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Poesía

Literatura Poesía

La esfera misteriosa

La había olvidado por completo. Estaba guardada en un armario. Un regalo de un pariente lejano. Uno de esos regalos que se agradecen con desgano y se esconden para siempre. Hace unas semanas se topó con el regalo, con la esfera misteriosa. Estaba buscando una escritura de manera desordenada, impaciente. Apareció mientras esculcaba cajones y removía papeles sin método ni esperanza. La arqueología personal produjo esta vez un tesoro extraño.

Parece una i alargada con un punto enfático, desproporcionado. En la parte inferior dos aves sirven de cimiento. En la mitad, como transición, hay un pequeño cilindro decorado con rombos y estrellas hechos de agujeros diminutos. Una estética extraña. Intrincada. Casi indescifrable. De otro mundo.

Desvelado, en la vigilia triste de los insomnes, indagó por el asunto. Todo está ya en internet. O casi todo. La humanidad produjo un universo, una especie de mundo infinito donde todo se encuentra en un instante. Encontró así las pistas de la esfera, su origen, su tiempo y su misterio.

Está hecha de marfil, probablemente por un artesano cantonés del siglo XIX. Tiene en su interior siete u ocho esferas anidadas. Labradas con una paciencia extraña, por medio de una técnica apenas intuida. Las esferas fascinaron a los europeos por mucho tiempo, con esa fascinación por Oriente de la que habla Borges: la fascinación de los tesoros escondidos, de la magia, de la tierra de la mañana, donde el sol aparece primero como otra esfera misteriosa.

 

 

Hace poco un grupo de científicos de Occidente, en uso de esa razón que todo lo escruta, esa curiosidad que para algunos es la perdición del mundo, examinó con un scanner las entrañas de una esfera similar. Descubrieron, eso dicen, que probablemente los chinos usaron un torno, un instrumento de Occidente. Las esferas serían, entonces, el encuentro de dos culturas, de la tierra de la mañana y de la tarde, de la geometría y el feng shui.

Las bolas del demonio les dicen, como si solo un demonio pudiera labrar de adentro hacia afuera, con una paciencia casi inhumana, esas esferas concéntricas, ese universo en miniatura. Pero el demonio no es tal. Los seres humanos somos capaces de proezas absurdas. La esfera resume una suerte de obsesión, nuestra fijación por esculpir universos y labrar mundos; nuestra capacidad de emprender empresas infinitas y enceguecedoras.

Durante el siglo XIX, las esferas se hicieron tan populares, tan demandadas por los europeos en su búsqueda de algún objeto que resumiera un misterio, ese misterio que llamaron orientalismo; fueron tan populares que incentivaron la caza de elefantes en el continente africano. Una tragedia, un absurdo que resume la condena de la especie, la destrucción del mundo impulsada por nuestras necesidades más extrañas, por nuestros apetitos estéticos o simbólicos, por nuestra pasión por los objetos.

China prohibió el tráfico de marfil hace unos años. Ya casi no quedan elefantes. Sus colmillos convertidos en esferas misteriosas y otras cosas. ¿Qué elefante, de qué parte, de qué tiempo, estará en su casa? Todo es un misterio. Ahora unos arquitectos de Occidente quieren construir en Oriente un teatro con la forma de una esfera misteriosa. Vuelven y se encuentran. Occidente llevó el torno, trajo las esferas, llevará ahora un gran teatro para que los chinos reconozcan su mundo en la fascinación de otros ojos.

Todo parece conectado. Oriente y Occidente. El misterio y la razón. La creación y la destrucción. Dice el poeta que cada objeto resume el mundo, que cada cosa cuenta todas las historias y abarca todo el universo. En esta esfera de muchas esferas, en este objeto perdido y reencontrado, esa intuición parece doblemente cierta.

 

Poesía

Pessoa personal

Leí por primera vez a Pessoa en 1987. Un regalo de grado de mi tío poeta Jesús Gaviria. No recuerdo la edición. Ha pasado mucho tiempo. Era una antología recién publicada. Algo leí aquella vez sobre los heterónimos. Me quedó una inquietud que fui alimentando con los años. Un poema me quedó grabado en la memoria:

Tengo compasión de las estrellas,
que brillan hace tanto tiempo,
tanto tiempo…
siento compasión por ellas.

¿Es qué no habrá un estar cansado
en las cosas,
en todas las cosas,
como en las piernas y en los brazos?

Un cansancio de existir,
de ser,
sólo de ser,
el ser, un triste brillar o sonreír…

¿No habrá, en fin,
para las cosas que son,
no la muerte, mas sí
otra especie de fin,
o una gran razón
-Algo así
como un perdón?

 

Muchos años después, leí una reflexión de Octavio Paz que resume (ahora lo sé) lo que sentí entonces, lo que me transmitió el poema : “[…] ese sentimiento de universal simpatía con todo lo que existe, esa fraternidad en la permanencia con hombres, animales y plantas, que es lo mejor que nos ha dado el budismo, una suerte de beatitud instantánea que no excluye la ironía ni significa cerrar los ojos ante el mundo y sus horrores”.

Leí a finales de los años ochenta El banquero anarquista. Me llamó la atención aquel oxímoron misterioso. Poco recuerdo los hechos narrados. Solo sé que los banqueros casi destruyen el mundo (y con él mi profesión, la economía) ya hace doce años. Una forma de anarquismo, tal vez involuntario.

Lisbon revisited articuló mis angustias o poses existenciales en varios momentos de mi vida. Hace ya casi 20 años, me brindó una suerte de consuelo, me dio fuerzas en medio de las desdichas y dificultades del momento:

 

Quiero cincuenta cosas al mismo tiempo.
Anhelo con una angustia de hambre de carne
no sé bien que:
definidamente lo indefinido…

Más recientemente, siendo ministro, con poco tiempo para la lectura, encontré la cuidadosa antología de Jerónimo Pizarro, Plural como el universo. Encontré allí una frase suelta que recuerdo a menudo: “Tal vez parezca innecesario explicar una cosa de por sí tan sencilla e intuitivamente comprensible. Sucede, sin embargo, que la estupidez humana es grande, y la bondad humana no es notable”. Por la misma época leí el compromiso suscrito por Alexander Search, ese otro personaje misterioso. No lo suscribo plenamente, pero para mí fue una iluminación:

Leí de manera desordenada algunos de los ensayos de Jerónimo Pizarro contenidos en su libro Alias Pessoa. Entendí, no lo sabía, la fragmentación, la discontinuidad y la brevedad de su obra: Pessoa como un emprendedor enfrentado a una especie de exuberancia creativa que lo llevaba inexorablemente a la inconclusión. Plural como el universo, para recoger la expresión ya citada.

Entendí que solo existen fragmentos, que los editores tienen ante sí inmensas posibilidades. Entendí también la mirada de Jerónimo, la ética de la edición de lo inacabado: el llamado a la modestia, a conocerlo todo sin alterar casi nada, a publicarlo tal como existe, no como nos gustaría verlo.

Hace poco leí una frase del Fausto de Pessoa que se conecta con un proyecto que estoy terminando, una especie de antología de las ideas de Aldous Huxley, quien siempre enfatizó la necesidad de una educación para la receptividad: “Para mi ser es admirarme de estar siendo”, escribió Pessoa. Una podría hacer una antología extensa de poemas al respecto, poemas que giran sobre esa idea suelta.

Un buen ejemplo, tomado del poeta venezolano Rafael Cadenas, uno de los primeros lectores de Pessoa en América Latina, sería el siguiente fragmento:

Otro ejemplo, otra variación sobre la misma idea de admirarse siendo, es este fragmento de uno mis poetas favoritos, el también venezolano Eugenio Montejo:

 

Literatura Poesía

Del último libro de Charles Simic

 
 
Un quiz tarde en la noche
 
¿Le tiene Charles Simic miedo a la muerte?
Sí, Charles Simic le teme a la muerte.
¿Le reza al Señor de arriba?
No, él gasta el tiempo con su esposa.
 
Su conciencia, ¿lo atormenta a menudo?
Viene a charlar de vez en cuando.
¿Está preparado para reunirse con su creador?
Tanto como una ardilla que cruza la carretera.
 
Como una lata de cerveza pateada
Por algún joven que vuela de la traba como una cometa
Y sale de una esquina oscura y entra a otra
El da tumbos y resbala en el entretanto.
 
 
Personal Poesía

80 años de mi papá

pasó hace ya muchos años

[hoy estamos protestando y celebrando el paso de los años]

cuarto de bachillerato

un compañero había sido expulsado por nada, por un capricho

en protesta

otra compañera, Margarita, piernona, recuerdo bien, destrozó un ventanal con una tapa de pupitre

un estruendo de consecuencias

un escándalo mayor

la amenaza de una expulsión masiva

«todas las manzanas se pudrieron», dijo un profesor

[pobre güevón]

escribí una versión del suceso

la leí en frente de la clase en taller literario

terminaba con un homenaje al compañero expulsado

una víctima del poder caprichoso

justificaba a Margarita

todos aplaudieron con rabia

una forma de protesta

la investigación siguió su curso ominoso

citaron a los padres al colegio

llegaron cumplidos

Ocuparon una mesa en un salón contiguo a la rectoría con sus gabinetes de vidrio y ceniceros de plástico

la estética de otros tiempos

los estudiantes

[nosotros]

parados, formábamos un cuadrilátero alrededor de la mesa

El rector hizo un recuento de lo ocurrido

el ventanal destrozado

la insolencia compartida

el desprecio por la autoridad

las risas desafiantes

la altanería adolescente

[Margarita, la piernona, era una líder natural]

hablaron después algunos padres

pidieron perdón

lamentaron la pérdida de valores de la juventud

el papá de Mauricio, el compañero expulsado

[baterista, catador de hongos de boñiga, una estrella plateada en su oreja izquierda]

pidió la palabra

leyó mi relato de la protesta

el homenaje a su hijo

[a quien se lo había regalado días antes]

tenía una voz de locutor

hacia unas pausas enfáticas

terminó la lectura con un gesto de alivio

jah

nadie dijo nada más

salimos

creí que me iban a matar

“eso fue Margarita”, iba a decir

“¿quién escribió la historia?”, me preguntó

“yo”, respondí resignado

“excelente”, me dijo mi papá con una risa cómplice

así lo tengo en la memoria

así lo he recordado por años

se trata, digamos, de una herencia familiar

la intolerancia ante la injusticia

la protesta ante el poder caprichoso

la manía de burlarse de jefes y directivos

la idea simple pero definitoria de que hay algunas cosas que no podemos aceptar

esa idea que hoy, más que nunca, quiero entre lágrimas recordar

hace un mes acusaron a un profesor de tomás de acoso sexual

había sentado inocentemente a una niña en sus piernas

iba a ser expulsado

“no hizo nada, es muy buena persona, que injusticia, cómo hacen eso, además es gay”

dijo tommy con los ojos aguados

oyéndolo pensé inmediatamente, la herencia está a salvo

el nieto tampoco sabe tolerar la injusticia

gracias papi

seguiremos rebelándonos un poco en contra de lo que no está bien en este hijueputa mundo

te queremos mucho

mucho

Poesía

Nuestra tarea

Primero fue la imagen de un agujero negro

El tragaluz, la más elusiva de las criaturas

Sólo visible a los ojos de una curiosidad sin límites

Neurótica

Antigua

Esencial

El cielo, siempre un acertijo

Horas después fue una noticia distinta

Un asunto terrenal

Otra hazaña

La combinación de nuestro código genético y el de los chimpancés

Un peligroso juego entre primos

Una inevitable manipulación

Vendrán otras

Prometeo sin dioses

Instintos de alquimista

Esta semana volvimos

Al mundo de Ptolomeo

Al centro del universo

La humanidad, mitad de camino entre el átomo y la galaxia

La humanidad, el universo y el código que se piensan a sí mismos

Era nuestra tarea

Está hecha

Sólo nosotros podemos apreciarla.

Personal Poesía

Recuerdo imprevisto

Mi primo, el osado, el viajante,
estaba de regreso, traía un buen número de historias nuevas,
aventuras, excesos, desviaciones,…
las escuchábamos con curiosidad, ávidos de cuentos,
niños de provincia aburridos del aburrimiento.

Tenía una cámara nueva, la mejor de la ciudad,
conocía el oficio de la fotografía,
ese espejo inquietante.
Encontró un refugio precario en la publicidad,
intentó ser un promotor resignado del capitalismo,
pero no encajó, no pudo.
Fue despedido con honores,
su talento no cabía en la ciudad de entonces.

Pasó el tiempo,
dejé de verlo por varios meses,
había vendido la cámara, rumoraban.
Llegó un día a la hora de almuerzo,
con un vestido nuevo de vendedor domiciliario.
Vendía ahora tumbas de un nuevo cementerio,
se ganaba la vida con la muerte:
mostraba una fotografía en blanco y negro de una tumba agrietada con flores marchitas y decía con una insistencia triste, ¿quién quiere terminar así?

Mi papá era muy joven,
pero compró la tumba sin preguntar,
no sólo por caridad, ahora entiendo,
también como protesta,
como quien regaña a los dioses por su perversidad,
por la vida.

Te quiero Luiso.

Poesía

Una noticia

Se dicen arqueólogos

Pero son una suerte de poetas obsesivos, escrutadores

Pasan la vida de rodillas, esculcan la tierra en busca de restos y misterios

Inventan cuentos, hacen conjeturas, especulan con dioses y desastres

Uno de ellos encontró un pedazo de piedra atravesado por líneas cruzadas, un dibujo hecho hace setenta mil años con una crayola prehistórica de punta roma y color ocre

Un microscopio electrónico confirmó el milagro, la paternidad humana de la geometría incipiente

Los poetas le dieron un nombre cifrado, G7bCCC-L13

Dicen que es un símbolo, pero podría ser una marca utilitaria, unas rayas caprichosas, cualquier cosa

Nunca lo sabremos, el pasado es inescrutable, asunto de poetas

Parece un # dicen algunos

Asombra la coincidencia, insinúa que somos los mismos

Marcamos las piedras y dejamos que se las lleve el tiempo

#humanos

Poesía

Andrés

Oí la historia dos o tres veces
En mi infancia, en los años de la memoria
No volví a oírla nunca más
Es un recuerdo a la orilla del olvido


Hoy la recordé
(La memoria está llena de atajos imprevisibles)
Mi mamá estaba embarazada de su primer hijo
Tenía ya nombre, Andrés
Acompañó a su mamá, a mi abuela que murió hace medio siglo, a tomarse una radiografía
La radiación le produjo un aborto
Andrés nunca fue
Quedó el nombre 
Un recuerdo desvaneciente


Ese día comenzó a definirde el destino que me trajo a este mundo
Varios meses después mi mamá volvió a quedar embarazada 
Su primogénito tuvo otro nombre, Alejandro
Soy yo
Debo, como todos, mi vida al azar
A un conjunto de coincidencias tan improbable que sólo puede tener un nombre
Milagro


Solía pensar en Andrés
Darle las gracias
Nos complementamos
Mi presencia necesitó su ausencia