En 1964, el historiador norteamericano Richard J. Hofstadter publicó un influyente ensayo
sobre la paranoia en la política . El político paranoide —escribió Hofstadter— “no percibe el conflicto social como algo que pueda ser mediado o negociado, como lo hacen los políticos tradicionales. Como lo que está en juego es el conflicto entre el mal absoluto y el bien absoluto, lo que se requiere no es un compromiso sino la voluntad de luchar hasta el final. Como el enemigo es considerado totalmente perverso, tiene que ser completamente aniquilado […] del teatro de operaciones sobre el cual el paranoide dirige su atención”.
sobre la paranoia en la política . El político paranoide —escribió Hofstadter— “no percibe el conflicto social como algo que pueda ser mediado o negociado, como lo hacen los políticos tradicionales. Como lo que está en juego es el conflicto entre el mal absoluto y el bien absoluto, lo que se requiere no es un compromiso sino la voluntad de luchar hasta el final. Como el enemigo es considerado totalmente perverso, tiene que ser completamente aniquilado […] del teatro de operaciones sobre el cual el paranoide dirige su atención”.
Para el político paranoide, el enemigo es “un ejemplo perfecto de maldad, una especie de supermán amoral: siniestro, ubicuo, poderoso, cruel y lujurioso”. El enemigo “causa depresiones, manufactura desastres […] controla la prensa, tiene fondos ilimitados, posee técnicas especiales de seducción y es capaz de lavar la mente de las personas”.
El político paranoide parece siempre dispuesto a la confrontación intelectual. En sus repetidos pronunciamientos presenta datos, revela conexiones, muestra hechos, etc., con una obsesión casi académica. Pero la apariencia es en este caso engañosa. El político paranoide no está interesado en la comunicación de doble vía que caracteriza el intercambio intelectual, “no es un receptor, es un transmisor”. La acumulación de información le sirve para convencerse a sí mismo, para alimentar sus odios y sus miedos, no para convencer a los otros. Sea lo que sea, los datos, los hechos diligentemente enunciados, nunca justifican las conclusiones fantasiosas, las historias de conjuras y conspiraciones.
Rodrigo Hoyos Gonzalez Hoyos Gonzalez
14 marzo, 2018 at 10:22 pmTenemos en A.U.V. el prototipo del político paranoide , que es ególatra y siempre quiere tener la razón , es un mitomano, enfermo y obsesionado por el poder, evasivo en sus respuestas cuando se siente acorralado, es … Un enfermo mental.
Unknown
15 marzo, 2018 at 1:13 amCierto, pero en ese perfil entran personajes de todo el espectro político, porque políticos como Petro y Robledo también son ejemplos clarisimos.
francisco antonio prieto
15 marzo, 2018 at 1:54 amEl paranoide busca lá política (poder) para dar rienda suelta a su locura.
maria paola lugo gomez
15 marzo, 2018 at 4:19 amDr. Gaviria, su blog se correlaciona con un articulo nacional geographic de enero:"la ciencia del bien y del mal porqué somos generosos o crueles?" la explicación yace en la empatia aquello que nos acerca o aleja de un ideal, que tan compasivos o crueles podemos ser,como yo me veo reflejado en otro. Considero que la empatia es positiva o negativa a causa de la acción que se defienda.
el político encarna ese reflejo y le seguimos, ya que todos en en cierto grado tenemos rasgos sociopatas donde la paranoia es uno de ellos.
la paranoia aflora cuando estamos ante un líder que canaliza y estructura de forma obsesiva un sentir para defender un objetivo que lleva a la polarización:se esta a favor o en contra, esto justifica al individuo el hecho de sobrevivir en una sociedad.
Nuevamente con este blog retoma su columna de "ser tibio" desde otro punto de vista con un ejemplo en uno de los el extremos el "superman amoral",un ser peligroso pero que de forma globalizada han resurgido, con adeptos y con técnicas de seducción que cuentan en el cuarto poder "las comunicaciones" de este siglo, la polvora suficiente para masificar y alimentar un convencimiento, en una sociedad que a pesar de la tecnología yacemos en el mar de la ignorancia. Paola lugo
Juan Sebastian Cardona Ospina
16 marzo, 2018 at 3:18 amDe nuevo me recuerdan otras referencias, ahora de Ricardo Silva Romero:
"…El fundamentalista no descifra ni revisa ni recrea su sociedad: su interpretación de lo que ocurre es literal. Como un animal sin reversa y sin humor, el fundamentalista cruza un día la línea que separa la historia de la mitomanía: y entonces no reforma, sino que refunda; no juzga, sino que sentencia; no ojea, sino que ejecuta. El fanático de izquierda es trágico, y fracasa en “la revolución”, y el de derecha es épico, y fracasa en “la reconquista”, pero los dos, que solo están siendo “patriotas”, llaman “traidor” e “impío” a quien ve una alternativa: toda bala de fanático “hace justicia”.(…)"
Juan Sebastián Cardona Ospina
Anónimo
18 marzo, 2018 at 6:42 amNo consigo ver ningún político paranoide en Colombia, al contrario, los veo a todos calculadores, meticulosos en el ánimo manipulador. Veo a los políticos haciendo cálculos con teorías extravagantes, los veo jugando a suponer. Veo más bien paranoides a los medios de comunicación, y con ellos a las personas que los consumen.
Diría incluso que pensado en los términos de un enemigo, el único enemigo capaz de despertar paranoia de la proporción que describe el texto es Álvaro Uribe Vélez, y aún dudaría que se trate de paranoia, ya vemos cómo aquel sujeto ha demostrado un poder casi sin límites, tal vez más grande que el de cualquier otra persona del país.
Colombia es una sociedad de espaldas al mundo en gran medida, y con ello, fácilmente paranoide. Resistente al cambio, temerosa de la movilidad, casi impermeable al desarrollo moral del mundo. Mientras afuera se discute el futuro, aquí ni siquiera se ha resuelto el relato simple de lo pasado, de lo certero.
Que una persona como María Fernanda Cabal llegue al congreso es representativo de la fácil paranoia que crece aquí como por generación espontánea, personas capaces de comprar (por sesgo autocomplaciente o por ceguera real) los relatos mentirosos de alguien que en ningún otro lugar y por ninguna razón sería tomado en cuenta.
Así pues no son los políticos los paranoicos, son los ciudadanos, y es que los medios han cultivado bien la patología del miedo. Ojalá tengan la vacuna.
OrlandoParraG.
2 abril, 2018 at 3:42 amQuerulancia … Querulante …