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Prácticos vs. técnicos

El ex consejero presidencial José Roberto Arango, en entrevista concedida a la revista Semana, realizó una elogiosa defensa de los hombres prácticos (que él asocia con el sector privado) y un insolente ataque contra los técnicos (que el asocia con el sector público). “Afortunadamente –dijo José Roberto– el Presidente es un práctico. El Ministerio de Hacienda, y conste que el actual es de lo mejor, ha sido siempre una rueda de Chicago, una rosca. Se van para el Banco Mundial, para el BID, para el Fondo Monetario, para el Banco de la República, y vuelven. Y Planeación es un juego parecido. Los que están adentro les dan contratos de estudios a los que ya salieron. Y los que están afuera vuelven y entran y les dan contratos de estudios a los que ya salieron. Este país no necesita más estudios. Necesita hechos. Si yo hubiera seguido en el gobierno, y en desarrollo de la reforma del Estado, el siguiente ente que se tendría que acabar sería Planeación Nacional.”

A manera de respuesta, he querido reproducir los fragmentos de una columna que escribí hace algún tiempo sobre la confusa arrogancia de los empresarios cuando asumen responsabilidades públicas.

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Quizá la animadversión sea cosa de estos tiempos: un hábito propiciado por el discurso anti-gobiernista de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. O quizás se remonte al siglo XIX: una tradición originada en las advertencias de Max Weber. Pero sea cual fuere su origen, el odio hacia los burócratas parece exacerbarse cada día. Los ricos los menosprecian por ordinarios y los pobres los resienten por pequeño burgueses.

Mientras a sus colegas del sector privado los llaman ejecutivos o emprendedores, a ellos les dicen funcionarios. Así, a secas: como queriendo indicar que mientras los primeros ejecutan proyectos o emprendan iniciativas, los segundos apenas funcionan. Se prenden a las nueve y se apagan a los cinco. Si alguna vez se alejan de su rutina, no es para ejecutar, ni menos para emprender; es para idearse un refinamiento más en el complejo arte de estorbar. En estas épocas de aceleración continua, el ejecutivo parece estar siempre en movimiento y el burócrata siempre detenido. La liebre y la tortuga.

Pero todo lo anterior no es más que una fábula. Para comenzar, los burócratas (los profesionales al servicio del Estado) trabajan más y ganan menos que sus contrapartes en el sector privado. Y ni que decir de la calidad del trabajo. Los ejecutivos almuerzan en restaurantes de moda, los burócratas deben conformarse con el almuerzo ejecutivo (ironías del lenguaje). Los ejecutivos pueden tomar decisiones libremente, los burócratas están sometidos no sólo a un código disciplinario absurdo, sino también a las arbitrariedades de contadores fiscales con alma de vengadores. Cuando dejan sus cargos, los ejecutivos reciben jugosas bonificaciones, los burócratas onerosas demandas. Pero así y todo son los malos del paseo. Los vilipendiados de siempre. Vaya uno a saber por qué.

Paradójicamente, los burócratas (y nadie más que ellos) poseen el capital humano indispensable para el funcionamiento del Estado. Pero su conocimiento es tan específico, tan poco trasplantable de un lugar a otro, que no sólo es mal remunerado, sino que puede convertirse en una trampa. Cuando los Ministros asumen sus carteras apenas entienden las complejidades del Estado, y cuando ya han aprendido lo necesario se van (o los sacan). Así, son los burócratas (los técnicos, para ser más preciso) quienes proporcionan la experiencia y la continuidad necesarias para que el negocio de la administración pública siga su curso. Para que el Estado mantenga la inercia requerida. Pues lo que no entienden los empresarios que con candor de primíparos llegan al sector público es que la disyuntiva no es entre inercia y acción, sino entre inercia y caos.

Tristemente, los prácticos ni si quiera se dan cuentan que dependen de los técnicos. Así es la vida.

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  • Alcontrario
    8 marzo, 2006 at 2:54 pm

    José Roberto Arango tiene razón: las roscas de un muy reducido grupo de tecnócratas llevan manejando el área económica del Gobierno desde hace años. Examínense los nombres: los mismos desde la época de Virgilio Barco, o sus pupilos de la misma universidad bogotana. Y el carrusel que denuncia es cierto. Me parece que Alejandro Gaviria, con todo respeto, defiende a los burócratas pero personalizando la figura del técnico en su propia experiencia cuando pasó por el sector público (desafortunadamente de manera fugaz). No se si el Dr. Alejandro conoce bien el funcionamiento de las otras entidades del sector público diferentes al Departamento Nacional de Planeación. ¿Habrá visto alguna vez la incuria y la negligencia, además de la odiosidad, de los funcionarios públicos? ¿Ha visto cómo es la vaina en Bogotá? Funcionarios jartos (y hartos) de estar donde están, llenos de resentimiento, enemigos de la eficiencia y de la economía libre y la competencia abierta. Y qué frívolo hacer la comparación de que unos almuerzan menú ejecutivo y otros en elegantes restaurantes. Si fuera por eso, conozco funcionarios de quinta catergoría (en la escala adnministrativa, y también en lo personal, con perdón) que tienen mercedes benz de 200 millones de pesos. A ver, ¿que salen algunos funcionarios llenos de demandas, y pobres? Evidentemente, puede que haya algunos. Pero tantos otros salen con los bolsillos llenos. Examínese el caso del anterior alcalde de Medellín, de quien se dice tiene un fondo de 1.500 millones de pesos para defenderse de las acusaciones por sus malos manejos en la alcaldía, ¡cómo será lo que tiene libre entonces para disfrutar!

    En conclusión: el Dr. Gaviria conoció y trabajó con técnicos preparadísimos en Planeación Nacional. Pero a lo mejor no conoció al 90% del sector público restante, ese mismo que denuncia con certera franqueza el doctor José Roberto Arango, y que es el mismo sector público que frena, frena y frena el desarrollo verdero del país, que odia la pujanza empresarial y que únicamente trabaja para mantener una tupida red de normas inútiles y paralizantes para la economía nacional.

  • Anónimo
    8 marzo, 2006 at 4:39 pm

    El ex alcalde de Medellín al que hace referencia «Al Contrario» no es un técnico, ni siquiera un burócrata, es un político corrupto.

    Creo que el punto de A. Gaviria era la defensa de los técnicos, no de los corruptos. Son muchas veces los mismos técnicos los que más contribuyen a evitar la corrupción. Los prácticos, dada su fijación con la acción, son mas propensos a tolerar la corrupción.

  • Alcontrario
    8 marzo, 2006 at 5:00 pm

    Al «usuario anónimo 11:39»: el doctor Gaviria no defiende sólo a los técnicos (que está en todo el derecho de hacerlo, bien además que lo haga) si no en general a los funcionarios públicos, sean o no técnicos. Llega a decir, incluso, que los funcionarios «trabajan más» que los ejectivos del sector privado. Con perdón: algunos puede que estén más horas en la oficina (que lo dudo), ¿pero que trabajen más? Entonces si trabajan tanto ¿por qué este país está donde está? Si fuera verdad tanta belleza, la burocracia como cuerpo de élite de excelencia, estaríamos un poco mejor, y no en estos barrizales, donde si avanzamos es porque aún quedan líderes pujantes que echan para delante con sus empresas, y a pesar, precisamente, de la pesada burocracia pública.

  • Anónimo
    8 marzo, 2006 at 5:17 pm

    El problema con la burocracia es que hay «bolsones de excelencia» en sitios como Planeación, Ministerio de Hacienda, Banco de la República, rodeados de una mazamorra de ineficiencia y corrupción en sitios como …. INCODER!!! En cuanto al carrusel, quisiera preguntarle al contradictor a dónde quiere que se vayan a trabajar estos «técnicos»: si se van a sector privado, los acusan de hacer uso indebido de información privilegiada, y si se van a las instituciones internacionales de desarrollo, los acusan de rosqueros. Sólo les queda la academia y las columnas de prensa. Pero sí tiene que haber mucha desilusión entre esos con verdadera vocación de «servidores públicos», es decir, los que sacrifican otras posibilidades mucho más rentables y con menos riesgos en materia de demandas y otras degracias, porque el trabajo en el gobierno es uno de los más desagradecidos.

  • Anónimo
    9 marzo, 2006 at 1:37 am

    Si, José Roberto es tan práctico que no ve inconveniente en negociar toallas y seguir enriqueciéndose gracias a sus contactos con el sector público… Si eso es ser práctico… Práctico es Grannobles, de pronto.

  • Anónimo
    9 marzo, 2006 at 2:48 am

    Durante la practica universitaria «trabaje» en una entidad publica, el resto de mi «carrera» profesional he trabajado en el sector privado, y leyendo la columna y con base en solo mis datos, debo decir que Alejandro Gaviria tiene toda la razon. Si al señor que manejaba el kardex en la entidad publica le faltaba algo se lo cobraba la contraloria, y de verdad se lo cobraba, era tipica la rifa pro-glosa de la contraloria. Y trabajaban durisimo, lo que pasa es que desde afuera se ven inmoviles, uno entra a la entidad y solamente ve a un señor ahì como aburrido, pero yo que vi lo que les tocaba hacer doy fe que trabajaban duro y bien. Me da pena con lo que voy a decir, pero 10 años despues debo reconocer que los directivos de la entidad (A simple vista lagartos dependientes de un cacique politico) eran gente brillante, y como tal trabajaban, creanme, no exagero. Sin embargo la entidad estaba en problemas economicos, como en problemas economicos han estado las otras empresas privadas en las que he trabajado.
    Y efectivamente, trabajan humillados, a cada rato llega cualquier tipo practico a decir que no sirven para nada, tipos practicos que en su reseña social (al interior de Jose Roberto o Jose Roberto en familia), chicanean de lo bien que tratan a sus trabajadores, sus secretarias dicen que son unos amores, que son muy considerados y buenos patrones. Como seran de queridos que hasta le ofrecen un aguerdientico al mayordomo mientras les destaquea el baño.

    Yo no me acuerdo en que libro Ernesto Sabato se burla de la gente «practica», creo que es Uno y el universo, y muestra que fueron ellos los que no apoyaron a Cristobal Colon, ni creyeron en el poder de Internet, son ellos, la gente practica los que supuestamente mueven el mundo los que no han movido nada. (Yo se que estoy exagerando y simplificando mucho las cosas con esto ultimo, pero Ernesto Sabato lo dice muy vacano).

  • Anónimo
    9 marzo, 2006 at 3:02 am

    Me pareceria muy interesante preguntarle a don Jose Roberto como reemplazaria la funcion de Planeacion, y apuesto que si se siguiera su «plan», al cabo de los años tendriamos un departamento de planeacion nacional igualito al que tenemos, yo se que es unicamente una conjetura, pero apostaria a eso. Como se le ocurrio a ese señor decir eso?, es que para hacer toallas no necesitan un ente de planeacion?. Es don Jose Roberto un imbecil?, claro que no hay que descartar que el imbecil sea uno. Hay que ver las toallas que es capaz de vender esa eminencia.

  • Jaime Eduardo Prieto O.
    9 marzo, 2006 at 3:06 am

    A los lectores y participantes de este blog que viven en el exterior y desean votar para elegir a su representante a la Cámara pero no saben por quién hacerlo, les sugiero esta columna de El Tiempo del 8 de Marzo:

    Por Olga L. González
    LA DIÁSPORA COLOMBIANA
    Consideraciones a la hora de votar

    Espero que les sea útil para tomar la mejor decisión.

  • Anónimo
    9 marzo, 2006 at 4:17 pm

    Yo salí de la misma universidad bogotana. Mi experiencia es que en el sector público se trabaja bastante y los sueldos son bien malos. Es bastante común ver gente con especializaciones y maestrías ganando menos de dos millones de pesos (desde luego hay algunos casos en los que uno puede encontrar exageraciones, pero esas cosas se pueden encontrar en todos lados).

    En general los burócratas no son de esa universidad porque en general la gente no puede pagar esa universidad, así que el argumento de rosca, aunque aparentemente cierto no lo es tanto.

    Si me quieren hablar de altos cargos públicos, puedo aceptar cierta rosca. Pero no creo que se deba a la universidad bogotana sino a posiciones sociales y frente a eso los prácticos-empresarios tienen mucho que decir.

    Por otro lado, conozco con relativa cercanía el caso del INCODER y debo decir que es cierto, es increíblemente ineficiente, pero esa afirmación hay que tomarla con cautela.
    1) Los funcionarios del INCODER llevan bastante tiempo al servicio del estado desde las épocas del INCORA (cosa que los dota de una muy apreciable experiencia). Pero que los pone en el peligro de la desactualización tecnológica
    2) Aunque se han hecho varios esfuerzos (me consta) para mejorar los equipos que usa esa entidad, no se han presentado las partidas necesarias para capacitar a la gente (cosa que si hacen en el sector privado).
    3) Como no saben manejar lo último en tecnología, su trabajo es lento, pero no por eso menos arduo.

    Pensemos en esto, qué dirían los prácticos en sus conversaciones de sobremesa al oír lo siguiente. «El Ministerio de Agricultura contrató un empréstito con el BID. Los recursos se utilizarán para mejorar los equipos y capacitar a los funcionarios del INCODER»
    Posiblemente hablarán de una nueva oportunidad para robar. Y criticarán la medida porque les parece que se van a gastar recursos importantes en una labor que no muestra resultados (la misma razón por la que pocos pagan fácilmente el costo de la educación pública, pero si lo hacen con los 500 mil millones de los subsidios agrícolas por el TLC).

    Conclusión, nadie estaría dispuesto a pagar el costo de hacer algo para mejorar la eficiencia del funcionario (pero tampoco están dispuestos a tolerar su ineficiencia). ¿Entonces? ¿es que la practicidad vuelve miope a la gente? No creo
    Pero estoy seguro de que la vuelve proclive a pontificar y eso, siempre, es un riesgo grave.