en el noticiero.
El juego es limpio si todos respetan las reglas, y aunque parezca absurdo, el juego también es limpio sólo si todo el mundo es engañado y engaña al mismo tiempo. Pero lo segundo es repugnante. Ya no es “que gane el mejor” sino “que gane el más torcido”. Y si hay algo de bueno todavía en el deporte organizado, es la idea de que con trabajo duro, mística, en igualdad de condiciones y sin trampas se puede ganar.
Todavía hay algo más: para seguir con la alegoría de los estudios, supongamos el caso de un ingeniero civil, que con una muy buena calculadora, tenía guardada en su memoria lo suficiente para ganar los exámenes y con otros subterfugios, graduarse. ¿A quien le gustaría contratar a alguien así para construir un edificio? ¿Recuerdan la Torre de la Escollera? Dijeron que los planos estaban bien, pero que al ejecutar la obra, el responsable omitió añadir unos refuerzos que hubieran permitido la terminación exitosa de la obra. Por ahorrarse unos cuantos milloncitos, la estructura se torció y el resto de la historia ustedes la conocen.
Ahora, imagínense la catástrofe que hubiera sido si hubieran terminado la torre y ésta se hubiera venido abajo. Puedes hacerle trampa a las leyes hechas por hombres, pero no a las leyes de la física. Así que sí hay una racionalidad y un incentivo legítimo para no hacer trampa: el bienestar colectivo (y el propio). Tendrían que enseñar la fábula de la nariz y las gafas en ingeniería…
Alejandro Gaviria
14 agosto, 2007 at 2:45 pmMe parece que Jack in the box apunta bien pero no da en el blanco. La legalización del doping no terminará transformando el deporte profesional en una comedia de musculosos. El problema con la lucha no son los esteroides. La lucha es un circo. Los esteroides son parte del disfraz. El problema es que la competencia no existe. Todo está arreglado de antemano. El doping no elimina la competencia. Puede incluso, como digo en la columna, intensificarla.
Quisiera insistir en un último punto. El status quo no es bueno. En el deporte profesional se invirtió la carga de la prueba: todo el mundo se presume culpable. Valdría la pena por lo tanto explorar posibilidades de reforma. La legalización del doping es sólo una de ellas.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 3:44 pmHay pocas cosas que me estresan tanto como la ambigüedad moral, y aquí la veo en todas partes.
He leído miles de comentarios de esta misma gente, donde ponen que lo mejor sería legalizar las drogas. Excelente, estamos de acuerdo. Pero cuando el tema es de dopaje en deportes la cosa cambia. ¿Por qué?
Uno puede pensar que cuando estas personas hablan de legalizar la droga están omitiendo uno de sus puntos. Es posible que estas personas tengan en mente mantener penalizados los usos de droga no recreativos. Algo así como, si tienes que pasar derecho haciendo algo para la oficina NO puedes usar cocaína bajo la legalización que proponen, pero si quieres seguir la rumba SI.
Si uno va a una entrevista no puede usar algún relajante. Y si te vas a levantar a alguien en una rumba, MDMA esta contraindicado. Ambos son ejemplos de uso de drogas en competencias.
Y para aquellos que aman las tradiciones indígenas, les cuento que los chamanes no podrían hacer curas bajo los efectos del yagé, porque ellos ven los problemas de sus pacientes bajo esta droga (DMT). Un buen chamán (dirán los puristas del deporte, debería serlo por sus capacidades y no por una droga)
Por Dios, eso es vergonzoso. Ni siquiera debería admitirse el uso del Café de Colombia en las oficinas porque genera una diferencia entre los que duermen bien y los que no.
Si lo del café les sonó absurdo, todo el cuento de la prohibición del dopaje también debería sonar así. En últimas, uno debería pensar que, cualquiera que bajo el efecto de una droga mejore su desempeño ‘natural’ en una competencia, esta haciendo algo reprobable. A ver si algún bipolar esta de acuerdo cuando le preguntan como hizo para terminar en semestre en medio de una crisis depresiva.
Definir cuándo algo es necesario, y cuándo no, es tan difícil, que al menos yo no estaría dispuesto a intentarlo. Y como dicen las abuelas, ante la duda abstente. Si no sabes cuando una cosa esta mal, más vale que no juzgues. Pero eso es mucho pedir, a los seres humanos nos encanta hacer de jueces.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 4:13 pmLes recomiendo este articulo que puede añadir otro punto de vista en la discusión.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 4:31 pmLlego tarde a la discusión, y probablemente esto ya fue propuesto. Creo que puede haber un mercado para «deportes» o «deportistas» que usan doping. Lo importante es que el espectador sepa quien usa doping y quien no, y crear ligas, o títulos separados para ambos casos.
El que quiera usar doping en el Tour de Francia, no hay problema, pero que yo sepa quien usa y quien no y que haya una clasificacion para deportistas dopados y otra para los que no se dopan. O para ser mas drásticos, que hayan dos carreras, una para los dopados y otra para los no dopados.
Como argumentan en el articulo que cito arriba, hay deportistas que no les gusta usar doping, entonces porque los vamos a forzar a usarlo, quitando las reglas que prohíben el uso de este. Si los espectadores quieren competencias con reglas menos restrictivas, pues hay que crearlas y ver como les va. Lo importante es que las reglas sean claras y que no compitan tramposos en la ligas en las que los deportistas que no quieran usar doping vayan a participar.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 4:53 pmAnonimo 11:31
Eso es como si hubiera empresas para gente que usa cafeina en cualquier presentacion, otras para los que usan nicotina y otras para los limpios.
O como si hubiera competencias laborales diferenciadas: «entre con esta entrevistadora si ha fumado usted un cigarrillo en los últimos 45 minutos»
O como si a uno le tuvieran que indicar, al comprar una novela, si el autor usaba ácidos, pues obviamente tendría mpas imaginacion que si no usara nada y como podría comparar uno eso.
A veces poner todo en terminos completamente absurdos ayuda a ver las fallas en las propias concepciones.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 5:22 pmLuis Ernesto,
el fundamento de las competencias deportivas son las reglas que se instituyen de comun acuerdo entre los participantes.
Si la gente quiere ver competencias en las que los deportistas se dopan y otras en las que no, porque no se hacen estas diferenciaciones.
Ahora, por ejemplo, tenemos competencias divididas por genero y edad (sub-17, sub-19, sub-23, etc.) En las competencias donde se usa ayudas externas (tecnología), como los carros, hay carreras de tipo F1, Nascar, Le Mans, Indy, etc. Y podría seguir con muchos mas ejemplos.
Nosotros, los espectadores somos los que establecemos las reglas de acuerdo a nuestras preferencias.
A los lectores probablemente no les interese saber si el escritor de una novela mete acidos. En este campo hay otro grupo de reglas diferentes a las de deporte. Los lectores se pondrían bravos si el autor dice que lo que escribe es un relato real (no-ficción) y resulta que el tipo se invento todo. Eso seria fraude. O si, el autor firma y resulta que su libro es una copia de otro libro escrito por un autor diferente. Ve que hay reglas tambien en esto?
Asi mismo, los trabajadores que usan cafeína y cigarrillos no estan rompiendo ninguna regla preestablecida. Pero si los tipos se copian la presentación de otro trabajador, o le dan información falsa a la junta directiva, estarian en problemas, o no?
En los deportes ya hay diferentes categorías con reglas claras. Y cada vez surgen nuevos deportes (todos los deportes extremos) que hace 20 anhos no existían. Porque simplemente no agregar otra división entre dopados y no dopados? Claro esta, si el mercado lo desea. Al fin y al cabo, el deporte es un negocio.
De esta manera los que se dopan y se quieren dopar, no van a romper reglas y tendrán su trabajo asegurado.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 5:59 pmLuis Ernesto, el problema es que los argumentos para la legalización de la droga o del dopaje son completamente distintos. El argumento del primero tiene que ver con valores liberales, pero más que eso, tiene que ver con un argumento económico (si no hubiera los ya discutidos efectos económicos de la penalización de las drogas no estaríamos ni siquiehablando de legalización). El segundo tiene que ver con el las competencias deportivas son eso: competencias. Queremos ver quién es el mejor dadas unas reglas de juego claras, y el dopaje va a hacer que esto sea cada vez más difícil de establecer. Por ejemplo, es bien conocido que los atletas más corpulentos (generalmente de raza negra) tienen condiciones físicas más apropiadas para competencias de corta distancia (los famosísimos y bien entretenidos 100m planos, por ejemplo), mientras que aquellos con contextura más flaca y menos corpulenta tienen una ventaja en competencias de largas distancias. Las reglas del juego son claras. Pero si todo el mundo mete lo que quiere, es imposible (realmente), saber quién es el mejor.
Así que no se trata de ambigüedad moral. Su lectura es equivocada precisamente por esto.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 7:12 pmCon los últimos dos comentarios veo el problema como uno de reglas. Estoy de acuerdo, pero sigue habiendo algo que no me deja totalmente cómodo. ¿Dónde se traza la línea?
Si uno tiene competencias diferenciadas por rangos de edad, por sexo y por mil otras cosas, uno puede argumentar, de forma creíble, que el caso del dopaje hace parte de esas cosas que se deben diferenciar y que por lo tanto debería haber competencias con farmacólogo abordo y otras sin él.
Lo que no me deja sentir totalmente cómodo con este argumento es ¿dónde se pone el límite? uno podría seguir haciendo diferenciaciones, poner a competir a los futbolistas de La Paz sólo con futbolistas de Bogotá y a los de Lima con los de Barranquilla. Al fin y al cabo la cantidad de glóbulos rojos en su sangre es diferente debido a algún agente externo, igual que con algunas drogas que se usan en el dopaje.
¿Entonces? ¿dónde esta el límite? ¿qué es válido prohibir en pro de la competencia equitativa y qué no?
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 7:19 pmReleyendo lo que escribí se me ocurrió que no debe ser para nada divertida una competencia equitativa. Pero esos son gustos, ¿no?
Paula C
14 agosto, 2007 at 7:30 pmFinalmente lo que puede pasar con una legalización del dopaje es que la competencia pasa del deportista a las multinacionales que hacen fármacos. Y eso deja de ser divertido para todos: para deportistas y para espectadores. Es igual que con cualquier otro fármaco legal, aunque los beneficios ya dejan de ser la salud sino que se pasa al espectáculo. ¿Es eso deseable? Probablemente la respuesta de todos es no.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 7:42 pmLuis Ernesto,
la creación de reglas siempre es complicada. Por eso yo propongo dejar que estas reglas las determine el mercado. Por ejemplo, los organizadores del Tour de Francia se van a dar cuenta que si no hacen algo para solucionar el problema de dopaje su negocio va a morir. Es mas, esta al borde de la muerte. Tienen dos opciones, seguir como estan, o crear algo que salve su competencia. Una alternativa es crear 2 Tour de Francia, o como dije anteriormente, una camiseta amarilla para los no dopados, y que tal, una roja para los dopados. Asi sabremos quien es el ganador en su respectiva categoría. Yo preferiria competencias separadas, ya que los co-equiperos pueden estar dopados y ayudarle al capitán que no lo esta, pero esto puede ser un comienzo.
A medida que la demanda va creciendo, vamos a ver que estas categorías diferenciadas pueden subsistir en unos deportes y otros no. Probablemente, algunas deportes solo sean para no dopados, ya que el beneficio de doparse no es sustancial.
Su ejemplo es interesante pero no me convence. La ventaja de los equipos de La Paz y Bogota no es desmesurada, o sino, Millos, Santa Fe y The Strongest deberían ganar la Copa Libertadores todos los anhos, o incluso sus campeonatos locales. Pero este no es el caso. Por eso, no veo la necesidad de hacer una liga separada para estos equipos. Estamos de acuerdo?
Por otra parte, las competencias nunca van a ser equitativas en el sentido estricto, porque todos somos diferentes. Lo importante es que todos cumplamos unas reglas básicas y claras cuando estemos compitiendo. Hay muy pocos Ronaldinhos o Maradonas, pero el contraste de estos genios con los otros futbolistas luchadores, que no tienen esa genialidad innata, es lo que hace la competición deportiva bonita.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 8:38 pmEl artículo que colgaron por ahí tiene un problemita. Supone que si el mercado aumenta los precios quedan igual. Supone que las barreras a la entrada de nuevos productores de drogas y programas de dopaje son inexpugnables y apunta de eso construye un argumento que termina por decir: es tan caro que sólo los equipos ricos ganarán las competencias.
Gracioso que alguien de este país crea eso, cuando sabemos que producir drogas es soberanamente barato, lo que encarece las cosas, como siempre, es un mercado pequeño con alta disponibilidad a pagar; y una oferta consecuentemente pequeña y monopolizada.
Por otro lado, por ahí sale un señor que tiene un equipo que compite precisamente en el Tour de Francia. El señor dice que hay ciclistas que ganan incluso estando limpios, así que no parece que las diferencias fueran tan dramáticas. Algo así como las disminuidas ventajas que tienen los futbolistas bogotanos y paceños sobre el resto del universo.
Me sigue pareciendo un puro cuento moralista.
Paula C
14 agosto, 2007 at 9:03 pmLE, ¿de dónde saca que «producir drogas en este país es soberanamente barato»?
Anónimo
14 agosto, 2007 at 9:04 pmLuis Ernesto,
creo que no entendió el mensaje del articulo publicado en el blog de Freakonomics, al que enlazo arriba.
Dos puntos:
– En el corto plazo hay una barrera a la entrada de nuevas tecnologías medicas y esta dado por el stock de investigación y desarrollo que tienen las farmacéuticas (y eso que no quiero hablar de las patentes). Por eso, yo no puedo crear un método de doping en mi casa, pero Pfizer, que si tiene todos los recursos si. Inicialmente a quien se lo van a vender, a los que tienen mucho dinero. Para que? Para cubrir estos costos en investigación y desarrollo. Despues, obviamente los precios bajan cuando estos procedimientos son replicados, pero para ese momento, ya Pfizer tendra un producto nuevo y mejor que se lo vende al mejor postor. Entonces, obviamente los que tienen mas dinero, van a tener el ultimo avance tecnológico. Esto sucede con todo. O sino, porque cree que Sony esta cobrando ahora mas de 1000 dolares por la consola de DVDs de alta definición (Blu-Ray).
– La diferencia grande del ejemplo del ciclismo y los equipos de futbol, es que en el primer caso, no sabemos quienes se dopan y quienes no. Es decir, quienes tienen ventaja. En el segundo, sabemos quienes juegan en Bogota y quienes en Barranquilla. Entonces podemos decir si la altura sirve o no. En el caso del ciclismo, no sabemos si Indurain, Armstrong o Landis se doparon. Ya por lo menos sabemos que Riis si lo hizo. Una forma de saber claramente quienes se dopan y quienes no, es darles incentivos para que revelen si lo hacen. Esto lo hariamos creando dos competencias diferentes y quitando el estigma de doparse. Simplemente, los que desean tomar estas sustancias tendrian su propia competencia.
Esto no tienen nada que ver con moralismos. Simplemente, es una forma de ayudar a que el deporte sea mas transparente, y vuelva a atraer a un publico que se esta apartando.
Apelaez
14 agosto, 2007 at 9:12 pmEstoy de acuerdo con Luis Ernesto y añado lo siguiente. El espectador deportivo siempre quiere ver las competencias en donde la competencia es mas fuerte y los límites se llevan más lejos. Quiere ver a los mejores (independientemente de otras consideraciones). El ´grán público prefiere las grandes ligas a la liga puertoriqueña, el mundial a una competencia sub-17, los pesos pesados a los peso mosca.
Si el doping fuere permitido, las competencias con doping serian mucho más entretenidas que las otras. Me atrevo a decir que estas competencias en donde se llega mas lejos, se pega mas fuerte o se corre más rapido atraerian el grueso de la audiencia.
Apelaez
14 agosto, 2007 at 9:13 pmCreo que Daniel volvio pero ahora «undercover».
Anónimo
14 agosto, 2007 at 9:25 pmapelaez,
creo que habria mercado para torneos con los dopados, y los no dopados en muchos deportes.
Por que la gente sigue la Nascar y no la F1 en Estados Unidos? Los carros de la F1 son mas rápidos y agiles.
Por que la gente sigue los torneos femeninos de tennis, atletismo, golf, etc., si los hombres son mas rápidos y le pegan mas duro a las bolas?
Yo creo que hay mercado para los dos, y las competencias de los no dopados serian muy interesantes. Acuerdese que todos tenemos diferencias innatas, y diferentes grados de ambicion para ganar.
Apelaez
14 agosto, 2007 at 9:34 pmAnonimo (o Daniel), de acuerdo, hay mercados para ambos. Hasta el cricket sub-15 tiene fans. Mi punto es que generalmente la mayoría prefiere el top (grandes ligas, mundial, pesos pesados, olímpicos) a los de menor rango.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 9:49 pmapelaez,
no tengo ni idea quien es Daniel. Mi primer comentario en este blog fue en el que puse el enlace al articulo de Freakonomics.
Estoy de acuerdo con usted. Hay unos deportes y categorias que tienen muchos mas espectadores. Y eso no va a cambiar. Probablemente las ligas de dopados van a tener mas seguidores. Pero por lo menos sabremos que todos estan compitiendo bajo las mismas reglas, y estas son transparentes.
P.D. Aunque la premier league, el calcio y la liga espanhola son mucho mejores que la colombiana, creo que los equipos de nuestro pais tienen sus seguidores…y algunos hasta son hinchas de estos equipos en vez de los del exterior.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 9:59 pmAnonimo 16:04 (Agunos dicen que es Daniel, pero no creo)
Imposible que usted crea seriamente que el programa de dopaje lo ofrece la farmaceutica y no la clínica. Por ejemplo, el viagra es obviamente caro por las patentes, pero el programa que le permite a usted ‘doparse’ con él, no.
Así que la farmaceutica sacará una droga super efectiva, digamos 10mg como dosis efectiva y de efectos duraderos, si quiere, 24 horas. Digamos que es carísima. Vale US$100 por dosis.
En una competencia de un mes la droga le vale US$3.000. A mi eso no me parece caro. Me parece caro el tratamiento, que ahí decian que podia ser de US$50.000.
Otra cosa graciosa sería que usted creyera que la farmaceutica se inventa una droga para vendersela exclusivamente a los mil o dos mil ciclistas del Tour al año (no se cuantos ciclistas son, pero me parece cómico que alguien crea que con eso se cubren costos).
Lo unicos interesados en sacar un tratamiento de dopaje son los medicos, no las farmaceuticas, a ellas les importan las cantidades y esas no se consiguen con deportistas.
Y sobre su segundo punto. Ole pa eso es que existen las investigaciones sobre efectos de una droga. Los grupos de tratamiento y control (que son los del placebo), y esas cosas que pide la FDA para aceptar algo.
Icarus_
14 agosto, 2007 at 10:02 pmEl problema es que la competencia no existe. Todo está arreglado de antemano. El doping no elimina la competencia. Puede incluso, como digo en la columna, intensificarla.
Sí, a costa de darle licencia a los deportistas para que se inyecten cualquier cosa y pongan en riesgo hasta sus propias vidas. Ahí sí terminaremos viendo un circo bien montado con deportistas que traicionarían el espíritu mismo del deporte -competencia limpia y buena salud- en aras de conseguir una medalla.
Luis Ernesto
14 agosto, 2007 at 10:03 pmSobre los costos:
Para la coca utilizan petróleo o queroseno, ácido sulfúrico y cal, carbonato sódico o potasa, que se obtiene de las cenizas vegetales. Y la obvia hoja de coca.
¿Cuál le pareció costosa?
Súmele un laboratorio de madera con bombillos para secar y techo de plástico.
¿Dónde está el costo?
Si fuera costosa el debate de la legalización seria una bobada.
Lo costoso es desarrollar nuevas drogas, pero esa es otra historia.
Anónimo
14 agosto, 2007 at 10:21 pmLuis Ernesto,
probablemente no debí haber puesto el nombre Pfizer en mi ejemplo (no se si ellos hacen drogas a la medida, o personalizadas). A lo que me refería era a laboratorios como Balco
que se dedican a hacer tratamientos de doping, incluyendo drogas, especificas para cada persona. Y esto cuesta mucho dinero. Para competir, simplemente no me puedo ir a comprar la pepa que venden en el Exito. Los equipos y deportistas con plata utilizan estas «boutiques farmacéuticas». Y eso cuesta muchismimo mas que la dosis de Viagra. Imaginese lo que van a hacer cuando desarrollen tratamientos basados en genetica. Y estos no los vamos a poder comprar en Carulla.
Sobre su segundo punto, desafortunadamente no he visto estudios que hagan esta comparación, pero me imagino que un ciclista dopado va a tener muchísimo mejor rendimiento que el no dopado. O sino, para que se dopan a pesar de los problemas físicos y psicológicos que estas drogas generan? Solo se dopan si los beneficios son mayores que los costos, o no? Aqui si hay un efecto real.
Por otro lado, usted no ve que el Cali, Nacional, Junior, etc, se quieran mover a Bogota para jugar sus partidos. Es mas, la seleccion Colombia jugo muchas eliminatorias en Barranquilla. Entonces, los costos son mayores que los beneficios.
Maldoror
15 agosto, 2007 at 1:13 amMe huele que la película favorita de Apelaez es «Faster Harder»…que aburrido
Luis Ernesto
15 agosto, 2007 at 1:19 amY si los beneficios son mayores a los costos, ¿por qué no es deseable? si uno puede dejar que el cuento de la altura de a ciudad sea autorregulado ¿cómo así que el farmacológico no? Como dicen por ahí: o todos en la cama o todos en el suelo.
Uno no puede decir: como algo autorregulado tiene efectos que me gustan entonces no me meto, pero si el efecto no me gusta entonces sí. Eso, en úlitmas, es ambigüedad moral.
En el caso de BALCO no vi nada hecho a la medida. Sólo vi una droga que no se podia detectar que usaban varios deportistas para mejorar su rendimiento. Nada hecho a la medida, 200 deportistas una sola molécula.
Sigue siendo el mismo caso, una farmaceutica se inventa algo, muestra sus beneficios y otros la consumen. Cualquiera la habria podico comprar. Diferente si hubiera una molecula de THG-Luis Ernesto y otra THG-apelaez, claro los efectos serían diferenciados y no habría competencia equitativa. Pero si cualquiera puede comprarla ¿por qué es reprochable?
Suponga esto, un deportista nace con propensión a la migraña. El día de la competencia se toma una aspirina, ¿se dopó?
Yo digo que sí y que no es reprochable, muchos aca dirán que no.
Para ellos, les cuento que la propensión a la migraña es una cosa genética, nuestro deportista nació con ella. Posiblemente tambien nació con una predisposición a desarrollar más músculos, pero eso no viene al caso. Uno podría argumentar que sus competidores son mejores porque no necesitan la aspirina para correr o saltar o lo que quieran que haga nuestro deportista.
De nuevo, poniendo las cosas bien absurdas las fallas lógicas se ven mejor.
Anónimo
15 agosto, 2007 at 1:55 amLuis Ernesto,
creo que no esta leyendo mis comentarios. Yo estoy de acuerdo con usted. Dejemos a los deportistas doparse. Pero creemos ligas separadas para los que se dopan y para los que no. Asi, los espectadores, sabremos bajo que condiciones estan compitiendo. Y de esta manera, los que no se quieran dopar, y asumir los costos que esto conlleva (fisiológicos), pueden competir en igualdad de condiciones con sus rivales. Como le dije anteriormente, la altura no da una ventaja sustancial, mientras el doping si. Por eso, hay que diferenciar a las personas que lo usan de las que no.
En cuanto a las farmacéuticas. Usted cree que Barry Bonds se dopo con aspirinas? Usted cree que los Ferrari y Mclaren tienen la misma tecnología que los Super Aguri? Entre mas dinero tenga mejores productos va a conseguir. Los productos de Balco eran costosos, por eso solo los deportista con mayores ingresos lo podian utilizar. «The Clear» era una droga diseñanda para doparse y no ser detectada, no era su típica aspirina y no todo el mundo tenia el presupuesto para comprarla. Y que va a pasar cuando podamos alterar, a traves de procedimientos que usen la genética, a las personas para que desarrollen, X o Y cualidades. Estos no van a ser baratos, y disponibles a todo el mundo (por lo menos, inicialmente).
Mi solucion, es dejar que los deportistas que quieran usen esto, pero que lo hagan en ligas separadas. Y dejar al resto de mortales, que compitan en ligas donde el doping este prohibido, y que solos los diferencie las características innatas, no las creadas tecnologicamente.
Alexander Tamayo
15 agosto, 2007 at 2:57 amJeje. Volvió Daniel. Eso me gusta. Solo que si no quiere identificarse con el nombre de Danieo puede utilizar un seudónimo mas creativo.
Lo digo para que no pase como cualquier anónimo.
Buena por esa
Anónimo
15 agosto, 2007 at 5:35 am«creo que no esta leyendo mis comentarios.»
Es que hablar con dos (o tres, o cuatro) anónimos al mismo tiempo es bien jodido.
El anónimo Daniel, por lo menos, debería desenmascararse, o dejar de decir que «Su ejemplo es interesante pero no me convence.» Mucho más cuando pretende llevar una conversación prolongada con alguien en medio de este caos.
Lanark
15 agosto, 2007 at 10:17 amVoy a comentar unos posts sin mirar y deducir de quién son, porque todo esto está muy confuso, con tantos anónimos aparentemente distintos.
Un laboratorio no puede jamás hacer una droga diseñando «le molécula» que hace crecer el bíceps derecho de fulanito.
Una molécula interfiere procesos bioquímicos apurando o deteniendo el paso por una etapa determinada de un proceso complicadísimo. Es lo que se llama principio activo. Moléculas como la nicotina estimulan el paso de ciertas señales neuronales en el cerebro, pero también hacen los vasos capilares contraerse un poco, y alteran los movimientos peristálticos en el sistema digestivo. En el lector, en Lanark, en Fulano y en Zutano.
La investigación en principios activos (las moléculas) es investigación básica que no tiene que ver ni siquiera con ensayos clínicos, sino con puras cosas in vitro. Si se quiere pasar a algo aplicable, es necesario desarrollar una formulación. Una forma de administrar el principio activo de tal forma que sus niveles se mantengan óptimos en los tejidos adecuados durante el tiempo. La investigación en formulaciones sí es bien cara, y requiere los famosos estudios clínicos, primero in vitro, después en animales, y después en simios rosados.
De modo que si uno tiene plata, sí puede contratar a una empresa para que lo examinie y haga un perfil personal de niveles de cualquier sustancia relevante en el cuerpo durante el tiempo, y de respuesta a la administración de sustancias externas. No se puede hacer una molécula (principio activo) personalizada, pero sí una formulación y tratamiento personalizado.
Con esto voy a que si uno puede pagarlo, puede contratar un tratamiento para que lo vuelvan rápidamente más competitivo. Sin embargo, la salud a largo plazo es un problema diferente, porque la investigación en eso es un negocio bastante menos atractivo. Los consumidores están mucho más dispuestos en gastar para tener resultados ya mismo, que en invertir en un aumento abstracto de su expectativa de vida o salud.
No son los atletas los que contratarían el dopping, por supuesto, sino sus patrocinadores, que son los que tienen el dinero. Y en las prioridades de éstos, el bienestar del atleta cuando se acabe el contrato no figura muy arriba.
Anónimo
15 agosto, 2007 at 1:21 pmLanark,
muchas gracias por aclarar la diferencia entre el proceso de investigacion de moleculas y lo que es la formulacion.
En mis ejemplos de Pfizer y Balco arriba, me estaba refiriendo a la formulacion. Como usted dice, esta puede ser costosa y adecuada a cada individuo. De esto es de lo que Luis Ernesto no esta convencido. Pero bueno…
Nuevamente, el punto que he argmumentado en mis comentarios, es que dadas las condiciones actuales en el uso de estimulantes, es necesario crear competencias que solo sean para personas que los usan y otras para los que no.
De esta manera tendremos unas competencias en los que los factores que se evaluan, son la habilidad del atleta y la tecnologia que esta detras de este. En las competencias sin doping, solo se mediria las caracteristicas innatas del deportistas (obviamente ,con ciertas distorsiones externas minimas, como tomarse una aspirina para la migranha).
Esto me hace volver a mi analogia de los carros. En la F1 las escuderias compiten en tecnologia y en las capacidades de los pilotos que tienen. En la Nascar, los carros son casi iguales (por lo menos el chasis lo es, si esto no es cierto por favor me corrigen), y lo unico que diferencia a los equipos son las cualidades de los pilotos.
Creo que a esto es a lo que vamos a llegar en muchos deportes. A hacer esta diferenciacion.
Ahora, ya que todos estan obsesionados con Daniel y quieren que me llame Daniel, pues les doy gusto.
Atentamente,
Daniel
Anónimo
15 agosto, 2007 at 3:46 pmDaniel,
Si hay una competencia para gente que esté dopada y otra para gente que no esté dopada, ¿cómo pretende controlar que los que no estén dopados efectivamente no estén dopados? ¿A punta de honestidad? El incentivo para doparse cuando los demás no están dopados siempre va a estar ahí. Si su respuesta es que hagan mayores controles, ¿por qué no hacerlo ya en vez de tener dos competencias? Y por último, ¿qué pasará cuando los deportistas de la competencia de dopados se empiecen a morir por excesos en lo que meten?
Luis Ernesto
15 agosto, 2007 at 4:30 pmYo no estaba hablando de los tratamientos. Esos obviamente son personalizados. Por poner un ejemplo, el zolpidem que me mandan para dormir a mí me funciona con 10mg, pero hay gente que necesita 20mg. A mí con una semana me arregla la vida, hay gente que necesita un mes. Y en mi tiene efectos ansiolíticos bastante agradables, hay gente en la que no.
Precisamente para saber qué, cuánto y durante cuánto tiempo toma uno algo, es que están los médicos. En eso no estoy seguro de que haya costos muy grandes. Pero puedo estar equivocado. Esta idea parte del supuesto de que la mayoría de los médicos tienen el vademécum actualizado y leen papers para estar al día. Puede que no.
Lo que estoy pensando es básicamente lo mismo que alguien que quisiera hacer una dieta personalizada. El nutricionista mira que comida le sirve y para qué. Le arma su régimen y ya. Eso no parece costar mayor cosa. El seguimiento a los efectos sobre la persona también se hace, y eso tampoco cuesta mayor cosa (por lo menos cuando se compara con el costo del tiquete aéreo para ir a la competencia).
Si la cosa es aún mas cara, vuelvo y digo, si costara unos US$50.000, es posible que nuestros pesistas de Urabá no puedan pagarlo, pero en general, la gente que gana las competencias, podría hacerlo. En últimas, el resultado es un equilibrio donde todos se dopan y ganan los mismos.
Lo de dividir las competencias me parece extremo aunque mucho mejor que evitar hablar de un tema que, hay que aceptar, es una realidad. Yo no las dividiría, de hecho me parece que tantas categorías son aberrantes. Es como si uno decidiera competir solo con gente a la que le puede ganar. ¿Qué gracia tiene eso? ¿Dónde queda el esfuerzo? (Y vale la pena aclarar, los fármacos hacen parte de ese esfuerzo igual que las rutinas personalizadas de ejercicios).
Jack In The Box
15 agosto, 2007 at 5:13 pmCreo que en el estado actual de cosas, el doping desvirtúa el sentido original de los deportes, de los cuales a la mayoría se le fijaron las reglas en la época victoriana. No es casualidad que de los mismos ingleses de la época resurgiera el concepto de juego limpio.
El juego limpio es muy parecido al credo liberal «creer en igualdad de oportunidades, no de resultados». O de otra forma, que haya una base común para todos los participantes.
Si el deporte está como todo, sujeto a las leyes del mercado, existe el estímulo, como en cualquier sector de la economía, para que alguien haga trampas para ganar. Por eso estamos llenos de Superintendencias y de notarías, para proteger los intereses generales.
Cuando proponen la legalización del doping, el problema es que proponen inadvertidamente y al mismo tiempo desvirtuar el concepto original de lo que debe ser el deporte, convirtiéndolo, nos guste o no, nos importe o no, en algo vacío. Como dije anteriormente, en algo no muy diferente de la lucha libre, una comedia o telenovela disfrazada de deporte, destinada desde el principio para no ser tomada en serio, como sí lo es el deporte de verdad.
Hay participantes que no quieren reconocer diferencias entre las tantas sustancias sicoactivas que hay. Pongamos un ejemplo: si yo me entero que el señor que lleva en su carro a mis hijos al colegio se fuma un «Royal» y se toma un café antes de hacer su recorrido, a mí no me pasa de lo que me pasaría si en vez de lo primero, se hubiera fumado un varillo de maracachafa o estuviera inyectándose esteroides. Si hay diferencia.
Apelaez
15 agosto, 2007 at 5:14 pmMaldoror. Si, tal vez mi pelicula favorita sea esa. Supongo que la suya es el olor de la papaya verde.
Maldoror
15 agosto, 2007 at 6:23 pmApelaez:
Acuerdese que la mía es «Olimpia»
Paula C
15 agosto, 2007 at 6:42 pmLuis Ernesto,
De dónde sacas que «todos se dopan» es un equilibrio? ¿Cuál es el límite del «todos se dopan»? Cuando haya el primer muerto por exceso de «todos se dopan» (un ataque cardiáco, por ejemplo) «el equilibrio» se acaba y vuelve la regulación: así que eso no puede ser un equilibrio.
Además, en ese «equilibrio» la competencia va a ser entre farmaceúticas: algo así como lo que sucede ahorita entre marcas de ropa (Nike vs. Reebok, por ejemplo) pero en serio, porque ahora si va a haber diferencias en resultados, diferencias que las farmaceúticas pretenderán (como Nike y Reebok) trasladar al mercado del consumidor común y corriente: ¿pero podrán? Le interesa al nadador común y corriente superar el récord mundial de 50 mts mariposa, o lo hace sencillamente por mantenerse en forma o relajarse, sin necesidad de poner en riesgo su salud.
Y este último punto es importante: la gran mayoría de efectos son los llamados de mediano/largo plazo, así que los estudios para que el doping se legalice y sea regulado (por la FDA, por ejemplo) podrían demorar unos 15 o 20 años (mira por ejemplo lo que pasa con los esteroides y aminoácidos, o los complejos energéticos, de cuyos efectos todavía sabemos poco).
¿Y cómo así que «dónde queda el esfuerzo»? Si legalizas el doping lo de menos es el esfuerzo. Eso si es ambigüedad (aunque no moral sino intelectual).
Luis Ernesto
15 agosto, 2007 at 7:49 pmAun no he leido el siguiente post. Pero me parece que todos andan alarmados por una cosa que, a la hora del te, no es grave.
Por ahí me pusieron que cuando el conductor de la ruta de los hijos de uno se fuma un royal y se toma un cafe la situcion es muy diferente a si está turro.
Seguramente, hay muchas drogas contraindicadas para hacer actividades que requieran atencion, por ejemplo la hidroxicina, que mucha gente usa para dormir, evitar fiebres o malestares.
Pues bueno, a mi me parece que la comparación es falaz y lo es, básicamente, pq tenemos montones de dorgas que son más peligrosas que algunas otras. Un ejemplo, wl metilfenidato (Ritalina, de la que Alejandro hablaba en estos días) es 80% más eficiente que la cocaína inhibiendo la recaptacion de dopamina y noradrenalina, esto es: lo pone a uno atento. Aún así hay muchos padres que le dan ritalina a sus hijos, pero se morirían si tuvieran que darles cocaína.
Algo de información falta por acá.
Y para otro comentario por ahí. Las muertes por sobredosis suelen ir acompañadas de desinformación. Ese problema se soluciona cuando un médico esta haciendo seguimiento al deportista que toma X o Y sustancia. Así que el ataque cardiaco no es más que una consecuencia de algo que no pasaría.
Paula C
15 agosto, 2007 at 7:59 pmLE,
En un mundo donde el dopaje es ilegal, como en el que estamos ahorita, es imposible saber si las muertes por sobredósis se deben a desinformación: es obvio que el único que sabe si hubo o no desinformación es el personaje que falleció.
Además, tú sigues pensando en un mundo en donde el dopaje es legal, pero extrapolas desde un mundo donde es ilegal: tienes que hacer el esfuerzo de imaginarte en ese mundillo que recomiendas. ¿Cuáles son los límites de la competencia por dopaje? Esos límites lo da la tecnología, tecnología que muchas veces no habrá sido probada o regulada por un organismo de control como la FDA, por ejemplo.
No descartes las muertes por excesos únicamente por imaginarte que eso es lo que pasa en el mundillo en el que nos encontramos ahorita: son dos mundillos diferentes.
Anónimo
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