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10 noviembre, 2007

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El problema del empleo

El gráfico que acompaña este comentario, tomado del Regional Economic Outlook, publicado esta semana por el Fondo Monetario Internacional, muestra la evolución de la tasa de desempleo en Colombia desde una perspectiva comparada. Dos hechos son evidentes. Primero, la tasa de desempleo en Colombia es la más alta entre los países grandes de la región: Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, México y Venezuela. Y segundo, la disminución del desempleo, durante la fase de recuperación económica que comenzó en 2002, ha sido continua pero lenta en Colombia, al menos en comparación con lo ocurrido en Argentina y Venezuela.

¿Cómo explicar los dos hechos mencionados? Yo creo que la explicación tiene necesariamente que mencionar otros tres hechos, ampliamente discutidos en este espacio. A saber: (i) los impuestos y contribuciones al trabajo en Colombia (53% en total) son los más altos de América Latina, (ii) el salario mínimo como porcentaje del ingreso medio en Colombia (80%) es el segundo más alto de América Latina, y (iii) el precio relativo del trabajo con respecto al capital ha aumentado sustancialmente desde el año 2002. No existe un artículo académico que pruebe de manera contundente la relación entre lo mencionado en este párrafo y lo descrito en el anterior. Pero sí existen muchos artículos que sugieren una relación causal, que conectan causalmente los hechos mencionados.

Creo que la pobre dinámica del empleo sigue siendo el principal problema de la economía colombiana. Y creo también que este problema es causado por una combinación de malas políticas, que se remonta a la aprobación de la Ley 100 de seguridad social y que se ha profundizado durante este Gobierno. Infortunadamente, las perspectivas no son buenas. Y si nos atenemos a lo dicho por el Presidente en este fin de año, las malas políticas seguirán empeorando.

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Turismo bolivariano

Iván Márquez es tan sólo el último de los invitados de honor al palacio de Miraflores. Hace apenas unos días, la modelo británica Naomi Campbell recorrió las escalinatas del palacio presidencial venezolano, ataviada en un vestido blanco, exquisitamente revolucionario, según las versiones de la prensa caraqueña. Campbell no quiso hablar de política pero posó sonriente al lado del presidente Chávez. Hace unos meses, el conocido actor Sean Penn fue recibido con honores de Estado. “Vine buscando un gran país y lo encontré”, declaró sonriente a los periodistas que cubrían su aventura revolucionaria. Hace ya dos años, el cantante Harry Belafonte, de 79 años, fue el invitado de honor del programa Aló, presidente. “Viva la revolución”, gritó extasiado al final de la que pudo haber sido su última aparición televisada. El actor Danny Glover y el reverendo Jesse Jackson, entre muchos otros más, también visitaron Miraflores y también respondieron con encomios a la generosidad del presidente Chávez.

Pero el turismo revolucionario no es sólo un asunto de celebridades. La ONG norteamericana Global Exchange, con sede en San Francisco, ofrece una gira de dos semanas por los extramuros de la revolución bolivariana. Los visitantes pueden reunirse con los oficiales de la revolución, participar en los círculos bolivarianos y recorrer las barriadas de Caracas. En fin, pueden observar de cerca los vientos del cambio, la gran transformación revolucionaria. Al final de la gira, los visitantes son llevados a la exclusiva playa de Los Roques, con el fin de complementar su experiencia sociológica con una pausa caribeña, con un instante para la reflexión. Como dicen los biógrafos de Chávez, Cristina Marcano y Alberto Barrera, “desde ese lugar exclusivo, los visitantes podrían evaluar mejor la experiencia de conocer la revolución en vivo y en directo. No todo en la vida es pobreza”.

Cansados de la quietud democrática, exasperados por el gradualismo liberal, los turistas revolucionarios llegan a Venezuela en busca de aventuras sociológicas. Quieren ver el mundo en movimiento. Sentir la fuerza del cambio. Marchar la marcha de la historia. Los anima una idea romántica de la violencia justiciera, de los dictadores tropicales. No quieren, como los turistas sexuales, aliviar el cuerpo. Buscan, por el contrario, recrear el alma.

Venezuela se ha convertido en el destino favorito del turismo revolucionario. Según sus propios testimonios, los turistas viajan en la búsqueda de un mundo distinto. “La idea es encontrar una alternativa”, le dijo recientemente un turista francés a un reportero del New York Times. “Si no se encuentra en Venezuela, no se encuentra en ninguna parte”. Los visitantes ven en la revolución bolivariana una posibilidad distinta a la hegemonía norteamericana o al neoliberalismo. Perciben en Venezuela una luz de esperanza en medio de la oscuridad planetaria.

Pero tarde o temprano los turistas revolucionarios abrirán sus ojos. La alternativa chavista comienza a revelarse con toda su fuerza. Venezuela va en camino de convertirse no sólo en una dictadura, sino también en uno de los países más violentos del mundo. Con el tiempo, los turistas revolucionarios buscarán otros destinos más seguros. Y Caracas será visitada solamente por modelos en desgracia y actores renegados. Y quizás también por uno que otro guerrillero envejecido.