Sin categoría

Sobre la retórica pacifista de Chávez

Esta semana, las cancillerías de Colombia y Venezuela añadieron un nuevo capítulo a la guerra de palabras entre los dos países que comenzó hace ya más de dos meses. Primero el Canciller colombiano, en un tono vehemente, pidió respeto para el Gobierno y el pueblo colombianos. Y luego el Canciller venezolano, en un tono desafiante, señaló, entre otras cosas, que “el Gobierno colombiano no está comprometido con la paz, sino obsesionado… con la guerra”, que el “presidente Uribe está más preocupado por salvar las apariencias que por salvar las vidas de sus conciudadanos” y que “el comunicado de la Cancillería colombiana está plagado de cinismo e hipocresía”.

Sin ningún ánimo patriotero, simplemente con el deseo de señalar las contradicciones (el cinismo y la hipocresía, podría uno decir) de la Cancillería venezolana en particular y de la retórica bolivariana en general, vale la pena examinar algunas de las afirmaciones del comunicado de marras. Vale la pena, en particular, contrastar las palabras del Canciller venezolano con la cruenta realidad de la revolución bolivariana, con un legado violento que algunos desconocen y otros omiten de manera conveniente. En diciembre pasado, por ejemplo, el escritor colombiano William Ospina, sin ningún atisbo de ironía, con una seriedad de propósito y unas pretensiones líricas que recuerdan los discursos de Chávez o las peroratas de los peores dictadores tropicales, elogió “el carácter pacífico y democrático del actual proceso venezolano”.

Ya que el Canciller venezolano habla de la paz y de la importancia de salvaguardar vidas humanas, ya que William Ospina pone como ejemplo de civilización al “proceso venezolano”, conviene recordar (o para los no iniciados simplemente mencionar) algunas cifras. En números redondos, la tasa de homicidios en Venezuela ascendió el año pasado a 45 muertes por cada cien mil habitantes. En Colombia, la misma tasa estuvo alrededor de 40 homicidios por cada cien mil personas. Más de un venezolano fue asesinado cada hora. En los dos primeros días de este año, 63 personas fueron asesinadas violentamente en la ciudad de Caracas. Dadas las cifras anteriores, resulta paradójico que el gobierno venezolano quiera dar lecciones de paz. El “proceso venezolano” ha estado acompañado de un incremento inusitado de la violencia que contradice la retórica pacifista del comunicado de la Cancillería. Actualmente Venezuela no es un ejemplo de paz. Es tristemente un paradigma de la violencia.

El aumento de los homicidios es explicado, según las fuentes venezolanas, por una combinación de indiferencia e ineficiencia. El Gobierno de Chávez ha desdeñado sistemáticamente el tema de la seguridad personal. Además, el deterioro institucional generalizado (el empleo público se ha convertido en una forma perversa de distribución en favor de las personas leales al régimen) ha afectado de manera desproporcionada a la policía y a las fuerzas del orden en general. Mientras tanto algunos oficiales del gobierno, muchos de ellos ex militares, han propuesto distribuir armas entre los habitantes de los arrabales urbanos con el propósito de atenuar la violencia. Esta solución, piensa uno, no parece consecuente con el cacareado carácter pacífico del “proceso venezolano”.

Alguien podría afirmar que la violencia venezolana es diferente a la colombiana, que es espontánea, difusa, desconectada del alboroto de la política. Pero en últimas todas las muertes violentas son iguales en la contabilidad imprescindible del sufrimiento humano. Pero el gobierno bolivariano parece pensar de otra manera. Mientras lamenta la violencia de Colombia, “la resignación y desconsuelo… de la sociedad colombiana”, desdeña la violencia propia y la desesperación de sus gobernados. Así, la retórica pacifista de Chávez y de su Canciller suena vacía en el mejor de los casos. Y oportunista, en el peor. La caridad, dicen, comienza por casa. Y hasta ahora el gobierno venezolano ha sido indiferente ante la violencia propia, ante los muchos muertos que en su silencio dicen más que los largos pronunciamientos bolivarianos.

You Might Also Like

  • Carlos
    19 enero, 2008 at 1:42 pm

    Me parece que Alejandro ha caído (usando la nueva terminología del blog) de antichavismo obtuso o tal delirante.

    El pacifismo o belicismo de Chavez no tiene nada que ver con el aumento de la tasa de homicidios en Venezuela. El aumento de la tasa de homicidios solo es prueba de su indiferencia(como es usual en gobiernos de izquierda) al tema de la seguridad ciudadana(función realmente esencial del Estado) y es evidencia (una vez mas) que el aumento del gasto social y las políticas igualitaristas y de reducción de pobreza que se han aplicado en Venezuela no reducen la violencia delincuencial.

    La retorica pacifista de Chavez se puede probar como falsa mas bien hablando de como, segun un reciente reportaje del diario El Pais, estaría conformando grupos paramilitares «para defender la revolución» (como era de esperarse los izquierdistas colombianos , en su endemica hipocresía, las pocas veces que crítican a Chavez jamas mencionan este hecho. Como tampoco jamas he visto que mencionen que Allende tambien conformó grupos paramilitares. Supongo que el paramilitarismo de gobiernos de izquierda si es «bueno»). Tambien en el infierno de plata que esta gastando en equipos militares (y que nunca veo que los izquierdistas latinoamericanos, usualmente anti-militaristas, tampoco critiquen) como aviones, submarinos,etc. Pero en ambos casos Chavez puede aducir facilmente que es solo preparación ante una eventual «invasión del imperio»(la misma retórica que usaban los sovieticos).

    Un argumento mas fuerte para demostrar el falso pacifismo chavista es las continuas agresiones y amedrentamientos a miembros de la oposición por grupos chavistas (a Baduel, por ejemplo, el dia del referendo casi lo atropellan) y su permanente lenguaje confrontacional (copiando el estilo de la diplomacia cubana)lleno de metáforas de violencia y lucha. De hecho Chavez tal vez se ve así mismo como un general en la lucha de clases contra la oligarquía venezolana y contra el gobierno gringo.

    Por ultimo, es cierto lo que dice William Ospina. En general, exceptuando algunos hechos violentos en ciertas marchas y lo del golpe de Estado (que fue de la oposición, no de Chavez), la violencia con fines políticos en Venezuela ha sido mínima o prácticamente inexistente comparada con Colombia.

    Saludos,
    Carlos

  • Iris
    19 enero, 2008 at 4:41 pm

    Lo mismo puede decirse en cuanto a la tan cacareada «seguridad democratica» las cifras y la realidad así lo demuestran VER VIDEO

  • Maldoror
    19 enero, 2008 at 5:46 pm

    Alejandro:

    Yo no soy defensor de Chavez.Pienso que su gobierno es autoritario,nocivo, y que está basado en la violencia y laintimidación (bueno, como todos los Estados, solo que aun mas que el Estado promedio). Pero es evidente que la tasa de homicidios no tiene relación con el proceso politico venezolano. La tasa de homicidios es un problema de criminalidad común y de indolencia en temas de seguridad por parte de Chavez,no una prueba de la violencia del regimen.

  • Apelaez
    19 enero, 2008 at 7:26 pm

    Maldoror: Sin duda el aumento de los homicidios y otros delitos no se debe a la voluntad de Chávez. Chávez no se levanta todos los días y dice, -que bien como aumentan los homicidios carajo, pásame otra hallaca-

    El aumento, como usted lo dice, se debe a la decidia del gobierno, a su falta de medidas para paliarla (por cierto, el aumento en gasto «social» de CHavez no ha disminuido la violencia).

    Basta leer los organos de propaganda chavista (www.aporrea.org por ejemplo) para notar como el uso de la violencia, del miedo y del odio hace parte integral de la política del régimen. O simplemente ponerle atención a las arengas cubano-chavistas: patria, socialismo o muerte, ¡Toma y ocupación de fabricas y tierras!
    ¡Control Obrero de la producción!
    ¡Expropiar a los capitalistas!

  • Alejandro Gaviria
    19 enero, 2008 at 7:28 pm

    Comparto parcialmente la crítica de Carlos y de Sergio. Pero quisiera en todo caso señalar que el proceso venezolano está intimimente asociado con el deterioro institucional, que la corrupción de la policia es parte integral del mismo, que muchos criminales han sido amnistiados, que el Gobierno ha ignorado estrategicamente el tema de la seguridad (y ha justificado algunos crímenes). Los homicidios mencionadaos en la columna no son crímines de Estado. Pero son un resultado de las políticas de gobierno.

    Pero bueno…reconozco que mi antichavismo es obtuso en el mejor de los casos.

  • Jaime Ruiz
    19 enero, 2008 at 7:41 pm

    Yo creo que la tasa de homicidios sí tiene relación con el proceso político venezolano, pero sólo en la medida en que son manifestaciones de lo mismo, de una revuelta mental que sólo es un retroceso a la barbarie, tanto en la realidad de los barrios como en el tono de las arengas políticas. Yendo más lejos en esa asociación se podría encontrar inevitable la alianza de Pablo Escobar con el M-19: el espíritu de la revolución tenía como principal recurso de propaganda la deslegitimación del orden legal, de la propiedad, de las instituciones… Con eso se soliviantaba al desfavorecido para que elevara a los genios de Alternativa al poder vitalicio y al panteón en que ya reinaban el Che Guevara y Ho Chi Minh, pero el resultado fue el surgimiento de toda clase de espontáneos con aspiraciones propias. Del mismo modo, los matones de los barrios reciben incentivos de Chávez cada vez que hay elecciones (es una vieja institución latinoamericana, yo la conocí de joven, las maquinarias funcionan porque alguien capaz de hacerse respetar se asocia con las redes de compra de votos y recibe puestos o directamente dinero a cambio de llevar a votar a todos los que pueda intimidar: en muchos textos de Borges se alude a los cuchilleros como «guapos electorales»), y en sus discursos el Redentor jamás condena la delincuencia. Pero todo eso tiene poco que ver con el contenido de sus reproches a Colombia, y me parece que ahí la columna falla gravemente. Lo que tiene interés es el sentido de esos reproches.

    Uno siempre está en minoría en cualquier lugar en que haya colombianos instruidos o de clases urbanas acomodadas si dice que la izquierda democrática es lo mismo que las FARC, es decir, comparte sus objetivos y pretende sacar provecho de sus acciones. No es raro el apoyo a Chávez, un poco tibio en el caso de Abad Faciolince, pero eso sólo demuestra que es un personaje que cuida su imagen. ¿Qué quiere decir la paz? Todos tenemos que estar contra alguien que no busca la paz sino que se obstina en la guerra, el problema es que en esos términos, propios de William Ospina y compañía, se mete «de tapadillo» la legitimación de la guerrilla y de sus acciones. Claro que hay que estar por la paz, incluso al precio de perdonar todos los crímenes de las guerrillas, ¿quién se opone a eso? ¿Qué es la paz? Es un pretexto para el premio de los crímenes, a partir del cual sólo se legitiman más. Ya se experimentó con el Caguán. La retórica pacifista de Chávez, copiada de la izquierda democrática colombiana, es sólo el pretexto para justificar los crímenes de los terroristas, que no aceptan ningún perdón sino que quieren seguir hasta tomar el poder.

    Lo pacífico y democrático (democrático, Dios mío, si Colombia no fuera un muladar un canalla como ese William Ospina estaría en la cárcel) del proceso venezolano es la escasa resistencia que encontró el chavismo y que encuentran los matones que le hacen de base social. No puede haber verdadera democracia sin división de poderes, sin preponderancia de la sociedad civil, sin controles sobre el gasto público, sin libertad económica… Pero ¿nadie recuerda los asesinatos que condujeron al golpe de Carmona? ¿Y los espectáculos que dan los líderes del chavismo?

    El proceso venezolano es casi tan democrático como el que significó la implantación del Tercer Reich, aunque las cifras de homicidios no fueran comparables en un país que llevaba 15 años de hambruna y humillación. Lo que pasa es que las palabras no significan en lugares como Colombia lo mismo que en otros sitios, por eso los defensores del régimen cubano se consideran los veedores de la democracia.

  • Carlos
    19 enero, 2008 at 10:56 pm

    Un ejemplo (de hoy) del tono agresivo del regimen Chavista:

    «El ministro del Interior, Ramón Rodríguez Chacín, llamó «traidores a la patria» a quienes dicen lo contrario, afectando la seguridad nacional por «intereses bastardos».»

    El clasico tono de los regímenes mas autoritarios. El viejo truco de poner al opositor como «traidor a la patria».

  • charlie
    19 enero, 2008 at 11:05 pm

    Oh gloria inmarcesible y oh júbilo inmortal. Colombia no había hecho un oso igual desde la guerra con el Perú.

    Que estamos ante un proyecto político Chávez-Farc, peligrosísimo. Ja Ja Ja

    Chávez no es tan pendejo como para hacer proyectos políticos con una banda de facineroso de medio pelo, muy peligrosos para los individuos, pero ya en decadencia y cuya magnitud real es tan falsa como las que se esconden detrás de algunas paginas de Internet.

    Si el siquiatra del Régimen le hubiera explicado a Álvaro Uribe las consecuencias de humillar a un zambo nos hubiéramos evitado esta nueva comedia nacional. Y, de paso, el Rey de Mentiras no hubiera metido la pata callándolo.

    Y, sobre todo, nos hubiéramos evitado las consecuencias económicas, esas si muy reales, para Colombia y para España.

  • Gheysel Naranjo
    19 enero, 2008 at 11:55 pm

    De acuerdo, Chávez se contradice en contribuir a la paz, sus discursos políticos nunca coinciden con la realidad, y con su tono insultante dirigido a quienes tienen poder en las naciones, es más difícil de vender el proceso. Sin embargo, nadie puede negar los efectos que ha tenido ese discurso para despertar el interés y apoyo internacional humanitario y el desenredo del asunto y adelanto a las negociaciones.

    En esta geoestrategia interna donde todos tienen juego, si el gobierno concede un espacio político a las FARC, ¿tiene mejores y prudentes efectos que otras alternativas? – como darles plomo, perseguirlos y/o mostrarlos al mundo como terroristas?-

    Será que… por regla, quien tiene mucho poder político, como dicen por ahí, se le corre la teja?, o ignora el verdadero significado del poder…? – se necesitará mucho nivel de conciencia y avance espiritual como el de Cristo o el Dalailama para un buen manejo?… –según la historia Salomón, el rey sabio, se desvío del camino aún teniendo el poder de la sabiduría!! –.

    De legalizarse la guerra, ¿qué normas se establecerían para que las FARC no pretendan ser los chachos del sistema? Lo ideal sería adiestrarlos con entrenamientos artísticos, entrenamientos deportivos, y fundamentos de economía, eh!. Alguien se imagina alguna rutina de intervenir para formar una nueva generación de triunfadores, sanos y libres de prejuicios? Por otra parte los resultados de convocatoria política, económica y social que hay con el deporte son sorprendentes, o si no miren a Hilary ganando adeptos en su candidatura con su cabezazo de llenar los Estadios con diferentes eventos deportivos!

    [email protected]

  • Anónimo
    20 enero, 2008 at 2:49 pm

    Hector Abad lo dice en semana, estoy de acuerdo que la cosa es pr ahi…

    «Necesitamos un gobierno digno, que sea radical y rompa por completo con esas dos pestes colombianas: el paramilitarismo y la guerrilla. El gobierno actual, aunque de palabra haya dicho que se distancia de los paramilitares, en muchos hechos les sigue haciendo el juego, como en este nombramiento en Córdoba, corregido a última hora gracias a las denuncias de la prensa. Pero esta crítica no puede volvernos ciegos ni acercarnos a Chávez, como en mala hora ha hecho la senadora Piedad Córdoba. También contra esta guerrilla que secuestra, tortura y asesina, tenemos que estar firmes. Con Uribe, pues, en contra de las peligrosísimas payasadas de Chávez y las barbaridades de las Farc, y contra Uribe cuando sigue creyendo que los paramilitares son un antídoto contra la guerrilla y no una enfermedad más, tan maligna y mortal como la anterior».

  • Jaime Ruiz
    20 enero, 2008 at 4:51 pm

    Lo dicho, Héctor Abad es el propagandista más dañino que tiene la izquierda democrática, en medio de la fraseología ecuánime sale que Uribe

    sigue creyendo que los paramilitares son un antídoto contra la guerrilla…

    ¿De dónde saca eso? ¿No ha habido más capturas y más combates contra las AUC en tiempos de Uribe que en los años anteriores? ¿No se han reducido hasta el mínimo las actividades de esas bandas?

  • Daniel Vaughan
    20 enero, 2008 at 6:23 pm

    Jaime, usted confunde dos cosas: nadie discute que la actividad paramilitar se ha reducido (¿hasta el mínimo? ¿qué es eso?) en el gobierno Uribe. Pero por otro lado, cualquier persona que haya vivido en una zona con dominio para atestiguará que efectivamente «los paras son» EL «antídoto contra la guerrilla».

    A mi tampoco me cabe la menor duda que Uribe piensa lo mismo. Y la razón es muy sencilla: en una guerra irregular, donde un ejército (el colombiano) tiene que respetar el DIH mientras que el otro (las guerrillas) hacen lo que quieran (masacran indiscriminadamente, atentan contra la población civil, llenan los campos de minas antipersona, secuestran, trafican con droga, etc.etc.etc.) es claro que el primero está en desventaja. No sólo eso, mientras que los miembros del primero tienen que portar uniformes y son claramente identificables, los segundos se camuflan entre la población rural.

    En fin, las razones son tan obvias que ni siquiera debería explicárselas. Y bueno, le dejo una pregunta que no quiero que responda acá, pero se la dejo para que su reflexión personal: ¿Cuáles cree usted son las razones por las que Uribe ha hecho todo lo que ha hecho con los paras? ¿Será porque le indignan los abusos en que incurren frecuentemente, o tendrá motivaciones políticas?

    DV

  • bebeprobeta
    20 enero, 2008 at 8:09 pm

    El uribismo nacio de una voluntad compulsiva de diferenciacion.Pero su brillo esteril y anemico ha girado en redondo. Ahora la agenda politica regreso a las Farc.

    Es decir,el uribe que viaja a Paris degenera en una posicion depresiva,luctuosa,de pura impotencia. ( es un disvalor )

  • Jaime Ruiz
    20 enero, 2008 at 10:06 pm

    Daniel, no, el paramilitarismo no es una solución al problema guerrillero sino algo que lo agrava, en su momento la actividad paramilitar hizo retroceder a la guerrilla en algunas regiones al precio de que la imagen de pérdida de control por parte del Estado crecía y crecía. Eso mismo se podría decir de todas las guerras contra la delincuencia, pues en todas partes sería más fácil pagar sicarios que gastar energías capturando a los delincuentes y después manteniéndolos en la cárcel.

    Lo que es remedio contra la guerrilla es legitimar el Estado, aumentar el pie de fuerza, utilizar la tecnología más avanzada y perfeccionar las redes de información. Entre las medidas que más han dado resultado están las recompensas por delación, algo muy criticado por gente como Mockus, más interesado en la armonía de la cosa pública que en la reducción de los crímenes.

    No sé a qué se refiere usted con «lo que ha hecho Uribe con las AUC». La idea de que se trate de rechazo a los abusos me repugna, pues es como cuando hay gente que sufre heridas por arma blanca y todos hacemos lo posible por alejarnos pero hay unas personas que sienten una llamada (vocación) que las lleva a buscar trabajo atendiendo a los heridos. No basta con sentir rechazo hacia las heridas con arma blanca porque podría conducir a toda clase de cobardías, hace falta eficiencia curando las heridas. De modo que Uribe tiene intereses políticos consistentes en sacar adelante su programa político y tener éxito en su presidencia, y con tal fin hace lo que es más razonable con las AUC, que es ofrecerles una salida para que se desmovilicen. Eso es sumamente complicado, pero no me parece que una persona honrada pudiera alegrarse de que murieran soldados y policías combatiendo a unos delincuentes que podrían desmovilizarse después de una negociación.

    El problema en Colombia es que hay un bando que apoya a las guerrillas pero la gente no quiere ver que eso existe. De modo que los que apoyan a las guerrillas se presentan como humanistas que sufren mucho por los crímenes de los paramilitares, que son resultado de las guerrillas. Esas personas intentan a toda costa asociar al gobierno con las AUC para hacerlo fracasar en su esfuerzo para hacer que las guerrillas negocien su desmovilización tal como han hecho las AUC.

    Y hay otros que no quieren ver eso, pero yo diría que son más falsos aún que los partidarios de la guerrilla. Recuerdo tantas ocasiones en que estaba con grupos de personas, a veces de miles de personas, todas las cuales apoyaban a las guerrillas. Todas las personas famosas que apoyaban a la guerrilla se han vuelto demócratas de lo más escrupuloso que sufren mucho por la impunidad de los paramilitares, pero son personas que esperaban prosperar gracias a esos crímenes, a los de los paramilitares porque eran el pretexto con el que justificaban los de las guerrillas, pero sobre todo con los que justificaban su lucro. Al final la guerrilla produce billones de pesos exportando cocaína y premia la adhesión de sus aliados. Esas personas tan dulces que sufren por los paramilitares pero no se acuerdan de los guerrilleros en realidad trabajan para que las guerrillas sigan exportando cocaína, para después ascender socialmente pero de momento para recibir favores y tener palancas para ocupar puestos en empresas del Estado, becas, etc.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 1:01 am

    Jaime,

    No veo cuál es el argumento detrás de la afirmación con la que empieza su comentario: «… sino algo que lo agrava». Puede que el argumento sea lo que termina la frase: «en su momento la actividad paramilitar hizo retroceder a la guerrilla en algunas regiones al precio de que la imagen de pérdida de control por parte del Estado crecía y crecía.»

    Así que me imagino que la razón por la que lo agrava es porque el Estado perdió más control? Bueno, no es claro ni lo uno, ni lo otro. No es claro que el cambio de una autoridad ilegítima (la guerrilla) por otra (los paras) genere una mayor pérdida de control del Estado (¿cuál control? podría uno preguntar, así que en ese momento ese argumento se cae) y tampoco es claro que incluso si esto es cierto, el problema con las guerrillas se agrave.

    Y bueno, usted dice que lo que acaba a la guerrilla es fortalecer al Estado, pero su solución es guerrista, y eso, en el caso de una guerra irregular, se ha demostrado varias veces que no funciona (piense en Vietnam, o en Iraq… la guerra de guerrillas— sumado a la necesidad de proteger el DIH— tiene características que hacen que incluso la más alta tecnología pueda no ser suficiente).

    Ahora bien, si para usted la idea de «fortalecer la presencia del Estado» implica realmente fortalecerla, no de manera guerrerista, sino atendiendo a la población que el Estado dice representar, estamos en otro cuento. Pero se que usted no está hablando de eso, por supuesto.

    DV

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 1:45 am

    Y bueno, usted menciona algo en lo que estoy trabajando ahorita, así que yo también lo voy a mencionar:

    Ud dice:
    Entre las medidas que más han dado resultado están las recompensas por delación, algo muy criticado por gente como Mockus, más interesado en la armonía de la cosa pública que en la reducción de los crímenes.

    No pretendo defender a Mockus, porque usted ya sabe que a mi me gusta mucho lo que él ha hecho y propuesto. Tampoco pretendo discutir la efectividad de las recompensas, porque hay evidencia clara que han funcionado.

    Sólo quiero mencionar un fenómeno que me parece interesantísimo, y que se conoce como la reducción de las motivaciones intrínsicas debido a la existencia de motivaciones extrínsicas (en la literatura en economía se conoce como el «crowding-out de motivación intrínsica», aunque el fenómeno se ha estudiado desde la década de los 50s por los psicólogos sociales y cognitivos y sólo recientemente los economistas le estamos parando bolas a la cosa (que va al centro al fundamento de lo que creemos entender: los incentivos).

    El cuento es sencillo: supongamos que usted tiene una motivación intrínsica a pagar impuestos, ya sea porque usted quiere cumplir con su deber cívico (sabe y entiende que es lo correcto), porque sabe que la redistribución es importante o porque confía en la administración pública. Suponga ahora que yo le digo: «pague impuestos o le cobro una multa», es decir le incluya una motivación extrínsica, un costo monetario de no hacerlo. Este es el tipo de incentivos que los economistas utilizamos. Pues bueno, hay evidencia que al incluir los incentivos extrínsicas puede, en algunos casos, reducir los incentivos intrínsicos que usted tenía (el deber cívico, si quiere), y el resultado final puede ser que usted declara menos de lo que tiene que declarar.

    Algo parecido puede pasar con las recompensas: yo se que es mi deber cívico delatar al ladrón, pero me dan plata y ya no lo hago porque ese tipo de incentivos borra de mi cabeza el componente cívico que motivaba mi acción inicial.

    El tema es interesante, y vale la pena analizarlo y discutirlo. Es muy cercano al ideal comunista utilizado en la URSS y en Cuba de sustituir los incentivos materiales por los incentivos morales. Y puede ser importante en discusiones tan lejanas a esta (y de hecho hay una literatura extensísima sobre esto) como el caso de los estudiantes: debe ser la motivación de los estudiantes pasar o sacar buenas notas (una motivación extrínsica) o el placer de aprender, por ejemplo.

    No me extiendo más.

    DV

  • Alejandro Gaviria
    21 enero, 2008 at 3:49 am

    Las recompensas han sido efectivas pero las advertencias de Mockus no deberían descartarse. Al menos no completamente, como sugiere Daniel. Recuerdo que al comienzo del programa de recompensas los delatores encapuchados eran mostrados por televisión mientras recibían el dinero. En mi opinión, las críticas de Mockus sobre esa forma de exhibicionismo innecesario fueron (y siguen siendo) válidas.

    Sobre William Ospina, quisiera decir lo siguiente. Su punto sobre el carácter pacífico de lo que el llama el “proceso venezolano” es reiterativo. Hace un tiempo escribió que había más muertos en un partido de fútbol en Colombia que asesinatos atribuibles a la revolución bolivariana. La columna quiere señalar que la revolución es responsable del deterioro de la justicia y la seguridad y por lo tanto del aumento de los homicidios. El argumento es indirecto pero no por ello inválido.

  • Anónimo
    21 enero, 2008 at 5:22 am

    Las FARC ,el ELN y las AUC son sintomas de la misma enfermedad, y el Estado colombiano no ha sido la medicina apropiada.

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 11:30 am

    Daniel: ese tema de los incentivos y de como afectan negativa o positivamente la motivación intrínseca y la extrínseca, es de verdad muy interesante, y uno de los buenos aportes recientes de economistas y psicologos. Definitivamente es claro que mayores incentivos montarios no siempre causan mayores resultados para un objetivo dado. El estudio,que menciona Levitt en Freakonomics, de las multas a los padres de no recogen a sus niños a tiempo en las guarderias(luego de establecer multas a los padres por sus retrasos, estos aumentaron, no disminuyeron) sin duda probó que nuestro sentido común sobre los incentivos no es tan buen predictor com suponemos.

    Creo que la clave, tomando algunas de las conclusiones de las teorías de «behavioral economics», es el como se presentan esos incentivos («framing»). Al presentar la colaboración ciudadana contra el crimen como algo por lo cual un tercero le paga (en este caso, el Estado), se convierte para el individuo en «un trabajo», casi una cuestión comercial.Tambien esta el problema de quien paga por ese trabajo. Como es el Estado(hacia el cual el cuidadano colombia, con razón, pareciera tener una gran desconfianza, a juzgar por las opiniones en las conversaciones diaras), y no los vecinos, la situación afecta aún mas las motivaciones intrínsecas que podrían existir para colaborar contra el crimen (que serían por ejemplo: el prestigio dentro de la comunidad y la satisfacción por ayudar a personas que aprecio, la satifacción de colaborar con un ideal valorado positivamente en nuestra cultura el cual es «la justicia»). Para el ciudadano la recompensa dada por el Estado se convierte en un pago por ayudar a este en sus objetivos, y no a la comunidad(la falsa identidad «Estado=comunidad» afortunadamente no es tan evidente para el ciudadano del común).

    Los incentivos monetarios en el caso de colaborar con la justifica deberían ir acompañados de actos de reconocimiento de la comunidad para reforzar los incentivos morales. Pero como el delator corre el riesgo de represalias por parte de los criminales, lamentablemente, el delator debe permanecer en la sombra.

    Sobre los incentivos morales, aqui tengo una duda. Para mi los incentivos morales son los que motivan al individuo a cumplir con un código moral dado.Es decir, realizar actos «buenos» y evitar actos «malos, de acuerdo cone se código moral dado (ej: los 10 mandamientos). Si un Estado quiere usar incentivos morales le implica reconocer la moral predominante en la sociedad que domina o le implica imponer un código moral de acuerdo a sus intereses políticos o preferencias ideologicas? En otras palabras, que pasa si yo como gobernante quiero usar incentivos morales para un comportamiento dado, pero resulta que la mayoría de la gente tiene un código moral diferente del que yo quisiera que tuvieran?

    En ese caso, al gobernante no le queda otro camino que recurrir a las motivaciones extrínsecas o realizar un largo un duro camino de adoctrinamiento para cambiar el código moral de los ciudadanos, lo que puede tomar mas de una generación.

    Saludos,
    Carlos

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 11:37 am

    Anonimo 00:22: a que enfermedad se refiere?

    Yo diría que es la falta de legitimidad del Estado Nacional en muchas regiones de nuestra complicada geografía y a debilidad de las instituciones de seguridad y de justicia.

    El Estado Nacional Colombiano que es el que tiene el poder policial y judicial, tiene un control nominal mas no real de muchas zonas. Carlos Castaño mencionaba alguna vez como una de las causas de la existencia de las AUC, el centralismo de la justicia y la seguridad, y planteaba como una solución a largo plazo, descentralizar mas estas funciones.

    Sin duda, siempre ha existido mucha mayor seguridad y justicia en Bogota y las grandes capitales, que en el campo y las zonas rurales.

    Saludos,
    Carlos

  • Anónimo
    21 enero, 2008 at 2:44 pm

    la estudiada ignorancia de tan sabihondos uribistas,como abundan en este blog,seria divertida sino fuera por los millones de desplazados de sus parcelas,esto es, lo que en el lenguaje de la «escuela de las americas», cuna de insignes terroristas estatales,los expertos del pentagono llaman: secar el pantano.
    hara falta explicar su significado a tan ilustre concurrencia?
    ex militar.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 3:39 pm

    Bueno, y hablando de Chávez y Venezuela, vale la pena discutir las ventajas y desventajas de irse a la guerra con Venezuela.

    Por un lado es claro que a Venezuela no le interesa: los gringos son los primeros en apoyarnos y Chávez sería el primer damnificado (junto con la industria petrolera que sería también uno de los primeros objetivos militares: EEUU no da puntada sin dedal).

    ¿Pero qué le pasaría a Colombia? Uno podría pensar que lo peor que puede hacer Colombia es empezar un conflicto entre países cuando está librando ya una guerra al interior. Implicaría desplazar el pie de fuerza del interior a la frontera. Sería también una guerra con dos frentes (¿tres? Hasta de pronto Nicaragua aprovecha el papayazo y trata de quedarse con San Andrés) al mismo tiempo, ambos «bolivarianos»: las FARC adentro (y el ELN?) y los venezolanos afuera.

    Hasta acá no hay nada bueno, ni para Colombia ni para Venezuela: ¿pero qué tal si una guerra como esta se da como excusa para acabar definitivamente con las FARC?

    Bueno, estoy pensando en voz alta, pero el problema con Chávez tiene que finalizar en algún momento, y en algún momento el Presidente colombiano tendrá que decidir entre tomar una acción más fuerte (que no necesariamente tiene que ser militar, por supuesto) o dejar que su homólogo venezolano siga trapeando el piso con Colombia.

    DV

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 4:04 pm

    Daniel: Además de las consecuencias de desvio de recursos militares, una guerra contra Venezuela sería fatal para la economía colombiana (y tambien para la de ellos). Interrumpiría el comercio entre los dos paises que es bastante alto.

    En mi opinión, una guerra solo se produciría si el ejercito de Chavez invade el territorio colombiano.Pero en ese caso, Chavez perdería toda la poca buena imagen que tiene a nivel internacional y quedaría como el «hitler latinoamericano».Muchos personajes de izquierda que lo alaban tendrían que salir a criticarlo o a tomar distancia de el. Aunque seguramente algunos de estos ya encontrarán una elaborada justificación. Mas o menos lo mismo que los intelectuales de la derecha hicieron para justificar la invasión de Irak.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 4:07 pm

    Carlos,

    La guerra sería posterior, por supuesto, al cese del comercio, que no está muy lejano… a este paso las relaciones binacionales se van a romper muy pronto.

    DV

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 4:38 pm

    Pero de todas formas la pregunta es si podría la guerra ser una excusa para dar el puntillazo final a las guerrillas…

    Algo bastante más estratégico…

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 7:21 pm

    Daniel: ahora que «regreso» por aquí le recomieno este articulo de Levitt y Dubner, los autores de «Freakonomics». Es sobre la ley de las consecuencias inesperadas, que mencione hace uno meses (y por lo que usted quiso ridiculizarme). La frase final es contundente:

    «Because if there is any law more powerful than the ones constructed in a place like Washington, it is the law of unintended consequences.»

    Ojala todos los economistas escribieran asi de sencillo. La economía le llegaría mas facil las masas.

    Saludos,
    Carlos

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 7:56 pm

    A las «masas»? Qué clase de colectivista es usted? Ni el marxista más puro lo habría podido decir así.

    Pues Carlos, desafortunadamente no he tenido tiempo de leer a Levitt y compañía. He oido comentarios buenos y malos (metodológicamente hablando he oido comentarios muy malos del paper seminal de Levitt por el que se ganó el John Bates Clark Medal): siendo economista, procuro leer literatura especializada (y esto no es arrogancia… siendo no físico, por ejemplo, procuro leer literatura no especializada), y en mi tiempo libre procuro no leer economía (de hecho, cada vez más leo menos economía incluso cuando trabajo).

    Gracias igual.

    DV

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 8:33 pm

    Daniel: resulta que el dominio guerrillero no consistía propiamente en que resistieran una posición, sino en que se suspendía el funcionamiento de las instituciones por miedo a que mataran a los agentes estatales. De modo que si los paramilitares expulsaban a las guerrillas la ausencia del poder estatal seguía, algo que tenía un impacto generalizado: 1) en aumento de los crímenes, pues el poder de los sicarios del narcotráfico era tan carente de legitimidad como el de la guerrilla y sólo tendía a la expansión de bandas criminales; 2) en desprestigio del Estado y aliento a los partidarios de la guerrilla, que explotaban cada crimen de paramilitares como si fuera del Estado, lo que los autorizaba a promover abiertamente a las guerrillas (casi toda la prensa bogotana, AI, HRW, la ONU, los sindicatos, etc., estaban en ésas); 3) en destrucción del tejido social en las regiones afectaas; 4) en aumento de la percepción de inseguridad, con todos sus efectos… Si un señor se ve expuesto a la desagradable contingencia de que su esposa sufra el acoso de un pretendiente, lo que menos se le recomendaría sería promover a otro. Así legitimaría a ese pretendiente.

    Lo anterior explica por qué el paramilitarismo no resolvía nada. Espero que con eso se aclare que el argumento de que el colapso institucional sería indiferente si se imponían los paramilitares es erróneo.

    La idea del contraste entre la presencia «dura» o guerrerista del Estado y su presencia como proveedor de servicios institucionales es, perdone la precisión, una típica pendejada ñángara: también se podría concluir que los crímenes guerrilleros eran una bendición para las regiones porque conducían a proveer salud y educación y justicia… Malo por ahí, ahí opera la falacia de que la gente en las regiones apoya a las guerrillas o que éstas operan gracias a que hay demandas insatisfechas de la población, caso que no es cierto. Sencillamente en regiones apartadas, agrestes y miserables las guerrillas imponen su ley porque el coste de combatirlas es excesivo para el Estado. Es lo que se dice una idiotez universitaria, y uno se pregunta por qué en tiempos de Al Capone no fueron los gobernantes estadounidenses a repartir leche en los barrios de italianos. La presencia del Estado quiere decir la eficacia de las fuerzas del orden, su legitimidad depende de muchas cosas. Por ejemplo, el Estado soviético no contaba con muchas simpatías entre los lituanos, pero a nadie se le habría ocurrido crear guerrillas allá porque el sistema represivo era eficaz. Créame, tiene más sentido matar y secuestrar gente que tratar de hacer la revolución con babosadas de ese estilo. Mejor dicho, cumple una función idéntica, unos matan y secuestran y otros los justifican con demandas insatisfechas de ese estilo. Sólo hay una conducta viril en un caso y en el otro algo distinto.

    La comparación entre «guerra irregular» en Colombia con los casos de Vietnam e Irak es obscena. En el caso de Vietnam hay una continuidad entre la guerra anticolonialista de los años cincuenta contra los franceses y el Vietcong, que recibe infinidad de recursos militares soviéticos y chinos. De ese modo se da el enfrentamiento entre las facciones vietnamitas y gana en apoyo popular la comunista, de modo que la carga del esfuerzo militar del bando gubernamental cae en una fuerza extranjera. ¿Ocurre algo semejante en Colombia? ¡Claro, ya se resolvió con el nombre «guerra irregular»! ¿Qué se va a hacer en las guerras irregulares? Pero ¿quién dijo que EE UU fue derrotado en Vietnam? Lo que ocurrió fue que los jóvenes estadounidenses se negaron a ir a la guerra. Si eso se diera hoy en día no habría ocurrido como ocurrió: ya no hay servicio militar obligatorio. Nadie se ha rebelado para que no lo manden a Irak. Así, los que matan y secuestran no sólo son más coherentes, también piensan mejor. No se les ocurriría convencer a nadie con esa comparación.

    Con Irak es aún mejor: ¿han sido derrotados los estadounidenses en Irak? Ha ocurrido así: con ocasión de la invasión el aparato defensivo del régimen se desploma, pero en el caos que queda entran miembros de Al Qaeda, que se alían con los antiguos torturadores de Sadam, y empiezan a masacrar iraquíes. ¡Cada masacre se presenta por los propagandistas en Occidente como un triunfo de la resistencia contra Bush! Y eso conduce a la supuesta necesidad de brindar educación y salud porque los esfuerzos guerreristas no resuelven los problemas. Formidable análisis. ¡Hace falta apoyo de la comunidad para masacrarla! Verdaderamente hasta el que me adjudica grandes virtudes de sociólogo se escandalizaría con usted. Figúrese.

    Lo de los incentivos es un desarrollo semejante: la más increíble película creacionista. Nadie quiere pagar impuestos, nadie paga impuestos porque es buen ciudadano. El comienzo es un disparate. La gente se acostumbra a pagar impuestos porque tiene la presión de quien los cobra. Cuando la convivencia lleva suficiente tiempo esos impuestos se empiezan a tener que justificar porque la adhesión de quienes los pagan es imprescindible para quien los cobra o aspira a cobrarlos. Por ahí se llega al civismo en que no hace falta la violencia para cobrar los impuestos (porque la gente los paga antes, no porque se vaya a perdonar a nadie pagarlos: eso es verdaderamente infantil). Esa condición en la historia sería el síntoma del fin, una sociedad que llegara a eso sencillamente estaría a punto de pagar muchos más impuestos a un enemigo venido de lejos, o algo peor: sufrir la esclavitud y la pérdida de las mujeres. Fue lo que ocurrió muchas veces en la Mesopotamia de la Antigüedad, donde cada comunidad que se civilizaba de un modo tan chévere resultaba impotente ante cada oleada de invasores semitas del sur, o en el México prehispánico, donde los chichimecas llegaban siempre del norte y convertían en esclavos a los antiguos señores, o en Grecia, que cayó en manos macedonias, o en todo el Mediterráneo latino, que tampoco pudo contener a los feroces germanos, o en la China, India y Arabia hace unos 800-700 años, donde los civilizados terminaron sometidos por los mongoles.

    Los incentivos del Che Guevara y del comunismo sólo tienen un sentido: son un sueño reaccionario. Se aspira a que el hombre trabaje por otro motivo que la riqueza material, pero ese otro motivo es sólo el reconocimiento, que siempre ha importado más que la riqueza material (ésta es el mejor camino al reconocimiento, por eso hasta el comunista Jojoy se compra su Rolex de oro). ¡Bah, eso del reconocimiento me lo invento yo! Lo que se pretendía era el reconocimiento interior. Yo sudo y me lleno de callos las manos cortando caña no para ser más rico ni para que me aprueben y me asciendan, sino para construir en mi interior mi dignidad, medible por mi altruismo. En el supuesto absurdo de que se llegara a eso, sólo se estaría interiorizando en forma de deliro la dominación. El incentivo voluntario-interior del Hombre Nuevo sólo es el sometimiento completo del esclavo, que en lugar de rivalizar con su amo obteniendo o acumulando suficiente dinero, está feliz de serle útil. En comparación, el dinero es liberador porque iguala. El comunismo es un sueño jerárquico que en las regiones atrasadas funcionó porque psíquicamente estaba muy cerca la esclavitud y los poderosos consideraban todavía lícito contar con la adhesión total de sus esclavos. Ahí al terror (siempre presente, sobre todo en la concepción del Che Guevara) cedía a una interiorización tremenda, el Hombre Nuevo tiene mucho de sueño jesuítico, las víctimas vivían interiormente una especie de fanatismo.

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 8:46 pm

    Ah, Daniel, la herencia ideológica del Che y los incentivos del hombre nuevo están bellamente descritos en esta noticia.

  • james bizarre
    21 enero, 2008 at 8:58 pm

    Daniel. El comunismo y los comunistas son los verdaderos reaccionarios en el muladar. El hombre nuevo soy yo.

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 9:10 pm

    Alejandro, perdón pero la defensa de la columna me parece un error, sobre todo cuando proviene de alguien que atribuye (probablemente con razón) al narcotráfico la disparada del índice de homicidios en Colombia en los ochenta. Si esos hechos fueran un dato útil para evaluar a un gobierno habría que inferir que los gobernantes colombianos de los ochenta eran los peores criminales mientras que Castro en Cuba gobernaba bien.

    De modo que a lo que opina Ospina se le opone algo que es fácil de refutar, mientras que la atrocidad que va dentro de su discurso se deja pasar. Es como si un defensor de Alfredo Garavito intentara convencer a la gente de que sus víctimas consentían tanto la cópula como la inmolación. (Perdón, la salvación, porque ¿para qué se quedaban viviendo en una sociedad tan injusta en la que día a día avanzan las iniquidades del modelo neoliberal?) Y saliera un crítico asegurando que algún dolor tendría que haber habido en el proceso.

    El hecho de que la sociedad venezolana haya permitido el ascenso de un personaje de ese estilo es un síntoma más grave que si hubiera habido un gran trauma. Ciertamente no es que los hechos violentos sean deseables, pero esa pasividad anuncia una catástrofe mayor ya que la audacia del tirano va in crescendo y ahora mismo busca a toda costa una guerra con Colombia.

    Es decir, el proceso venezolano es condenable por sus objetivos y resultados deseados, no porque haya «efectos colaterales», que también podrían ser atribuidos al narcotráfico y éste a la pauperización del período anterior a Chávez. El problema está en el juicio de cada uno respecto a esos fines (de ahí que Abad Faciolince no encuentre nada de por sí especialmente condenable), no en la evaluación econométrica. A lo mejor una travesía deportiva por las montañas de Colombia deja más dolor muscular que una retención, y no creo que sea lícito llegar a la conclusión de que ésta es más deseable.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 9:11 pm

    Jaime,

    Déjeme insistir en que ninguno de sus 4 puntos es cierto:

    1. Las regiones con dominio paramilitar, al igual que las que tienen dominio guerrillero, son (¿eran?) las más seguras del país. Esto no es gratis, por supuesto. Es la respuesta a los métodos utilizados por unos y otros para lograr la pacificación de la región: secuestros, extorsión, masacres, etc.etc. Me gustaría tener evidencia de esto, pero no tengo más que evidencia circunstancial de gente que uno conoce: alguna vez, uno de los oficiales (de hecho el comandante de donde yo presté servicio) contaba cuán seguro era Puerto Boyacá, gracias a la presencia de los paras: era el único sitio donde usted podía dejar su carro con la ventana abierta todo el día y no pasaba nada. La evidencia circunstancial con la guerrilla también abunda. Ninguna suficiente, por supuesto, pero estoy seguro que su hipótesis ni siquiera se basa en evidencia circunstancial sino en premisas preconcebidas.

    2. Esto si que es carreta: « en desprestigio del Estado y aliento a los partidarios de la guerrilla, que explotaban cada crimen de paramilitares como si fuera del Estado, lo que los autorizaba a promover abiertamente a las guerrillas«. Usted basa esta premisa en dos ideas falsas:

    La primera es que ser un contradictor de los paras lo convierte inmediatamente en un seguidor de la guerrilla. Esto por supuesto no es cierto, no lo es en los pueblos y no lo es en las ciudades. Sería cierto si los abusos de la guerrilla fueran menos fuertes que los de los paras, pero por «preferencia revelada», teniendo en cuenta que las FARC por lo menos tienen mínimo apoyo de las masas rurales, me inclino a pensar que no es cierto, por lo menos en general (puede que haya casos donde las atrocidades de los paras fueron tan grandes que para un campesino era preferible estar bajo el terror de las FARC que el de los paras… lo que no significa que prefieran los primeros al Estado, por supuesto… de hecho, cuando el status-quo es la no presencia del Estado, la preferencia por quién tenga el poder, sea guerrilla o paras, no afecta la concepción, tal vez inexistente, que tenga del papel del Estado.

    La segunda es que extrapola lo que la prensa en Bogotá, las ONGs, etc.etc. llegan a decir, a la población que está directamente involucrada. No sólo eso, lo hace de manera incorrecta y sesgada, porque los vuelve seguidores de la guerrilla, cuando sólo son contradictores de los paras. Pero incluso si esto es verdad, note que estamos hablando de la presencia del Estado en zonas donde hay cambio de poder, pasando de las guerrillas a los paras. Lo que los columnistas en Bogotá digan es irrelevante para los pobladores de estas regiones.

    3. Lo mismo de antes: usted parte de la base que el «tejido social» o lo que los economistas y sociólogos llaman el «capital social» es mayor en presencia de la guerrilla que en presencia de los paras. Yo no veo por qué. Por ahora es una frase suelta sin ningún argumento.

    4. La evidencia circunstancial sugiere que no es verdad. Yo se que «usted sabe» que es así, pero yo no creo que sea así. No tengo cómo demostrarlo, pero usted tampoco. Pero lógicamente hablando, si los métodos de los paras son más fuertes que los de la guerrilla, es intuitivo pensar que la seguridad es mayor con paras que guerrilla. Prefiero por ahora quedarme en que eran igual de seguros.

    Así que, aunque agradezco la explicación detallada, seguimos en las mismas.

    DV

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 9:17 pm

    Carlos, la comparación entre la intervención en Irak y una invasión de Chávez a Colombia es lo que se dice una perla. Más o menos como lo de igualar a Glucksmann con Ramonet.

    Pero eso sí, odiar a Bush tanto como a Sadam y en realidad justificar a los que echan de menos al gobernante iraquí y a los que alientan a los que ponen bombas está bien considerado en Colombia.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 9:25 pm

    Pero sigo con el resto de su comentario:

    La gente suele partir, bien o mal, de la premisa que cuando un agente supraestatal, como la guerrilla o los paras, ocupan el lugar del Estado, es porque, por definición, hay una ausencia misma del Estado.

    A usted no le gusta que alguien diga eso, y no le gusta porque es el típico argumento, o pendejada ñángara, que sale a relucir para tratar de entender por qué la guerrilla o los paras tienen algún tipo de control geográfico. Desafortunadamente la explicación es tautológica: están ahí, porque no hay Estado. No sólo militarmente. No hay «capital social» para seguir con la discusión anterior.

    Si «los crímenes guerrilleros eran una bendición para las regiones porque conducían a proveer salud y educación y justicia», la guerrilla tendría una base social fuerte. Pero no la tienen, ni la tuvieron, por lo menos en las décadas recientes. Esto también depende del grupo guerrillero del que estemos hablando, por supuesto (la estrategia de las FARC no es la misma que la del ELN o la que usó el M-19).

    Su contraejemplo de la Unión Soviética tampoco es preciso: durante el gobierno de Stalin la represión fue tal que hubo diversos grupos «guerrilleros» que intentaron acabar con las reformas autoritarias y totalitarias. Fracasaron, es verdad, pero fracasaron sencillamente porque el régimen tenía una fuerza superior (y eso que el régimen era pobre). Está el caso, por ejemplo de «los polacos de Londres», pero hay muchos más casos también, que si quiere en otro post enumero (y le doy referencias).

    Pero para donde voy es algo muy sencillo: el terror (la fuerza militar) no es suficiente para garantizar la estabilidad del régimen, como usted está sugiriendo. Es importante que haya presencia no guerrerista del Estado, y construcción de capital social. En el momento de la invasión alemana a la URSS en junio de 1941, Stalin «estaba petrificado» (tomado literalmente de Peter Kenez, «A History of the Soviet Union From the Beginning to the End»), y lo estaba porque temía que los ciudadanos soviéticos (y principalmente las masas de campesinos y trabajadores a quienes supuestamente la revolución debía beneficiar pero que fueron los más maltratados por el régimen) se voltearan con la idea de una Alemania que llegaba a liberarlos del tirano. Esto finalmente no pasó, no porque apoyaron al régimen stalinista, sino porque los alemanes, siguiendo la ideología Nazi, fueron iguales o peores que el tirano, en un error de estrategia que algunos historiadores piensan habría cambiado el rumbo de la Segunda Guerra Mundial (de haberlo hecho, argumentan, la victoria de la URSS en Moscú, la primera derrota que sufrió el ejército alemán, no se habría dado… esta victoria cambió la dirección de la guerra).

    Así que aunque coincido con usted en que el estado de seguridad es importante, la verdadera presencia del Estado es necesaria para la estabilidad de quién esté en el poder.

    DV

    pd. Las citas salen del libro que comenté, que por cierto, recomiendo.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 9:29 pm

    Sobre los incentivos, lo que motivó el interés en mi es un fenómeno que atenta contras las leyes más básicas que uno aprende en economía, y fue el llamado «110% por Bogotá» de Mockus.

    Vaya a Semana.com y busque en archivo el artículo «Los Supercontribuyentes», creo que de 2003. Ahí verá por qué no es tan descabellado. No sólo eso, si quiere evidencia circunstancial, estadística o experimental, de la psicología y la economía, con mucho gusto le doy referencias también.

    DV

  • Apelaez
    21 enero, 2008 at 9:30 pm

    La victoria sovietica no fue en estalingrado?

  • anonimo 00:22
    21 enero, 2008 at 9:43 pm

    Carlos:

    Las Farc, el ELN y las AUC son organizaciones mafiosas. La mafia nace cuando un grupo con poder encuentra que su idea de justicia no coincide con la ley. Estos grupos en algún momento buscaron justicia y el Estado les respondió con la ley fría e impersonal. La enfermedad, incurable, de las naciones surgidas de la Revolución Francesa es el divorcio de sus leyes y la Justicia.

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 9:50 pm

    Daniel dice: «Sobre los incentivos, lo que motivó el interés en mi es un fenómeno que atenta contras las leyes más básicas que uno aprende en economía»

    Querrá decir «aprende en la economía ortodoxa o neoclasica» que es la que tipicamente enseñan en las Universidades. A que leyes básicas se refiere? Puedo asumir que se refiere a los supuestos del «homo economicus»?

    Escuelas heterodoxas de economía como la austríaca o la marxista no tienen esos supuestos y por eso no se sorprenderían de lo sucedido con el 110%.

  • Carlos
    21 enero, 2008 at 10:07 pm

    Daniel: leí el articulo que menciona.

    Me llamó la atención esta informació: «Consecuentemente con este apoyo ciudadano, los concejales de la comisión de presupuesto aprobaron en primer debate el aumento del 35 por ciento del ICA que significará un recaudo de 220.000 millones de pesos. Después de seis intentos fallidos y una gran presión ciudadana concejales de la alianza opositora apoyaron el alza de los impuestos.»

    Según el mismo articulo solo el 5% de los ciudadanos le jalaron al aporte voluntari y el concejo ya considera que eso es un mandato claro para aumentar los impuestos. Además, el hecho de que el aporte voluntario había funcionado no era razón para aumentar los impuestos sino todo lo contrario, para continuar la iniciativa(que en efecto ha continuado), la cual es saludable y muestra que la no-coerción funciona si los ciudadanos perciben que sus dineros son efectivamente utilizados en los proyectos que dice el distrito.

    Pero en el momento de volverlo obligatorio o aumentar los impuestos, los beneficios del aporte voluntario se pierden inmediatamente. Ya los funcionarios del distrito no tienen los mismos incentivos para usar bien los dineros de los ciudadanos, porque igual se los quitan a la fuerza.

    Saludos,
    Carlos

  • Alejandro Gaviria
    21 enero, 2008 at 10:13 pm

    Jaime: una respuesta rápida. La columna quería, por encima de todo, mostrar que la tasa de homicidios es mayor en Venezuela que en Colombia, y que este hecho debería ser tenido en cuenta por los defensores del “proceso venezolano”. Lo demás, le confieso, es especulativo y tal vez equivocado. Pero quiero insistir en un punto. El aumento de la violencia es parte esencial (no simplemente colateral) de todo el proceso: la destrucción de las instituciones o la transformación del Estado en un dispensador de rentas (por eso hay 28 ministerios) termina necesariamente acabando con el imperio de la ley y por lo tanto creando un aumento dramático de la violencia.

    Hay una diferencia sutil pero importante. Colombia no escogió el narcotráfico. Venezuela sí lo está escogiendo.

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 10:44 pm

    A ver, Daniel, todo se alarga porque creo que sus hábitos intelectuales le impiden plantearse las cosas desde otro lado.

    Veamos el punto 1. Perdón por copiar los textos anteriores, pero no veo modo de explicar el problema. Escribí:

    De modo que si los paramilitares expulsaban a las guerrillas la ausencia del poder estatal seguía, algo que tenía un impacto generalizado: 1) en aumento de los crímenes, pues el poder de los sicarios del narcotráfico era tan carente de legitimidad como el de la guerrilla y sólo tendía a la expansión de bandas criminales.

    Usted responde:

    1. Las regiones con dominio paramilitar, al igual que las que tienen dominio guerrillero, son (¿eran?) las más seguras del país.

    Esto es falso, y si fuera cierto no cambiaría nada respecto al aserto inicial. Es falso porque si bien los problemas derivados de riñas y abusadores oportunistas se reducirían, el peligro de muerte por efecto de la guerra no. Córdoba era una región de dominio guerrillero. Las peores masacres paramilitares tuvieron lugar en zonas de dominio guerrillero. Pero si fuera cierto, si las bandas criminales proveyeran seguridad, eso no negaría que los crímenes aumentarían, pues aumentaría el poder de esas organizaciones a costa de la gente de otras regiones. Y como el punto era la conveniencia para el poder estatal, pues feo asunto: retroceso absoluto en cada vez más regiones.

    Éste es el punto 2.

    [El ascenso del poder paramilitar tendría un impacto] en desprestigio del Estado y aliento a los partidarios de la guerrilla, que explotaban cada crimen de paramilitares como si fuera del Estado, lo que los autorizaba a promover abiertamente a las guerrillas (casi toda la prensa bogotana, AI, HRW, la ONU, los sindicatos, etc., estaban en ésas)

    Usted replica:

    Esto si que es carreta: Usted basa esta premisa en dos ideas falsas: La primera es que ser un contradictor de los paras lo convierte inmediatamente en un seguidor de la guerrilla.

    No copio el resto porque no aporta nada. ¿De dónde saca eso? Hay partidarios de la guerrilla, ésos explotan los crímenes paramilitares para deslegitimar al Estado (qué tonto repetirse), ¿de dónde sale que los críticos de los paramilitares sean partidarios de las guerrillas? En la época de las masacres paramilitares yo escribí un comentario en los foros de Caracol que se titulaba «Uribe Vélez o Castaño, ésa es la disyuntiva», pero no la disyuntiva de los enemigos de la guerrilla, sino la disyuntiva de la sociedad colombiana. Los enemigos de los paramilitares éramos los partidarios de la legalidad, ¿cómo íbamos a ser partidarios de la guerrilla? La asociación es un escándalo. No sé cuántos documentos habré leído en los que se consideraba a los paramilitares como parte del Estado. Bueno, casi toda la propaganda del PDA y la mayoría de los columnistas y profesores siguen en eso mismo. ¿Decir que el Estado es paramilitar lo hace a uno partidario de la guerrilla? Sí, porque está contenido en la definición, no se pretende el triunfo de la legalidad sino su deslegitimación a causa de los crímenes paramilitares.

    Sigue usted respecto al punto 2:

    La segunda es que extrapola lo que la prensa en Bogotá, las ONGs, etc.etc. llegan a decir, a la población que está directamente involucrada. No sólo eso, lo hace de manera incorrecta y sesgada, porque los vuelve seguidores de la guerrilla, cuando sólo son contradictores de los paras.

    Esto no tiene absolutamente ninguna relación con mi punto, no sé en qué estaría pensando. Hay miles de colombianos que trabajan para la guerrilla fuera del país y grandes poderes, como las ONG mencionadas dedicados a promover a las guerrillas, y aprovecharían los crímenes paramilitares para eso. Ha ocurrido durante mucho tiempo, la gente de las regiones no tiene nada que ver con eso, no aludo a ella… ¿qué pasa? Las guerrillas necesitan ante todo legitimidad, pasividad del Estado, aliados en la justicia, etc. Gracias a los crímenes de los paramilitares los conseguían. Pero eso es seguir con los nombres y en realidad mentir: eran y son esos funcionarios, intelectuales, políticos, ONG, profesores, etc., los que quieren tomar el poder. Las guerrillas son la tropa rústica que cuida las haciendas cocaleras.

    Éste es el punto 3:

    3) en destrucción del tejido social en las regiones afectadas;

    Y éste su comentario:

    Lo mismo de antes: usted parte de la base que el «tejido social» o lo que los economistas y sociólogos llaman el «capital social» es mayor en presencia de la guerrilla que en presencia de los paras. Yo no veo por qué. Por ahora es una frase suelta sin ningún argumento.

    Es muy extraño que según casi todos los comentaristas de izquierda los paramilitares fueron a despojar a los campesinos que vivían tranquilos (poco más o menos) mientras que usted los convierte sólo en combatientes contra las guerrillas. En todos los casos afectaban a regiones en las que no había notorio control y ni siquiera presencia guerrillera, y en las que sí había ciertamente el tejido social resultaba afectado porque había muertos, desplazados, etc. Sencillamente el «conflicto» empeora la situación, no hace falta mucha ciencia para entenderlo.

    Éste es el punto 4:

    [La expansión paramilitar tendría impacto] en aumento de la percepción de inseguridad, con todos sus efectos…

    Responde usted:

    La evidencia circunstancial sugiere que no es verdad. Yo se que «usted sabe» que es así, pero yo no creo que sea así. No tengo cómo demostrarlo, pero usted tampoco. Pero lógicamente hablando, si los métodos de los paras son más fuertes que los de la guerrilla, es intuitivo pensar que la seguridad es mayor con paras que guerrilla. Prefiero por ahora quedarme en que eran igual de seguros.

    Parece como si para la ocasión el mundo se redujera al caserío en que aparecen los paramilitares, pero estábamos hablando de las perspectivas del Estado, y ¡qué curioso!, esa época de las masacres fue la que registró mayores movimientos migratorios hacia el exterior. Al respecto podemos llegar a una conclusión: ¡la seguridad no lo es todo!

  • Jaime Ruiz
    21 enero, 2008 at 11:09 pm

    Daniel, respecto a la cuestión de la necesidad de que el Estado se legitime proveyendo servicios, me parece que hay dos mentiras. La primera es que sin ellos la gente estaría expuesta a ser arrastrada por los descontentos, la segunda es que con ellos mejoraría algo. El Estado podría ser generoso, si no tiene modo de combatir a unos insurgentes ricos, bien pertrechados y resueltos, no podrá imponerse. Y si se prestaran toda clase de servicios tal vez la guerrilla se haría más poderosa, pues a fin de cuentas es una tropa estatista respaldada por los empleados estatales.

    La peor mentira no se dice pero está contenida en la definición: la guerrilla explota un descontento existente en esas regiones. Falso. Explota la ausencia de población, la orografía, el descontento de origen urbano, una fuente de riqueza fácil y a veces la concentración de la riqueza.

    El caso de Stalin no aporta nada. Efectivamente los campesinos ucranianos apoyaron a los nazis, los cuales no tenían paciencia para tejer alianzas con gente que militarmente no contaba nada. Pero yo hablaba de la situación anterior a la guerra en los países bálticos, donde el rechazo a Rusia siempre ha sido aún mayor. Podría haber un gran descontento pero la fuerza militar sería muy débil, con lo que el problema de la dominación estatal sólo es de fuerza.

    Lo más extraño de ese lugar común de la ausencia del Estado es que convierte a las víctimas del Estado en sus protegidos. El Estado son los burócratas bogotanos, la gente del campo en muchos casos viviría mejor si no le cobraran impuestos y le permitieran explotar sus riquezas. La ausencia del Estado podría ser concebida por muchos como una buena noticia. ¡Hasta podría crecer una población con incentivos diferentes!

    Lo de los bogotanos que pagaban más impuestos de los que deberían no me sorprende tanto. Una vez conocí a un estadounidense que iba por las casas pidiendo plata: «hola, soy de Save the Children, ¿cuánto quiere aportar usted?… Aquí tiene el recibo?». De ahí descontaba su sueldo. Esos colombianos hacían el esfuerzo ante la situación catastrófica de la ciudad, pero eran minoría y estaban conmocionados por el caos y la inseguridad.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 11:23 pm

    Apelaez,

    Precisamente ayer u hoy estaba leyendo sobre la victoria en Estalingrado… puede que tenga razón… ahora no encuentro el dato. Lo que encuentro es que la victoria que cambió el rumbo del ataque soviético fue la de Moscú en septiembre de 1941.

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 11:29 pm

    Carlos, con usted termina uno en discusiones como esta… en el New School, acá en NY seguro enseñan economía menos «ortodoxa». Seguro en Cuba también. Pero la economía que el 99% de estudiantes aprenden en el mundo es esa, la del homo-economicus, que usted víncula a wikipedia.

    No sobra decir que la escuela marxista fracasó totalmente. De hecho, los filósofos de la ciencia (Popper, por ejemplo) fueron los que más criticaron la pseudo teoría científica propuesta por Marx.

    La escuela austriáca hace rato salió de circulación, pero es el fundamento de la teoría neoclásica (en cuanto a la fundamentación microeconómica, por lo menos), y por esta razón sólo se enseña en algunos cursos de maestría y de pregrado, en cursos de historia económica. Están casos como George Mason University, la escuela del Public Choice, donde se encuentran los gurús que Carlos alaba, intuyo que sin entender muy de qué está hablando, pero puedo estar equivocado.

    Pero bueno, usted menciona algo que me da curiosidad: por qué las escuelas austriáca o marxista «no se sorprenderían con el 110%»? Cuéntenos por favor qué dicen estas escuelas sobre los incentivos.

    DV

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 11:36 pm

    Jaime,

    El problema de si 5 o 10% es una minoría es difícil de decir. Y lo es porque por más buenas intenciones que tenga la gente, por más motivaciones intrínsicas que tengan, por más espíritu cívico que tengan, habrá muchos, que están tan restringidos que sencillamente ya pagar impuestos es una carga importante. Así que para que la cifra tenga algo de sentido toca tomar como universo no el total de contribuyentes al ICA y Valorización, sino ese porcentaje que en serio lo puede hacer. No se qué tanto aumente, pero igual, a mi no deja de sorprenderme.

    En EEUU pasa algo distinto: hay una motivación extrínsica para hacer este tipo de aportes voluntarios, pues hay exenciones de impuestos por este tipo de cosas, y los gringos donan mucho.

    DV

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 11:42 pm

    Jaime,

    Puede que la seguridad sea suficiente. Esta de hecho es la premisa de los libertarios: un Estado Policía, así que no me sorpende que para usted así lo sea.

    Pero hay fuerzas igualmente importantes: por ejemplo, a la gente la preocupa su posición relativa en la sociedad. Si se siente muy pobre se queja. Si se siente que el Estado hace más por unos que por otros también. De hecho, la conclusión Marxista de un Estado proletario (¡mundial!) parte de esta premisa: los trabajadores y los campesinos se levantarán en todas partes del mundo por esto.

    En el mundo ideal libertario, en donde todos entienden que su posición en la sociedad es porque ellos se lo merecen («ese tipo es más rico que yo porque es más capaz, y se lo merece») por supuesto que la seguridad es suficiente. En el mundo de verdad, donde la posición que usted ocupa depende en buena parte de la posición que ocupó su papá, y su abuelo, etc.etc.etc. la gente se aburre y la seguridad no es suficiente para la estabilidad (aunque puede ser necesaria). Y acá estamos hablando de estabilidad: un estado social sin guerrilla y sin paras, con seguridad, pero con pésimos indicadores sociales no tiene la menor posibilidad de ser estable, y bueno, un experimento social divertido sería ver si la no presencia de guerrillas es estable en sí misma. Tocará ver qué nos depará el futuro.

    DV

  • Daniel Vaughan
    21 enero, 2008 at 11:56 pm

    Y finalmente, sobre su respueta larga a mi comentario igualmente largo:

    1. Después de haberse asentado no hubo aumento en los indicadores. Por supuesto que en la transición la hubo. Probablemente hubo más terror porque los métodos paras y guerrillas son diferentes.

    2. La falacia está en decir que los que denuncian abiertamente los crímenes de los paras están «promoviendo abiertamente a la guerrilla». Los sólo ejemplos que usted da se han discutido innumerables veces acá porque son característicos de su argumentación: los de la HRW critican al gobierno y a los paras y se convierten inmediatamente en seguidores de la guerrilla. Usted generalmente hace este tipo de apreciaciones de los foristas de este blog: si usted no monta un blog y escribe «¡NO AL SECUESTRO!» en mayúscula, negrilla en la esquina superior izquierda es inmediatamente un colaborador de la guerrilla. De hecho, hay una altísima probabilidad que haya pasado por una universidad. No espero que usted entienda este punto precisamente porque es algo tan natural para usted, que ya está interiorizado (y esas cosas sólo salen con años de citas con el psiquiatra).

    Y claro que este error tiene relación con su punto: usted estaba tratando de argumentar que la llegada al poder de los paras no es solución de la guerrilla. No sólo eso, lo agrava porque legitimiza aún más la ausencia del Estado, aumenta los crímenes y mejora el (ya de por sí) buen nombre de la guerrilla. Como ya discutí los últimos dos puntos, la relación está con el primero: no se legitimiza la ausencia del Estado.

    3. Como verá, a mi lo que los «columnistas de izquierda» o «columnistas de derecha» me tiene sin cuidado. Es más, cada vez leo menos columnistas. No hay peor error que la profesionalización del columnistas: la obligación de entregar una columna semanal hace que se tengan discusiones tan bobas como las que se han tenido en este blog (que Bejarano dijo esto, que Dartagnan dice que Chávez es marica, etc.etc.) Argumente lo que yo digo que está sin argumento, y no apele lo que dijo un «columnista de izquierda» o un gringo que usted conoció.

    4. Es importante recordar que los flujos migratorios generados por el conflicto interno han sido esencialmente internos (a excepción, obviamente, de las fronteras).

    Yo no discuto que la seguridad no sea importante. Lo que digo es que no es suficiente para que el estado social sea estable. Mejor dicho, estoy parcialmente de acuerdo con usted.

    DV

  • Jaime Ruiz
    22 enero, 2008 at 1:42 am

    Daniel, uf: es increíble la inclinación a aportar datos de fuera. Como si en esa canción de Charles Aznavour que en español decía «Bohemia de París, alegre, loca y gris de un tiempo ya pasado» alguien tuviera la tentación de meter un verso explicando que en París es donde está la torre Eiffel o donde vivía Edith Piaf. Entonces todo se vuelve a explicar de forma incesante porque al final el mejor recurso para aferrarse a una visión es no entender lo que dicen los demás: digo que hay partidarios de la guerrilla, no que los críticos de los paramilitares lo sean automáticamente, y que los partidarios de la guerrilla pretenden atribuir a las instituciones todos los crímenes de los paramilitares.

    El que usted vuelva con ese disparate es típica mala fe, ya he explicado que…

    ¿Decir que el Estado es paramilitar lo hace a uno partidario de la guerrilla? Sí, porque está contenido en la definición, no se pretende el triunfo de la legalidad sino su deslegitimación a causa de los crímenes paramilitares.

    Es muestra de falta de honradez volver que por ser crítico de los paramilitares no se es partidario de la guerrilla porque ser crítico de los paramilitares no lo hace a uno partidario de la guerrilla pues no por ser crítico de los paramilitares se es partidario de la guerrilla. ¿No le da vergüenza?

    Se es partidario de la legalidad o del chavismo. Tanto AI como HRW dicen que los paramilitares son agentes estatales, lo siguen diciendo, todo eso forma parte de un mundo ajeno a lo que usted enuncia en el punto 2 de su mensaje de las 18.56. Para mí hace falta respetarse muy poco a uno mismo para escribir algo así en este contexto:

    2. La falacia está en decir que los que denuncian abiertamente los crímenes de los paras están «promoviendo abiertamente a la guerrilla».

    No hay ninguna falacia porque una falacia es una mentira con apariencia de verdad y ahí no hay ninguna apariencia de verdad sino una mentira estúpida. Pero ¿dónde he escrito yo algo semejante? ¿No le da vergüenza? Los que dicen que los paramilitares son agentes estatales, como hacen AI y HRW no «denuncian abiertamente» a los paramilitares sino que alientan y justifican a las guerrillas, que resultan más legítimas que el gobierno pues se defienden y defienden a la población de la agresión de agentes estatales con motosierra. ¿Cómo que «denuncian abiertamente»…? ¿No le da vergüenza?

    ¿Son los paramilitares agentes estatales o no? ¿Mienten quienes consideran que los crímenes de los paramilitares son obra del Estado o no mienten? Creo que para poder discutir algo hace falta un mínimo de honradez.

    Los sólo ejemplos que usted da se han discutido innumerables veces acá porque son característicos de su argumentación: los de la HRW critican al gobierno y a los paras y se convierten inmediatamente en seguidores de la guerrilla.

    No, no «critican abiertamente», dicen casi siempre «El gobierno y sus aliados paramilitares han masacrado a tantos miles de personas». ¿Qué tiene eso que ver con «criticar abiertamente»? Y no, no son seguidores de la guerrilla porque la guerrilla es una tropa de asesinos rústicos que más bien cae en las falacias de esa gente. El problema es que la ridícula mentira de la frase anterior vuelve, como si repitiendo una mentira se fuera a hacer verdad.

    Genial, verdaderamente usted sí tiene autoridad académica y se atiene a las evidencias. Fulanito dice «Los negros son homosexuales» y usted lo defiende porque entiende que critica a los negros y a los homosexuales. Hace falta ser un débil mental que obra con mucha mala fe para llegar a eso.

    Usted generalmente hace este tipo de apreciaciones de los foristas de este blog

    ¿Cuándo? Más mentiras estúpidas para reforzar el disparate anterior. Lo de si las universidades colombianas «forman» a personas hostiles al capitalismo ya salió la semana pasada, por no hablar de que todos los informes que salen de la U. Nacional tienen el mismo sesgo. Sin duda son cosas del psiquiatra porque todo el mundo tiene que cambiar los textos ajenos para convertirlos en lo que quiere…

  • Daniel Vaughan
    22 enero, 2008 at 3:55 am

    Jaime,

    Entre tanto sarcasmo (hay uno que otro buen apunte) me perdí. El párrafo que escribió en negrilla, y que empieza con «ya he explicado» es mamando gallo, o es algo que usted cree.

    Bueno, me voy a arriesgar a interpretarlo como algo serio. El problema es que uno puede definir términos como lo que son y como lo que no son: por ejemplo, uno puede decir, «las maracas son un instrumento de percusión, relleno de semillas, y que produce un sonido como cuchucuchá-cuchá«, o uno puede definirlas como «un instrumento de percusión que no es una conga». La pregunta es cuál es una definición más precisa, y bueno, intuyo que en esto si coincidimos: por supuesto la primera. Una buena definición no puede ser tautológica (todo cumple con la definición) y tiene que ser lo suficiente precisa para diferencia al objeto de otros objetos. Por esta razón se suele definir objetos o conceptos por lo que son y no por lo que no son.

    El argumento suyo es una falacia (vaya a la RAE y vea la parte de «tener el objetivo de hacerle daño a alguien») porque parte de una definición por lo que no es: define al guerrillero como aquél que no es paramilitar.

    Pero bueno, usted ya se llevó la discusión a otro terreno, lo que hacen o no aquellos que apoyan a la guerrilla. Y ahí entramos en terrenos que yo no quiero volver a pisar, porque no vamos para ningún lado.

    DV

  • Maldoror
    22 enero, 2008 at 9:44 am

    Apelaez:

    La batalla de Stalingrado fue la victoria más importante de los sovieticos en la guerra (porque marcó el punto de inflexión en el que la marea cambio de sentido, por decirlo de una manera, aparte de que aniquiló un ejército Alemán completo). Pero técnicamente en Moscú los rusos obtuvieron su primera victoria al frenar el avance alemán hacia su capital, despúes de 6 meses de derrotas ininterrumpidas.

  • Jaime Ruiz
    22 enero, 2008 at 10:30 am

    Este Daniel verdaderamente carece de la menor decencia, miente sin inmutarse y rehúye los argumentos que no convienen a su mentira. Veamos un caso. Escribí en uno de los primeros comentarios, el de las 17.06:

    De modo que los que apoyan a las guerrillas se presentan como humanistas que sufren mucho por los crímenes de los paramilitares, que son resultado de las guerrillas. Esas personas intentan a toda costa asociar al gobierno con las AUC para hacerlo fracasar en su esfuerzo para hacer que las guerrillas negocien su desmovilización tal como han hecho las AUC.

    Pero en el último comentario aparece Daniel:

    Pero bueno, usted ya se llevó la discusión a otro terreno, lo que hacen o no aquellos que apoyan a la guerrilla. Y ahí entramos en terrenos que yo no quiero volver a pisar, porque no vamos para ningún lado.

    ¡Pero si era de lo que estaba hablando, lo otro es lo que le gustaría leer a Daniel:

    parte de una definición por lo que no es: define al guerrillero como aquél que no es paramilitar.

    ¿Dónde hay algo remotamente parecido? Hay que obrar de muy mala fe para llegar a escribir algo tan absurdo. Mejor dicho, estar acostumbrado a que todo el mundo va a aceptar las falacias más estúpidas porque uno habla en jerga de economistas.

  • Maldoror
    22 enero, 2008 at 10:46 am

    Jaime:

    Normalmente no me molestaría en responderle nada de las idioteces que ud suele escribir, pero viendo su última autoreferencia en su discusión con Daniel, no dejo de preguntarme porque piensa que «se intenta asociar al gobierno con las AUC», cuando la asociación es clarisima: varias decenas de parlamentarios – en su aplastante mayoría de partidos uribistas- en la cárcel o investigados por nexos con los paras (entre ellos el primo del presidente, y lo del parantesgo vale huevo, si no fuera porque ambos han trabajado juntos en política incluso en un mismo movimiento político). Un director del DAS, nombrado y defendido por el este gobierno y Uribe, en la cárcel por facilitarle datos a los paras. Un general acusado por multiples testimonios de ayudar a paramilitares a cometer masacres (general que fue homenajeado por Uribe hace no mucho tiempo). Un proceso de paz diseñado para asegurarles a los paramilitares la menor permanencia posible en la carcel, a pesar de que cometieron unos crimenes espantosos, cientos de miles de desapariciones, mutilaciones, desplazamiento de millones de personas de sus tierras. Una absoluta falta de voluntad política para expropiar las tierras de estos señores y de sus benefactores hacendados y latifundistas, entre los que ejem, está el mismo presidente. Incluso la voluntad de darle status político a esos paramilitares, a pesar de que nunca tuvieron un ideario político ni se propuesieron la toma del poder (mientras se lo niegan a la guerrilla). Las conexiones del gobierno con el paramilitarismo son evidentes, no son ningún invento. Mientras tanto, ud en su habitual mala fe y absoluta incapacidad de ofrecer una razonamiento medianamente decente todavía nos quiere hacer cree que Santodomingo es un mecenas de la guerrilla porque permite publicar columnistas fundamentalmente opuestos a las políticas del gobierno de seguridad democratica, en medios escritos de su propiedad.

    Daniel:

    Yo sé que despues de lo que acabo de escribir no tengo autoridad moral para preguntarselo ¿Pero ud porque se empeña en discutir con un energumeno irracional e idiota como JR?

  • Daniel Vaughan
    22 enero, 2008 at 4:02 pm

    Jaime,

    Por supuesto que usted es un poco (¿qué tanto?) más sofisticado que eso. Vuelvo al cuento de la definición: hay dos extremos de una definición que no sea tautológica. Es puntual, definiendo lo que es, o en el otro extremo, define algo como lo que no es. La que yo pongo por supuesto está en el extremo de lo que no es.

    Su definición es un poco más sofisticada que esto, pero no mucho más. Y se daría cuenta de esta si hace el intento de definir a alguien que apoya a la guerrilla por lo que son, y no por lo que no son.

    Si lo hace, se dará cuenta que por el otro lado caemos todos como colaboradores de la guerrilla: quienes denuncian a los paras, quienes denuncian al Estado, quienes denuncian a los paras y al Estado (no estoy seguro si usted se da cuenta que en muchos casos, tal vez en la gran mayoría— todavía no lo sabemos— los paras y el Estado operaban en conjunto.), los que hablamos pendejadas en los blogs, etc.etc. Hasta usted cae ahí, a menos que usted efectivamente sea o tenga algún vínculo con los paras. Esto no lo sabemos, y no es importante en este momento, porque es entrar en el terreno de la especulación.

    Fíjese que esta discusión degeneró en lo de siempre: la forma como usted generaliza y mete a todo el mundo en un mismo saco, el saco de los colaboradores de la guerrilla. Y lo hace de una manera tan irracional que en serio creo que no se da cuenta. Déjeme insistir una vez más: haga el ejercicio de definir a alguien que pertenezca a la guerrilla o sea colaborador a amigo de las ideas de la guerrilla. Cuando tenga esta definición, se dará cuenta que no necesariamente quienes denuncian a los paras, al Estado o a los dos juntos, son colaboradores de la guerrilla (por supuesto que la guerrilla misma lo hará, así que seguro hay una minoría que así lo hagan). El problema en estas discusiones es que uno tiene que empezar por fijar el lenguaje. Si no, no nos entendemos: para usted un guerrillero es un concepto totalmente diferente al de un colombiano promedio. Puede que el último sea un ñángara (una muestra de nuestra colombianidad, si quiere) pero puede que usted sea el que empezó mal.

    DV

  • Jaime Ruiz
    22 enero, 2008 at 11:17 pm

    «Las cosas se pueden decir sin meterle tanta testosterona», es la frase con que un usuario de Gacetilla enlaza el último artículo de William Ospina, «Carta abierta al presidente Chávez», que termina proclamando la admiración y respeto del escritor por el prócer venezolano. Sería divertido ponerse a evaluar lo que significará «decir» «las cosas», porque la gente no dice siempre lo mismo.

    Pero el artículo de Ospina definitivamente es muy interesante y tiene relación con el tema de la columna de Alejandro, sólo que desde mi punto de vista queda claro por qué no me gusta ésta. Me queda la impresión de que alguien comenta la eficiencia de uno que consigue cometer el crimen perfecto, y en el caso de Ospina le advierte que no se eche encima las atrocidades de las guerrillas so pena de echar a perder su logro, mientras que la alusión de Alejandro a los homicidios en Venezuela parece la denuncia de que ya se echó a perder esa obra magna: la cuestión moral del crimen (en el sentido del ejemplo, no de las cifras de homicidios) desaparece.

    De modo que la denuncia de Alejandro lo pone respecto a Chávez en la misma posición en que está Ospina respecto a las guerrillas: desaprueban sus métodos y sus resultados pero no dicen nada sobre sus fines. El proyecto bolivariano es para Ospina resueltamente loable, mientras que para Alejandro es condenable porque no funciona. Si el primero dice que no hay violencia (que es «democrático»), Alejandro menciona unas muertes que todo el mundo conoce pero que no son obra del conflicto político.

    Por una parte, los índices de homicidios podrían bajar drásticamente si el gobierno se concentrara en remediarlos, cosa que es perfectamente posible y de la que ya hay evidencias, todo depende de la disponibilidad de recursos. Podría aparecer una nueva fuente de ingresos aún más rentable que el petróleo, algún mineral raro o algo así, con lo que el gobierno venezolano podría efectivamente proveer a toda la población comida y vivienda y educación y salud y seguridad. El reproche de Alejandro a la Revolución bolivariana por los datos de homicidios es una cuestión principalmente técnica. Con excelentes resultados en todos los terrenos, el chavismo no sería menos condenable (desde mi punto de vista) pero sí mucho más difícil que combatir. Mucho me temo que desde el punto de vista de Alejandro de todos modos no habría necesidad de hacerlo.

    Me parece que es el resultado de no querer meterse en Honduras, que no se sale de Guatemala ni siquiera hacia Guatepeor.

  • Alejandro Gaviria
    22 enero, 2008 at 11:57 pm

    Jaime: esta discusión ya la habíamos tenido cuando yo escribí una columna sobre la ausencia de resultados de las misiones de Chávez y usted replicó diciendo (de manera irónica) que yo había escrito una defensa inigualable del proyecto bolivariano. Una puede criticar las misiones por sus fines: la consolidación de un régimen totalitario. Pero puede también hacerlo por sus resultados: la ausencia de efectos positivos sobre el bienestar social, etc. No creo que ambas críticas sean sustitutas. O que la primera sea la única válida.

    Creo, por el contrario, que los fines y los resultados están íntimamente ligados. El proyecto totalitario de Chávez está sostenido por un orden institucional extraño, en el cual el Estado se ha transformado en un dispensador de rentas a los ciudadanos o funcionarios leales. El Estado no existe como proveedor de seguridad, legal o económica. De allí los homicidios y el desabastecimiento. Esto es, los fines y los medios son consustanciales. Dos síntomas distintos del mismo fenómeno. Si mañana mejora la seguridad o el abastecimiento de alimentos es porque habrán también cambiado los fines del “proceso venezolano”.

  • Jaime Ruiz
    23 enero, 2008 at 12:28 am

    Alejandro, la cuestión de los fines es la más importante porque atañe a lo que se puede confrontar en un foro. William Ospina expresa algo que comparte muchísima gente en Colombia, el aprecio por el socialismo y la incomodidad por las atrocidades que a veces se cometen al aplicarlo. ¿Quién dirá que Allende fue un gobernante funesto en extremo? En el caso de Cuba, todos lo sabemos, las dificultades que experimenta la gente son culpa del bloqueo del imperio, lo demás despierta muy poco rechazo entre los bogotanos de familias acomodadas (no puedo decir mucho sobre la gente de otras regiones, pero creo que será lo mismo).

    Y la relación entre fines y logros de su segundo párrafo no convence mucho. Si a pesar de la miseria y la violencia Chávez obtuvo un porcentaje de votos similar al de Uribe en 2006, se puede suponer que los ciudadanos dispuestos a resistir en caso de que los precios del petróleo se dispararan y los recursos del gobierno aumentaran serían muy pocos. ¿Qué cuesta imaginar que contratan a un equipo de tecnócratas dedicados a hacer que el país escale posiciones en el IDH? Perfectamente lo podrían hacer, del mismo modo en que Cuba ha sido por mucho tiempo primera potencia deportiva de Hispanoamérica en términos de medallas.

    En tal caso, en Venezuela quedarían muy pocos descontentos, pero en Colombia a los que no amáramos a Mico Mandante nos encerrarían en el psiquiátrico. Bueno, no habría necesidad, ya vivimos fuera y somos poquísimos.

  • Carlos
    23 enero, 2008 at 12:28 pm

    La inseguridad parece que esta afectando la imagen de Chavez.

    Saludos,
    Chavez

  • charlie
    24 enero, 2008 at 2:29 pm

    Lo grave no es la estafa de Chávez a su pueblo.
    Lo grave es que en Latinoamérica haya tanta gente en condiciones de ser estafada.

  • Jaime Ruiz
    25 enero, 2008 at 6:19 pm

    Daniel, en este mundo abundan las personas que hablan de mala fe y las que padecen graves déficit de comprensión de lectura. Usted adolece de ambas inclinaciones, pero el cinismo con que sigue mintiendo sólo describe a un canalla muy despreciable:

    AL MENOS CINCO VECES EN ESTA DISCUSIÓN HE ESCRITO QUE NUNCA HE ESCRITO QUE LOS QUE DENUNCIAN A LOS PARAMILITARES SEAN DEFENSORES DE LA GUERRILLA.

    ¿En qué sigue usted? En repetir una y otra vez la misma mentira. Si mañana alguien señalara que todos los MacAlister son británicos usted sin ningún problema entendería que todos los británicos son MacAlister y juraría haber oído hablar de muchos que tienen otros apellidos. Y ninguna aclaración lo sacaría de su conclusión, buscaría los directorios telefónicos de las ciudades británicas para mostrar que hay personas con otros apellidos, etc.

    ¿Dónde he escrito que los que critican a los paramilitares sean partidarios de la guerrilla?

    No sé cuántas veces habré explicado eso y sé que no conducirá a nada, si es que usted responde (pero esto ya no lo lee nadie) dirá que yo estoy sustentando que los que critican a los paramilitares o al Estado son partidarios de la guerrilla. Usted sólo repite lo mismo porque es como un guión que trae preconcebido y cuya aplicación se divide en dos partes. La primera es el tono condescendiente:

    Pero por otro lado, cualquier persona que haya vivido en una zona con dominio para atestiguará que efectivamente «los paras son» EL «antídoto contra la guerrilla».

    A mi tampoco me cabe la menor duda que Uribe piensa lo mismo. Y la razón es muy sencilla: en una guerra irregular, donde un ejército (el colombiano) tiene que respetar el DIH mientras que el otro (las guerrillas) hacen lo que quieran (masacran indiscriminadamente, atentan contra la población civil, llenan los campos de minas antipersona, secuestran, trafican con droga, etc.etc.etc.) es claro que el primero está en desventaja. No sólo eso, mientras que los miembros del primero tienen que portar uniformes y son claramente identificables, los segundos se camuflan entre la población rural.

    Usted se muestra comprensivo con Uribe que, sale de sus palabras, piensa que los paramilitares son el antídoto contra la guerrilla, pero extrañamente los hace desaparecer. Usted ejerce la medicina, cree que la penicilina es el antídoto contra la tuberculosis, pero por eso le quita la penicilina al paciente. Genial.

    Pero no es una cuestión subjetiva de Uribe, sino algo muy lógico que usted mismo piensa. Cualquiera que lo lea pensará que es un partidario de los paramilitares. Sólo que después de que yo le he explicado al menos cinco veces que no, que no por el hecho de criticar a los paramilitares se es partidario de la guerrilla y que yo nunca he escrito nada parecido, usted tiene que volver con su ideíta de antes (mucho me temo que se la ha sugerido Javier Moreno, el cual estuvo como un año con la misma obsesión:

    Hasta usted cae ahí, a menos que usted efectivamente sea o tenga algún vínculo con los paras. Esto no lo sabemos, y no es importante en este momento, porque es entrar en el terreno de la especulación.

    Seguro, hombre, es la clase de argumentación de ustedes. ¿Qué es lo que se ha estado discutiendo? ¿Qué he escrito yo? ¿En alguna parte he escrito algo que usted pueda considerar justificación de los paramilitares? Nada de eso, no hay nada, pero es lo que quiere usted promover.

    Da asco, alguien tan bajo y tan estúpido no merece ninguna respuesta ni ninguna atención.

  • Daniel Vaughan
    25 enero, 2008 at 8:26 pm

    Hombre Jaime,

    No hay necesidad de apelar a este tipo de lenguaje: «da asco alguien tan bajo y tan estúpido no merece ninguna respuesta ni ninguna atención.»

    Yo pensé que ya habíamos dejado esa discusión de lado, pero me imagino que como es viernes y ya el resto está igual de apagado, tocaba volver.

    Bueno, volvamos rápidamente al punto, de manera decente y sin necesidad de utilizar agravios o insultos.

    En su respuesta a mi primera respuesta, usted dice:


    El problema en Colombia es que hay un bando que apoya a las guerrillas pero la gente no quiere ver que eso existe. De modo que los que apoyan a las guerrillas se presentan como humanistas que sufren mucho por los crímenes de los paramilitares, que son resultado de las guerrillas. Esas personas intentan a toda costa asociar al gobierno con las AUC para hacerlo fracasar en su esfuerzo para hacer que las guerrillas negocien su desmovilización tal como han hecho las AUC.

    Esta es la raíz de nuestra discusión que degeneró en insultos. Digamos que efectivamente hay «un bando que apoya las guerrillas» (esto no es difícil de imaginar, por supuesto, aunque lo interesante es que este grupo, que seguramente en los 60s era grande, ahora debe ser minúsculo, pero bueno, eso es harina de otro costal).

    La siguiente frase es subjetiva y personal (suya, por supuesto): De modo que los que apoyan a las guerrillas se presentan como humanistas que sufren mucho por los crímenes de los paramilitares, que son resultado de las guerrillas.
    ¿Por qué digo que es subjetiva? Primero, parte de la base que ese grupo que apoya a la guerrilla (los simpatizantes de la guerrilla, mejor) se presentan como humanistas, y la causa son los crímenes de los paramilitares. Indudablemente la lucha guerrillera se presenta como humanista, si esto significa la búsqueda del cambio de un estado social más inequitativo a uno más igualitario, cueste lo que cueste (el viejo dicho «el fin justifica los medios» explícito en el discurso marxista-leninista). Que se presenten como humanistas por ser víctimas de los paras desconoce la cronología de los hechos (la lucha guerrillera se dio por lo menos dos décadas antes que la combinación de guerrilla-paras-Estado a la que usted hace alusión).

    Así que la única forma de interpretar esta parte de la frase es que los «simpatizantes de la guerrilla» son unos neo-simpatizantes es decir, no lo son por lo que la lucha guerrillera representa en sí misma (o en sus orígenes por lo menos) sino lo son como una respuesta al fenómeno narco-paramilitar que se generalizó en los 80s.

    No se si hasta ahí estemos de acuerdo. La última parte de la frase (… paramilitares, que son resultado de las guerrillas) no se por dónde entra, seguro para mostrar la contradicción del asunto.

    Pero bueno, ya para terminar sólo quiero volver al punto que usted recurrentemente utiliza, y que yo (recurrentemente también) he llamado el sesgo de generalización. Seguramente Carlos encontrará en wikipedia un término más sofisticado, probablemente en latin, pero por ahora esto basta. Consiste en meter en un mismo saco a una cantidad de gente que no debería estar ahí, o si prefiere, consiste en ponerle un nombre equivocado al saco.

    ¿Para dónde voy? En su respuesta de las 15:33, usted menciona varios puntos que se derivaron de la ausencia estatal «derivada del cambio de paras por guerrilla» (o algo así, punto igualmente controversial, pero ya se discutió varios posts arriba sin llegar a ningún lado). El segundo punto es el siguiente: esta ausencia genera un impacto en desprestigio del Estado y aliento a los partidarios de la guerrilla, que explotaban cada crimen de paramilitares como si fuera del Estado, lo que los autorizaba a promover abiertamente a las guerrillas (casi toda la prensa bogotana, AI, HRW, la ONU, los sindicatos, etc., estaban en ésas);

    Y ahí es donde volvemos al punto que usted discute de manera tan elegante en su último post. Usted replica con rabia: «AL MENOS CINCO VECES EN ESTA DISCUSIÓN HE ESCRITO QUE NUNCA HE ESCRITO QUE LOS QUE DENUNCIAN A LOS PARAMILITARES SEAN DEFENSORES DE LA GUERRILLA» (la rabia la deduzco por la negrilla y las mayúsculas)…

    Lea por favor el párrafo anterior y busque la contradicción.

    Cordialísimo saludo.

    DV

  • Jaime Ruiz
    25 enero, 2008 at 9:25 pm

    Daniel, siempre lo mismo: una cosa es el supuesto de que todos los MacAlister sean británicos y otra que todos los británicos sean MacAlister. ¿Cómo puede haber que explicar eso de nuevo? Suponiendo que eso efectivamente ocurriera, todos los MacAlister exhibirían un pasaporte británico, y nadie que no exhibiera un pasaporte británico sería un MacAlister. Lo que nadie tiene derecho a pensar es que todo el que tenga un pasaporte británico se llama MacAlister.

    De modo que yo he dicho que hay un bando llamado izquierda o izquierda democrática que pretende destruir al Estado existente (es decir, al sistema democrático) y se excusa en la descalificación de ese Estado por los crímenes de los paramilitares o de complicidad de agentes de ese Estado con paramilitares.

    ¿Eso llega a entenderse? Pues nadie tiene por qué inferir que los que están en contra de los paramilitares pertenecen a esa izquierda o muestran ninguna parcialidad respecto a las guerrillas. En el mundo sólo quedarían dos clases de personas: las que apoyan a la guerrilla y critican a los paramilitares, y las que apoyan a los paramilitares. Lo cual es visiblemente absurdo porque la mayoría de las personas que conozco no apoyan ni a las guerrillas ni a los paramilitares. Ni yo mismo apoyo a las guerrillas ni a los paramilitares. Ni la mayoría de las personas que comentan aquí apoyan a unos ni otros.

    ¿Vuelvo a explicárselo? Usted conservará muy buenos modales, eso no quita que mienta y mienta y mienta. Yo creo que en términos generales para los colombianos no es posible distinguir una cosa de otra, que los buenos modales son licencia para mentir.

    Y el texto copiado en negrita en su último comentario no entra en ninguna contradicción por ese hecho: los amigos de las guerrillas utilizan el paramilitarismo para deslegitimar al Estado, eso lo hacen porque son partidarios de la revolución o implantación de un régimen como el cubano. Son amigos de la guerrilla porque son amigos de la guerrilla, lo que digan de los paramilitares no los hace amigos de la guerrilla, del mismo modo que si un ciudadano de apellido MacAlister emigra a Australia su hijo se llamará MacAlister pero no será británico. Yo creo que un niño de cinco años entiende eso, salvo que tenga la intención de repetir y repetir una mentira.

    ¿Se escandaliza usted de que yo diga que la prensa bogotana, AI, HRW, los sindicatos y la mayoría de los profesores universitarios que opinan sobre política son partidarios de las guerrillas? Eso no les viene de estar en contra de los paramilitares sino de sus supuestos de sus asertos, de sus premisas, etc.

    Pero creo que lo he explicado ya unas diez veces y no hay modo: usted viene a decir que soy el portavoz de los paramilitares y cree que parecerá más auténtico porque usted tiene buenos modales. Da lo mismo que se le explique algo cientos o miles de veces, siempre repetirá su mentira sin inmutarse. Es la clase de discusión que se estila en Colombia y lo único que cuenta es el añadido de nombres extranjeros, diplomas y algo de jerga de alguna profesión.

  • Daniel Vaughan
    25 enero, 2008 at 10:16 pm

    Un segundo, usted ahora está diciendo que no todos los británicos son MacAlister? Ahora el indignado soy yo… hay estudios que lo demuestran.

    No mentiras… vamos a la parte seria de su post.

    Empieza por decir que hay una izquierda democrática que pretende destruir el régimen democrático… ahí ya me perdí, porque claramente el título de «izquierda democrática» no puede ser correcto… pero bueno, independientemente de este pequeño problema, continuemos. (esto de alguna manera le dará la razón, por supuesto, porque ha encontrado usted una gran contradicción de la izquierda democrática… no sobra decir que no es cierto: 1. No es claro que el grupo de gente al que usted les pone el título de «izquierda democrática» probablemente ni siquiera se autodenominaría así, y sobre todo, probablemente ni siquiera estarían de acuerdo en que pertenecen a tal grupo… pero bueno, supongamos que efectivamente «sus actitudes demuestran que pertenecen a tal grupo») 2. Incluso si ese grupo existe, dudo mucho que pretendan «destruir al Estado existente»… eso, mi querido amigo Rubén (usted se autodenominado Jaime Ruiz, pero como no es más que un seudónimo, yo he decidido llamarlo Rubén, en honor a alguien que admiro, el cantautor panameño, por supuesto… pa’que vea cuánto lo aprecio) se llama hacer oposición. Es la discusión de siempre: lo que para usted es «izquierda democrática que pretende derrocar al régimen e instaurar un régimen fascista-comunista» es lo que la gran mayoría de colombianos— tal vez por ñángaras algunos, y otros por haber tenido el infortunio de estudiar en una universidad— llamamos oposición. Usted es el mejor ejemplo de la polarización que ha habido en el gobierno de Uribe: si no es de los míos, es de los otros… una gran teoría conspirativa… divertida, eso sí…

    Sigamos…

    Su texto en negrilla dice lo siguiente:

    Los partidarios de las guerrillas, utilizan los crímenes de los paramilitares para desprestigiar al Estado.

    Hasta ahí eso está bien, mejor dicho, hasta ahí estamos de acuerdo… de hecho, históricamente eso hace parte del argumento revolucionario: hay un Estado que beneficia y nutre a unos pocos. Ese Estado («que representa a la oligarquía») persigue y aniquila cualquier intento «del proletariado» de alcanzar de manera legítima el poder. Yo no soy la persona adecuada para dar un dictamen sobre el estado de verdad de este argumento, pero creo que tiene algo de razón.

    El problema está en su paréntesis, que por el hecho de estar entre paréntesis lo hace parecer inofensivo, pero no lo es: ahí mete en ese talego de simpatizantes de la guerrilla a todo el mundo: la prensa bogotana, los «columnistas de izquierda», AI, HRW, ONU y el resto del mundo… ese «etc.etc.etc» en serio mete a todo el mundo.

    Fíjese y verá que ese paréntesis es el argumento que hace que el siguiente párrafo sea contradictorio…

    Así que para evitarnos más discusiones pendejas, concentrémonos únicamente en el paréntesis… ahí veremos que usted cae solito.

    Por favor cuéntenos qué hace que AI, HRW, ONU, prensa bogotana, etc.etc.etc. sean simpatizantes de la guerrilla.

    Si tiene un buen argumento le cedo el punto.

    DV

  • Jaime Ruiz
    25 enero, 2008 at 11:35 pm

    Magnífico, el hecho de condenar a los paramilitares no lo hace a uno amigo de la guerrilla, pero es probable que el hecho de ser amigo de la guerrilla sí lo lleve a condenar a los paramilitares. Triste repetirlo tantas veces, pero es lo que hay.

    Bueno, ¿qué hace la prensa bogotana, AI, HRW, Hugo Chávez, Mengeland y Demoyne, los sindicatos controlados por el PCC y tutti quanti para que uno diga que no simplemente son enemigos de los paramilitares sino promotores de la guerrilla? Lo que ellos hacen es legitimar a la guerrilla con sus falacias, cosa que no tiene nada que ver con condenar a los paramilitares, cosa naturalmente razonable (aunque está el hecho de que mayoritariamente se han desmovilizado y sus jefes están en la cárcel, cosa que sólo niegan los más obstinados).

    Fíjese que cuando uno piensa en personas que no apoyan a la guerrilla y sí condenan a los paramilitares sale la inmensa mayoría, mucho más del 80 % de la población de las grandes ciudades del interior. Por eso decir que uno mete en el mismo saco a todo el mundo es mentir. Del mismo modo que decir que los que aspiran a ver un cambio en la sociedad gracias a la guerrilla son «la oposición»: son la oposición que promueve las masacres y bombas, cuando la oposición promueve las masacres y bombas no es oposición democrática sino parte de la organización criminal. Cuando yo llamo a los comunistas «izquierda democrática» uso el nombre que ellos se ponen y que corresponde al hecho de que participan en las elecciones, que es como cuando Hitler se presentó a las elecciones, también era un demócrata… Yo no lo sé: para mí los enemigos de la democracia no son democráticos, pero si ellos se llaman «izquierda democrática» no tengo más remedio que llamarlos así, del mismo modo que si usted lee ELN no espera que yo haya escrito esas letras creyendo que ese grupo aspira a ninguna «liberación nacional».

    Pongamos el caso de la prensa: durante los años del Caguán nunca encontré un solo artículo que pusiera en cuestión la licitud de negociar las leyes con las FARC, según la agenda del Caguán. Son unos 7.000 artículos en El Tiempo y todos evaluaban desde diferentes puntos de vista el resultado de la negociación, la mayoría aceptando que las FARC obraban dentro de cierto margen de legitimidad al secuestrar gente y destruir pueblos con cilindros. Si se suman los artículos de El Espectador, Cromos, Semana…, serían tal vez el doble de artículos, y nunca ninguno se opuso a la negociación de la política con las guerrillas. ¿Es ésa una disposición favorable a la pretensión de las guerrillas? Por supuesto que sí: lo que hay que pensar es que si un gobierno cede al terror que impone una banda de asesinos y premia sus crímenes a costa de las víctimas, éstas tienen el deber de tomar las armas para restaurar la democracia. Recuerdo que cuando Pastrana amagó con suspender el despeje apareció un editorial de El Tiempo señalando que aunque las FARC fueran derrotadas siempre saldría quien las reemplazara porque la sociedad era muy injusta. La justicia para el editorialista y para casi todos los columnistas y aun para casi todos los profesores universitarios (por ejemplo, Álvaro Montenegro), consiste en suspender las urnas. Bueno, todavía en 2002, a pesar de que un candidato que representaba la negativa a negociar las leyes con las FARC punteaba notoriamente en las encuestas, la prensa promovió masivamente a uno que proponía negociar rápidamente una constituyente con las guerrillas. La exposición del candidato Garzón en El Tiempo durante los meses previos a las elecciones de 2002 fue unas ocho veces mayor que la del candidato Álvaro Uribe, el cual a la postre obtuvo unas ocho veces más votos. Yo tengo para mí que si los medios promueven de forma tan abierta a un señor cuyo programa ni siquiera menciona ninguna medida para combatir a las guerrillas y en cambio se propone acabar con el «conflicto» nombrando a una parte de los delegados de una constituyente y dejando a las guerrillas nombrar a la otra parte, esos medios están apoyando la pretensión de las guerrillas, que enarbolaban la misma bandera.

    Dese cuenta de lo largo que se hace señalar sólo un punto de la conducta de unos de los promotores y socios de las guerrillas. Pero se trata de multitud de falacias basadas en la manipulación lingüística: la tarea de afirmar que el gobierno ha fracasado porque las guerrillas cometieron un atentado terrorista y por tanto se debe apoyar a candidatos como Carlos Gaviria, que quería la «solución política negociada del conflicto social y armado», es sólo un ejemplo entre miles.

    Pongamos por caso las ONG de paz y derechos humanos, la mayoría de las que operan en Colombia son parte de la labor del terrorismo, recuerdo a muchas personas europeas que van a colaborar con esas ONG y en realidad saben que están colaborando con las guerrillas y con las campañas de las guerrillas en Europa. Pero eso forma parte del terreno de las acciones y no las podemos juzgar sin conocerlas con precisión. Si nos quedamos en el terreno de las palabras, las declaraciones de AI y HRW sobre el conflicto colombiano son casi siempre idénticas a la propaganda de las FARC, sólo que hace falta al menos la honradez de leerlas. Y es un problema porque la gente no lee lo que escriben pero sí se siente autorizada a hablar de esas ONG. Recuerdo un resumen que publicó AI sobre la situación en San Vicente del Caguán unos meses después del despeje, había toda clase de evaluaciones sobre los hechos ocurridos cuando había salido la guerrilla y en realidad eran puras nimiedades, incluidas cosas como que los soldados le hacían mala cara a algún poblador. Para el autor de ese informe lo que ocurría cuando las FARC dominaban la región era una situación claramente deseable, y el informe hablaba de «deterioro» y multiplicación de la violencia. Pero antes fueron reclutados en la región unos 5.000 niños y en algún caso a un señor lo quemaron vivo por no entregar los niños, muchos secuestrados fueron llevados allí, muchas personas intrusas fueron asesinadas sin contemplación, etc.

    Yo no digo que ese documento de AI sea igual que la propaganda de las FARC porque uno no encuentra en Anncol ni en ningún medio de las FARC tanto cinismo. Lo mismo puede decirse de informes de la más alta dirección de esa ONG en los que se habla de lo que hace «el estado y sus aliados paramilitares». Puede que para usted el nivel de esos términos no sea problemático. Resulta que el Estado no es algo que pueda ponerse en cuestión ni compararse con una banda de asesinos. Nunca hubo ninguna política de Estado de alianza con las bandas de sicarios del narcotráfico a los que la propaganda convirtió en «paramilitares», de modo que ¿cuál Estado? Ni siquiera se puede decir eso de ningún gobierno ni de ninguna cúpula militar. Si resulta que en algún lugar, como ciertamente ocurrió, algún militar comete delitos aliándose o no con «paramilitares», se trata de una infracción contra ese Estado, que contempla el ordenamiento legal en que se sustenta. La idea de que los paramilitares son «aliados» del Estado es clara legitimación de la guerrilla, a la que se pretende equiparar con las instituciones DEMOCRÁTICAS. El Estado es el orden democrático en el que se elige a los gobernantes, los gobernantes colombianos son todo lo horribles que usted quiera, pero más legítimos que cualquier aspirante. En otros casos de guerra sucia, como en el del GAL en España, a nadie se le ocurre pensar que es «el Estado» quien comete o encarga esos crímenes y nadie pone en cuestión al Estado español sino al gobierno que los cometió y a los guardias civiles y policías que participaron en ellos. Exactamente lo mismo que con gobiernos criminales como el de Pinochet, responsable de varios miles de asesinatos, uno nunca oye que se deslegitime el Estado chileno ni que haya una responsabilidad de todas las instituciones surgidas de la democracia por esos hechos cometidos por los militares.

    La actitud de AI y HRW es parte de una actitud de imperialismo «humanitario» que tranquilamente pasa por encima de la voluntad de los ciudadanos colombianos y deslegitima a las instituciones para favorecer a los miembros de una banda criminal que comparte la ideología con los dirigentes de esas organizaciones. Pero en ello hay una traición a los objetivos con que fueron creadas y una labor de lo que en la jerga trotskista se llamaba «entrismo»: tras la caída del comunismo los militantes ven perdido el futuro como defensores de la dictadura del proletariado, entonces se dedican a otras causas: feminismo, ecologismo, derechos humanos…, siempre manteniendo los valores antiliberales y antiamericanos que los habían llevado a ser comunistas. El objetivo del fundador de AI era oponerse a la tortura y a la pena de muerte en todo el mundo, el de los que ocupaban la dirección durante los años del Caguán y siguientes es oponerse a lo que se opone a la tortura y el asesinato. Son parte de una conjura criminal, tan responsables como cualquier miembro del Secretariado. El único problema es que la gente no va a ver lo que son las cosas sino que se aferra a lo que prejuzga y a lo que había en los rótulos.