- A los dogmáticos de izquierda y derecha que creen en la infalibilidad del Estado o de los mercados.
- A los que niegan el progreso social y se resisten a enfrentar hechos incómodos.
- A los intelectuales melancólicos y su reaccionarismo progresista.
- A los oidores de Santa Fe y sus herederos en las cortes que sobrestiman el poder de sus fallos y exhortaciones.
- A los indignados permanentes que pontifican desde la superioridad moral.
- A las mayorías extorsivas que no toleran la diferencia.
- A los iliberales y sus arrebatos románticos en favor de los caudillos y sus utopías.
- A los que desprecian la ciencia y sus verdades incómodas.
- A los puritanos que se duelen de la felicidad ajena (incluidos los de la izquierda mojigata).
- A los mercaderes de la inmortalidad (la iglesia católica y la industria farmacéutica, entre otros).
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