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Un pensador ambiguo (II)

D’Artagnan lo acusa de ser un representante (casi un símbolo) de la derecha más recalcitrante. Muchos otros lo acusan de haberse enriquecido a expensas de la protección estatal que tanto cuestionó. La derecha rural lo fustiga por su propuesta de gravar la tierra improductiva (sostuvo en los años cincuenta un álgido debate con Luis Ospina Vázquez). Los conservadores sociales le critican su defensa del control demográfico. A su vez, la izquierda lo asocia con el capitalismo salvaje y con algunos eventos de macartismo criollo.

Este pensador ambiguo escribió lo siguiente en el año 1977:

“La presentación por TV de la novela de García Márquez (La Mala Hora) demuestra la absoluta falta de sentido político de nuestros dirigentes. Para principiar García Márquez en su publicación Alternativa, hoy extinta, demostró tener ideas políticas violentas, de gran odio y resentimiento…Luego entregarle a un individuo con esos antecedentes la interpretación de un fenómeno tan complejo como fue la violencia en Colombia, es falta de criterio por no decir otra cosa. Y en cuanto se refiere a las compañías que patrocinan su presentación, lo más caritativo que se puede decir es que sus directivas tienen mentes subdesarrolladas”.

El mismo había escrito lo siguiente en el año 1954. “La sociedad, estrictamente hablando, no tiene por qué reconocer al empresario un margen de utilidad superior a lo justo necesario para llamar la producción, es decir, superior al incentivo que le induzca a producir”. Y el mismo patrocinó muchas inversiones sociales por medio de la Fundación Corona.

En fin, Hernán Echavarría se movía de la mano negra a la mano invisible, de la mano invisible a la mano caritativa, y de la mano caritativa a la mano negra.

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  • Anónimo
    27 febrero, 2006 at 5:58 pm

    Yo pensé que la primera cita de 1977 era de Jaime Ruiz!!

  • Jaime Ruiz
    27 febrero, 2006 at 6:21 pm

    Anónimo, pensó muy mal, el comentario citado es correcto, pero le falta garra. Alternativa alentaba los secuestros, según era casi normal en la época (el que quiera puede leerse por ejemplo el Libro de Manuel de Julio Cortázar, entusiasta de las bombas). Ahora bien, el producto televisivo no tendría por qué censurarse, ciertamente. No estoy en condiciones de juzgar ni la novela ni la serie, pero en términos generales la propaganda terrorista se debe desbaratar, no censurar.

  • Anónimo
    27 febrero, 2006 at 8:21 pm

    A Jaime Ruiz no le basta con «la mano negra», él necesita «la garra».

  • Jaime Ruiz
    27 febrero, 2006 at 9:06 pm

    Anónimo, ¿es la misma persona de las 12:58? Póngase «Acacio», le queda bien, sabremos que es el mismo y no otro.

    tener garra alguien o algo.
    1. fr. Ejercer un fuerte poder de atracción, convicción o persuasión.
    2. fr. coloq. Disponer de cualidades de convicción, captación o persuasión.

    Real Academia Española © Todos los derechos reservados.

    Lo de la mano negra lo recuerdo por allá de mi infancia y parecía algo criminal, pero según D’Artagnan era una conjura para que los empresarios no pusieran anuncios en la prensa de sus enemigos. El que nadie se fije en las pretensiones de ese columnista es el típico endemismo colombiano. Alguien da un premio a un escritor y se levanta una protesta de los escritores porque ese escritor no necesitaba el premio. «Amos de lo ajeno» sería un buen nombre para mis compatriotas típicos. Algo peor que «amigos de lo ajeno».

  • Usuario 9:48
    28 febrero, 2006 at 2:49 pm

    ¡Encontré un error de Jaime Ruiz! ¿Qué me darían por su cabeza?

  • DieGoth
    28 febrero, 2006 at 5:43 pm

    «usuario 9:48»: ¿tan nervioso lo pone lo que Jaime Ruiz escribe?

  • Alcontrario
    1 marzo, 2006 at 2:11 pm

    Normalmente las personas muy inteligentes son tremendamente contradictorias. Es fácil, entonces, caerle a la memoria de don Hernán Echavarría Olózaga, pues fue un hombre que en su vida se la pasó haciendo cosas, produciendo, pensando, escribiendo, contribuyendo, aportando y fundando, entre otras, la Universidad de los Andes, universidad que recibe las luces y la dedicación académica del dueño de este blogg. A ver quién saldría indemne de un juicio totalizante y comparativo de todo lo que ha escrito en su vida. Si un hombre de 92 años escribió en 1948 tal cosa, cuando el mundo era otro, ¿hay que exigirle coherencia absoluta? Mejor dicho, coherencia sí, ¿pero uniformidad inamovible en lo que piensa?. Otra cosa, ¿que participó en polémicas y patrocinó vetos y exclusiones? Tal vez. Es que fue un hombre valiente que decía en voz alta lo que pensaba, tan contrario a la tradicional actuación capitalina de hacer todo por debajo mientras en público se dan palmaditas en la espalada con los peores enemigos. La columna de D’Artagnan el pasado domingo en El Tiempo fue una sacada de clavo en toda forma, con un honmbre que acababa de morir. No creo que le hubiese dicho nada parecido en vida, pues parece que es mejor acusar a un muerto que a alguien que en vida puede responder. Vamos a ver qué dice el D’Artagnan de Pedro Juan Moreno, el único tipo vertical y valiente que lo obligó a rectificar y a pedir excusas por publicar acusaciones fundadas en chismes de coctel bogotano.

  • Anónimo
    1 marzo, 2006 at 3:58 pm

    Una defensa del pseudoempresario Mauricio Botero de la trayectoria de Echavarría equivale a Calígula defendiendo a Nerón. Le fue mejor a Turbay cuando Navarro salió a hacerle loas…

  • Laura Delaurentis
    1 marzo, 2006 at 5:27 pm

    La semana pasada, en el periíodico El Mundo, de Medellín, lei una columna escrita por Alberto Donadío en la cual contó las actuaciones de don Hernán Echavarría Olózaga ante las operaciones financieras y empresariales del fallecido Jaime Michelsen Uribe. Cocluye uno que hubo un hombre honesto y vertical (Echavarría Olózaga) que se enfrentó a un hábil financiero (Michelsen), que, además de poder económico, tenía la amistad y el apoyo del entonces presidente de la República, Turbay Ayala. Por eso indigna leer una columna como la de D’Artagnan diciendo que Michelsen era el bueno y don Hernán el malo y que sus internciones (las de don Hernán) eran torcidas.