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2014: 1984 treinta años después

Después de varios intentos, inicialmente frustrados por una minoría que seguía creyendo en la preponderancia de las libertades individuales, la propuesta de un ex presidente colombiano había sido incorporada en la nueva legislación migratoria, aprobada hace dos años por el Congreso estadounidense. Cada país latinoamericano había recibido una cuota de trabajadores temporales (TWs)—la cuota Colombiana ascendía a 10.000 TWs anuales—, los cuales podían permanecer hasta tres años en los Estados Unidos, pero no sin antes aceptar la implantación de un identificador de radio frecuencia. Todavía se recuerda que fue el mismo ex presidente colombiano quien se hizo instalar el primer aparatico en su brazo derecho, en un intento por mostrarle a sus detractores que el deseo del pueblo debería primar sobre las preocupaciones académicas de juristas libertarios.

Wiston Escobar, 31 años, nacido en Medellín, fue uno de los primeros beneficiarios de las nuevas medidas. Antes de viajar a los Estados Unidos, Wiston debió consignar 500 mil pesos en el Banco Unión Colombiano con el fin de cubrir los costos del identificador digital de radio frecuencia (RFDI): la legislación había estipulado que todos los RFDI corrían por cuenta de los TWs. Con la consignación en la mano, Wiston se dirigió al edificio de la Embajada Americana, donde un funcionario adusto revisó sus documentos con una diligencia aprendida. Ese mismo día, Wiston recibió una cita médica para la semana siguiente con el fin de que le fuese implantado el RFDI en el brazo derecho. Al comienzo Wiston no le prestó atención al asunto, gajes de su nueva vida pensó sin molestarse, pero, con el pasar de los días, comenzó a sentir cierta desazón. Recordó un documental televisivo que había visto meses atrás, que mostraba unos científicos fijándoles unos collares gigantes a unos manatíes medio drogados. Ojalá no me vayan a aplicar el mismo dardo tranquilizador, dijo para sus adentros con una ironía dirigida contra si mismo (y contra el espíritu de los tiempos).

Tal como se lo habían explicado en la embajada, la implantación del RFDI fue breve e indolora: cuestión de veinte minutos y anestesia tópica. Al día siguiente, Wiston viajó a los Estados Unidos. Los trámites de entrada fueron rutinarios. Wiston tuvo que esperar casi dos horas en una larga fila, en compañía de otros TWs, mientras era llamado a la oficina de activación (AO). Allí un oficial revisó los papeles, digitó la información necesaria y chequeó en la pantalla la intensidad de la señal. Terminado el trámite, el oficial le advirtió a Wiston que dentro de sus obligaciones estaba la de cerciorase del buen funcionamiento del aparato. El Gobierno había instalado medidores de señal (SMD) en varios lugares públicos.

Cada dos semanas, Wiston se dirige a una oficina de giros y remesas, envía 500 dólares a Colombia y utiliza un SMD, convenientemente instalado en la oficina de su predilección, para chequear la señal de su RFDI. Allí aprovecha para conversar con otros TWs. Desde hace algún tiempo, las historias compartidas se han vuelto monotemáticas. Todas giran alrededor de la tragicomedia de la privacidad violada. Los hackers tardaron poco tiempo en interceptar las frecuencias, descifrar los datos encriptados y vendérselos por unos cuantos dólares a los interesados: novios celosos, acreedores rabiosos, mercaderes ambiciosos, etc. Así pretendan ignorarlo, los TWs se sienten no sólo bajo la vigilancia permanente del Gran Hermano, sino también bajo la mirada acuciosa de millones de personas.

Wiston ha terminado por acostumbrarse a una vida de trabajo y de rutina. Desearía quedarse pero no se hace muchas ilusiones. Sabe que en poco tiempo su permiso temporal expirará. Entonces los guardias de inmigración vigilarán cada uno de sus movimientos con la misma atención con la que los científicos diletantes observan las vidas previsibles de los manatíes.

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  • Scared Crow
    6 mayo, 2006 at 4:55 pm

    No se si alguien vio «Gatacca», la pelicula de Andrew Niccol, pero supongo que varios si leyeron el «1984» Orweliano del titulo de la columna; esta semana AG nos sorprende con un sarcasmo literario inedito que es de agradecer; como en la pelicula, se vaticina un mundo aseptizado y controlado por poderes casi sobrehumanos que detras de camaras controlan la vida de los parias que tienen derecho a una estadia exclusivamente laboral y delimitada a trabajos manuales y de limpieza; tambien recuerdo «Angosta», el libro de Hector Abad, en donde un «primer mundo» controla despiadadamente a aquellos que quieren acceder alli.
    Hacia alla vamos, y habra algunos ansiosos de que asi sea.

  • Anónimo
    6 mayo, 2006 at 7:18 pm

    Este es un afortunado momento para comentar el TLC(recuerdan?). Quienes abogan por el libre comercio se «olvidaron» incluir en el TLC una de las más importantes mercancías, la mano de obra. El tratado promueve el «libre intercambio de mercancías», con excepción de ésta. Por qué no la incluyeron nuestros negociadores? acaso no es uno de los productos de cuyo intercambio nos beneficiaríamos ambos lados?.

    Desafortunadamente, la lógica de los que defienden el TLC, es decir la lógica de mercado, es implacable y ella misma se vuelve en contra de las incongruencias mercantiles de sus defensores, los que deben entonces proponer salidas Orwellianas como ésta del Chip, o la Cantinflesca del Muro en la frontera con México…

    Entonces, para seguir con esa implacable e impecable lógica Chip-Uribesca, en compensación por el chip, sugiero poner un microchip en cada una de las narices de los personajes de la política, farándula y alta sociedad Americana (y colombiana si quieren)…para detectar cuándo consumen el producto de mayor valor agregado de exportanción de nuestra economía…

  • Anónimo
    7 mayo, 2006 at 2:36 pm

    Después del Dinosauro de Monterroso, el mejor. El Chip es de los utilizados por Kafka en la infernal maquina de «En la Colonia Penitenciaria»; el hoy «Comandante» será el primero en ensayarla y será víctima de su propio invento.

  • zangano
    7 mayo, 2006 at 2:51 pm

    cuidado que los sentinel estan sobreaviso. vi a gatacca,aunque, «»the matrix y sequelas»»,llevan la pesadilla del control mental mas alla,ya no es solo los pobres inmigrantes controlados teleelectronicamente,
    los ciudadanos no ven la realidad,sino una proyeccion de la realidad,los sentinel son como paracos electronicos que buscan y exterminan dididentes.
    casi como colombia.

  • Anónimo
    8 mayo, 2006 at 7:03 pm

    Si alguien no quiere el chip (si se llega a implantar, por decirlo así), sigue con la más plena y perfecta libertad de acogerse a un sistema de migración temporal que no lo utilice, o de quedarse donde esté. La idea de que el chip es un grotesco abuso parte de la premisa de que existe un derecho a irse a otra parte para ganar, y esto no es cierto en el mundo contemporáneo.

  • Anónimo
    8 mayo, 2006 at 7:09 pm

    Para anónimo 2:03: el hecho de que los emigrantes carezcan de opciones no debería servir de excusa para violar su derecho a la privacidad. Con sus mismos argumentos, podría uno justificar la esclavitud.

  • Anónimo
    8 mayo, 2006 at 7:30 pm

    Para los interesados en el tema de la inmigración y sus impactos económicos, sociales y culturales (más allá de las orwellianas sugerencias del presidente ganadero colombiano. Marcar con hierro caliente también se puede….)

    http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/05/07/AR2006050700721.html

  • Hoppy Nador
    8 mayo, 2006 at 11:07 pm

    Ya bien lo decía el padre Alfonso Llano S.J., cuando podía escribir: a los colombianos nos tratan los gobernantes como borregos y ovejas. Y nosotros, mansitos, nos dejamos hacer lo que quieran. Estamos en el país más violento de A.L., donde si uno mira a la novia de otro, sacan una pistola y nos vacian el cargador. Pero los gobernantes nos joden, y nadie hace nada (ojo, no estoy diciendo que hay que eliminarlos. Simplemente, dejarse sentir).

    Tal vez el artículo más memorable de Antonio Caballero (uno entre los muchos perfectamente prescindibles que saca) era el que decía que las autoridades en Colombia únicamente tienen un objetivo: jodernos la vida, hacernos todo más difícil, complicarnos lo que es sencillo. Así es.

    Insertarle chips a los trabajadores colombianos que se van para el exterior: lo dicho, joderles la vida. O como dice alguien más atrás: nuestro presidente caballista puede proponer algo más barato: que los marquen con hierro candente. Un ahorrito.

  • STiRER
    9 mayo, 2006 at 4:47 pm

    Bueno el cuento de sci-fiction, pero le cuento que no hay necesidad de implantarse nada, solo es ponerse un reloj con el dispositivo o una especie de pulsera en el tobillo. Pero todavia sigue siendo ciencia ficcion devaluada no solo en el precio sino por que el transmisor emite senales solo hasta desterminada area de ahi en adelante no hay nada que hacer. Lo otro son los costos de mantener a los portadores monitoreados, creame ya lo han hecho con personas que han cometido delitos. El verdadero «dispositivo» ya lo tenemos todos «implantado» en forma de numeros de cuentas bancarias o tarjetas de fidelidad a supermercados, pero claro nadi se fija en eso hasta que tal vez algun dia sin querer se den cuenta que su «identidad» ha sido vendida por unos dolaritos en una base de datos que contiene millones de numeros=personas. Esa no es ciencia ficcion, es tan real como el cambio cambio climatico, pero claro allo no creemos en esas vainas.
    Saludos.

  • Anónimo
    9 mayo, 2006 at 8:43 pm

    En Bogotá, los usuarios de Transmilenio con tarjeta roja ya pueden ser rastrados al menos dentro del sistema. Los usuarios de tarjetas débito y crédito también y en forma parecida. Los usuarios de celulares son completamente rastreables mientras tengan el aparato encendido. El Gran HErmano ya está entre nosotros.
    Hugo…

  • syllogismes_mao
    12 mayo, 2006 at 2:57 pm

    Es probable que hasta Harry Potter
    se apunte al «aparatico». La fide-
    lidad de los lectores gringos lo
    obliga a destajarse en casi
    todo Texas. ( un enriquecimiento,
    sin duda. este magito siempre a
    posteriori. una delicia. )