Entrevistas Reflexiones

Sobre las reformas a la salud y la educación

Versión completa de la entrevista publicada en el diario El Tiempo, marzo 12, 2023. 

¿En algún momento se arrepintió de haber aceptado? No por el hecho en sí, sino por las críticas que le llovieron de amigos y electores.

Yo sabía que era problemático, que algunos votantes o seguidores iban a verlo como una traición. Por más que yo hablara de la importancia del pluralismo o de lograr consensos parciales entre diferentes –de eso se trata en buena medida la política–, muchos iban a criticar. Me llamaron incoherente, falto de dignidad, traidor, etc. Nunca me preocupé demasiado al respecto. En algunos momentos, en algunas discusiones, sí me sentí en el lugar equivocado. Cuando el Presidente, por ejemplo, envió por Twitter fotos de hospitales de otros países para atacar nuestro sistema de salud me sentí desmoralizado. Así se lo dije a mi esposa. Pero en general nunca estuve arrepentido. Ni tampoco lo estoy ahora.

Recuerdo que hace unas semanas le mandé a unos de los asesores de comunicaciones de presidencia las recomendaciones de Inteligencia Artificial sobre qué tanto debe tuitear un Presidente: «solo cuando sea necesario y en una manera responsable. Los tuits son pronunciamientos públicos y pueden tener un impacto significativo. Por lo tanto, es importante usar Twitter de manera apropiada y veraz».

¿En qué cree que lo fortaleció su paso por el Mineducacion y en que cree que lo debilitó?  

Siempre en estos cargos uno aprende cosas, conoce de primera mano muchos problemas, conoce también gente interesante. Salí con mayores conocimientos, con la tranquilidad de haber construido una agenda que será clave para lo que falta del gobierno. La salida abrupta no es buena. Quedan planes truncos. No sé si eso me debilitó. Personalmente no. Políticamente ni idea. Pero tengo que ser franco, dejar un ministerio así, después de tan poco tiempo, es triste. Pero toca seguir adelante. Yo aprendí en campaña que en estos asuntos toca ser un guerrero feliz.

En este paso por el gobierno, ¿usted cree que el equipo que está al frente del país estaba realmente preparado para asumir el reto de la Colombia de hoy? 

Yo no voy a salir a juzgar a mis compañeros de gabinete. Sería grotesco. Tampoco quiero hacer juicios definitivos. Hay mucho por definirse. He dicho, eso sí, que en algunas discusiones del consejo de ministros extrañaba un poco más de método. Hay una tensión, natural por lo demás, entre la tecnocracia y el presidente. Las visiones más ambiciosas chocan siempre con el realismo de las políticas públicas. Algunas veces me daba estrés en el consejo de ministros por la falta de concreción. Yo siempre decía que la convergencia entre sueños y posibilidades no debería tomar mucho más tiempo.

Cuando trabajamos en el documento sobre cambios a la reforma a la salud, el que se filtró y terminó detonando mi salida, pensé que el conocimiento técnico es esencial. Había un grupo de funcionarios jóvenes que armó una contrapropuesta en cuestión de días. Yo entiendo las críticas a la tecnocracia, pero desecharla es un suicidio.

 Y al revés, ¿los colombianos estábamos listos para estos cambios que se ofrecen desde el ejecutivo? 

Me parece que está ocurriendo algo muy interesante en Colombia. El gobierno fue elegido con un mandato o demanda de cambio. Muy fuerte. Un sentimento antiestablecimiento muy profundo. Pero la opinión está cambiando. Persiste por supuesto una demanda de cambio. Pero también hay una demanda por estabilidad, autoridad y certidumbre. Nos estamos dando cuenta de que la gente no odia tanto el sistema de salud o los servicios públicos como se dijo campaña. Por eso las reformas serán de transición. No creo que las ideas de borrón y cuenta nueva vayan a tener apoyo. Las clases medias urbanas, por ejemplo, están demandando estabilidad. Lo mismo, a propósito, está ocurriendo en Chile.

¿La reforma que radicó la ministra de salud va a fracturar al país más de lo que ya está ? ¿Por qué?  

No pudimos tener ni siquiera un consenso al interior de gobierno. La mayoría de los agentes del sector están insatisfechos. No tienen certeza sobre los beneficios de la reforma. Yo creo que el gobierno se equivocó presentando, de primera en la fila, una reforma muy radical, sin acuerdos, con grandes dudas sobre la transición y grandes riesgos para la atención de la gente. La reforma aprobada será muy distinta en mi opinión.

Ahora sí, con la libertad que le da ser ya un exfuncionario, explíqueles a los colombinos cuáles fueron sus tres principales reparos a la reforma de la salud

Mi primera preocupación tiene que ver con los pacientes. El sistema propuesto es fragmentado entre el primer nivel y la atención de mayor complejidad, no tiene respuestas claras a preguntas básicas sobre quién va coordinar la entrega de medicamentos, la atención domiciliaria, el transporte, la liquidación de prestaciones económicas, la gestión de riesgos, etc.

Mi segunda preocupación tiene que ver con los recursos. El sistema de pagador único ha fracasado en Colombia ya muchas veces, con la libre adscripción del ISS, con la atención a desplazados por parte del Fosyga, con los recobros, etc. El sistema propuesto podría llevar a una quiebra, esta vez sí definitiva y sistémica.

Mi tercera preocupación es la transición. La idea de llevar millones de pacientes a la Nueva EPS es una locura. Me preocupa que la incertidumbre está acelerando la transición. Los problemas de desabastecimiento de medicamentos y flujo de recursos son muy preocupantes.

Voceros del gobierno dijeron ayer que ahora la gente no tendría que ir a las clínicas sino que el médico llegará a sus casas. ¿Eso es una revolución o una falacia? 

Los programas de atención primaria con equipos interdisciplinarios, desplegados en el territorio tienen sentido en algunos contextos. No en todos. Ya se hacen en Colombia en muchos lugares. Pueden fortalecerse. Para eso no se necesita una gran reforma. Creo que muchas veces en este debate se ha confundido una estrategia de atención primaria en salud con una reforma al sistema de salud. Así se lo dije al presidente cuando decidí mi apoyo a su candidatura antes de la segunda vuelta.

Las encuestas muestran mayoritariamente una defensa de las EPS por parte de los ciudadanos. ¿Usted ha podido entender cuál es el interés del gobierno, entonces, de querer convertirlas en centros de atención meramente? 

Una última encuesta muestra que ese apoyo está creciendo, ya está cercano a 80%. Como ya dije, la gente no odia tanto al sistema de salud como se suponía. Hay una aversión a la pérdida. La reforma ha generado la idea de que se puede perder lo ganado. Incluso la Corte Constitucional hizo una advertencia sutil, pero poderosa al respecto. Me parece que esta realidad ha llevado a una moderación del discursos y probablemente también de las ambiciones del gobierno.

¿La Adres, a cargo de administrar los recursos de todo el sistema, tiene esa capacidad ? ¿Cómo lo haría? ¿Es un riesgo para la corrupción? 

No tiene las capacidades ni la información ni el talento humano para hacerlo. ADRES podría hacer el giro de los recursos. Pero no puede ser el ordenador de gasto de todo el sistema. Repetiría, en una dimensión 10 veces mayor, los problemas de los recobros del Fosyga.

Otra duda de lo colombianos: ¿usted si ve que con esta reforma cómo está planteada hoy vamos a un esquema como el seguro social? 

Sí hay un riesgo de que el sistema de salud terminé concentrando su administración en una institución desbordada, tomada por el clientelismo e inoperante. Pero yo siempre quise plantear el debate en otros términos. No como un debate sobre la ineficiencia del sector público y la superioridad del sector privado. No creo que ese sea el debate en este caso. Este no es un debate de Estado versus mercado. Este es un debate sobre la mejor forma de llevar las capacidades construidas en las zonas urbanas y en el centro del país a las zonas rurales y a la periferia. Uno no necesita destruir lo que ya funciona para remediar lo que no

Cambiemos un poco de tema, ¿cómo está viendo al país ? 

Yo soy menos catastrofista. Siempre he combatido la fracasomania. Las redes sociales llevan a un estado de opinión crispado. Pareciera que cada semana es el fin del mundo, que todo se viene abajo irremediablemente con cada noticia. Yo confío en la fortaleza de nuestras instituciones y de la economía. No veo grandes amenazas a la estabilidad fiscal y monetaria. Me preocupa la pérdida de control territorial y el poder de los grupos ilegales en varias regiones.

Creo que a todos nos toca aprender a diferenciar las acciones de los anuncios. En estas democracias mediatizadas se dicen muchas cosas, pero pasan menos. Hay un cuento de Borges, de ciencia ficción, ubicado en un futuro más tranquilo, en el cual un protagonista afirma, cito de memoria, «los pobres habitantes de mi tiempo creían que todos los días había una noticia»

Algunos creen que esta incertidumbre es normal 

Sí, es normal. El país está aprendiendo a lidiar con un gobierno distinto en el fondo y en la forma. Muchos deberían también valorar lo positivo. Los jóvenes y los habitantes de las regiones más pobres creen en el gobierno y, al creer en el gobierno, creen y valoran la democracia. Eso es bueno, especialmente en medio de esta crisis de confianza. Los esfuerzos de reforma agraria o de llevar educación superior donde nunca ha estado o de acelerar la transición energética son no sólo necesarios, sino imprescindibles.

¿Cómo ve a las cortes, el Congreso y a los medios? 

Haciendo su labor. En conjunto, muestran que en Colombia la democracia liberal funciona. Yo siempre he creído que los contrapesos al poder son claves, no solo para asegurar transiciones democráticas pacíficas, sino también para evitar grandes errores, grandes exabruptos. Colombia es un país de leyes. Eso exaspera un poco a los mandatarios de turno, pero nos protege de los peores escenarios.

¿Cuáles iniciativas que impulsó en su paso por el Mineducacion lo hacen sentir orgulloso?  

Voy a mencionar cuatro temas: el borrador de la reforma a la Ley 30 de 1992 que se va a presentar al Congreso en los próximos días, el plan de infraestructura escolar con énfasis en superior y educación rural, el programa de aumento de la cobertura de educación superior de 500 mil nuevos cupos y la reforma en ciernes al Sistema de Aseguramiento de la Calidad.

Paradójicamente el plan de desarrollo, en su artículo 102, sienta las bases para una reforma al sistema de salud del magisterio. En eso también trabajamos, en la salud de los maestros.

¿Tema critico que usted ve en ese sector para los próximos años?

Lo crítico, por encima de todo, es la reforma al Sistema General de Participaciones. Dejamos ya unas propuestas preliminares. El sistema educativo tiene un déficit anual de casi tres billones.  Ya no aguanta más. Hay muchas entidades territoriales con problemas para pagar la nómina, el transporte y los servicios generales. Sin esta reforma también será muy difícil avanzar en educación inicial.

Literatura Personal

Implantados

Habían bajado ya de precio. No eran una simple extravagancia de los más ricos de los ricos. Por el equivalente a unos meses de su salario como gerente en un negocio medio estancado de seguridad informática (los bandidos estaban ganado) podía acceder al chip. Bastaba una cirugía menor para el implante. Su hijo ya iba a cumplir dos años, la edad recomendada para que el chip pudiera implantarse y coordinarse con el cerebro en formación.

Decidió optar por el chip estándar. Contenía mandarín, inglés, alemán, ruso y seis idiomas latinos. Programación en varios lenguajes. Historia y geografía plenas. Conocimientos básicos de medicina, ingeniería y ciencias básicas. Matemáticas y lógica. «Es como si uno naciera aprendido», le dijo el vendedor.

Décadas atrás las primeras aplicaciones de IA habían mostrado que todo el conocimiento acumulado por la humanidad podría ser sistematizado y usado para responder cualquier inquietud o pregunta, puntual o general. Los abogados, ingenieros y médicos clínicos comenzaron a ser superados por la máquina tal como había ocurrido con los maestros de ajedrez a finales del siglo XX.

La IA comenzó un proceso de desarrollo exponencial. Mientras más se usaba, más se sofisticaba. Superó incluso las predicciones más exageradas. Las aplicaciones estuvieron primero alojadas en los móviles. Después vinieron los chip. Recien salidos, los más ricos los implantaron sin reatos a sus hijos que crecían literalmente con todo el conocimiento del mundo en la cabeza.

Las universidades se estaban convirtiendo en lo que debieron haber sido desde muchas décadas atrás, clubes de conversación. A medida que crecía la población de implantados, los profesores no sabían qué hacer. Su costumbre de repetir tercamente en clase lo que existía en los libros, había pasado de anticuada a ridícula. Solo los profesores de ética mantenían una utilidad urgente, casi imprescindible. Repetían que un mundo de sabelotodos irreflexivos podía ser una pesadilla.

Había chips no neutrales con énfasis religiosos, por ejemplo. «Una cosa son implantes de ciencia, otros de metafísica», repetían los agobiados profesores de ética sin mucho eco. Los implantes podrían convertir a cada ser humano en un especie de enciclopedia andante, en un sabio renacentista. Pero también en un dogmático sabiondo, un sacerdote medieval ilustrado e intolerante.

Manuel escogió un chip neutral. La IA había ya copado tantos espacios que le pareció un paso natural. Los homínidos y la tecnología llevaban mezclándose cientos de miles de años, desde que estos lanzaron la primera piedra. Esta coevolución había llegado a un límite emocionante, un humano era ya, con el implante, todos los humanos, en cada uno convergía todo el conocimiento acumulado durante siglos de historia. Manuel sabía bien que la tecnología nos acercaba cada vez más a nuestros sueños y también a nuestras pesadillas. Ya estaba muy viejo para implantarse. Sospechaba, sin embargo, que humanos y robots iban a ser tarde o temprano indistinguibles. No iba a hacer nada para evitarlo. Todo lo contrario.

Academia Reflexiones

Sobre la reforma a la salud

Este artículo resume de manera breve las principales preocupaciones sobre lo que se conoce de la reforma a la salud. Lo pongo aquí como constancia. Fue conocido en enero de 2023 por la opinión pública.

Diagnóstico

Todo esfuerzo reformista debe empezar por un diagnóstico, por un análisis de lo que funciona y no funciona, por una evaluación de las capacidades instaladas (nunca se comienza de cero) y las heterogéneas realidades territoriales.

Eso no ha ocurrido con la reforma a la salud que ahora se propone. El diagnóstico no es claro. Pareciera insinuar que todos, o la mayoría de los problemas se originan en la administración (privada o no pública) del sistema. Como si eliminar las EPS fuera una solución a los problemas de insostenibilidad financiera, corrupción y desigualdades territoriales.

No es así. Los problemas financieros existen en todos los sistemas de salud. Los sistemas públicos europeos están al borde de la quiebra. El susbsistema colombiano del magisterio (que no tiene EPS) enfrenta también grandes dificultades financieras y tiene, en comparación con el Régimen Contributivo, tres veces más quejas por 1.000 afiliados. Lo mismo ocurre con el subsistema de las fuerzas armadas.

La experiencia de Colombia con pagadores únicos públicos ha sido desastrosa. Lo fue con la llamada libre adscripción del Seguro Social en 1996, lo fue con los recobros directos del Fosyga por la atención a la población desplazada en 2001, lo fue durante la década pasada con los pagos de las secretarías de salud por los servicios No Pos del Régimen Subsidiado. El país recuerda los carteles de la hemofilia, el VIH, enfermos siquiátricos, etc. Todo esto podría repetirse a una mayor escala con la actual propuesta de reforma.

Las inequidades regionales, que se repiten en otros sectores como la educación y el agua potable, tienen que ver más con problemas de la descentralización que con los mismos problemas del sistema de salud. Los problemas de los hospitales públicos, por ejemplo, no se resolverán cambiando el pagador o los mecanismos de pago. Podrían incluso agravarse.

Las brechas en resultados en salud entre regiones y entre zonas rurales y urbanas son reales y preocupantes. Deben corregirse. Pero la reforma propuesta plantea una estrategia extraña: destruir lo que funciona en las ciudades para supuestamente arreglar lo que no funciona en las zonas rurales. En lugar de tratar de adaptar una estrategia de atención primaria al sistema, la reforma trata de adaptar todo el sistema a una estrategia de atención primaria. Una lógica extraña.

Hay mucho que conservar del sistema actual. Casi todos los hogares colombianos están protegidos financieramente: una enfermedad no implica una quiebra familiar, ni obliga a la liquidación de activos. Un puñado de hospitales del país están entre los mejores de la región. Los sistemas de información se han sofisticado como resultado de décadas de trabajo. El manejo de muchas enfermedades crónicas es ejemplar. En los mejores hospitales privados se atienden personas de todos los orígenes socioeconómicos. En fin, el sistema actual es producto de treinta años de innovación y trabajo colectivo. Destruirlo sería un suicidio.

La reforma propuesta es sencilla. Propone un pagador único, la ADRES, que es hoy una tesorería y se convertiría en una gran EPS pública. Propone al mismo tiempo un conjunto de centros de atención primaria como puerta de entrada al sistema que coordinarían la atención y el despliegue de equipos territoriales. Propone finalmente unas redes integradas de salud para la atención de mediana y alta complejidad. Los detalles no se conocen, pero, desde ya, surgen algunas preguntas sobre tres temas: ¿Qué va a pasar con los pacientes? ¿Cómo va a ser el flujo de recursos? Y ¿Cómo será el manejo de la transición? Hay todavía muchas dudas al respecto.

Pacientes

La ruta de atención no es clara. El sistema planteado es, por diseño, fragmentado: parte de una división entre la atención primaria y la de mayor complejidad. Además, no contempla una respuesta precisa para una serie de actividades esenciales. Hoy las EPS tienen diez veces más centros de atención primaria que los propuestos en la reforma, ¿Qué va a pasar entonces? ¿No tendríamos en el esquema muchas más colas y problemas de atención? ¿Quién va a coordinar el traslado de los pacientes? La sola Nueva EPS hace 800.000 transportes terrestres al año, y miles de transportes aéreos.

Hay más preguntas. ¿Quién va a coordinar la atención domiciliaria, las enfermeras en casa y la entrega de miles de balas de oxígeno? ¿Quién va a encargarse de la gestión farmacéutica, de la coordinación para la entrega de medicamentos, de los sistemas de información y de la negociación con la industria? ¿Quién va a hacer la gestión de riesgo? Por ejemplo, el control de pacientes con enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, etc.). ¿Quién va a liquidar y a auditar las prestaciones económicas, las licencias de maternidad y las incapacidades por enfermedad general? Sin controles el fraude puede ser inmenso.

Las EPS tienen decenas de miles de personas empleadas para estas tareas. Con la reforma no se sabe quién va a asumirlas. ¿Pasarán los 110.000 empleados de las EPS a ser funcionarios públicos? ¿Quedarán los pacientes a la deriva? No hay respuestas para esas preguntas.

Recursos

Resulta importante de entrada diferenciar entre el giro directo y la ordenación del gasto. ADRES hace hoy lo primero. Para lo segundo carece de capacidades. La reforma ignora este punto esencial. Surgen de nuevo muchas preguntas.

¿Quién va a realizar el control de gastos? ¿La auditoría de cientos de millones de facturas? Suponer, como en la propuesta actual, que con un sistema de información que no existe y tres mil personas desde Bogotá se va a hacer esta tarea, es ilusorio. Sin control del gasto, la quiebra del sistema será inevitable y acelerada. ¿Quién va a encargarse del control del recaudo de las contribuciones? Suponer que la UGPP puede hacerlo, es también ilusorio.

En el esquema propuesto, que no define el control de gasto y del recaudo, el impacto fiscal sería enorme. El gasto se multiplicaría y el recaudo podría caer de manera sustancial. Esta contingencia fiscal podría poner en riesgo la sostenibilidad fiscal del país.

Transición

Sobre la transición también hay muchas preguntas sin respuestas. ¿Cuánto tiempo va a tomar el empadronamiento de toda la población? La depuración de las bases de datos que manejan las EPS ha tomado décadas. ¿Cuánto tiempo va a tardar (y con qué gente se va a llevar a cabo) un tarifario único que sería, según se propone, la base para los pagos de ADRES? ¿Cuánto tiempo tardaría la puesta en marcha, desde cero, de un sistema de información centralizado, sin una reflexión sobre cómo transferir capacidades? ¿Quién y cómo se van a transferir las deudas existentes?

La transición tomaría décadas y la reforma parece subestimar la complejidad del proceso. Además, la transición se está anticipando: el sistema financiero les está cerrando las puertas a las EPS (pues ya las van a liquidar), algunos prestadores están exigiendo anticipos para procedimientos de alta complejidad y la industria farmacéutica mantiene los inventarios a raya, incluso hay desabastecimiento. La crisis parece crecer día a día.

Reforma

Una reforma a la salud es necesaria. Los sistemas de seguridad social deben reformarse de manera permanente. Existen consensos, más o menos definitivos, sobre la necesidad de una mayor inversión en salud pública, de un mayor énfasis en la atención primaria, de una reivindicación del talento humano, de una implementación de modelos diferenciales o de una mayor transparencia en las transacciones que implicaría, por ejemplo, la eliminación de la integración vertical. Pero sin un diagnóstico claro ni una respuesta a las preguntas planteadas la reforma propuesta puede hacer daño. Mucho daño. Lo que iría en contra del principio de siempre para quienes se ocupan de la salud de la gente: ante todo no hacer daño.

Reflexiones

Un ideario en 60 puntos

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Como un acto de transparencia, quiero presentar un resumen no exhaustivo de mis creencias y opiniones en materia política. Este resumen no es un plan de gobierno; es un ideario personal que define mi forma de concebir la libertad, el cambio social, la política y el papel del Estado. No está escrito en piedra. Cambiará con el tiempo, la conversación y el aprendizaje diario.

Los puntos no son atemporales. Están escritos en un momento especial, en una época crítica, caracterizada por la devastación social, el desánimo colectivo y la incertidumbre sobre el futuro. Plantean la necesidad de un cambio, de una transformación que requiere acuerdos colectivos, voluntad política, valentía y conocimientos prácticos. Plantean, al mismo tiempo, una defensa de la democracia liberal en tiempos de perplejidad y desconfianza.

Las formas importan en la política:

  1. Las virtudes republicanas del respeto y el diálogo civilizado son importantes. La degradación del debate público es un problema creciente que debe preocuparnos a todos.
  2. La mentira y la calumnia nos degradan, y mucho más cuando se usan como armas políticas. La violencia es inaceptable como instrumento de cambio social.
  3. La cultura no solo es una manifestación esencial del espíritu humano, sino también una poderosa herramienta de resistencia y cambio social.
  4. Las emociones tienen cabida en la política. Pero el odio, el miedo y la rabia no son las únicas emociones posibles. La compasión y la serenidad también tienen cabida.
  5. Todos debemos aprender a respetar éticamente a aquellos que piensan distinto. No podemos suponer, como un prejuicio, casi como un reflejo, la mala intención ni la ignorancia de contradictores y críticos. El pluralismo es una de las más importantes (y más difíciles) virtudes democráticas.

El cambio social requiere voluntad y método:

  1. El cambio social no es cuestión de todo o nada. No consiste en sustituir un modelo corrupto que ya no puede mejorarse por otro perfecto que ya no habría que mejorar.
  2. Los discursos fundacionales, que niegan cualquier progreso, llevan con frecuencia al fracaso. El adanismo (la idea de que el mundo comienza con cada nuevo gobierno, cada cuatro años) es una negación de la razón.
  3. Para resolver los problemas de la sociedad, uno debe primero tratar de entenderlos a fondo. La improvisación carismática no puede sustituir al conocimiento práctico.
  4. La demagogia menoscaba un bien público primordial: la confianza en las instituciones.
  5. La acumulación de capacidades y la evolución en los modos de pensamiento, ambos esenciales para el cambio social, toman tiempo, requieren persistencia y visión de largo plazo.

La libertad es un valor supremo:

  1. La defensa de la libertad y la búsqueda de la paz son tareas fundamentales de la acción política. El liberalismo, que invita a respetar todos los experimentos de vida, es fundamental para la defensa de la dignidad humana. La independencia de la justicia es un pilar de la democracia.
  2. La libertad de pensamiento y expresión, así como el derecho a disentir, incluso a través de la protesta reiterada, son la esencia de la democracia liberal. La estigmatización y la xenofobia no tienen cabida en una sociedad decente. Las medidas que cobijan a grupos o poblaciones que han sido objeto de discriminación, opresión y exclusión son una conquista social irrenunciable y conducen a una sociedad más justa.
  3. Los derechos a morir dignamente y a la interrupción voluntaria del embarazo deben protegerse, tal como lo ha señalado, en una jurisprudencia reiterativa, la Corte Constitucional. Los valores religiosos son respetables, pero no deben ser impuestos a quienes no los comparten. El pluralismo religioso y la libertad de culto son condiciones necesarias para la plena libertad de pensamiento y expresión.
  4. El uso de drogas debe descriminalizarse. El paradigma prohibicionista fracasó. Debe reemplazarse por un enfoque regulatorio que respete los derechos humanos y enfatice la reducción del daño y la prevención (exenta de represiones).
  5. La seguridad ciudadana constituye uno de los mayores retos de los próximos años. El castigo es necesario, pero ni el encarcelamiento masivo ni el aumento de las penas ayudarán a enfrentar ese reto. El espíritu de la Constitución de 91, que respondió a una amenaza a la democracia con más democracia, establece un paradigma para las políticas de seguridad.

La crisis ambiental es nuestro principal desafío a mediano plazo:

  1. El crecimiento exponencial de los gases de efecto invernadero, la pérdida de biodiversidad, la acidificación de los océanos y, como consecuencia, los eventos climáticos extremos, constituyen una amenaza existencial para la humanidad. La gran responsabilidad global de Colombia consiste en parar la deforestación y proteger la biodiversidad.
  2. La crisis ambiental requiere cambios sustanciales en la economía: impuestos al carbono, énfasis en la bioeconomía, incentivos para la transición energética y una reconceptualización del crecimiento económico y la productividad. Colombia tiene una ubicación privilegiada que le permitiría convertirse en líder mundial en la utilización de energía solar.
  3. La superación de la crisis ambiental tiene que incorporar el conocimiento de las comunidades indígenas, su concepción del mundo, su énfasis en la sacralidad de las conexiones de la naturaleza y la idea fundamental de una compasión extendida que abarca otras formas de vida.
  4. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) permiten una conversación estructurada sobre la necesidad de conciliar la superación de los males sociales, la ampliación de las oportunidades laborales y la urgencia de frenar el deterioro ambiental.
  5. Chiribiquete es un símbolo de los nuevos tiempos, de lo que nos hace fuertes como país, de la fortaleza enraizada en nuestra diversidad cultural que celebra (e invita a proteger) nuestra gran diversidad natural. Chiribiquete es un símbolo de nuestra fuerza, de la fuerza de nuestras historias, nuestra cultura y nuestro compromiso con el medio ambiente.

El papel redistributivo del Estado es fundamental:

  1. El papel redistributivo del Estado es fundamental para la generación de equidad. Comienza con la salud, el cuidado infantil y la educación, incluye los derechos laborales, y debe contemplar igualmente programas de protección e inclusión social para combatir la pobreza.
  2. Un sistema tributario más progresivo, como lo ordena la Constitución, debe contemplar impuestos a la riqueza y a los dividendos, así como la eliminación de muchas de las exenciones e inequidades del sistema actual.
  3. Un programa unificado que garantice un ingreso mínimo a familias pobres y vulnerables debe ser una prioridad en el diseño de la política social. En el corto plazo, un plan social de emergencia es prioritario.
  4. Una reforma pensional es urgente. La ampliación de la cobertura y la eliminación de las inequidades existentes deben ser los objetivos preponderantes.
  5. Cualquier reforma al sistema de salud tiene que fortalecer el derecho a la salud, conservar los avances en cobertura y protección financiera (el mayor logro social de los últimos treinta años), preservar un sistema mixto (público-privado) y reducir las brechas entre las zonas urbanas y rurales y los grupos sociales.

Las fallas del mercado coexisten con las fallas del Estado:

  1. La economía de mercado y la libertad de empresa son esenciales para el bienestar general. La estabilidad monetaria y la independencia del banco central son necesarias para el buen funcionamiento de la economía y la superación de la pobreza.
  2. El Estado no es el solucionador de todos los problemas sociales. Tampoco es el causante de la desigualdad y la pobreza. Una parte importante de las capacidades acumuladas por la sociedad (y requeridas en la solución de problemas sociales prácticos) reside en el sector privado y en las organizaciones de la sociedad civil.
  3. La promoción de la competencia es fundamental habida cuenta, entre otras cosas, de la estructura oligopólica de muchos sectores productivos en Colombia.
  4. En el capitalismo actual, las empresas tienen una responsabilidad que trasciende la generación de valor para los accionistas. La generación de valor para toda la sociedad es crucial. Por ejemplo, una empresa carbonera puede tener ganancias, pero puede al mismo tiempo estar destruyendo valor como resultado del deterioro ambiental y los efectos nocivos sobre las generaciones actuales y futuras. El capitalismo actual requiere una legislación global sobre los impuestos, la propiedad intelectual y el poder del mercado de las grandes empresas tecnológicas.
  5. El papel del Estado en la regulación de mercados monopólicos es importante: por ejemplo, la regulación de los precios de los medicamentos. La inversión en ciencia y tecnología y la política industrial son claves para la recomposición de la oferta exportadora, actualmente basada en los hidrocarburos, hacia otros sectores más sostenibles y socialmente incluyentes.

La lucha contra la corrupción debe ir más allá de la indignación:

  1. La corrupción es con frecuencia un síntoma de problemas estructurales del Estado y la sociedad: la falta de capacidades y proyectos, la ausencia de una cultura cívica, la concentración del poder económico, etc. La capacidad de estructuración de proyectos de desarrollo es un cuello de botella. Con frecuencia lo que escasea no son los recursos, sino los buenos proyectos.
  2. La acumulación de poder en los organismos de control no es una solución para los problemas de corrupción. Puede incluso aumentarlos y llevar a la parálisis. Algunos funcionarios en los organismos de control obedecen a menudo a intereses particulares.
  3. El clientelismo, que les entrega acríticamente a los partidos políticos la administración de programas y agencias estatales, aumenta la corrupción, menoscaba la función pública y disminuye la eficacia del Estado. La captura del poder regional por grupos organizados que usan el control sobre los recursos públicos para ampliar sus privilegios es uno de los principales desafíos de nuestra democracia.
  4. Las políticas basadas en la desconfianza, que suponen de entrada la mala intención, terminan haciendo daño. La confianza puede cambiar comportamientos, “prende éticamente a las personas” y contribuye a formar mejores ciudadanos.
  5. La lucha oportunista contra la corrupción, que acusa sin evidencia y señala sin discernimiento, es perjudicial. Debemos “moralizar la política, no politizar la moral”.

La igualdad de género es un atributo indispensable para una sociedad justa

  1. La igualdad de género debe ser un objetivo básico de la sociedad. De ahí la necesidad de visibilizar las desigualdades y los sesgos (con frecuencia invisibles) en muchos ámbitos de la vida social. La mayor participación de las mujeres en posiciones de liderazgo en la política acelera el cambio social.
  2. Las políticas de salud sexual y reproductiva son fundamentales para la consolidación de los derechos de las mujeres.
  3. Las mujeres que más apoyo y protección necesitan son las empleadas domésticas, las madres solteras en condiciones de vulnerabilidad, y quienes son víctimas de abuso por parte de sus esposos o familiares.
  4. Las altas tasas de desempleo femenino (que aumentaron con la pandemia) demandan una acción urgente por parte del Estado y un compromiso por parte de los empleadores.
  5. Numerosas mujeres no encuentran empleo o tienen que ocuparse en actividades que no corresponden a sus capacidades porque no tienen en quién delegar el cuidado de sus hijos. Por eso, la provisión de jardines infantiles, la reapertura de colegios y las medidas para distribuir equitativamente el papel del cuidado con los hombres son fundamentales para la igualdad de género.

Los jóvenes tienen derecho a demandar un mejor futuro:

  1. Las posibilidades laborales de los jóvenes son muy limitadas por cuenta de diversos factores: las deficiencias del sistema educativo, la falta de buenos empleos y la escasa movilidad social. Estos problemas se han exacerbado con la pandemia. En Colombia, el éxito económico o social no refleja tanto su esfuerzo o su talento como las circunstancias en que crecieron.
  2. La educación es un fin en sí mismo: no solo construye equidad y contribuye a la movilidad social. También nos conecta con el mundo y nos acerca a ese ideal necesario de la vida examinada.
  3. La pandemia ha causado una crisis educativa sin precedentes. Se han ampliado las brechas de aprendizaje. La deserción ha aumentado. La confianza en el sistema educativo se ha deteriorado. La crisis requiere un plan remedial y un compromiso de toda la sociedad.
  4. La ampliación de la cobertura de la educación superior tiene que ser un esfuerzo mancomunando, de universidades públicas y privadas, del SENA, y de otros institutos de educación técnica, tecnológica y de formación, Cajas de Compensación, etc.
  5. Las universidades pueden tener más impacto. Tienen que conectarse más, ampliar su rango de acción, construir conocimiento de la mano con las comunidades y el sector productivo, y entender mejor las necesidades de la sociedad. Desde las universidades es posible contrarrestar la degradación del debate público y ayudar a construir narrativas y agendas esperanzadoras. 

El desarrollo rural es clave para la superación definitiva del conflicto:

  1. El desarrollo rural es fundamental para la superación definitiva del conflicto y la construcción de equidad. La inserción en la economía global de muchas comunidades periféricas sigue dependiendo de las economías ilegales. El desarrollo rural implica fortalecer la conexión entre territorios y comunidades, los proyectos de desarrollo y los vínculos urbano-rurales.
  2. El proceso de paz sienta las bases programáticas y establece una agenda reformista de mediano y largo plazo para el desarrollo rural. No puede haber desarrollo rural sin derechos de propiedad bien definidos, sean de propiedad colectiva, comunal o privada. Tampoco puede haber desarrollo rural ni títulos de propiedad bien definidos sin un sistema de catastro moderno, que haga transparentes las transacciones y las obligaciones tributarias.
  3. Colombia puede y debe desarrollar prácticas agroexportadoras incluyentes y compatibles con la sostenibilidad. Esta tarea debe realizarse desde el conocimiento propio de los diferentes actores en las regiones. La descentralización debe profundizarse.
  4. Las fumigaciones con glifosato difundieron una idea falsa y crearon la ilusión de que un problema de falta de oportunidades y desarrollo regional podría combatirse desde el aire, sin una presencia integral del Estado en los territorios. El glifosato no acaba con los cultivos ilícitos, pero afecta negativamente la salud pública, la integridad de los ecosistemas y la confianza en el Estado.
  5. El desarrollo rural debe construirse de la mano con las comunidades, incluidas las comunidades indígenas y afrodescendientes. El desarrollo rural debe respetar y fortalecer la identidad cultural y las diferentes visiones del mundo y la vida, así como la planeación participativa y la gestión de proyectos comunitarios.

La recuperación de la seguridad territorial es clave para garantizar los derechos y libertades:

  1. La seguridad territorial no es el resultado de la derrota definitiva de los “enemigos”, sino de la protección permanente y eficaz de los derechos y libertades de los ciudadanos.
  2. La seguridad no depende únicamente de la Fuerza Pública; depende también de la presencia integral del Estado en el territorio y la capacidad de administrar justicia de manera ágil e imparcial.
  3. La legitimidad y la confianza ciudadana son esenciales para el cumplimiento de las funciones constitucionales de la Policía y las Fuerzas Militares. Cualquier violación a los derechos humanos cometida por miembros de la Fuerza Pública es inaceptable, destruye el tejido social y atenta contra su propia eficacia.
  4. La recuperación de la eficacia de la Fuerza Pública pasa por definir con claridad las funciones de la Policía y las Fuerzas Militares, fortalecer el enfoque territorial, y acabar con la corrupción interna.
  5. La implementación integral del Acuerdo de Paz es la mejor manera de evitar la repetición del conflicto armado.

La ética de la verdad define mi concepción de la política:

  1. Mantenerse leal a uno mismo, no renunciar a los principios por conveniencia o ambición, es uno de los desafíos mayores de la política.
  2. Conservar cierto idealismo, cierta capacidad de reflexión y espiritualidad en medio de los afanes del día a día es un ideal necesario, un propósito irrenunciable. El humanismo, la reflexión sobre la experiencia humana, jamás pierde relevancia, nunca envejece, mantiene siempre su urgencia, su resonante actualidad.
  3. La ética de la verdad es otro propósito primordial. La política debería fomentar conversaciones adultas con los ciudadanos sobre los límites del Estado y las posibilidades de cambio en el corto plazo. Las expectativas con frecuencia superan las posibilidades reales. En el debate político, las verdades incómodas deben enunciarse con claridad; entre ellas, están las insalvables tensiones entre progreso material y sostenibilidad, la explotación política de la corrupción y la necesidad de un ajuste fiscal en medio de una crisis social.
  4. Aspirar a la presidencia encierra una contradicción. Implica un compromiso con el bienestar colectivo y revela al mismo tiempo una ambición personal por fuera de lo común. Ser consciente de esta contradicción es importante. Ayuda a evitar los mesianismos y nos recuerda la importancia de la autocrítica y el escepticismo.
  5. La pedagogía pública es mi aspiración más grande en esta nueva etapa. Gobernar es educar. Mi objetivo es tratar de construir un país más justo, más decente, más digno y más sostenible. Colombia tiene futuro. Colombia tiene que tener futuro.
Academia Reflexiones

Pedro Fermín de Vargas

Hoy celebramos en Colombia el día del economista en homenaje a Pedro Fermín de Vargas, amigo y compañero de Mutis y Caldas y el padre de las ciencias económicas en Colombia. Su libro Pensamientos políticos sobre agricultura, comercio y minas del virreinato de Santa Fe de Bogotá, escrito con anterioridad a la independencia, es  el primer tratado sobre lo que podríamos llamar (vale el anacronismo) desarrollo económico colombiano. Copio algunos apartes que, muchos años después, no han perdido vigencia. El desarrollo, ya lo sabemos, es una tarea incierta.

Sobre la infraestructura

Por una desgracia inconcebible vemos en todo el Reino abandonados los caminos, los ríos sin puentes, aun aquellos que más los necesitan, y subsistir los malos pasos en todas las estaciones del año, sin que se exceptúen las entradas y salidas de la misma capital. E1 camino que la necesidad abrió antiguamente subsiste y subsistirá por muchos siglos, sin que se haya pensado en corregir sus defectos enderezándole, o mudándole a otra parte más cómoda. Lo mismo que se advierte en los caminos de tierra, se observa también en los cortos ríos navegables que tenemos. Todo se halla descuidado lastimosamente, y este asunto pide la más seria atención del Gobierno.

Sobre la minería

Contemplando las cosas filosóficamente, se debía desear que el cultivo de las minas se abandonase para siempre.  La política tampoco está muy de acuerdo con su beneficio, y sólo bajo ciertas condiciones y circunstancias se puede contemplar como ventajoso.  El laboreo de minas en el modo que hoy se practica en las de oro, además de ser destructivo de la población, encarece de tal suerte los jornales y maniobras, que por lo general entorpece el adelantamiento de la agricultura, la que siempre es cadente en los países mineros. Entretenidas las gentes con las vanas esperanzas de alcanzar la suerte, que uno u otro ha logrado en el beneficio de minas, descuidan del todo los demás objetos de industria; se empeñan cada día más, y no correspondiendo los sucesos a los conatos, se arruinan, y arruinan consigo a todos aquellos que se dejan engañar con sus vanas esperanzas.

Sobre la coca

Se hallan asimismo la coca, de gran consumo entre las gentes de la Gobernación de Popayán, y que los orientales usan con el nombre de betele, admirable para fortificar el estómago y que aseguran comunica una especie de vigor singular; los tamarindos, fruto comunísimo de los países cálidos, de uso muy frecuente en la curación de varias enfermedades. Es de desear, dice un autor, que se fomente este fruto en nuestras Provincias de América, para eximirnos enteramente de los tamarindos extranjeros.

Academia Reflexiones

Utilitarismo y vacunas

La decisión de prorrogar la aplicación de la segunda dosis de la vacuna de Pfizer plantea un debate fundamental de salud pública, una tensión entre la atención individual y los beneficios colectivos. La salud pública tiene, como la economía, una tradición utilitarista. Los argumentos de salud pública plantean a menudo la necesidad de maximizar el bienestar colectivo. Los argumentos utilitaristas no son definitivos, pero deben, en mi opinión, ser tenidos en cuenta.

Para simplificar el problema, voy a introducir algunos supuestos sencillos. No todos son realistas. Pero ilustran una dimensión importante del debate acerca de si se debe aplazar o no la aplicación de la segunda dosis con el fin permitir que más gente pueda acceder a una primera dosis y adquiera así más prontamente algún nivel de protección.

La gráfica de la izquierda muestra la progresión semanal de la protección después de la aplicación de la primera y la segunda dosis (la protección debe ser entendida como la probabilidad de no tener síntomas notables después de una exposición al Covid-19). La gráfica corresponde al esquema “Pfizer”. La primera dosis se da al inicio (tiempo 0). La segunda se da al final de la semana 3. Antes de la aplicación de la segunda dosis, la protección es de 60%. La protección llega a 90% al final de la cuarta semana después de la aplicación de la segunda dosis.

La gráfica de la derecha muestra la misma proyección para el esquema “MSPS”, el propuesto por el ministerio. La aplicación de la segunda dosis se aplaza nueve semanas. La protección es de 60% de la semana 3 a la 12 y sube a 90% después de la aplicación de la segunda dosis. Estos números son supuestos. Pero recogen un hecho real, verosímil: la protección después de la primera dosis es sustancial y el aumento de la protección como resultado de la segunda dosis es importante pero inferior.

En el largo plazo, los dos esquemas son similares. El dilema está en las nueve semanas de aplazamiento: más gente accede tempranamente a algo de protección, pero los vacunados con la primera dosis quedan más expuestos.

Si se supone que cada semana (de las nueve de aplazamiento) hay 100 mil personas a quienes se les aplaza la segunda dosis y si se supone adicionalmente  (como ilustración) que la probabilidad de infectarse y tener síntomas en una semana cualquiera es de 0,1%, el aplazamiento implicaría 1350 casos de más Covid-19 sintomáticos, algunos graves. El cálculo es sencillo. Una simple sumatoria.

De otro lado, el aplazamiento permitiría que 100.000 personas fueran vacunadas con la primera dosis. Bajo los mismos supuestos anteriores, la inclusión de estos nuevos vacunados implicaría 2180 menos casos de Covid-19 sintomáticos durante las nueve semanas. El cálculo es también sencillo: una suma de la protección adquirida por las 100 mil personas que reciben la primera dosis semanalmente. El beneficio, medido en casos sintomáticos evitados transitoriamente, es de 62%. El mismo porcentaje aplicaría, bajo supuestos razonables, para hospitalizaciones y muertes.

El orden de magnitud es resultado de los supuestos. La dirección no lo es. Un resultado similar (un beneficio colectivo) se obtendría si se supone que la protección conferida por la primera dosis es mayor que la protección adicional conferida por una segunda dosis.

¿Dónde radica la polémica? De nuevo, en la tensión entre los derechos individuales y colectivos. Alguien que recibió la primera dosis podría poner una tutela para prevenir el aplazamiento de la segunda dosis. Lo haría en defensa de su derecho a la salud (al fin de cuentas está quedando parcialmente desprotegido). Sin embargo, un fallo a su favor iría en detrimento del bienestar colectivo.

Cada vez que se invocan argumentos utilitaristas en un contexto de escasez surgen este tipo de controversias. En este caso, además, quienes han recibido las primeras dosis de la vacuna son identificables, los otros, los que se beneficiarían del aplazamiento, no lo son tanto. Aparece, entonces, el típico dilema bioético entre víctimas identificables y no identificables.

Los argumentos del Ministerio parecen válidos desde una perspectiva de salud pública, utilitarista. Pero generaran debates éticos y políticos. Las democracias mediatizadas desde estos tiempos tienden con frecuencia a rechazar este tipo de consideraciones. Aborrecen los dilemas éticos.

Literatura Poesía

La esfera misteriosa

La había olvidado por completo. Estaba guardada en un armario. Un regalo de un pariente lejano. Uno de esos regalos que se agradecen con desgano y se esconden para siempre. Hace unas semanas se topó con el regalo, con la esfera misteriosa. Estaba buscando una escritura de manera desordenada, impaciente. Apareció mientras esculcaba cajones y removía papeles sin método ni esperanza. La arqueología personal produjo esta vez un tesoro extraño.

Parece una i alargada con un punto enfático, desproporcionado. En la parte inferior dos aves sirven de cimiento. En la mitad, como transición, hay un pequeño cilindro decorado con rombos y estrellas hechos de agujeros diminutos. Una estética extraña. Intrincada. Casi indescifrable. De otro mundo.

Desvelado, en la vigilia triste de los insomnes, indagó por el asunto. Todo está ya en internet. O casi todo. La humanidad produjo un universo, una especie de mundo infinito donde todo se encuentra en un instante. Encontró así las pistas de la esfera, su origen, su tiempo y su misterio.

Está hecha de marfil, probablemente por un artesano cantonés del siglo XIX. Tiene en su interior siete u ocho esferas anidadas. Labradas con una paciencia extraña, por medio de una técnica apenas intuida. Las esferas fascinaron a los europeos por mucho tiempo, con esa fascinación por Oriente de la que habla Borges: la fascinación de los tesoros escondidos, de la magia, de la tierra de la mañana, donde el sol aparece primero como otra esfera misteriosa.

 

 

Hace poco un grupo de científicos de Occidente, en uso de esa razón que todo lo escruta, esa curiosidad que para algunos es la perdición del mundo, examinó con un scanner las entrañas de una esfera similar. Descubrieron, eso dicen, que probablemente los chinos usaron un torno, un instrumento de Occidente. Las esferas serían, entonces, el encuentro de dos culturas, de la tierra de la mañana y de la tarde, de la geometría y el feng shui.

Las bolas del demonio les dicen, como si solo un demonio pudiera labrar de adentro hacia afuera, con una paciencia casi inhumana, esas esferas concéntricas, ese universo en miniatura. Pero el demonio no es tal. Los seres humanos somos capaces de proezas absurdas. La esfera resume una suerte de obsesión, nuestra fijación por esculpir universos y labrar mundos; nuestra capacidad de emprender empresas infinitas y enceguecedoras.

Durante el siglo XIX, las esferas se hicieron tan populares, tan demandadas por los europeos en su búsqueda de algún objeto que resumiera un misterio, ese misterio que llamaron orientalismo; fueron tan populares que incentivaron la caza de elefantes en el continente africano. Una tragedia, un absurdo que resume la condena de la especie, la destrucción del mundo impulsada por nuestras necesidades más extrañas, por nuestros apetitos estéticos o simbólicos, por nuestra pasión por los objetos.

China prohibió el tráfico de marfil hace unos años. Ya casi no quedan elefantes. Sus colmillos convertidos en esferas misteriosas y otras cosas. ¿Qué elefante, de qué parte, de qué tiempo, estará en su casa? Todo es un misterio. Ahora unos arquitectos de Occidente quieren construir en Oriente un teatro con la forma de una esfera misteriosa. Vuelven y se encuentran. Occidente llevó el torno, trajo las esferas, llevará ahora un gran teatro para que los chinos reconozcan su mundo en la fascinación de otros ojos.

Todo parece conectado. Oriente y Occidente. El misterio y la razón. La creación y la destrucción. Dice el poeta que cada objeto resume el mundo, que cada cosa cuenta todas las historias y abarca todo el universo. En esta esfera de muchas esferas, en este objeto perdido y reencontrado, esa intuición parece doblemente cierta.

 

Academia Reflexiones

Reflexión sobre la pandemia

He tratado de mantenerme optimista durante la pandemia, de no enfatizar el peor escenario. Siempre habrá malas noticias en medio de la incertidumbre. Infundir miedo es tentador. Algunos lo asocian incluso con una especie de responsabilidad cívica: las malas noticias, suponen, pueden hacer que la gente cambie su comportamiento y se cuide más.

Hace apenas un mes estaba optimista. La vacunación comenzaba con grandes expectativas. Los niveles de inmunidad observados o inferidos (mediante estudios de seroprevalencia o extrapolaciones hechas con base en estudios de vigilancia activa) eran altos en varias ciudades, mostraban una protección sustancial. Un estudio para Bogotá, realizado por un grupo de profesores de la Universidad de los Andes, mostraba, por ejemplo, que el porcentaje de contagios podría estar cercano a 60% de la población relevante.

Una cosa era el debate sobre las medidas o las respuestas de los gobiernos, otra distinta el debate sobre los niveles de inmunidad colectiva observados. Recuerdo un estudio de Imperial College sobre Manaos publicado en diciembre del año pasado. Señalaba los altos costos (en términos de muertes y sufrimiento humano) de una dinámica descontrolada de la infección, pero sugería que allí podría haberse alcanzado de la inmunidad colectiva. El porcentaje inferido de la población infectada superaba el 70%.

A finales de diciembre, la situación de Manaos empeoró de manera súbita. Nadie lo había anticipado. Hoy veo esa noticia como un presagio ominoso. Otro estudio de Imperial College trató de explicar la aparente contradicción. Citaba tres causas posibles: un error en los estudios iniciales de seroprevalencia, una corta duración de la inmunidad adquirida o un efecto directo de las variantes del virus (que podrían, en principio, evadir la inmunidad adquirida en un porcentaje alto de la población). Con una suerte de prudencia epistemológica, no enfatizaba ninguna de las tres causas, mantenía una posición deliberadamente ecléctica. Señalaba, eso sí, la posibilidad de que cada una de ellas tuviera alguna relevancia. Las causas identificadas no eran excluyentes y no había forma de separarlas.

Han pasado ya varias semanas desde la publicación de ese estudio. La situación en Brasil ha tomado una dimensión trágica, inimaginable si se quiere. En Chile, Uruguay, Paraguay, etc., la situación también ha empeorado ostensiblemente. Resulta imposible no pensar que las variantes han cambiado el panorama epidemiológico, que han ocasionado más contagios, más casos severos y muchas (todavía no sabemos la dimensión real del fenómeno) reinfecciones.

Con todo, la situación en Colombia posiblemente va a empeorar. «Es como si tuviéramos una pandemia dentro de una pandemia», me dijo alguien recientemente. Razón no le falta. La velocidad de contagio supera el avance de la vacunación. Vendrán semanas difíciles. Quiero seguir siendo optimista. Quiero pensar que lo peor ya pasó. Pero resulta, creo, contraevidente.

La evolución de la pandemia (el papel de las variantes, en particular) no fue prevista. Nadie hablaba seriamente de esta posibilidad en diciembre de 2020. Incluso a comienzos de este año, muchos predecían que el virus mutaría en la dirección de una mucho menor letalidad. Hoy el panorama de corto plazo parece distinto. Menos esperanzador. Toca aceptarlo.

Academia

la ilusión del control

Muchos fenómenos son el resultado de las acciones humanas no de sus diseños, escribió Adam Ferguson, uno de los pensadores más representativos de la ilustración escocesa. Esta idea (liberal, digamos) llama la atención sobre el peligro del hibris, la ilusión del control y la sobreestimación del impacto de nuestras respuestas (casi siempre chapuceras) a fenómenos complejos que no entendemos plenamente.

Muchos de los análisis sobre los efectos del Covid sufren de este problema. Tienden a sobrestimar el efecto de las medidas centralizadas. Pretenden, por ejemplo, explicar las diferencias entre países o regiones como un resultado casi inmediato de las políticas o medidas adoptadas. Exageran nuestra capacidad de control y nuestro conocimiento. Pierden de vista que (dinámicamente) el comportamiento de la pandemia con frecuencia poco tiene que ver con las medidas o políticas gubernamentales.

Voy a ilustrar este punto con cinco gráficas sencillas, inquietantes en mi opinión. En conjunto, sugieren un menor control al supuesto por muchos analistas y científicos.

La primera gráfica muestra una gran convergencia en las muertes acumuladas por millón de habitantes entre países y regiones con respuestas distintas y sistemas de salud diferentes. Unos pusieron en práctica fuertes medidas restrictivas, otros no. Al menos en el mundo occidental, la asociación entre restricciones y resultados es tenue por decir lo menos, un hecho que debería (creo yo) llamar la atención sobre la ilusión de control.

Las Dakotas en los Estados Unidos realizaron un experimento natural interesante durante los últimos meses. En la del Sur, las medidas de control fueron casi nulas. En la del Norte, las autoridades impusieron algunas restricciones (razonables en mi opinión). El resultado: un comportamiento similar, casi idéntico. De nuevo, parecen existir otros factores distintos a las medidas adoptadas que explican el comportamiento dinámico de la infección.

Sur África es también un caso interesante. A pesar de la variante (mal llamada surafricana), las pocas restricciones y la ausencia de vacunación, los casos han disminuido de manera sustancial durante las últimas semanas. “¿Qué hicieron las autoridades?”, preguntaría un observador desprevenido. “Nada distinto”, habría que responder.

Hace algunos años, antes del Covid-19, un grupo de expertos en salud pública calculó un índice del grado de preparación de los países para enfrentar una pandemia. En retrospectiva, la mayor preparación prevista ha mostrado estar correlacionada con un mayor número de muertes por habitante. Esta paradoja ha sido interpretada de una manera simplista, como un simple fracaso del índice en cuestión. Sin embargo, podría reflejar otro asunto, la ilusión del control, esto es, la mejor preparación no siempre garantiza mejores resultados.

  1. En Colombia, por ejemplo, las muertes por habitante son mucho mayores en Bogotá que en Chocó. ¿Estaba Chocó mejor preparado o hizo mejor las cosas? No lo creo. Simplemente el comportamiento diferencial de la epidemia tiene otras explicaciones, geográficas, socioeconómicas, demográficas, etc.
Gráfico de Rafael Unda, @rundav5

Todo esto no implica que nada pueda hacerse. Pero sí que la modestia debería acompañar, al menos, nuestros esfuerzos de análisis. Creer que los políticos controlan plenamente el virus, que basta con su voluntad y coraje, es una ilusión, una especie de falla democrática y una fuente de confusión y malas decisiones.

Reflexiones

2021: una reflexión inicial

Todo parece obvio en retrospectiva. El mecanismo darwinista, recursivo, oportunista, implacable digamos, ha funcionado con celeridad. Nuevas variantes del SARS-CoV-2 han aparecido en Inglaterra, Suráfrica, Manaos y seguirán probablemente apareciendo en otros lugares de alto contagio. Las nuevas variantes son más contagiosas y (algunas) parecen capaces de evadir el sistema inmune. Con todo, las dinámicas explosivas de transmisión se repiten en varios países y las historias de reinfección comienzan a multiplicarse. Anécdotas todavía, pero cada vez más numerosas. El caso de Manaos, donde, según los datos disponibles, más de 70% de la población se infectó inicialmente y los pacientes hospitalizados han crecido de manera rápida por segunda vez, es preocupante, parece revelar el peligro y la eficacia del mecanismo darwinista: la nueva variante podría ser parcialmente inmune a la inmunidad adquirida.

Algo similar probablemente pasará con las vacunas. No hay razones para esperar nada distinto. La historia se repetirá. El virus seguirá mutando, cambiando, buscando salidas. Surgirán nuevas variantes que disminuirán la efectividad de las vacunas disponibles. Las vacunas tendrán que actualizarse constantemente. La pandemia será un juego repetido, una especie de carrera armamentista entre el virus y la humanidad. Algo similar ya ocurre con otros virus respiratorios, pero en este caso la escala y la letalidad son mayores.

Desde el inicio de la pandemia quise concentrarme en las buenas noticias, en lo positivo. He tratado de promover la necesaria defensa de los derechos humanos, las libertades individuales, la democracia, la educación, la salud mental, etc. Lo seguiré haciendo. Me preocupa, sin embargo, este posible escenario de ciencia ficción, la duración de la carrera armamentista entre la evolución del virus de un lado y el diseño inteligente de las vacunas del otro. La capacidad de adaptación del virus (esto es, la celeridad y eficacia del mecanismo darwinista) parece ahora más preocupante que siempre. El juego de una sola vez se vislumbra ya como un juego repetido, de varias iteraciones. La vacunación en ciernes será importante, pero no será el capítulo final de esta historia trágica.

La humanidad prevalecerá, pero va a tomar un tiempo. El final no será el resultado de una sola gran campaña de vacunación. La adaptación será más compleja, con consecuencias sociales todavía imprevisibles. Yo seguiré tratando (a pesar de todo) de presentar y divulgar buenas noticias. Pero no puedo desconocer que el año comienza en medio de mucha incertidumbre y un poco de desesperanza.