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14 septiembre, 2008

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Un gobierno agotado

Mucho se ha especulado acerca de los motivos que llevaron al presidente Uribe a no postularse para una segunda reelección. Algunos políticos de la oposición han señalado que decidió renunciar a la postulación con el fin de evitar una derrota electoral en el referendo.Varios periodistas han dicho que la renuncia fue el resultado de la presión internacional, de las opiniones reiterativas de algunos medios extranjeros en contra de la reelección. Otros incluso han mencionado el desgaste físico, el cansancio inevitable después de muchos años dedicados a la tarea ardua de la administración pública. Yo quiero presentar una hipótesis distinta, complementaria con las anteriores. Consciente o inconscientemente, el presidente Uribe parece haber aceptado que su gobierno ya hizo lo que tenía que hacer, que su gestión parece agotada por falta de tema, por sustracción de materia.

El presidente Uribe llegó al poder con una serie de objetivos concretos, entre los que figuraban la necesidad de recuperar la seguridad, restablecer la confianza y reformar varias agencias y empresas estatales. En poco tiempo, el control del territorio nacional fue restablecido, el clima de inversión mejoró ostensiblemente y muchas empresas públicas fueron reformadas o vendidas. El Gobierno consiguió la aprobación de varias reformas económicas y sociales, algunas de ellas inaplazables. Pero, con el tiempo, la agenda se fue agotando. El impulso inicial perdió dinamismo como consecuencia, en parte, de las crecientes fricciones políticas. En los primeros años, se acumulaba poder para gobernar; en los últimos, se ha gobernado para acumular poder.

Actualmente la agenda reformista es casi inexistente. En materia económica, por ejemplo, no hay iniciativas nuevas. Las propuestas brillan por su ausencia. La respuesta del Gobierno a la desaceleración y al aumento del desempleo ha sido insistir en lo mismo, en la necesidad de promover la inversión como el fin último de la política económica. Los problemas han cambiado. El clima de inversión ha mejorado significativamente. Pero el Gobierno sigue reiterando el mismo diagnóstico, recetando los mismos remedios y repitiendo hasta el cansancio el mismo discurso de los tres pilares: la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social.

Incluso las reformas de la política y la justicia, las iniciativas promovidas actualmente con mayor ahínco, lucen irrelevantes. Algunos de los cambios propuestos tienen sentido individualmente. Pero, en conjunto, ambas reformas parecen remiendos institucionales sin un objetivo claro. El sector salud necesita un cambio de fondo pero el Gobierno parece desentendido del asunto. La única propuesta de reforma vino, paradójicamente, de la Corte Constitucional. Esta semana el Gobierno anunció una propuesta para hacer frente al problema del empleo. Pero la propuesta no proponía nada nuevo más allá de los mismos subsidios. En suma, la capacidad propositiva está agotada.

El anuncio del presidente Uribe es una buena noticia para la democracia colombiana. No sólo por las razones obvias, por la necesidad de la alternación, del cambio de mando, sino también por la urgencia de la renovación programática, de propuestas diferentes, de reformas atrevidas, de nuevas ideas que superen el letargo reformista en el que ha caído el Gobierno. Después de seis años, el Presidente y algunos de sus ministros parecen quemando tiempo. O por lo menos, dedicados a lo mismo, a gobernar con piloto automático.

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It´s not the economy, stupid

A pesar de la crisis económica, de la impopularidad del presidente Bush, del fracaso en Irak, John McCain lidera las encuestas y las apuestas. Hoy en día el candidato republicano parece, a pesar de todo, destinado a convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos. El ascenso de McCain en las encuestas (y su probable triunfo en las elecciones de noviembre) tiene nombre propio: Rick Davis, el director de la campaña republicana. Hace unas semanas, Davis afirmó sin reservas que la elección no iba a ser decidida por la economía, sino por la personalidad de los candidatos, no por el fondo sino por la forma, no por la razón sino por la emoción.

Los asesores del senador Obama han criticado con vehemencia la tesis de Davis. “Este es el tipo de cinismo, de vieja política que la gente está dispuesta a cambiar” afirmó el director de la campaña demócrata en tono indignado. La gente, dicen reiteradamente los voceros demócratas, demanda soluciones concretas para problemas concretos, quiere saber qué va a pasar con la educación, con el empleo, con la crisis hipotecaria, etc. La personalidad, escribió hace un tiempo el estratega demócrata Mark J. Penn, es una fijación frívola de las elites impresionables, de los Ph.D.’s. La mayoría de los electores, dice el mismo Penn, tiene preocupaciones materiales, demanda propuestas específicas no fábulas o ficciones acerca de la personalidad o el carácter de los candidatos.

Pero Davis parece tener razón. La personalidad no es sólo un capricho de las elites impresionables, de los supereducados que leen con deleite las biografías (autorizadas o no) de los políticos. Los estrategas republicanos han logrado convertir la campaña electoral en una narrativa personal, en una fábula protagonizada por dos políticos con personalidades e historias atractivas. Los comentaristas demócratas señalan, enojados, que la personalidad no es un sustituto para los temas de fondo, que las dificultades de la coyuntura económica demandan soluciones concretas, propuestas específicas.

Pero estas protestas no tienen eco, chocan contra la realidad del mercadeo electoral. Las biografías venden más que las ideas como lo puede atestiguar cualquier librero. La política es entretenimiento. No sólo en Colombia (donde las secciones políticas y de farándula de los noticieros son cada vez más parecidas), sino también en los Estados Unidos. McCain y Palin son una parejan con atributos vendibles. Y eso, en política, cuenta.

En suma, las elecciones presidenciales de los Estados Unidos podrían mostrar que, después de todo, it´s not the economy, stupid.