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agosto 2016

Academia

Debates II

Hace algún tiempo le oí decir al historiador inglés Malcolm Deas que los colombianos tendemos a evadir los debates complejos, las discusiones que involucran choques de principios; pocas veces llegamos al meollo del asunto, preferimos que las circunstancias decidan por nosotros. La Corte Constitucional, por ejemplo, en una jurisprudencia larga y repetitiva, no ha sido capaz de abordar plenamente el debate sobre el conflicto entre los derechos individuales y colectivos en el al acceso a la salud en un contexto de recursos escasos y presión tecnológica.

Esta mañana, en un debate sobre los habitantes de calle, varios asistentes le reclamaron al Ministerio de Salud la falta de una reglamentación a la ley 1641 de 2013. Señalaban la ausencia de reglamentos técnicos. Pero el asunto en cuestión nada tiene que ver con una decisión técnica o un tema de políticas públicas. El asunto es más complejo, de índole filosófica, a saber: ¿en qué momento el Estado puede institucionalizar un habitante de la calle en contra de su voluntad? O en otras palabras, ¿bajo qué circunstancias el Estado puede decidir que una persona, en este caso una persona con graves problemas de adicción, ha perdido su capacidad volitiva? Sobra decirlo, este no es un tema que pueda decidir el Ministerio de Salud unilateralmente.

Dada nuestra naturaleza evasiva, nuestra tendencia a disfrazar las discusiones conceptuales de debates técnicos o instrumentales, no sobra presentar algunos debates en los cuales la complejidad se asume plenamente, sin ambigüedades. Enlazo tres ejemplos con el ánimo contribuir a la democracia deliberativa.

Academia

Contradicciones

Primera contradicción. En los sistemas financiados con recursos públicos, en el sistema inglés, por ejemplo, existen límites definidos centralmente sobre la incorporación de tecnologías, sobre lo que se paga y no se paga con recursos del sistema. En los sistemas de mercado, en el sistema estadounidense, por ejemplo, no existen límites generales, pero los ciudadanos pagan buena parte del cuidado médico y los medicamentos de su propio bolsillo. En Colombia, queremos, así lo muestran las decisiones judiciales, un sistema como el inglés (sin gasto de bolsillo) y como el americano (sin límites de ninguna clase). Un imposible lógico.

Segunda contradicción. En las opiniones de muchos analistas colombianos (y en la misma jurisprudencia de la Corte Constitucional), se promueve un plan de beneficios ilimitado. Al mismo tiempo, las mismas opiniones (y la misma jurisprudencia) han sido adversas a la regulación de la oferta hospitalaria privada y a las restricciones a la autorización de mercado de medicamentos. En nuestro sistema coexisten, por lo tanto, un sistema financiado públicamente y un sistema privado desregulado. Socialismo y capitalismo salvaje superpuestos.

Tercera contradicción. Los mismos que abogan por un sistema más equilibrado, centrado en la promoción y prevención, argumentan que el sistema debe pagar por cuidadores, niñeras, pañitos húmedos, pañales, etc. Defienden al mismo tiempo la priorización del gasto y la obligación de pagarlo todo. Abogan por lo colectivo y por lo individual de manera simultanea.

Cuarta contradicción. Muchos de quienes se quejan diariamente de los problemas financieros del sistema de salud, resisten los esfuerzos de racionalización, de regulación de precios, de uso racional de medicamentos y aplicación de criterios de costo-efectividad. Pareciera que no se han dado cuenta de que los problemas financieros tienen mucho que ver con nuestra incapacidad, como sociedad, de imponer límites razonables e incorporar ordenadamente las nuevas tecnologías. Son muy acuciosos en lo micro, pero se desentienden de lo macro.

Casi sobra decirlo, si no superamos estas contradicciones, va a ser muy difícil resolver los problemas financieros del sistema de salud.