En los últimos días ha ocurrido un interesante debate en la prensa colombiana sobre la conveniencia de programas de acción afirmativa o discriminación positiva. Héctor Abad Faciolince planteó inicialmente el debate en una columna reciente en la cual criticó con vehemencia (y con gracia, vale decir) la certificación racial. Para Abad, el racismo es malo en todas las circunstancias, sin importar las buenas intenciones de sus promotores.
Las opiniones de Abad fueron recibidas con indignación. Motivaron la respuesta de varios académicos y activistas (algunos de ellos tienen estas dos camisetas puestas, una encima de la otra). Entre quienes respondieron cabe mencionar a Cesar Rodríguez, Rodrigo Uprimny y Jaime Arocha. Las replicas mencionaron el llamado mito del mestizaje, trajeron a cuento algunas anécdotas y sugirieron la existencia de un problema grave, tradicionalmente ignorado o subestimado: la discriminación racial.
Sin embargo, ninguno de los defensores de la acción afirmativa pareciera interesado en medir o dimensionar el problema de discriminación racial en Colombia. Ninguno mencionó un solo dato. Sus armas retóricas son distintas: las anécdotas y la indignación.
Pero los datos están disponibles, a la mano. La encuesta sobre Cultura Política en la Democracia Colombiana (LAPOP) correspondiente al año 2010 contiene algunas estadísticas relevantes para el debate en cuestión. Describo brevemente algunas de las cifras más importantes (ver el capítulo 10 del documento que resume los resultados de la encuesta).
1. El llamado mito de mestizaje no es tal: el mestizaje es una realidad sociológica incuestionable. En su mayoría, los colombianos se considera mestizos.
2. Los colombianos expresan opiniones “menos prejuiciadas contra las poblaciones de raza negra que en otros países de la región”.
3. En Colombia hay una menor incidencia de hechos de discriminación que en los otros países estudiados.
Estas cifras no niegan la necesidad de programas de acción afirmativa pero sí contradicen de manera rotunda algunos de los argumentos de sus defensores. Sea lo que sea, los datos son un aporte relevante a un debate interesante pero incompleto, que ha ocurrido, hasta ahora, en un vacío empírico.