La «mano negra», dicen, era un bastión de la aristocracia bogotana que solía reunirse en el Jockey club y lugares parecidos a planear la defensa del país de la inminente toma comunista. Muchos se sentían orgullosos de pertenecer a un organización semiclandestina que, paradójicamente, tenía mentalidad de celula marxista:
Alfonso López Michelsen solía hacer referencias repetidas a la «mano negra». Era una forma de mostrar su rebeldía juvenil. Aquí Carlos Lleras Restrepo se queja de las ínfulas rebeldes de su rival político:
Hernán Echavarría también era mencionado a menudo como uno de los promotores de la «mano negra». Su obsesión anticomunista fue proverbial.
En fin, la mención de Santos a la «mano negra», ya repetida, es un interesante anacronismo, propio de un traidor de su clase.