Hace algún tiempo le oí decir al historiador inglés Malcolm Deas que los colombianos tendemos a evadir los debates complejos, las discusiones que involucran choques de principios; pocas veces llegamos al meollo del asunto, preferimos que las circunstancias decidan por nosotros. La Corte Constitucional, por ejemplo, en una jurisprudencia larga y repetitiva, no ha sido capaz de abordar plenamente el debate sobre el conflicto entre los derechos individuales y colectivos en el al acceso a la salud en un contexto de recursos escasos y presión tecnológica.
Esta mañana, en un debate sobre los habitantes de calle, varios asistentes le reclamaron al Ministerio de Salud la falta de una reglamentación a la ley 1641 de 2013. Señalaban la ausencia de reglamentos técnicos. Pero el asunto en cuestión nada tiene que ver con una decisión técnica o un tema de políticas públicas. El asunto es más complejo, de índole filosófica, a saber: ¿en qué momento el Estado puede institucionalizar un habitante de la calle en contra de su voluntad? O en otras palabras, ¿bajo qué circunstancias el Estado puede decidir que una persona, en este caso una persona con graves problemas de adicción, ha perdido su capacidad volitiva? Sobra decirlo, este no es un tema que pueda decidir el Ministerio de Salud unilateralmente.
Dada nuestra naturaleza evasiva, nuestra tendencia a disfrazar las discusiones conceptuales de debates técnicos o instrumentales, no sobra presentar algunos debates en los cuales la complejidad se asume plenamente, sin ambigüedades. Enlazo tres ejemplos con el ánimo contribuir a la democracia deliberativa.