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21 marzo, 2010

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Arias paradójico

Los resultados de la consulta conservadora fueron en cierta medida sorprendentes. Paradójicos. En particular la distribución regional de la votación del precandidato Andrés Felipe Arias contradice las opiniones de muchos analistas políticos, profesionales y aficionados. Arias ganó en Medellín y en Bogotá, en los epicentros del voto de opinión, donde supuestamente residen los electores con mayor capacidad de juicio o discernimiento. Y perdió en muchas regiones donde el clientelismo y el voto interesado han imperado por décadas. Perdió, por ejemplo, en Nariño y en el Magdalena, donde minifundistas y latifundistas recibieron los cuestionados subsidios de AIS.
Arias comenzó su carrera política desde el Ministerio de Agricultura. Como ministro, asistió a cientos de consejos comunitarios. Repartió miles de millones en subsidios y ayudas. Se autoproclamó el defensor de los campesinos colombianos frente a los ataques de las Farc o los embates del Banco de la República. Se opuso histriónicamente al despeje de dos municipios del Valle del Cauca. Más tarde, como precandidato, recibió el apoyo unánime de los gremios agropecuarios. Iba a nombrar al presidente de Fedegán como su compañero de fórmula presidencial. Denunció el sesgo urbano de sus críticos, de quienes, desde la comodidad de los salones bogotanos, opinaban sobre la compleja realidad del campo colombiano. En fin, Arias era el candidato perfecto, casi caricaturesco, del llamado uribismo rural.

Pero paradójicamente terminó seduciendo a cientos de miles de votantes urbanos, entre ellos a los asiduos de los salones bogotanos y de los clubes de El Poblado. Los atuendos costumbristas, la demagogia primitiva, las salidas de tono, todo este histrionismo calculado tuvo una mayor acogida en las grandes ciudades que en las zonas rurales. Probablemente la oposición teatral al despeje tuvo un mayor rédito electoral en Bogotá y en Medellín que en los municipios del Valle del Cauca. En últimas, el uribista rural, el candidato de Fedegán, el supuesto redentor de los campesinos colombianos, terminó siendo un involuntario candidato de opinión, uno de los favoritos de las clases medias y altas de las grandes ciudades.

El fracaso de Arias sugiere que el control del presupuesto, el clientelismo oficial, no tiene un efecto preponderante sobe el voto rural o regional. Arias perdió en Nariño, en Boyacá y en otros departamentos con miles de beneficiarios individuales de AIS. Por otra parte, el triunfo del ex ministro en Bogotá y Medellín, en los centros tradicionales del voto de opinión, sugiere que los escándalos de corrupción, las denuncias de la prensa, no siempre tienen un efecto definitivo sobre el voto de opinión. Si la política colombiana fuera como la pintan con frecuencia, Arias habría ganado en el campo por cuenta de los subsidios y perdido en las ciudades por cuenta de los escándalos de corrupción.

En fin, los resultados de la consulta conservadora muestran que la política colombiana es más compleja de lo que parece. Perdió el precandidato del Presidente, del presupuesto y de los gremios. Y aparentemente el uribismo rural, obcecado, indiferente ante la corrupción, tiene sus grandes bases en Bogotá y en Medellín, entre los tomadores de whisky que tanto odian en la Casa de Nariño.