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18 diciembre, 2011

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El presidente mediático

Juan Manuel Santos es el personaje del año en Colombia. Míresele por donde se le mire. Desde un punto de vista sustantivo, sus logros son innegables. Restructuró la política, puso a casi todos los partidos a girar en torno a su figura, sólo el empequeñecido Polo Democrático permanece por fuera de su campo gravitacional. Lideró una ambiciosa transformación institucional que incluyó un cambio en la distribución regional de los recursos fiscales y una ambiciosa ley de reparación de las víctimas de la violencia. Creó nuevos ministerios, departamentos administrativos y consejerías que, en teoría, le permitirán poner en práctica sus ideas del buen gobierno. Y dirigió una economía en expansión, que ha crecido aceleradamente y ha logrado reducir el desempleo de manera sustancial.

Pero el Presidente Santos es también el personaje del año desde un punto de vista distinto, más literal si se quiere. Santos fue una presencia continua en los medios, una figura casi omnipresente. Al comienzo del año, desde Cúcuta, después de la trágica explosión de una mina de carbón que mató a más de 20 personas, prometió acabar, de una vez por todas, con la minería informal (que ha seguido creciendo). A mitad del año, desde Corinto, Cauca, en medio de la destrucción causada por un carro bomba de las Farc, dijo públicamente que el atentado le había traído suerte a la selección Colombia (en retrospectiva no fue tanto así). A final del año, posó montado en buldócer en medio de los aguaceros históricos de estos días y dijo, en tono circunspecto, que su gobierno le estaba ganando la batalla al invierno.

Santos ha sido el más mediático de los últimos cinco presidentes Colombianos. No lo digo yo con base en juicios impresionistas, lo señala un análisis cuantitativo de más de dos millones de artículos de prensa publicados desde 1991 por algunos de los principales medios escritos de Colombia. El análisis, basado en un contador de palabras diseñado por el ingeniero Juan Manuel Caicedo, muestra que Santos ha batido casi todos los registros de figuración mediática. En los meses de mayor figuración, a comienzos de 1991, la palabra “Gaviria” apareció 0,6 veces por cada mil palabras publicadas en los medios estudiados. A mediados de 1995, en medio de un gran escándalo, la palabra “Samper” apareció 1,5 veces por cada mil palabras. En mayo de 1998, coincidiendo con las elecciones presidenciales, la palabra “Pastrana” apareció 0,7 veces por cada mil. En abril de 2006, en medio de otro escándalo, la palabra “Uribe” superó las 1,5 apariciones por cada mil. Pero “Santos” batió todos los records. A finales del año pasado, llegó a más de 2,5 apariciones por cada mil palabras.

Ningún otro presidente había recibido tanta prensa: los números no mienten. El protagonismo no es casual. Todo lo contrario: es el resultado de una estrategia deliberada. Pero el éxito mediático tiene sus riesgos, sobre todo si se convierte en un fin en sí mismo. Con frecuencia el presidente Santos pareció más preocupado por el efecto mediático de sus anuncios que por el fondo mismo de lo anunciado, como si quisiera simplemente maximizar los titulares, aparecer en la prensa.

En fin, el presidente mediático tiene un gran reto por delante: mostrar que su capacidad de gestión es tan grande como su ya bien probada capacidad de figuración.

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Lecturas de 2011

Tres novelas cortas (o cuentos largos) para esta época de Twitter.

El alienista del brasileño Machado de Assis (mi descubrimiento literario de este año).

Pero la Ciencia tiene la inefable propiedad de curar todas las penas; nuestro médico se sumergió enteramente en el estudio y la práctica de la Medicina. Fue entonces cuando uno de los recovecos de ésta le llamó especialmente la atención: el recoveco psicológico, el examen de la patología cerebral. No había en la colonia, ni aún en el reino, una sola autoridad en tal materia, mal explorada o casi inexplorada. Simón Bacamarte comprendió que la ciencia lusitana, y particularmente la brasileña, podría cubrirse de “laureles inmarchitables” –expresión usada por él mismo, pero en un arrebato de intimidad doméstica–; exteriormente era modesto, como conviene a los sabios.
La salud del alma –clamó– es la ocupación más digna del médico.

Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. Publicada ya hace 30 años, pero sigue mejor que nunca.
Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia. Todo pasó como pasan los discos en la sinfonola. Nunca sabré si aún vive Mariana. Si hoy viviera tendría ya ochenta años.

Trenes rigurosamente vigilados del escritor checo Bohumil Hrabal. La película es un clásico, la novela es mejor.

Me agarré de la mano con el muerto hasta que también yo mismo empecé a perderme en las tinieblas y susurré para sus oídos que ya no oían las palabras del conductor de aquel tren rápido que había traído a los desventurados alemanes desde Dresden: –Deberían mantener el culo sentado en la casa…