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noviembre 2017

Literatura

Reseña de la biografia de Rodolfo Llinás

Pablo Correa ha escrito un libro especial, una rareza en nuestro medio: un
libro de divulgación científica claro y profundo al mismo tiempo. No era una
tarea fácil por al menos tres razones: Llinás el científico, el intelectual y el
individuo. Los tres son complejos. Inescrutables unas veces. Inquietantes
otras. Interesantes siempre.

El individuo 

En cierta medida el Dr. Llinás representa el estereotipo del científico: ensimismado, excéntrico,
adicto al trabajo, intolerante con la mediocridad, agresivo intelectualmente, etc.

Pero, como lo muestra sutilmente el libro, hay un atributo de su personalidad que resalta
sobre los demás: el arrojo, la seguridad en sí mismo. Llinás es la antítesis
del intelectual periférico. No tiene miedo. No es Caldas temblando ante
Humboldt. Ni Patarroyo abrumado por su origen, por su condición de hombre de
ciencias del tercer mundo. Cuando era un joven estudiante de medicina, se
empecinó en ir a visitar al famoso neuro-fisiólogo y premio Nobel suizo Walter Hess: “me
aparecí por el instituto. Les expliqué que era in estudiante de medicina. Les
pareció fantástico. No habían visto a un suramericano”. Siempre, desde el
comienzo de su carrera, se codeó con los grandes científicos de su campo. Nunca
se amilanó ante los jerarcas de la neurociencia. Nunca lució intimidado por su
origen geográfico. Todo lo contrario. La autoconfianza casi lo define.

Hay otra característica sobresaliente del Dr. Llinás que también resalta el  libro: su
relación con las mujeres y con los asuntos prácticos de la vida. Hay allí un
elemento garciamarquiano. O al menos, un elemento presente en las obras de
García Márquez. Úrsula Iguarán, recordemos, se ocupaba de todos los asuntos de
la casa mientras el Coronel Aureliano Buendía elaboraba pescaditos de oro en un improvisado laboratorio de alquimista. A Llinás, las mujeres lo alistan como un niño, lo protegen de las
inclemencias de la vida práctica y lo ayudan en las relaciones sociales. “No se
entera de nada, tengo que resaltarle en rojo, con espacios, lo importante”,
dice Patricia su hermana con candidez. Patricia jugó un papel clave en este
libro. Sin ella, infiero, el biógrafo habría fracasado en el intento. 
El científico 

Llinás es un científico multifacético. Se ocupa con igual maestría de las
pequeñas y las grandes preguntas. Hace un trabajo impecable en el laboratorio y
es al mismo tiempo un pensador original. Se desenvuelve con presteza en lo micro y en lo macro. Es un experto en el sistema nervioso y en la teoría de la
mente.

Tal vez su visión más interesante, como se muestra con claridad en el libro, es la del
cerebro como una maquina anticipatoria; activa, no reactiva; automática, no
dependiente de los estímulos externos. Una máquina que predice el próximo
movimiento, que “camina sola” por decirlo de alguna manera. Los tunicados
tienen cerebro cuando se desplazan en el mar al comienzo de sus vidas. Lo
pierden cuando, más tarde, ya en su madurez, se transforman en plantas marítimas.

En el mismo sentido, sugiere el Dr. Llinás, el pensamiento es activo y automático. El
cerebro es también una máquina de soñar. En la noche, sin estimulos, lo hace
caprichosamente. En el día, con estímulos, tiene más restricciones. Pero en
general el cerebro parece autónomo, genera sus propias historias, sus propios
mapas y modelos virtuales del mundo. Cuando se juntan o se unifican las dos
historias, la generada internamente y la realidad externa, surge el sí mismo.
La máquina de soñar se reconoce, entonces, a sí misma.

El libro narra otras dos historias interesantes e inquietantes al mismo tiempo. Ambas
muestran una faceta distinta del Dr. Llinás, su faceta de científico aplicado,
su regreso a la medicina. La primera historia tiene que ver con las
trepanaciones del doctor Jeanmonod y la magneto-encefalografía. Sin conocer los
detalles, basado meramente en lo publicado en el libro, el asunto parece
extraño. La conexión entre la teoría (las disritmias talamocorticales) y la
práctica quirúrgica (las microcirugías craneanas) parece incipiente. Insuficientemente
explorada. El libro no menciona la existencia de ensayos clínicos. Ni de
estudios de seguridad y eficacia. Las anécdotas son convincentes,
pero no pueden por sí solas, creo yo, justificar un procedimiento invasivo con
obvias consecuencias bioéticas.

La segunda historia tiene que ver con las nanoburbujas. El libro menciona la evidencia
de sus propiedades benéficas en animales y describe también una teoría
plausible sobe los mecanismos moleculares. Pero la teoría es preliminar.
Todavía especulativa. Por lo tanto, los ensayos
clínicos propuesto en Colombia por el Dr. Llinás hace unos años son, en mi opinión, inquietantes.
Afortunadamente no
fructificaron. Las nanoburbujas, sugiere el libro, son todavía una teoría en
construcción. Sus aplicaciones tendrán que esperar más tiempo.

El pedagogo 

El libro muestra otro papel del Dr. Llinás, su papel de pedagogo y hombre público. Es el
papel que más lo ha acercado a Colombia.  El que lo ha conectado con su país.
Pero ha sido también un papel frustrante. Lo ha enfrentado a un monstruo
conocido e invencible: la burocracia estatal.  
Su visión de la educación es clara: debe enfatizarse la creatividad y proscribirse la
memorización y el aprendizaje sin contexto. El aprendizaje solo ocurre, en su
opinión, si existe un marco general, una cosmología. Nunca aprendió mucho de
sus maestros en el colegio y la universidad. Aprendió, eso sí, de su abuelo y sus
tutores. Sobre la educación en Colombia, escribió lo siguiente: “se enseña sin
asegurarse de que se entienda lo aprendido. La diferencia entre saber y
entender es monstruosa”. 
Esta parte de la biografía es triste. La misión de los sabios quedó en nada, la
máxima grandilocuencia y el mínimo de resultados. Los esfuerzos posteriores de
Llinás por desarrollar un pensum para la educación, desde prescolar a
bachillerato, quedaron engavetados. Y el esqueleto de tiranosaurio que quiso
traer a Colombia y del cual regaló la cabeza, quedó desmembrado, convertido, como bien lo señala le libro, en
una metáfora involuntaria sobre la ciencia y la educación colombianas. 
La pregunta difícil 
La pregunta difícil, en palabras del filósofo australiano David Chalmers, es la
pregunta por el carácter subjetivo de la experiencia, por la conciencia.
Rodolfo Llinás pertenece a dos campos: el del naturalismo (poético), que insiste en que
la conciencia puede ser explicada por las leyes de la física; y el del
optimismo, que insiste en que la ciencia, más temprano que tarde, revelara el
misterio. Si alguien me dijera: ‘le explico cómo funciona el cerebro, pero luego
lo mato’, yo le diría ‘perfecto’”, cuenta Llinás al comienzo del libro. La
frase resume una vida dedicada a la más difícil de las preguntas y contada con maestria por esta, su primera biografía.   
Literatura

Conversaciones cándidas

Hace ya un año fue publicado Alguien tiene que llevar la contraria, una
colección diversa (y dispersa) de reflexiones sobre la inestable relación entre
la teoría y la práctica. Creo –decía en el libro– que (i) la acción y la reflexión
deben ir de la mano, (ii) que la toma de decisiones requiere de una reflexión
informada sobre las posibilidades del cambio social y (iii) que los académicos deben
tener, por lo tanto, un papel más protagónico en las decisiones públicas. En últimas, yo soy
un optimista (ingenuo tal vez) sobre la importancia del mundo de las ideas.
Enlazo, como una suerte de archivo electrónico y credo personal,
cuatro conversaciones sobre diferentes aspectos del libro mencionado. Todas
tienen un tono cándido. Pienso, como diría Antanas Mockus, que la ética de
la verdad (decir lo que se piensa) debe primar sobre la ética de las
consecuencias (decir lo que se juzga conveniente).
  1. Sobre
    la institucionalización de la demagogia
  2. Sobre las
    dificultades del cambio social
  3. Sobre el ateísmo y
    la impopularidad
  4. Sobre la práctica
    de llevar la contraria: defensa del aborto, los impuestos, etc
Academia

Resultados de la encuesta ENSIN sobre situación nutricional

La encuesta ENSIN sobre la situación nutricional de la población colombiana (y sus determinantes socioeconómicos) es un instrumento fundamental para diseñadores de política pública e investigadores sociales. La última versión de la encuesta, algunos de cuyos resultados principales se resumen a continuación, contiene varias novedades que la hacen única en América Latina: mide el juego activo en prescolares y el tiempo excesivo frente a pantallas en escolares y adolescentes (más de dos horas diarias), estima el cumplimiento de las recomendaciones de actividad física en adultos, recolecta información sobre ingesta dietética en todos los grupos poblacionales, mide la vitamina D y el yodo en la orina y contiene además un componente cualitativo.  

Los resultados muestran, inicialmente, una disminución notable de la baja talla para la edad (desnutrición crónica) en menores de 5 años (ver gráfico). Este indicador pasó de 13,2% en 2010 a 10,8% en 2015. La baja talla para la edad también disminuyó en escolares y adolescentes. Más allá de la encuesta ENSIN, cabe resaltar la mejoría sistemática de la mayoría de los indicadores de salud en el país: la mortalidad infantil, la mortalidad materna, el embarazo adolescente y ahora la desnutrición. 

Los resultados muestran, de otro lado, un aumento en el exceso de peso en todos los grupos poblacionales (ver gráfico). En adultos, el aumento es sustancial. La población adulta con exceso de peso pasó de 51,2% en 2010 a 56,4% en 2015. Aunque todavía  los niveles observados están lejos de los prevalecientes en México (64,4%) y Estados Unidos (67,3%), la tendencia es preocupante. 

Por último, los resultados señalan un aumento en la prevalencia de inicio temprano de la lactancia materna, una disminución en el tiempo la lactancia exclusiva (pasó de 47% en 2005 a 36% en 2015), un aumento leve e insuficiente en la actividad física en tiempo libre y un tiempo excesivo frente a pantallas en escolares y adolescentes (ver gráfico).

Con todo, los resultados llaman la atención sobre la necesidad de reforzar las políticas públicas para combatir la obesidad y el sobrepeso: impuestos, etiquetado, promoción de normas sociales, ciudades saludables, etc. El debate no da espera. 

Academia

¿Bastaría con eliminar las EPS?

Los problemas financieros del sistema de salud de Colombia son
reconocidos. Indiscutibles. Las causas o explicaciones de estos problemas generan una mayor
discusión, un debate mucho más álgido. En términos generales, hay dos explicaciones
opuestas y recurrentes.  La primera pone énfasis en las EPS, en sus utilidades, gastos administrativos y manejo de los recursos. La
segunda hace un énfasis distinto, en la falta de coherencia en los arreglos
sociales (“se gasta más de lo que se tiene”) y en el desbordamiento del gasto,
asociado, a su vez, a las crecientes demandas sociales y los mayores precios de
medicamentos y dispositivos médicos. 
Según la primera explicación, bastaría con cambiar el
pagador, sustituirlo por uno o varios pagadores públicos o sin ánimo de lucro
para resolver los problemas financieros. De acuerdo con la segunda explicación,
cualquier pagador, independiente de su naturaleza, pública, privada o mixta, enfrentaría los mismos problemas, esto es, un déficit operativo y un incremento insostenible
del gasto.

¿Cuál explicación es más verosímil? Usualmente la respuesta
a la pregunta de marras ha dejado de lado los hechos, los datos del mundo. El debate
al respecto parece ocurrir en un vacío empírico, en el ámbito de las
explicaciones prefabricadas de la ideología. Esta entrada no va a saldar un debate
eterno. Pero sí presenta una serie de hechos que arrojan, en mi opinión, muchas dudas sobre la pertinencia
de la primera explicación (“son las EPS”).

Esta semana la prensa nacional publicó una noticia relevante para el asunto que nos ocupa. Un informe reciente de la Contraloría muestra que
el sistema de salud de las Fuerzas Armadas tiene un déficit altísimo, de casi
800 mil millones en cinco años.  Por afiliado, este déficit es incluso mayor que el
del sistema general. “Como el sistema se
gasta cada año más de lo que recibe por ingresos para garantizar la atención el
Mindefensa ha venido cubriendo ese faltante con partidas cargadas al
presupuesto del año siguiente”, decía la noticia citada. “Tenemos cada día más
usuarios, muchos de ellos beneficiarios. Nuestra población se está haciendo
mayor, mucho más adulta, y ahí hay un costo mayor en la atención”, explicaba el
director de Sanidad Militar.  

El régimen especial de las Fuerzas Armadas no tiene EPS, es
un sistema meramente público, sin intermediación, pero enfrenta los mismos problemas del sistema general. El sistema del magisterio tampoco
tiene EPS y también tiene grandes problemas financieros y de atención. Otro informe reciente de la Contraloría mostró que la Unidad de Pago por Capitación (UPC) para la atención de la población pobre no aseguarada por las secretarias de salud es 3,5 veces mayor que la UPC del sistema general. Las EPS públicas
o mixtas (Capresoca, Convida, Saviasalud, Capital Salud, la Nueva EPS, etc.)
enfrentan igualmente una grave situación financiera, un déficit operativo
creciente, mayor en promedio que el de las otras EPS. «Si tan solo fuera tan fácil como cambiar el pagador», podríamos ir
concluyendo.  

Los problemas financieros tampoco pueden reducirse a un
problema de corrupción. Las explicaciones basadas en la corrupción como causa
única o preponderante son convenientes. Ahorran mucho tiempo. Nos evitan el
estudio y entendimiento pleno de los problemas estructurales. Reducen todo a un
asunto sencillo, a una fábula, a una lucha entre el bien y el mal. Las cosas, sobra decirlo, son usualmente mucho más complicadas.

En síntesis, unos cuantos datos pueden destruir una ideología
recalcitrante. La evidencia es clara, contundente: los problemas financieros de
la salud tienen causas complejas y su solución va mucho más allá del eslogan
conveniente, “No más EPS”.