Algunas veces no existe alternativa distinta a la reiteración. Algunas veces las columnas tienen que llover sobre mojado. Repetir lo repetido. Esta vez, por ejemplo, urge reiterar el rechazo a la propuesta del Partido de la U de reformar la Constitución con el propósito de reelegir nuevamente al presidente Uribe. Esta propuesta envilece la política y complica la posibilidad de un acuerdo nacional en contra de la guerrilla. La propuesta, además, muestra que algunos sectores políticos anteponen sus convicciones o sus objetivos a las instituciones nacionales. La U (como su nombre lo indica) parece más que dispuesta a invertir el sentido de la Constitución.
El Partido de la U es una alianza de conveniencia que se comporta como corresponde a su esencia: de manera oportunista. Pero la propuesta de la U no puede descartarse como una simple iniciativa equivocada de una organización oportunista. Si el Presidente hubiera sido enfático en su rechazo a la posibilidad de una segunda reelección, la propuesta de la U sería un despropósito, un acto de rebeldía sin sentido. Pero la propuesta de la U se ha nutrido de la ambigüedad del Presidente. O mejor: de su renuencia a cerrar definitivamente la puerta de la reelección, de su insistencia en dejar una rendija providencial que le permita colarse convenientemente hacia un tercer mandato. Uribe, en últimas, también se escribe con U.
La ambigüedad del Presidente puede tener varias explicaciones. Probablemente no confía en el albur de la política electoral. O no vislumbra el surgimiento de un nuevo liderazgo. O no cree en la continuidad de su legado más allá de su mandato. Pero la ambigüedad no tiene ninguna justificación. El Presidente debería rechazar la propuesta de la U y dedicarse a las tareas de gobierno, a la ingrata labor de gobernar sin la perspectiva de una nueva oportunidad. Al fin y al cabo, son muchos los asuntos pendientes. Y varios los problemas sin resolver.
El Gobierno, por ejemplo, no ha podido encontrar un camino expedito en el tema de la infraestructura. Esta semana la licitación para la construcción del túnel de La Línea fue declarada desierta. La misma licitación fracasó en dos oportunidades durante el gobierno de Pastrana, habida cuenta de los inmensos riesgos geológicos. El gobierno de Uribe decidió realizar un túnel piloto para disminuir los riesgos geológicos y viabilizar el proyecto. Invirtió miles de millones en tal propósito. Pero la licitación volvió a fracasar por cuenta de los malos cálculos y de la improvisación del Ministro de Transporte.
Pero los yerros del Ministro de Transporte son sólo una parte de los muchos problemas del Gobierno. El número de trabajadores afiliados a la seguridad social continúa estancado, a pesar de la recuperación del empleo. El gasto militar no parece sostenible una vez se agoten los recursos del impuesto al patrimonio. La expansión de algunos programas sociales tampoco parece viable fiscalmente. Pero estos problemas han pasado a un segundo plano. Adentro y afuera del Gobierno. El presidente Uribe, por ejemplo, parece más preocupado por el 2010 (o por el 2014) que por lo que resta de su período.
En suma, el presidente Uribe debería olvidarse de la reelección y concentrarse en la solución de los problemas de su gobierno. Podría empezar con una desautorización al Partido de la U y con la destitución de algunos ministros.
El Partido de la U es una alianza de conveniencia que se comporta como corresponde a su esencia: de manera oportunista. Pero la propuesta de la U no puede descartarse como una simple iniciativa equivocada de una organización oportunista. Si el Presidente hubiera sido enfático en su rechazo a la posibilidad de una segunda reelección, la propuesta de la U sería un despropósito, un acto de rebeldía sin sentido. Pero la propuesta de la U se ha nutrido de la ambigüedad del Presidente. O mejor: de su renuencia a cerrar definitivamente la puerta de la reelección, de su insistencia en dejar una rendija providencial que le permita colarse convenientemente hacia un tercer mandato. Uribe, en últimas, también se escribe con U.
La ambigüedad del Presidente puede tener varias explicaciones. Probablemente no confía en el albur de la política electoral. O no vislumbra el surgimiento de un nuevo liderazgo. O no cree en la continuidad de su legado más allá de su mandato. Pero la ambigüedad no tiene ninguna justificación. El Presidente debería rechazar la propuesta de la U y dedicarse a las tareas de gobierno, a la ingrata labor de gobernar sin la perspectiva de una nueva oportunidad. Al fin y al cabo, son muchos los asuntos pendientes. Y varios los problemas sin resolver.
El Gobierno, por ejemplo, no ha podido encontrar un camino expedito en el tema de la infraestructura. Esta semana la licitación para la construcción del túnel de La Línea fue declarada desierta. La misma licitación fracasó en dos oportunidades durante el gobierno de Pastrana, habida cuenta de los inmensos riesgos geológicos. El gobierno de Uribe decidió realizar un túnel piloto para disminuir los riesgos geológicos y viabilizar el proyecto. Invirtió miles de millones en tal propósito. Pero la licitación volvió a fracasar por cuenta de los malos cálculos y de la improvisación del Ministro de Transporte.
Pero los yerros del Ministro de Transporte son sólo una parte de los muchos problemas del Gobierno. El número de trabajadores afiliados a la seguridad social continúa estancado, a pesar de la recuperación del empleo. El gasto militar no parece sostenible una vez se agoten los recursos del impuesto al patrimonio. La expansión de algunos programas sociales tampoco parece viable fiscalmente. Pero estos problemas han pasado a un segundo plano. Adentro y afuera del Gobierno. El presidente Uribe, por ejemplo, parece más preocupado por el 2010 (o por el 2014) que por lo que resta de su período.
En suma, el presidente Uribe debería olvidarse de la reelección y concentrarse en la solución de los problemas de su gobierno. Podría empezar con una desautorización al Partido de la U y con la destitución de algunos ministros.