Art. 15: Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar…
Art. 12: Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia…
He copiado el Artículo 15 de nuestra Constitución Política y el Artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos con el propósito de recordar que existen normas o reglas morales que las naciones civilizadas han adoptado voluntariamente. Primero, cabe mencionar lo obvio: algunos miembros de las fuerzas armadas de Colombia violan sistemáticamente estas normas. No sólo ahora. Siempre. La semana anterior, en medio de una conversación informal, un ex ministro del Frente Nacional me confesó que en la residencia presidencial de entonces existía una recámara repleta de cintas magnéticas que contenían conversaciones íntimas de políticos y otros protagonistas de la vida nacional.
Segundo, cabe mencionar lo menos obvio. No sólo quienes graban las conversaciones violan los artículos mencionados: incurren en la misma falta quienes las transcriben y las hacen públicas. Especialmente cuando la publicación es innecesaria y malintencionada, como la contenida en la edición más reciente de la revista Semana. Cuando leí la trascripción de la conversación entre María Consuelo Araujo y su hermano, me sentí violando el “derecho a la intimidad personal y familiar” de un ser humano, de estar “injiriendo arbitrariamente en su vida privada y familiar”.
En mi opinión, los periodistas de Semana incurrieron en una acto inmoral e ilegal. Y lo hicieron, creo yo, no por un motivo comercial o pecuniario, sino por una razón aparentemente más loable: por la pretensión de imponer su idea de la virtud sobre el resto de la sociedad, por sus ínfulas de superioridad moral. Digo más loable pero debería decir más peligrosa. La crisis del paramilitarismo ha llevado a mucha gente (periodistas, en su mayoría) a atribuirse el papel de redentores morales, a endilgarse como propia la labor de limpiar la sociedad. “Síganme los buenos” es su consigna favorita.
La revista Semana dejó en claro que pretende liderar un «grupo de limpieza social». Para sus periodistas, la violación de los Derechos Humanos o de la Constitución es un asunto secundario ante la tarea mayúscula de la redención moral. De la salvación nacional.