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mayo 2018

Academia

Para tener en cuenta

  1. En Colombia ya existen varios sistemas
    sin EPS, basados en pagadores únicos estatales, en el Magisterio, las Fuerzas
    Armadas y el Inpec. Todos funcionan peor (tienen más quejas por afiliado) que
    el sistema general
  2. De manera callada, imperceptible, el
    sistema general ha venido consolidando sus modelos preventivos y de gestión de
    riesgo (ver aquí). Eliminar las EPS echaría al traste unas capacidades
    acumuladas durante años. Al menos debería pensarse (imaginarse siquiera) como
    se van a recuperar el conocimiento práctico y las capacidades que ya existen.
  3. Cualquier propuesta de eliminación de
    las EPS, tiene que responder una pregunta: ¿y las deudas?  Si la liquidación de varias EPS (Caprecom, Saludcoop,
    Solsalud, etc.), ha sido traumática, una liquidación total sería catastrófica. Acabaría
    con los hospitales y generaría un caos inmanejable.
  4. El sistema de salud no consiste solamente en
    hacer pagos y auditar cuentas, alguien tiene que coordinar la red, manejar la
    referencia y contrarreferencia, hacer la representación del usuario, gestionar
    el riesgo, etc. En este momento no existe una entidad estatal capaz de asumir
    estas tareas. Montarla tomaría cinco o más años.
  5. Muchas veces, en los análisis más
    superficiales sobre el sistema de salud, se confunden las causas con las consecuenciasde de los problemas. Por ejemplo, se suele decir que los problemas financieros del
    sistema de salud en Antioquia son consecuencia de los problemas de Savia Salud,
    una EPS mixta en la cual el municipio de Medellín y el departamento de Antioquia
    son socios mayoritarios. Liquidar esta EPS y entregarles la tarea a las autoridades
    locales, no resuelve nada. A lo sumo le cambia de nombre al problema.
  6. Los problemas financieros del sistema de salud
    van más allá de las EPS. La presión tecnológica y demográfica son las causas
    preponderantes de estos problemas en Colombia y en el mundo.
  7. Las EPS públicas han sido, en 25 años de
    historia del sistema, las peores. No solo el Seguro Social, ejemplos abundan: Caprecom,
    Capresoca, Calisalud, las EPS transitorias de los años noventa, etc.
  8. Cuando las secretarias de salud han fungido de
    EPS su labor ha sido desastrosa: un informa reciente de la Contraloría muestra
    que la UPC implícita es tres veces mayor a la del sistema general.
  9. Los problemas son innegables. Las reformas son
    necesarias sin duda. Pero deben preservar los logros recientes. Colombia, para empezar,
    ha avanzado más en la protección financiera de sus ciudadanos que cualquier otro país
    de la región.
  10. Más de 70% de los colombianos está contento con su EPS.
Academia

El país progresa

Pongan las notas de píe de página que quieran poner, hagan las
salvedades que quieran hacer
(incompleto, insuficiente, parcial, etc.), digan todo lo que quieran
decir, pero el progreso reciente de nuestro país es innegable. Toca acelerarlo,
consolidarlo, expandirlo, pero también protegerlo.

Los siguientes cinco gráficos (no son exhaustivos, son solo una muestra) sugieren
una transformación social real. Importante. Contradictoria con el pesimismo oportunista e impostado.


Y habría que agregar, por supuesto, la reducción en la tasa de homicidios. La tasa actual es la menor de los últimos 42 años. El país progresa.
Academia

Salud de la mujer

Esta semana tuve la oportunidad (el privilegio, podría
decir) de asistir al congreso anual de Fecolsog (la Federación Colombiana de
Obstetricia y Ginecología). La Federación estaba cumpliendo 50 años y creí
conveniente hacer una comparación sencilla, casi trivial entre dos años separados por medio siglo, 1967 y 2017. La comparación permite, en mi opinión, apreciar
el cambio social de largo plazo, entender la dimensión de las transformaciones sociales.

Salud de la mujer en 1967:
  • Las
    mujeres vivían en promedio hasta los 60 años (Carmen Elisa Flórez, “Las
    transformaciones sociodemográficas en Colombia durante el siglo XX»).
  • En un país
    de 20 millones de habitantes morían 1.600 mujeres por causas asociadas con el
    embarazo (Diego Rosselli, Nick Tarazona, Alberto Aroca. “La salud en Colombia
    1953-2013: un análisis de estadísticas vitales”).
  • Las
    mujeres tenían siete hijos en promedio (Censo 1964) aunque deseaban tener la mitad
    (primera encuesta del Centro Latinoamericano de Demografía, Celade, 1964).
  • 40% de las
    mujeres había usado métodos anticonceptivos, pero de poca eficacia. En su
    orden, ritmo, coito interrumpido, lavados vaginales, condón, jaleas, píldora y
    diafragma (primera Encuesta de Fecundidad, Centro Latinoamericano de Demografía,
    Celade, 1964).
  • Cada año
    había 75 nuevos casos de cáncer de cuello uterino por cada 100.000 habitantes
    (Registro de Cáncer de Cali).
  • No
    conocíamos la asociación entre el VPH y el cáncer de cuello uterino.
Cincuenta años después:
  • La esperanza
    de vida de las mujeres es de 81 años.
  • En un país
    de 50 millones de habitantes, mueren 332 por causas asociadas al embarazo
    (Sispro).
  • Tienen 2
    hijos en promedio (ENDS).
  • 80% usa
    métodos anticonceptivos. El retiro y el ritmo ocupan los últimos lugares de las
    preferencias (ENDS).
  • Tienen
    derechos sexuales y reproductivos, incluido el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.
  • Hay 20 nuevos
    casos cáncer de cuello uterino por cada 100.000 (INC).
  • Sabemos,
    en buena medida gracias a Nubia Muñoz, una mujer colombiana, que el VPH es una
    causa necesaria del virus del papiloma humano. Hemos vacunado a 3,5 millones de
    adolescentes.
Por una casualidad, una coincidencia de esas inquietantes, también
esta semana la revista inglesa The
Lancet
publicó un especial sobre el avance global en los derechos sexuales
y reproductivos. Colombia es un ejemplo para el mundo en esta dimensión, un líder
regional en varios temas, incluido, por ejemplo, el acceso a abortos seguros.  

Persisten desafíos. La mortalidad materna en algunas
regiones de nuestro país es altísima. La tasa de reducción, eso sí, se ha
acelerado ostensiblemente durante los últimos cimco años. Son muchos los
asuntos pendientes, pero también innegables los logros.
Reflexiones

Un recuerdo

Ocurrió hace ya mucho tiempo. Tenía yo catorce o quince años.
La edad de la retentiva, de las impresiones indelebles. Eran los primeros días
del mes de diciembre, un sábado en la noche. Había ido a cine con mi hermano Pascual al
Centro Comercial Oviedo en Medellín. Fuimos caminando, uno al lado del otro, silenciosos,
inmersos en la cavilaciones tristes de los adolescentes. No recuerdo mucho más.
Ni siquiera el nombre de película.

Pero un incidente, una pequeña anécdota me quedó grabada
para siempre. Al final de la proyección, en el momento de los créditos, alguien
hizo estallar una papeleta al interior de la sala. Hubo una pequeña conmoción. Algunos
gritos y risas de celebración. Muchos salieron corriendo. Nosotros no.  Esperamos un rato y salimos tranquilos,
resignados. Era evidente que se trataba de una chanza de mal gusto. Las risas
venían precisamente de allí, de un grupito de aspirantes a vándalos que celebraban
ruidosamente su fechoría.

Mientras salíamos de la sala, en medio de la confusión, escuché
que un señor ya entrado en años, le decía, en un acento extranjero (italiano en
mi memoria, pero la memoria inventa lo que no sabe), a un niño que llevaba de su
mano: “esta sala está llena de idiotas”. Recuerdo la frase con toda su fuerza y
precisión. Implacable. Certera e inolvidable ya puedo decir.

Ayer en la noche, después de pasar un tiempo (perdido) en
las redes sociales, en medio del fanatismo político, del intercambio de
imprecaciones y noticias falsas, de la ferocidad verbal y la ausencia absoluta
de ironía e introspección, recordé, por
cuenta de los atajos impredecibles de la memoria, esa frase, esa protesta
precisa, necesaria y urgente, “esta sala
está llena de idiotas”.
Academia

El debate sobre el medicameto Nusinersen

Las discusiones sobre el sistema de salud necesitan un contexto,
los análisis deben tener un referente, una conexión con el mundo, la discusión debe
trascender el ámbito de las opiniones, las pasiones y la indignación…

Nusinersen (o Spinraza según su nombre comercial) es un nuevo medicamento contra la atrofia muscular espinal (AME), que ha mostrado, en algunos
casos, un efecto positivo sobre la calidad de vida de los pacientes, sobre los
niños que sufren una enfermedad terrible. 

Pero Spinraza es, al mismo tiempo, el medicamento
más caro del mundo que, por razones obvias, está poniendo en jaque a todos los sistemas de salud. Antes de hacer juicios rotundos sobre nuestro sistema, incumbe conocer las dificultades bioéticas del asunto en cuestión, esto es, de los precios casi impagables de algunas innovaciones farmacéuticas. El debate es global. 

En Colombia también tenemos la misma polémica. Con una salvedad, no nos damos cuenta de que se trata de un asunto global muy complejo, casi trágico.
Tendemos a pensar, por el contrario, que estamos simplemente ante una falla de nuestro
sistema.  

Hago, pues, un llamado a entender el contexto de una discusión bioética que pone de presente la tensión entre lo individual y lo colectivo; tensión que caracteriza la toma de decisiones en todos los sistemas de salud.