Más allá de la agresividad verbal, los participantes en los foros electrónicos de la prensa colombiana se distinguen por su falta de imaginación. Por la facilidad con la que repiten el mismo diagnóstico y señalan los mismos culpables: el sistema, el establecimiento, los cacaos, la clase dominante, el gran capital, etc. “Ahora el señor Hommes –escribió esta semana un forista indignado–dice que la pobreza disminuyó por las políticas neoliberales que practican los gobiernos desde el vende patrias de Gaviria. Cuando todos sabemos que la apertura ha sido la causa de la tragedia nacional.” Y sigue una larga retahila de acusaciones a los culpables de siempre. En fin, el diagnóstico está hecho. Y los malos, claramente identificados.
Es difícil tener paciencia con la ignorancia ignorante de si misma. Mi primera reacción es siempre de exasperación. Trato de buscar consuelo en la misantropía. Imagino replicas hirientes: resentido es aquel que confunde el fracaso personal con el fracaso del país. Intento, en últimas, seguir el consejo de Alain De Botton. Darse cuenta, dice De Botton, de que “las ideas de la mayoría de la población sobre la mayor parte de los asuntos están extraordinariamente transidas por el error y la confusión” puede ser tremendamente liberador. “Puede que, mediante una interpretación no paranoica de las deformaciones del sistema de valores que nos rodea, nos conformemos con asumir una postura de misantropía inteligente».
Pero allí no termina la cuestión. Incumbe indagar por las causas de tantos y tantos comentarios cortados por la misma tijera ideológica. ¿Por qué la mayoría de los foristas repiten el mismo diagnóstico y señalan los mismos culpables? ¿De dónde viene esta ideología tan precaria como extendida? Jaime Ruiz ha sugerido que la causa está en las universidades. O mejor, en los dogmas que se enseñan y se inculcan en nuestras instituciones de educación superior. Los foristas serían, en su opinión, victimas complacientes del adoctrinamiento. Simples repetidores de las ideas que sus profesores han repetido por décadas. Literalmente, estaríamos ante la repetición de la repetidera, magnificada ahora por la magia del internet.
Pero yo no creo que las universidades tengan tal capacidad de adoctrinamiento. O que los profesores universitarios sean ventrílocuos avezados con miles de muñecos obedientes. Los foristas son la manifestación de una realidad sociológica. De un modelo mental. La mayoría de ellos está convencida de que la sociedad colombiana es injusta, de que el trabajo duro no paga, de que las conexiones son causa del éxito y de que ellos merecen mucho más de lo que tienen: todos se creen víctimas del sistema. Este diagnostico está asociado con la existencia de desigualdades reales, pero, es al mismo tiempo, un fenómeno sociológico con fuerza propia. Un modelo mental que genera las condiciones para su propia reproducción.
Este tipo de pesimismo promueve las visiones justicieras del estado, el voluntarismo utopista, los deseos de revancha (que se convierten en un exceso de igualitarismo compensatorio). Y en últimas, favorece el crecimiento desordenado y corrupto del Estado. Y este crecimiento, a su vez, enriquece a unos cuantos privilegiados, concentra aún más las oportunidades y confirma las expectativas iniciales, el pesimismo generalizado. Jaime Ruiz ha sugerido una explicación similar. Pero yo difiero en un punto fundamental. Jaime cree que todo esto es deliberado. Pero no. Los foristas no son conscientes de las consecuencias de sus creencias. Desconocen que la causa última de su enojo es su mismo enojo. Su indignante indignación.