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15 agosto, 2007

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Los pobres y la despenalización

El economista Gary Becker ha sido uno de los más elocuentes (o, al menos, de los más insignes) defensores de las despenalización de la droga. Becker ha argumentado que la despenalización beneficiaría mayoritariamente a los más pobres. “¿Quien podría dudar –ha escrito– que la guerra contra las drogas ha perjudicado mayoritariamente a los pobres? Los pobres son quienes están en la cárcel condenados por delitos asociados a los drogas, quienes han visto sus vecindarios destruidos, etc.” Los pobres son, además, quienes luchan la guerra contra las drogas. Vestidos de soldados, de guerrilleros o de mercenarios.

Paradójicamente, la despenalización cuenta con mucho menor apoyo entre la población más pobre. En Colombia, según las cifras de la Encuesta Social y Política (ESP) de la Universidad de los Andes, el apoyo a la despenalización es 10% en el quintil inferior y 40% en el superior (ver Gráfico). La diferencia es de 4 a 1. Los ricos y los pobres difieren en su respaldo a la economía de mercado (mayor en los ricos), en su interés por la política (mayor en los ricos) y en su apoyo a la severidad de la justicia (mayor en los pobres). Pero, de todas las variables incluidas en la ESP, la despenalización de la droga está asociada con la mayor diferencia en las opiniones de ricos y pobres.

¿Cómo explicar la aparente paradoja planteada por la tesis de Becker y las opiniones de los pobres? En primer lugar, para los pobres, el costo de la despenalización (mayor consumo de drogas) es probablemente más palpable que su beneficio (menores tasas de encarcelamiento y menores muertes violentas). El costo es evidente; el beneficio hipotético. El costo afecta a la mayoría; el beneficio sólo a los involucrados en el negocio. En otras palabras, los pobres sólo tendrían en cuenta los efectos de equilibrio parcial; los ricos, por su parte, también incorporarían en sus juicios los efectos de segundo y tercer orden: los de equilibrio general.

En segundo lugar, los pobres suelen ser mucho más aprensivos con relación a los cambios que puedan afectar el orden y la seguridad de sus vecindarios. En general, los pobres ponen un mayor énfasis en la estabilidad. En el caso colombiano, los pobres tiene preferencias más antiliberales: en contra de la economía de mercado, de la despenalización de la droga y de los límites a la libertad de prensa. Y a favor del cierre del Congreso y de un dictador benevolente.

En últimas, la penalización parece tener un atractivo populista. O dicho de otra manera, la despenalización es elitista: su respaldo es irrisorio en los grupos más pobres y precario en las clases medias. Termino con una paradoja. Desde un punto vista político, la despenalización necesitaría la reiteración de un discurso paternalista. Casi antiliberal. Necesitaría convencer a los ciudadanos más pobres que todo es por su propio bien.

Resumiendo: las noticias (las opiniones, en particular) no parecen favorables para quienes abogamos por la despenalización de la droga.