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La economía de las telenovelas

Mientras en los Estados Unidos comenzó a emitirse una nueva versión de Betty, la fea, en Colombia se estrenó Sin tetas no hay paraíso, en medio de la polémica y la expectativa nacionales. Pero detrás de ambas novelas, aparentemente disímiles, existe una continuidad evidente. Como ha dicho el escritor venezolano Ibsen Martínez, la telenovela latinoamericana narra una sola historia: cómo escapar de la pobreza. O mejor, cómo ascender socialmente cuando coexisten instituciones débiles y escasas posibilidades de movilidad social. No sería equivocado describir el guión de todas las telenovelas (o al menos de la inmensa mayoría) como el aplazamiento perpetuo del momento final en el cual la humilde heroína experimenta un repentino cambio de estatus.

En el pasado, como también lo ha dicho Ibsen Martínez, en las telenovelas no se creaba riqueza. La mansión ya aparecía desde el primer capítulo, habitada por personajes jerarquizados. En este contexto, la única forma de ascenso social (para la pobre heroína que lloraba y lloraba) consistía en demostrar que su padre no era otro que el dueño de toda la fortuna. Como los estudios de ADN aún no existían, esa demostración podía tardar años, capítulos y capítulos de un serpenteo insoportable, de muchas vicisitudes inútiles, hasta que la verdad se revelaba y la paternidad reconocida le devolvía el estatus perdido a la heroína. Entonces, los ricos lloraban de envidia, y los pobres, de emoción.

En las telenovelas actuales, la creación de riqueza es más evidente. Pero usualmente por medios ilegales. En algunos casos, la corrupción es la fuente primera de las fortunas que se acumulan rápidamente, y las heroínas asumen el doble papel de beneficiarias de los negocios turbios y de víctimas de los negociantes inescrupulosos. En otras telenovelas, la fortuna se acumula por cuenta del narcotráfico. Y la historia cuenta, entonces, las vicisitudes de jovencitas pobres pero agraciadas (bien dotadas pero sin dote) que alcanzan sus sueños de fortuna por cuenta de los caprichos lujuriosos del capo de turno.

En Sin tetas no hay paraíso, por ejemplo, se relata la sinuosa historia de Catalina, de 32, a 38 y a 40. Como de costumbre, el repentino ascenso social vuelve a ser el tema predominante. Catalina “conoció de cerca, y en medio del más absoluto asombro, varias estrellas de televisión que idolatraba desde niña, varios políticos que muchas veces escuchó hablando de honestidad y justicia social y muchas modelos y actrices de cuyos afiches estaban tapizadas las paredes de su habitación… Bailó con las mejores orquestas nacionales y extranjeras… Tenía ropas por montones, anillos, pulseras, vestidos de diseñadores destacados, celulares con números bloqueados, agendas electrónicas, gafas italianas”. En fin, tuvo acceso a todos los símbolos de la riqueza y del poder, a los que había llegado por el atajo irresistible del narcotráfico.

Pero la historia no termina bien, pues en las telenovelas latinoamericanas sólo existen dos mundos posibles: la lotería de las riquezas heredadas o la tragedia de las riquezas ilegales de la corrupción y el tráfico de drogas. En las telenovelas no existe ninguna economía posible más allá de las estáticas fortunas rurales o de las dinámicas fortunas ilegales. Es una versión caricaturesca (populista, si se quiere) de nuestra realidad. Pero es también una versión cada vez más extendida y aceptada. Lo que viene a confirmar, después de todo, la fascinación de los latinoamericanos con las distintas formas de riqueza estúpida (la de la usurpación, la de la droga y la de la corrupción).

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  • /|-
    20 agosto, 2006 at 2:06 am

    Llega un momento en el que uno deja de disfrutar de lo pintorescos que nos vemos en televisión para alejarse de los canales y cines nacionales…
    «ayyyyy qué poco_orgulloso me siento de ser un flojo_producto_de_mercadeo colombiano»

  • Jaime Ruiz
    20 agosto, 2006 at 5:55 pm

    Excelente artículo, como para un foro sobre cómo salir de la pobreza.

  • Mauricio
    20 agosto, 2006 at 11:29 pm

    Creo entrever una paradoja en el artículo del profesor Gaviria. Quienes critican las telenovelas aduciendo razones estéticas (literatura lumpen) o eticas (basura comercial) tienen creencias similares a las descritas en el artículo. Esto es, tienden a creer que la riqueza sólo se crea mediante medios ilegales o se hereda sin esfuerzo alguno. En resumen, los mamertos indignados comparten la economía telenovelesca.

    O si no que lo digan Héctor Abad y Eduardo Arias. Quienes han criticado “Sin tetas no hay paraíso” y quienes piensan (sin saberlo) como su autor.

  • Jaime Ruiz
    21 agosto, 2006 at 3:04 pm

    Mauricio, nada de eso: el escritor Bolívar es del tipo folletinesco y se gana la vida con recursos de ese tipo que le permiten vender libros, los otros son cortesanos de los dueños de Semana y exhiben la cultura y los modales que los determinan como personas de estrato 6, y escriben sobre el unanimismo forzoso que sufren todos los escritores de la prensa para aplaudir a Uribe. Ciertamente si tuvieran que vivir de sus escritos en un mercado normal se morirían de hambre. Claro que en esta sociedad degradada y mercantilizada en la que ser lambón hasta está mal visto ya el verdadero arte no se cotiza, lo raro es que haya tantas peleas alrededor de la Kodama por los derechos de Borges.

    Es que al lado de ellos Borges también es folletinesco.

  • Anónimo
    22 agosto, 2006 at 10:21 pm

    que gasnas de meter a borges en estas discusiones…

  • sillogysmes_mao
    23 agosto, 2006 at 4:29 pm

    Excelente articulo

  • sillogysmes_mao
    23 agosto, 2006 at 4:40 pm

    … And now Janet Jackson,newly svelte after losing 60 pounds,is on the cover of Vibe magazine wearing a bikini botom and a necklace made of large shells. Her right arm covers her breasts.

  • sillogysmes_mao
    23 agosto, 2006 at 4:44 pm

    Como un bocado de ciego el culito de Kodama,como para salir del folletin.

  • Anónimo
    24 agosto, 2006 at 1:04 am

    Y yo que buscaba similitudes entre Colombia y la India.
    Pobreza y Telenovelas.

  • sillogysmes_mao
    24 agosto, 2006 at 3:59 pm

    Dicen que el folklore post-industrial de la India es complicado,pues supone una carga academica y un glosario sistematizado.A lo mejor el anonymous de las 8:04 camufla desinteresadamente su ‘violencia simbolica’entre las telenovelas Bolombolo.Estupenda terapia con similitudes erraticas.

  • Anónimo
    24 agosto, 2006 at 4:23 pm

    No se si soy muy ignorante o que, pero nunca he entendido a que se refieren con Bolombolo.

  • sillogysmes_mao
    24 agosto, 2006 at 5:35 pm

    BOLOMBOLO : Hogar tropical donde expertos foraneos pretenden imponer formas de economia intensiva con sus enormes tensiones de competencia.Ese ‘espiritu deportivo'(competitivo)penetra todas las esferas de la vida y se traduce en adoracion de los records y del exito.

  • pilar
    28 agosto, 2006 at 12:22 am

    SIN TETAS NO HAY TELEVISIÓN…FRASE CIERTA Y NO SOLO CON ESTA NUEVA NOVELITA, EN LA QUE CONFIRMAMOS QUE ESCRITOR PUEDE SER CUALQUIERA… DECADENTE, ENTRISTECEDOR Y POBRE… EN TODO SENTIDO-.-.-.

  • Anónimo
    2 octubre, 2006 at 4:19 am

    El articulo no tiene nada distinto de las criticas usuales que hacen a este tipo de producciones que nos guste o no muestran eso poco que somos los colombianos. Si tampoco hay diferencia entre los dos bandos que critican por estetica o por mercado, tampoco la hay con las madres ofuscadas, los gobernadores, y todos aquellos que han hecho de esta novela un escandalo para cualquier tipo de comentario.
    Si hoy las telenovelas latinoamericanas solo muestran este tipo de tonterias, es porque Latinoamérica y particularmente Colombia y sus cortos alrededores se constituyen diariamente así, eso somos, la novela aquí es documento que da cuenta del momento que nos acontece.
    El libro debe ser tan malo como la novela, y tanto productor como autor se lucran de esa ridiculización económica de la que sufrimos. Pero populista o no, si están tocando un tema que ni mamertos, ni intelectuales, ni académicos, ni políticos han tocado. Asistimos a eso que mas habla de nosotros, y negarlo solo posterga la discusión