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12 marzo, 2023

Entrevistas Reflexiones

Sobre las reformas a la salud y la educación

Versión completa de la entrevista publicada en el diario El Tiempo, marzo 12, 2023. 

¿En algún momento se arrepintió de haber aceptado? No por el hecho en sí, sino por las críticas que le llovieron de amigos y electores.

Yo sabía que era problemático, que algunos votantes o seguidores iban a verlo como una traición. Por más que yo hablara de la importancia del pluralismo o de lograr consensos parciales entre diferentes –de eso se trata en buena medida la política–, muchos iban a criticar. Me llamaron incoherente, falto de dignidad, traidor, etc. Nunca me preocupé demasiado al respecto. En algunos momentos, en algunas discusiones, sí me sentí en el lugar equivocado. Cuando el Presidente, por ejemplo, envió por Twitter fotos de hospitales de otros países para atacar nuestro sistema de salud me sentí desmoralizado. Así se lo dije a mi esposa. Pero en general nunca estuve arrepentido. Ni tampoco lo estoy ahora.

Recuerdo que hace unas semanas le mandé a unos de los asesores de comunicaciones de presidencia las recomendaciones de Inteligencia Artificial sobre qué tanto debe tuitear un Presidente: «solo cuando sea necesario y en una manera responsable. Los tuits son pronunciamientos públicos y pueden tener un impacto significativo. Por lo tanto, es importante usar Twitter de manera apropiada y veraz».

¿En qué cree que lo fortaleció su paso por el Mineducacion y en que cree que lo debilitó?  

Siempre en estos cargos uno aprende cosas, conoce de primera mano muchos problemas, conoce también gente interesante. Salí con mayores conocimientos, con la tranquilidad de haber construido una agenda que será clave para lo que falta del gobierno. La salida abrupta no es buena. Quedan planes truncos. No sé si eso me debilitó. Personalmente no. Políticamente ni idea. Pero tengo que ser franco, dejar un ministerio así, después de tan poco tiempo, es triste. Pero toca seguir adelante. Yo aprendí en campaña que en estos asuntos toca ser un guerrero feliz.

En este paso por el gobierno, ¿usted cree que el equipo que está al frente del país estaba realmente preparado para asumir el reto de la Colombia de hoy? 

Yo no voy a salir a juzgar a mis compañeros de gabinete. Sería grotesco. Tampoco quiero hacer juicios definitivos. Hay mucho por definirse. He dicho, eso sí, que en algunas discusiones del consejo de ministros extrañaba un poco más de método. Hay una tensión, natural por lo demás, entre la tecnocracia y el presidente. Las visiones más ambiciosas chocan siempre con el realismo de las políticas públicas. Algunas veces me daba estrés en el consejo de ministros por la falta de concreción. Yo siempre decía que la convergencia entre sueños y posibilidades no debería tomar mucho más tiempo.

Cuando trabajamos en el documento sobre cambios a la reforma a la salud, el que se filtró y terminó detonando mi salida, pensé que el conocimiento técnico es esencial. Había un grupo de funcionarios jóvenes que armó una contrapropuesta en cuestión de días. Yo entiendo las críticas a la tecnocracia, pero desecharla es un suicidio.

 Y al revés, ¿los colombianos estábamos listos para estos cambios que se ofrecen desde el ejecutivo? 

Me parece que está ocurriendo algo muy interesante en Colombia. El gobierno fue elegido con un mandato o demanda de cambio. Muy fuerte. Un sentimento antiestablecimiento muy profundo. Pero la opinión está cambiando. Persiste por supuesto una demanda de cambio. Pero también hay una demanda por estabilidad, autoridad y certidumbre. Nos estamos dando cuenta de que la gente no odia tanto el sistema de salud o los servicios públicos como se dijo campaña. Por eso las reformas serán de transición. No creo que las ideas de borrón y cuenta nueva vayan a tener apoyo. Las clases medias urbanas, por ejemplo, están demandando estabilidad. Lo mismo, a propósito, está ocurriendo en Chile.

¿La reforma que radicó la ministra de salud va a fracturar al país más de lo que ya está ? ¿Por qué?  

No pudimos tener ni siquiera un consenso al interior de gobierno. La mayoría de los agentes del sector están insatisfechos. No tienen certeza sobre los beneficios de la reforma. Yo creo que el gobierno se equivocó presentando, de primera en la fila, una reforma muy radical, sin acuerdos, con grandes dudas sobre la transición y grandes riesgos para la atención de la gente. La reforma aprobada será muy distinta en mi opinión.

Ahora sí, con la libertad que le da ser ya un exfuncionario, explíqueles a los colombinos cuáles fueron sus tres principales reparos a la reforma de la salud

Mi primera preocupación tiene que ver con los pacientes. El sistema propuesto es fragmentado entre el primer nivel y la atención de mayor complejidad, no tiene respuestas claras a preguntas básicas sobre quién va coordinar la entrega de medicamentos, la atención domiciliaria, el transporte, la liquidación de prestaciones económicas, la gestión de riesgos, etc.

Mi segunda preocupación tiene que ver con los recursos. El sistema de pagador único ha fracasado en Colombia ya muchas veces, con la libre adscripción del ISS, con la atención a desplazados por parte del Fosyga, con los recobros, etc. El sistema propuesto podría llevar a una quiebra, esta vez sí definitiva y sistémica.

Mi tercera preocupación es la transición. La idea de llevar millones de pacientes a la Nueva EPS es una locura. Me preocupa que la incertidumbre está acelerando la transición. Los problemas de desabastecimiento de medicamentos y flujo de recursos son muy preocupantes.

Voceros del gobierno dijeron ayer que ahora la gente no tendría que ir a las clínicas sino que el médico llegará a sus casas. ¿Eso es una revolución o una falacia? 

Los programas de atención primaria con equipos interdisciplinarios, desplegados en el territorio tienen sentido en algunos contextos. No en todos. Ya se hacen en Colombia en muchos lugares. Pueden fortalecerse. Para eso no se necesita una gran reforma. Creo que muchas veces en este debate se ha confundido una estrategia de atención primaria en salud con una reforma al sistema de salud. Así se lo dije al presidente cuando decidí mi apoyo a su candidatura antes de la segunda vuelta.

Las encuestas muestran mayoritariamente una defensa de las EPS por parte de los ciudadanos. ¿Usted ha podido entender cuál es el interés del gobierno, entonces, de querer convertirlas en centros de atención meramente? 

Una última encuesta muestra que ese apoyo está creciendo, ya está cercano a 80%. Como ya dije, la gente no odia tanto al sistema de salud como se suponía. Hay una aversión a la pérdida. La reforma ha generado la idea de que se puede perder lo ganado. Incluso la Corte Constitucional hizo una advertencia sutil, pero poderosa al respecto. Me parece que esta realidad ha llevado a una moderación del discursos y probablemente también de las ambiciones del gobierno.

¿La Adres, a cargo de administrar los recursos de todo el sistema, tiene esa capacidad ? ¿Cómo lo haría? ¿Es un riesgo para la corrupción? 

No tiene las capacidades ni la información ni el talento humano para hacerlo. ADRES podría hacer el giro de los recursos. Pero no puede ser el ordenador de gasto de todo el sistema. Repetiría, en una dimensión 10 veces mayor, los problemas de los recobros del Fosyga.

Otra duda de lo colombianos: ¿usted si ve que con esta reforma cómo está planteada hoy vamos a un esquema como el seguro social? 

Sí hay un riesgo de que el sistema de salud terminé concentrando su administración en una institución desbordada, tomada por el clientelismo e inoperante. Pero yo siempre quise plantear el debate en otros términos. No como un debate sobre la ineficiencia del sector público y la superioridad del sector privado. No creo que ese sea el debate en este caso. Este no es un debate de Estado versus mercado. Este es un debate sobre la mejor forma de llevar las capacidades construidas en las zonas urbanas y en el centro del país a las zonas rurales y a la periferia. Uno no necesita destruir lo que ya funciona para remediar lo que no

Cambiemos un poco de tema, ¿cómo está viendo al país ? 

Yo soy menos catastrofista. Siempre he combatido la fracasomania. Las redes sociales llevan a un estado de opinión crispado. Pareciera que cada semana es el fin del mundo, que todo se viene abajo irremediablemente con cada noticia. Yo confío en la fortaleza de nuestras instituciones y de la economía. No veo grandes amenazas a la estabilidad fiscal y monetaria. Me preocupa la pérdida de control territorial y el poder de los grupos ilegales en varias regiones.

Creo que a todos nos toca aprender a diferenciar las acciones de los anuncios. En estas democracias mediatizadas se dicen muchas cosas, pero pasan menos. Hay un cuento de Borges, de ciencia ficción, ubicado en un futuro más tranquilo, en el cual un protagonista afirma, cito de memoria, «los pobres habitantes de mi tiempo creían que todos los días había una noticia»

Algunos creen que esta incertidumbre es normal 

Sí, es normal. El país está aprendiendo a lidiar con un gobierno distinto en el fondo y en la forma. Muchos deberían también valorar lo positivo. Los jóvenes y los habitantes de las regiones más pobres creen en el gobierno y, al creer en el gobierno, creen y valoran la democracia. Eso es bueno, especialmente en medio de esta crisis de confianza. Los esfuerzos de reforma agraria o de llevar educación superior donde nunca ha estado o de acelerar la transición energética son no sólo necesarios, sino imprescindibles.

¿Cómo ve a las cortes, el Congreso y a los medios? 

Haciendo su labor. En conjunto, muestran que en Colombia la democracia liberal funciona. Yo siempre he creído que los contrapesos al poder son claves, no solo para asegurar transiciones democráticas pacíficas, sino también para evitar grandes errores, grandes exabruptos. Colombia es un país de leyes. Eso exaspera un poco a los mandatarios de turno, pero nos protege de los peores escenarios.

¿Cuáles iniciativas que impulsó en su paso por el Mineducacion lo hacen sentir orgulloso?  

Voy a mencionar cuatro temas: el borrador de la reforma a la Ley 30 de 1992 que se va a presentar al Congreso en los próximos días, el plan de infraestructura escolar con énfasis en superior y educación rural, el programa de aumento de la cobertura de educación superior de 500 mil nuevos cupos y la reforma en ciernes al Sistema de Aseguramiento de la Calidad.

Paradójicamente el plan de desarrollo, en su artículo 102, sienta las bases para una reforma al sistema de salud del magisterio. En eso también trabajamos, en la salud de los maestros.

¿Tema critico que usted ve en ese sector para los próximos años?

Lo crítico, por encima de todo, es la reforma al Sistema General de Participaciones. Dejamos ya unas propuestas preliminares. El sistema educativo tiene un déficit anual de casi tres billones.  Ya no aguanta más. Hay muchas entidades territoriales con problemas para pagar la nómina, el transporte y los servicios generales. Sin esta reforma también será muy difícil avanzar en educación inicial.

Literatura Personal

Implantados

Habían bajado ya de precio. No eran una simple extravagancia de los más ricos de los ricos. Por el equivalente a unos meses de su salario como gerente en un negocio medio estancado de seguridad informática (los bandidos estaban ganado) podía acceder al chip. Bastaba una cirugía menor para el implante. Su hijo ya iba a cumplir dos años, la edad recomendada para que el chip pudiera implantarse y coordinarse con el cerebro en formación.

Decidió optar por el chip estándar. Contenía mandarín, inglés, alemán, ruso y seis idiomas latinos. Programación en varios lenguajes. Historia y geografía plenas. Conocimientos básicos de medicina, ingeniería y ciencias básicas. Matemáticas y lógica. «Es como si uno naciera aprendido», le dijo el vendedor.

Décadas atrás las primeras aplicaciones de IA habían mostrado que todo el conocimiento acumulado por la humanidad podría ser sistematizado y usado para responder cualquier inquietud o pregunta, puntual o general. Los abogados, ingenieros y médicos clínicos comenzaron a ser superados por la máquina tal como había ocurrido con los maestros de ajedrez a finales del siglo XX.

La IA comenzó un proceso de desarrollo exponencial. Mientras más se usaba, más se sofisticaba. Superó incluso las predicciones más exageradas. Las aplicaciones estuvieron primero alojadas en los móviles. Después vinieron los chip. Recien salidos, los más ricos los implantaron sin reatos a sus hijos que crecían literalmente con todo el conocimiento del mundo en la cabeza.

Las universidades se estaban convirtiendo en lo que debieron haber sido desde muchas décadas atrás, clubes de conversación. A medida que crecía la población de implantados, los profesores no sabían qué hacer. Su costumbre de repetir tercamente en clase lo que existía en los libros, había pasado de anticuada a ridícula. Solo los profesores de ética mantenían una utilidad urgente, casi imprescindible. Repetían que un mundo de sabelotodos irreflexivos podía ser una pesadilla.

Había chips no neutrales con énfasis religiosos, por ejemplo. «Una cosa son implantes de ciencia, otros de metafísica», repetían los agobiados profesores de ética sin mucho eco. Los implantes podrían convertir a cada ser humano en un especie de enciclopedia andante, en un sabio renacentista. Pero también en un dogmático sabiondo, un sacerdote medieval ilustrado e intolerante.

Manuel escogió un chip neutral. La IA había ya copado tantos espacios que le pareció un paso natural. Los homínidos y la tecnología llevaban mezclándose cientos de miles de años, desde que estos lanzaron la primera piedra. Esta coevolución había llegado a un límite emocionante, un humano era ya, con el implante, todos los humanos, en cada uno convergía todo el conocimiento acumulado durante siglos de historia. Manuel sabía bien que la tecnología nos acercaba cada vez más a nuestros sueños y también a nuestras pesadillas. Ya estaba muy viejo para implantarse. Sospechaba, sin embargo, que humanos y robots iban a ser tarde o temprano indistinguibles. No iba a hacer nada para evitarlo. Todo lo contrario.

Academia Reflexiones

Sobre la reforma a la salud

Este artículo resume de manera breve las principales preocupaciones sobre lo que se conoce de la reforma a la salud. Lo pongo aquí como constancia. Fue conocido en enero de 2023 por la opinión pública.

Diagnóstico

Todo esfuerzo reformista debe empezar por un diagnóstico, por un análisis de lo que funciona y no funciona, por una evaluación de las capacidades instaladas (nunca se comienza de cero) y las heterogéneas realidades territoriales.

Eso no ha ocurrido con la reforma a la salud que ahora se propone. El diagnóstico no es claro. Pareciera insinuar que todos, o la mayoría de los problemas se originan en la administración (privada o no pública) del sistema. Como si eliminar las EPS fuera una solución a los problemas de insostenibilidad financiera, corrupción y desigualdades territoriales.

No es así. Los problemas financieros existen en todos los sistemas de salud. Los sistemas públicos europeos están al borde de la quiebra. El susbsistema colombiano del magisterio (que no tiene EPS) enfrenta también grandes dificultades financieras y tiene, en comparación con el Régimen Contributivo, tres veces más quejas por 1.000 afiliados. Lo mismo ocurre con el subsistema de las fuerzas armadas.

La experiencia de Colombia con pagadores únicos públicos ha sido desastrosa. Lo fue con la llamada libre adscripción del Seguro Social en 1996, lo fue con los recobros directos del Fosyga por la atención a la población desplazada en 2001, lo fue durante la década pasada con los pagos de las secretarías de salud por los servicios No Pos del Régimen Subsidiado. El país recuerda los carteles de la hemofilia, el VIH, enfermos siquiátricos, etc. Todo esto podría repetirse a una mayor escala con la actual propuesta de reforma.

Las inequidades regionales, que se repiten en otros sectores como la educación y el agua potable, tienen que ver más con problemas de la descentralización que con los mismos problemas del sistema de salud. Los problemas de los hospitales públicos, por ejemplo, no se resolverán cambiando el pagador o los mecanismos de pago. Podrían incluso agravarse.

Las brechas en resultados en salud entre regiones y entre zonas rurales y urbanas son reales y preocupantes. Deben corregirse. Pero la reforma propuesta plantea una estrategia extraña: destruir lo que funciona en las ciudades para supuestamente arreglar lo que no funciona en las zonas rurales. En lugar de tratar de adaptar una estrategia de atención primaria al sistema, la reforma trata de adaptar todo el sistema a una estrategia de atención primaria. Una lógica extraña.

Hay mucho que conservar del sistema actual. Casi todos los hogares colombianos están protegidos financieramente: una enfermedad no implica una quiebra familiar, ni obliga a la liquidación de activos. Un puñado de hospitales del país están entre los mejores de la región. Los sistemas de información se han sofisticado como resultado de décadas de trabajo. El manejo de muchas enfermedades crónicas es ejemplar. En los mejores hospitales privados se atienden personas de todos los orígenes socioeconómicos. En fin, el sistema actual es producto de treinta años de innovación y trabajo colectivo. Destruirlo sería un suicidio.

La reforma propuesta es sencilla. Propone un pagador único, la ADRES, que es hoy una tesorería y se convertiría en una gran EPS pública. Propone al mismo tiempo un conjunto de centros de atención primaria como puerta de entrada al sistema que coordinarían la atención y el despliegue de equipos territoriales. Propone finalmente unas redes integradas de salud para la atención de mediana y alta complejidad. Los detalles no se conocen, pero, desde ya, surgen algunas preguntas sobre tres temas: ¿Qué va a pasar con los pacientes? ¿Cómo va a ser el flujo de recursos? Y ¿Cómo será el manejo de la transición? Hay todavía muchas dudas al respecto.

Pacientes

La ruta de atención no es clara. El sistema planteado es, por diseño, fragmentado: parte de una división entre la atención primaria y la de mayor complejidad. Además, no contempla una respuesta precisa para una serie de actividades esenciales. Hoy las EPS tienen diez veces más centros de atención primaria que los propuestos en la reforma, ¿Qué va a pasar entonces? ¿No tendríamos en el esquema muchas más colas y problemas de atención? ¿Quién va a coordinar el traslado de los pacientes? La sola Nueva EPS hace 800.000 transportes terrestres al año, y miles de transportes aéreos.

Hay más preguntas. ¿Quién va a coordinar la atención domiciliaria, las enfermeras en casa y la entrega de miles de balas de oxígeno? ¿Quién va a encargarse de la gestión farmacéutica, de la coordinación para la entrega de medicamentos, de los sistemas de información y de la negociación con la industria? ¿Quién va a hacer la gestión de riesgo? Por ejemplo, el control de pacientes con enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, etc.). ¿Quién va a liquidar y a auditar las prestaciones económicas, las licencias de maternidad y las incapacidades por enfermedad general? Sin controles el fraude puede ser inmenso.

Las EPS tienen decenas de miles de personas empleadas para estas tareas. Con la reforma no se sabe quién va a asumirlas. ¿Pasarán los 110.000 empleados de las EPS a ser funcionarios públicos? ¿Quedarán los pacientes a la deriva? No hay respuestas para esas preguntas.

Recursos

Resulta importante de entrada diferenciar entre el giro directo y la ordenación del gasto. ADRES hace hoy lo primero. Para lo segundo carece de capacidades. La reforma ignora este punto esencial. Surgen de nuevo muchas preguntas.

¿Quién va a realizar el control de gastos? ¿La auditoría de cientos de millones de facturas? Suponer, como en la propuesta actual, que con un sistema de información que no existe y tres mil personas desde Bogotá se va a hacer esta tarea, es ilusorio. Sin control del gasto, la quiebra del sistema será inevitable y acelerada. ¿Quién va a encargarse del control del recaudo de las contribuciones? Suponer que la UGPP puede hacerlo, es también ilusorio.

En el esquema propuesto, que no define el control de gasto y del recaudo, el impacto fiscal sería enorme. El gasto se multiplicaría y el recaudo podría caer de manera sustancial. Esta contingencia fiscal podría poner en riesgo la sostenibilidad fiscal del país.

Transición

Sobre la transición también hay muchas preguntas sin respuestas. ¿Cuánto tiempo va a tomar el empadronamiento de toda la población? La depuración de las bases de datos que manejan las EPS ha tomado décadas. ¿Cuánto tiempo va a tardar (y con qué gente se va a llevar a cabo) un tarifario único que sería, según se propone, la base para los pagos de ADRES? ¿Cuánto tiempo tardaría la puesta en marcha, desde cero, de un sistema de información centralizado, sin una reflexión sobre cómo transferir capacidades? ¿Quién y cómo se van a transferir las deudas existentes?

La transición tomaría décadas y la reforma parece subestimar la complejidad del proceso. Además, la transición se está anticipando: el sistema financiero les está cerrando las puertas a las EPS (pues ya las van a liquidar), algunos prestadores están exigiendo anticipos para procedimientos de alta complejidad y la industria farmacéutica mantiene los inventarios a raya, incluso hay desabastecimiento. La crisis parece crecer día a día.

Reforma

Una reforma a la salud es necesaria. Los sistemas de seguridad social deben reformarse de manera permanente. Existen consensos, más o menos definitivos, sobre la necesidad de una mayor inversión en salud pública, de un mayor énfasis en la atención primaria, de una reivindicación del talento humano, de una implementación de modelos diferenciales o de una mayor transparencia en las transacciones que implicaría, por ejemplo, la eliminación de la integración vertical. Pero sin un diagnóstico claro ni una respuesta a las preguntas planteadas la reforma propuesta puede hacer daño. Mucho daño. Lo que iría en contra del principio de siempre para quienes se ocupan de la salud de la gente: ante todo no hacer daño.