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Una lengua de emigrantes

“Nuestra lengua, la pobre…”. Así tituló Antonio Caballero un artículo publicado en la última edición de la revista cultural Arcadia. En opinión de Caballero, ya nadie quiere hablar o escribir en español. Los comerciantes negocian en inglés. Los filósofos especulan en alemán. Los diplomáticos saludan en francés. Y ahora, con el advenimiento del proteccionismo lingüístico, los vecinos hablarán en vasco o en gallego o en quechua o en palanquero o quién sabe en qué otro dialecto resucitado no tanto por la voluntad de los hablantes, como por el capricho de los burócratas de la cultura. Además, escribe Caballero, “tampoco hay, ni ha habido nunca, un escritor ruso, digamos, que haya escrito en castellano; ni un hindú, ni un sueco, ni un turco, ni un neozelandés. Cosa que sí sucede en otras lenguas. Hay escritores malayos que han decidido escribir en japonés o en chino, y lituanos o persas que lo han hecho en ruso. El polaco Conrad escribió en inglés, en tanto que el irlandés Beckett escribió en francés, como los rumanos Ionesco o Cioran”. Caballero apunta bien, pero no da en el blanco. Su juicio sobre la importancia de la lengua española deja de lado un asunto fundamental. En el continente americano, el español es una lengua de emigrantes. No de quienes llegan sino de quienes se van. De fugitivos económicos. De buscadores de fortuna. Por ello no hay rusos o lituanos o africanos escribiendo en español. Por ello Junot Díaz y Ernesto Quiñónez (el uno dominicano, el otro ecuatoriano) escriben en inglés. Y por ello mismo, el español puede convertirse en una ventaja competitiva fundamental para muchos países de América Latina: en un puente cultural hacia la economía más grande del planeta. Los emigrantes juegan un papel fundamental en la superación de las barreras informativas y las dificultades lingüísticas del comercio internacional. Los emigrantes chinos, por ejemplo, sustentaron las primeras aventuras comerciales de ese país. Sin los barrios chinos, sin los varios millones de contactos que facilitaron la comunicación entre productores domésticos y distribuidores extranjeros, el ímpetu comercial chino no habría sido tan avasallante. O habría progresado más lentamente. O habría tardado más tiempo en manifestarse. Entre 1998 y 2005, aproximadamente 300.000 colombianos se radicaron en los Estados Unidos. Nuestros coleccionistas de tragedias han mencionado toda suerte de efectos nocivos asociados a la diáspora. Pocos analistas han llamado la atención sobre las implicaciones positivas. Los nuevos emigrantes podrían, por ejemplo, multiplicar las oportunidades generadas por el (todavía incierto) Tratado de Libre Comercio. Su presencia nos ha acercado, de manera definitiva, al mayor mercado del planeta. Y constituye una inmensa ventaja competitiva construida en pocos años de manera casi involuntaria. En fin, a pesar del poderío económico de los Estados Unidos, a pesar de la supremacía comercial del inglés, a pesar del proteccionismo lingüístico, a pesar de la amenaza china, a pesar de los tigres, los dragones y de toda la zoología de las antípodas, el español no es tan pobre como dicen: su importancia comercial ha dejado de ser despreciable. Una importancia sustentada no solamente en la demografía, sino también en la movilidad de nuestras gentes. En el futuro, tal vez, no habrá muchos rusos o malayos o árabes escribiendo en español. Pero una cosa parece cierta. El español irá forjando, poco a poco, lo que la política parece negar día a día: la integración comercial del continente americano.

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  • Jaime Ruiz
    1 abril, 2007 at 5:01 am

    Alejandro, perdón, creo que donde dice «el ímpetu cultural chino» podría querer decir «el ímpetu comercial chino» (también está así en El Espectador).

    Muy de acuerdo con su artículo, aunque para mí el mayor valor de la diáspora sea educar al tipo de colombiano capaz de distanciarse del molde ideológico que le marca la tradición, de ahí la angustia de Caballero. Y el mayor peso del español es su valor como lengua de cultura, es decir, como lengua suficiente para expresar el mundo, cosa en la que la producción literaria del siglo XX es la gran conquista. También en el terreno de la integración, pues cada vez más nos resulta más comprensible y más próximo un artículo de un periódico de cualquier país de la región. Cada vez será menos posible ser editorialista sin haber leído a Borges.

  • Alejandro Gaviria
    1 abril, 2007 at 12:01 pm

    Jaime: muchas gracias. Lástima el error. Voy a corregirlo aquí por lo menos.

  • Juan Francisco
    1 abril, 2007 at 1:49 pm

    Cuando tenía quince años me encantaba leer a Caballero porque sus producciones siempre han desarrollado una forma propia, una metáfora en cada escrito. Sus columnas, desde ese entonces, terminan por dar la sensación de una relación directa entre sus propias impresiones y los datos más concretos o las observaciones más avezadas. Sin embargo, hora que lo leo, sin lugar a dudas vuelvo a ser testigo de su estilo, de lo impecable de su forma de escribir, pero ya no me convence, es más, me aburre. En los escritos de Caballero siempre leemos los mismos planteamientos, sólo que son presentados de las formas más diversas y con los giros más ingeniosos. Sin embargo, tarde o temprano, no hay forma que oculte la nimiedadez de contenido.

  • panOptiko
    1 abril, 2007 at 2:30 pm

    Un dato: en Malasia se habla chino, así que esto no tiene nada de raro.

    Hay otros campos que nuestro idioma va colonizando poco a poco y que no son menos valiosos,a mi modo de ver:

    Casi todos los rumanos que conozco entienden español en alguna medida (no despreciable) porque les pasan las telenovelas subtituladas – creo que esto ha desbocado en un problema xenofóbico en España.

    Así no hablemos de lo musical, de los cantantes, con el español va adherida una libertad del cuerpo que es envidiada por muchos – un grupo japonés de salsa cantanaba en español, no se si recuerdan.

    Llevamos implícita una multiplicidad cultural reunida en un sólo idioma que, el día que nos logremos poner de acuerdo, va a ser una ventaja comparativa en varios campos: la gente acá se sorprende de que un venzolano, un argentino y un guatemalteco se reunan y hablen en una sola lengua, matizada pero la misma. Las posibilidades en turismo y negocios, más lo que venga, puden ser muy provechosas si se tienen en mente.

    Como corolario, me pregunto si la visión de Caballero corresponde a la miopía criolla de lo que debe anhelarse de nuestras pertenencias culturales: lograr por fin ser europeos.

  • Jaime Ruiz
    1 abril, 2007 at 2:58 pm

    Por el amor de Dios, ahora recuerdo algo sobre Caballero, ya que se habla del personaje. En una ocasión, pero en la peor época del Caguán, escribió que él veía demasiados gringos en Colombia. Es una impresión que retrata al personaje, para mí la mayor fuente de riqueza de Colombia es el paisaje, aunque puede que el resto de Sudamérica le saque ventaja. El caso es que la expansión económica genera una cantidad impresionante de ricos que pueden pasar por toda Sudamérica disfrutando de los paisajes. Eso daría puestos de trabajo por millones y oportunidades de enriquecimiento cultural impresionantes. Pero Caballero cree que es su finca, su Tipacoque, y que a él le corresponde acaudillar, «ayatolizar», «camilotorrizar» a la multitud de desharrapados para que reclamen justicia y caridad. Ésa es toda nuestra guerra entre izquierda y derecha, la globalización suprime el derecho de pernada y los barones resisten como varones.

  • Juan Francisco
    2 abril, 2007 at 2:23 am

    perdón por mi neologismo «nimiedadez» quise decir nimiedad

  • Anónimo
    4 abril, 2007 at 3:33 pm

    Panóptiko:
    En Malasia los chinos (que son una proporción significativa) hablan chino (seguramente cantonés), la gente de origen (étnico) malayo habla malayo, y son éstos quienes controlan el estado.

    Por otra parte, el rumano es una lengua romance así que no se sorprenda de que les quede fácil entender el español.

  • Anónimo
    4 abril, 2007 at 3:38 pm

    Panóptiko:
    La orquesta japonesa se llamaba la Orquesta de la Luz. Lo curioso es que cuando empezaron a tocar se decía que la cantante no comprendía el español sino que memorizaba las letras de las canciones fonéticamente.

  • panOptiko
    6 abril, 2007 at 9:50 pm

    Anónimo, gracias por las precisiones.

    Lo de Malasia era para demostrar como no es descabellado que algún oriundo del país escriba en chino.

    Con lo de los rumanos tiene toda la razón, pero de veras que es sorprendente el nivel que alcanzan. Yo no dejo de maravillarme porque, por ejemplo, escuchando a unos italianos hablar no les entiendo tanto como los rumanos a nosotros.

    Lo de la Orquesta de la Luz me parece que es cuestión de método, pero seguramente tiene razón. Los japoneses son muy abnegados y sacan adelante las cosas como usted la pinta. Pero, igual, un idioma se aprende primero repitiendo retahilas ¿no? Y, claro, está esa ventaja de que entre las lenguas de occidente sea el español el que más se le parezca fonéticamente al japonés.

    De nuevo gracias

  • panOptiko
    6 abril, 2007 at 10:38 pm

    La vida no deja de darnos lecciones, ¿No cree, señor anónimo? Lo invito a que lea la noticia sobre el rumano capturado y liberado en Bogotá que aparece en el Tiempo en estos momentos.

    http://www.eltiempo.com/justicia/2007-04-05/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3505851.html

    Feliz fin de semana.