Ya incluso el presidente venezolano Hugo Chávez se percató del asunto. El viernes en la mañana, se pronunció sobre los malos resultados de los equipos europeos. “Pobre Europa… hasta en el fútbol se está hundiendo” dijo con satisfacción. “Ahí están Argentina, Brasil, Uruguay y México que le ganó a Francia”. Los escuálidos equipos europeos están siendo superados ampliamente por los recios equipos latinoamericanos, insinuó Chávez. En su opinión, los países en desarrollo están a punto de darles su merecido a los engreídos europeos.
Pero la cosa no es tan simple. La decadencia futbolística europea es en cierta medida una consecuencia de la importación desmedida de talento foráneo. La falta de jugadores italianos en el Inter de Milán (el último ganador de la Liga de Campeones) y la ausencia de jugadores provenientes de las ligas domésticas en las selecciones de Brasil y Uruguay son dos caras de la misma moneda, dos manifestaciones palpables del mismo fenómeno, de la creciente globalización del fútbol mundial. Con la globalización, el talento latinoamericano ha desplazado al talento europeo, más escaso y evasivo. Y ha encontrado, en la alta competencia de las ligas del viejo continente, un escenario ideal para perfeccionarse, para “crecer futbolísticamente” como dicen nuestros comentaristas más grandilocuentes.
La globalización del fútbol ha tenido, sin embargo, una consecuencia indeseable para los países exportadores de talento: la decadencia de las ligas y los clubes locales. Las ligas suramericanas, por ejemplo, se han convertido en refugios para viejos en retirada y jóvenes sin mucho talento o en lugares de paso y observación para los mejores jugadores. A diferencia de los clubes europeos, la mayoría de los clubes latinoamericanos son manejados con los pies. Los dueños de muchos equipos tienen un perfil más de proxenetas que de empresarios. En cierto modo, las ligas de este continente se parecen a la Venezuela de Chávez. En unas y en la otra, los pies y los cerebros más cotizados internacionalmente han salido corriendo en busca de un ambiente más propicio.
En fin, como escribió el periodista gringo Franklin Foer, la globalización ha sido mala para los clubes pero buena para los jugadores. Y en el mundial, sobra decirlo, lo que cuenta es el valor de la riqueza exportada, no la calidad de las organizaciones locales. Esta semana un ministro español señaló que la carencia de materias primas, de una oferta fija de productos de exportación, era una de las principales causas de la crisis de la economía de su país. Sin darse cuenta, el ministro ofreció una explicación plausible, no tanto de la crisis económica española, como de la crisis futbolística de la vieja Europa.