Daily Archives:

8 febrero, 2009

Sin categoría

Secuestro

Entre 1998 y 2003, Colombia experimentó una oleada de secuestros cuyas repercusiones estamos sintiendo todavía. Más de quince mil personas fueron secuestradas en seis años. Más de doscientas cada mes. Aproximadamente siete todos los días. Muchas de las víctimas fueron colombianos humildes, agricultores, camioneros y estudiantes. Mauricio Rubio y Daniel Vaughan, dos economistas que han estudiado la historia del secuestro en Colombia, muestran que a finales de los años ochenta, durante el apogeo del Cartel de Medellín, Colombia sufrió una primera oleada de secuestros. Pero la segunda oleada, la más reciente, no tiene antecedentes.

En Colombia prosperó una verdadera industria del secuestro. Los grupos guerrilleros, los líderes de la industria, se especializaron en el encarcelamiento de los secuestrados. Para la consecución de las víctimas, optaron por una doble estrategia: tercerizaron en bandas de delincuentes comunes la captura de las víctimas selectivas y concentraron sus recursos en las llamadas (con inocultable resignación) «pescas milagrosas». Los retenes ilegales comenzaron en 1998 y tuvieron su mayor auge en 2001. Las capturas masivas de miembros de la Fuerza Pública, que habían comenzado en 1996 con la toma de Las Delicias, tuvieron su pico en 1998 con las tomas de El Billar y Miraflores.

Las víctimas extorsivas raramente permanecieron secuestradas por más de un año. Las víctimas políticas permanecieron en promedio mucho más tiempo. Algunos soldados  completaron diez o más años en cautiverio. Los secuestros extorsivos proveían los ingresos de la industria mientras los secuestros políticos servían un fin publicitario y de relaciones públicas. Los secuestrados siguen siendo presentados como víctimas de una fatalidad, como un subproducto inevitable de un conflicto autónomo, con vida propia.

La sociedad reaccionó con una suerte de resignación indignada ante el crecimiento de la industria del secuestro. Las cadenas radiales permitieron una forma extraña (tristemente eficaz) de comunicación unilateral de las familias con las víctimas. Algunas organizaciones no gubernamentales se especializaron en el apoyo a las familias, les brindaron desde apoyo psicológico hasta entrenamiento en la negociación de secuestros. Con el tiempo, la indignación colectiva produjo una respuesta eficaz de la Fuerza Pública. Hoy en día la industria del secuestrado se encuentra diezmada. Pero los secuestrados son todavía un testimonio aterrador, la cicatriz sangrante de una herida que llevaremos por mucho tiempo. 


El secuestro todavía no es historia. Pero ya podemos decir que marcó para siempre el devenir de la sociedad colombiana.