Durante los años noventa, hubo dos fenómenos sociales sin muchos antecedentes en nuestra historia. El primero fue la migración externa. El segundo fue la violencia. Ambos fenómenos dejaron una cicatriz en las pirámides demográficas En la pirámide para todo el país los resultados apenas son evidentes pero en algunos municipios (o localidades) los efectos saltan a la vista.
Dos ejemplos ilustran los cambios demográficos. El primer ejemplo es la comuna Laureles-Estadio de Medellín. Una barrio de clase media-alta donde 9.2% de los hogares reportan que al menos uno de sus miembros vive en el exterior. La migración puede entreverse en el “hueco” de la mitad de la pirámide; esto es, en la ausencia de un porcentaje significativo de hombres y mujeres entre 30 y 40 años. La ausencia de este grupo podría, además, explicar el faltante de niños. Al irse los padres, se fueron los hijos. Literal y metafóricamente.
De otro lado, el efecto de la violencia es evidente en la pirámide del municipio de Puerto Berrio (Antioquia). En lugar de disminuir gradualmente, el porcentaje de hombres entre 15 y 19 años de edad cae abruptamente con respecto al porcentaje entre 10 y 14. Algo similar ocurre para los hombres entre 20 y 29. El contraste con la distribución de las mujeres es evidente. El boquete del lado izquierdo de la pirámide constituye la típica marca demográfica de un exceso de mortalidad de hombres jóvenes, como corresponde a una situación de violencia generalizada.
Fuente de los datos: Dane, Censo (2005).