En días pasados la facultad de Administración de la Universidad de los Andes y el Centro ODS lanzaron el libro Gobernanza y gerencia del desarrollo sostenible. Un libro ambicioso, comprehensivo, totalizante, plural, heterogéneo, etc. También un poco intimidante así solo sea por su longitud, casi 600 páginas.
No voy a intentar una reseña del libro. Sería una pretensión imposible. Tampoco voy a hacer un resumen. No viene el caso. Quiero simplemente presentar un inventario de algunas tensiones, contradicciones o asuntos por resolver que encontré en la lectura de las dos primeras partes del libro. No es fácil, sobra decirlo, conciliar el crecimiento económico, el desarrollo social y la sostenibilidad ambiental. Las tensiones resultantes aparecen de manera repetida en varios capítulos del libro.
Tensiones:
1. Tensión entre el incrementalismo (impuestos verdes, bonos de carbono, pagos por servicios ambientales, etc.) y otros enfoques o aproximaciones que aducen la necesidad de un cambio radical en los modos de producción y consumo.
2. Tensión entre el desarrollo social y la sostenibilidad ambiental. Por ejemplo, los países de ingreso medio tendrían, para cumplir con las metas globales de reducción de emisiones, que disminuir su consumo de energía a pesar de las grandes diferencias existentes en los niveles de bienestar con los países de altos ingresos.
3. Tensión entre enunciados, objetivos, metas y producción académica (de un lado) y resultados (del otro). Millones de páginas web y publicaciones, décadas de pronunciamientos y cumbres no han podido cambiar los resultados.
4. Tensión entre lo normativo y positivo: lo éticamente defendible sería tal vez una tasa intergeneracional de preferencia intertemporal igual a cero: todas las generaciones, presentes y futuras, son iguales. Pero las preferencias reveladas de la humanidad sugieren algo distinto, muestran un sesgo evidente a favor de las generaciones actuales.
5. Tensión entre la complejidad sistémica y la necesidad de acción. Los sistemas complejos implican, entre cosas, una gran incertidumbre sobre el resultado de las intervenciones. La “pretensión del conocimiento” riñe a veces con la urgencia de la acción.
6. Tensión entre visiones o ideas opuestas sobre la vida colectiva, la intervencionista y la post desarrollista. La demanda por autonomía de muchas comunidades coincide algunas veces con otra demanda, la de presencia del Estado: “déjeme solo, pero quiérame mucho”.
7. Tensión entre las aproximaciones reduccionistas que enfatizan los aspectos comunes y las etnográficas enfatizan la diversidad del mundo, esto es, entre “los determinantes sociales” y “cada caso es único”.
Con todo, este es un libro posibilista. Va más allá de las tensiones. Muestra, por ejemplo, que, desde el sector privado y la sociedad civil, pueden diseñarse y ponerse en práctica soluciones eficaces. Reconoce la magnitud de los problemas, pero no se queda en el lamento, por el contrario, invita a la acción colectiva basada en la evidencia y el conocimiento disponible. Invito a leerlo.