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1 marzo, 2007

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Advertencia

Ahora que el Dane vuelve a estar cuestionado: no sabemos ni cuantos somos, ni cuantos trabajamos, ni cuanto devengamos, etc. Ahora que la investigación socioeconómica dejo de ocuparse de la realidad, para dedicarse a la especulación sobre lo que el Dane hizo o dejo de hacer. Ahora que el Gobierno y el Dane se imprecan en privado y se evitan en público. Ahora que lo simbólico prima sobre le verídico, vale la pena leer la historia de lo sucedido en Perú, donde acaban de arrojar el último censo de población a la basura. Copio un editorial publicado el primero de febrero en el diario peruano La República. No quiero hacer de agorero. Pero es bueno que nos vayamos preparando para lo que viene: la chatarrización de la estadística.

El Décimo Censo Nacional de Población y Sexto de Vivienda, realizado a mediados de 2005 por el economista Farid Matuk, entonces director del INEI, y un vasto equipo de especialistas, trajo una gran novedad. Los anteriores censos se concentraron en un solo día, en el cual el país permanecía inmovilizado y pendiente de la llegada de los encuestadores a cada casa. Pero hace dos años se empleó un método nuevo, que obvió todo eso al extender la consulta a lo largo de un mes, sin encierro o inmovilización alguna.
En aquel momento se dijo que tal era el método de recolección de datos utilizado por los censos modernos, que recomendaban extender la consulta y no paralizar productivamente al país. Hoy el nuevo gobierno ha puesto en la picota al señor Matuk y satanizado en todos los términos el censo que realizara, al extremo de que se ha llegado a decir que había que arrojar sus resultados a la basura.
Lo que está en juego no es poco, pues al cancelar de ese modo las cifras recogidas en el 2005 no quedaría más remedio que mantener las del censo de 1993 y quedarnos sin estadísticas confiables, pues todas ellas serán proyecciones sobre economía, población, educación, vivienda, etc. Dicho sea de paso, esas mismas proyecciones, solo que sobre los resultados del 2005, son las que viene proponiendo el señor Matuk.
La idea de “arrojar a la basura” estos resultados no es broma, pues implica declarar oficialmente que se desperdiciaron 38 millones de dólares, que tal fue el costo de la última consulta. Es verdad que nuestro país solo puso una parte de dicha cantidad, pero tampoco estamos para dilapidar 10 millones de dólares. Como sea, y sin que medien estudios serios sobre las cifras del 2005, el gobierno ha resuelto desecharlas y realizar otro censo.
Y aquí nuestro asombro, pues circula la versión de que el nuevo jefe del INEI, el señor Renán Quispe, ha anunciado que la fecha tentativa para dicha consulta sería el próximo 26 de agosto. ¿Siete meses apenas para preparar y realizar un nuevo censo nacional?
Es como para no creerlo, pues si esta encuesta se va a realizar mediante el método antiguo, es decir, inmovilizando al país por 24 horas, es necesario entrenar un ejército de medio millón de empadronadores, contar con cuestionarios de base, hacer ensayos previos, etc.
En suma, se trata de una maniobra de alta estrategia, que no admite fallas. Al ser realizada con tanta premura, lo único que ocurrirá es que se la acuse de improvisación y voluntarismo, y sus cifras sean tanto o más cuestionadas que las del anterior censo.
Qué país.