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Mis reacciones (letrados III)

Primero quisiera hacer referencia a un comentario de Adán: “son los compromisos adquiridos y las ambiciones personales de los funcionarios, ex-funcionarios o aspirantes… lo que me hace darles más credibilidad a los “letrados” que a los primeros”. Habría que preguntarle a Adán si sabe algo acerca de la ocupación actual de Santiago Gamboa, o del trabajo anterior de Laura Restrepo; o si recuerda cuantos letrados han sido embajadores o cónsules a sueldo; o si sabe de la fascinación de Garcia Márquez por el poder. En mi opinión, los letrados no son más independientes del poder que los tecnócratas. No me atrevería, sin embargo, a descalificar su opinión por este simple hecho. Adán parece apoltronado, cómodamente dispuesto, en la superioridad moral que ha escogido para sí. Como si él mismo (y la izquierda en general) tuvieran el monopolio exclusivo de la independencia intelectual.

Otras de las posiciones reflejan un nihilismo anti-positivista exagerado: los datos siempre se manipulan, las cifras constantemente se tergiversan, la estadísticas son mentiras, simples estratagemas de manipulación. Por lo tanto, según algunos comentaristas, es imposible dar una discusión sobre bases objetivas. Solo cabría, entonces, confiar en los que opinan como uno. Apelar al olfato. Desconfiar del contrario. En mi opinión, este tipo de posiciones, este escepticismo a ultranza, se presta para la charlatanería. Si todo es metafísica, para hablar en los términos del filósofo Karl Popper, entonces todo vale. Afortunadamente, creo yo, existen hechos falsificables, contrastables con la evidencia, y existen muchos hombres y mujeres honestos que se dedican a esta importante tarea.

Quisiera pasar ahora a un punto de Jaime Ruiz, quien establece una sutil diferencia entre los ignorantes y los manipuladores. Su pregunta es interesante: ¿creen Laura Restrepo o Antonio Caballero en la veracidad de sus opiniones o son simplemente mentirosos profesionales, dados a la tarea de promocionar un discurso que les asegurará (a ellos y a sus pratrocinadores) los privilegios de siempre? La distinción, repito, es sutil e interesante pero es, al mismo tiempo, equivocada. Desde hace décadas, los psicólogos han venido estudiando los poderosos métodos de autoengaño de los seres humanos. El fenómeno se conoce como disonancia cognitiva y permite entender, entre otras cosas, porque las primeras víctimas de las falacias de los letrados son ellos mismos: están convencidos de lo que dicen, sólo leen a quienes piensas como ellos, y sólo confían de sus pares ideológicos. No creo en las teorías de conspiración que postula Jaime: aparentemente ya no es la CIA sino la inteligencia de izquierda la culpable de todos nuestros males.

Este proceso de contagio discursivo, de abrir la mente a opiniones contrarias, es complicado. Estoy dispuesto a aceptar que algunas de las opiniones de los letrados han sido valerosas y han desencadenado cambios positivos. Creo en la importancia de la crítica: yo lo ejerzo a menudo. Pero mi pedido es solo uno: no caigamos en el miserabilismo instintivo.

Gracias a todos por haber hecho de esta conversación un ejemplo de civismo e inteligencia.

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  • Fidel Galván K.
    7 febrero, 2006 at 8:15 pm

    Buena parte de estos comentarios se derivan de una entrevista que concedió Laura Restrepo al periódico La Nación, de Argentina, donde utilizó el mismo lenguaje de la izquierda de los años 60: oligarquías, explotación, élites, castas. Ella domina bien ese lenguaje, pues no en vano pasó de ser negociadora de un gobierno en diálogos de paz (nombrada por ese soñador que es Belisario Betancur) para pasar a ser la compañera sentimental del capo de la guerrilla, que era la contraparte (primero con Pizarro Leongómez y luego mujer de Navarro Wolff). Sólo un dato para quien no lo sepa: Laura Restrepo aceptó un cargo público en la Alcaldía de Bogotá en la actual administración. Muchos creyeron que iba a cooperar en hacer realidad lo que tanto pregona: cultura para el pueblo, igualdad en el acceso a la educación, etc. Pero, oh contrariedad: se ganó un millonario premio literario, y más tardaron en avisarle dónde recogerlo, que ella en tirar el cargo público e irse rauda a recoger sus millones, y a cumplir las exigencias de la editorial Alfaguara para promocionar su libro por el mundo, obviamente en primera clase, hoteles 5 estrellas y chequecitos muy sustanciosos. Ah, qué coherencia, qué compromiso con el pueblo explotado e ignorante, qué seriedad en la construcción de una sociedad participativa, qué destreza en la ejecución de políticas públicas de cultura. No aguantó el trabajo (estos intelecttuales en general no trabajan nunca) y se fue detrás de los millones que ensucian las manos capitalistas, pero que en manos de impolutos intelecttuales de izquierda purifican y dignifican.

  • Fidel Galván K.
    7 febrero, 2006 at 8:22 pm

    Aclaración: cuando hago mención a la vida sentimental de la escritora no recogo chismes ni rumores malidecentes. Tengo a mano un reportaje de página entera escrito por Patricia Lara Salive, autodenominada la mejor amiga de Laura, en la que cuenta con pelos y señales la azarosa y muy agitada vida amorosa de la escritora pereirana. Y es la misma Patricia Lara, periodista de oficio, la que cuenta la relación sentimental de Laura Restrepo con Carlos Pizarro Leongómez, comandante del M-19, cuando Laura era negiociadora de paz ¡¡¡en representación del gobierno!!! Es como si el respetable comisionado Luis Carlos Restrepo se ennoviara con la hija de Mancuso, hágame el favor. Y también Patricia Lara cuenta la relación de Laura Restrepo con Antonio Navarro Wolf y cómo éste quedó destrozado cuando Laura se fue y lo cambió por otro político recién nombrado en ese momento diplomático en Roma. Entonces, vamos a ver, si podemos o no cuestionar la autoridad moral de todos estos personajillos dizque representantes de nuestra cultura, que nos dejan por el piso cuando abren la boca en el exterior.

  • Jaime Ruiz
    7 febrero, 2006 at 9:00 pm

    Señor Gaviria, yo no hablo de conspiraciones sino de instintos: no es que los intelectuales de izquierda ejecuten un plan maquiavélico sino que defienden un orden y unos valores antiguos: Octavio Paz, por ejemplo, habla del origen castizo y conservador del antiamericanismo, y de la persistencia de maneras autoritarias en la izquierda mexicana. Claro, eso no demuestra en absoluto que un personaje como Caballero mienta, pero ¿hasta qué punto un disparate delirante como la conspiración del pentágono y los bancos para prohibir las drogas resulta creíble para alguien?

    La experiencia cotidiana con casi todos los intelectuales de izquierda de extracción social alta (los de otra extracción social sólo tratan de insertarse en el grupo privilegiado) le permite a cualquiera comprobar que para ellos todos los que no son de su círculo social son su servicio doméstico. ¿Cómo es que precisamente andan con el discurso de la igualdad y la «justicia social»? Me parece casi obvio que eso corresponde a un daño moral (que, como ya explicaba ayer, no está tanto en la cabeza del individuo cuanto en los valores compartidos).

    ¿Cómo se comprueba que Caballero miente y sabe que miente? Porque el conjunto de su retórica es coherente. Sólo alguien muy fanatizado o desinformado cree que los chilenos eligieron a Bachelet para rebelarse contra el neoliberalismo, como decía el dandi taurino en su columna de la semana pasada. ¿Puede alguien tan torpe tener columnas de la prensa y escribir con tanta soltura?

    Ortega y Gasset decía que la esencia de la política es la mentira porque se pretende hallar una verdad útil. En el caso de Caballero su lamentable cuento de la conspiración que conduce a la prohibición de las drogas se la refutarían los niños de la primaria en España. Es que en Colombia eso convierte en buenos ciudadanos a miles de burócratas y profesionales de distinto rango que se enriquecen con el narcotráfico o gracias a él y que necesitan algún pretexto para hincharse de buena conciencia. Eso hace el éxito de Caballero como escritor: alguien de tan buena familia y con tanto talento no puede equivocarse tanto.

    Pero esta discusión me ha aclarado algo que siempre me preguntaría: por lo visto, realmente, Alejandro Gaviria cree que la «idea» de que la prohibición de las drogas se concibe para dominar a otros países y generar grandes negocios para los prohibicionistas es verdad para Caballero. Para mí es como un ejemplo de cuando las buenas maneras son bastante más ridículas que la rabia.

    También tenemos que considerar sinceras las lágrimas de Alfredo Molano por los secuestrados. Lo que me pregunto, y sé por qué lo digo, es si no serán muchísimo más sinceras las de los secuestradores propiamente dichos. ¿Cómo va a mentir un hombre que denuncia la perversa corrupción del gobierno que otorga puestos diplomáticos a sus amigos y de paso despide a la hija de ese hombre? Hay personas que ante todo aborrecen toda forma de corrupción y clientelismo.

  • Alejandro Gaviria
    7 febrero, 2006 at 9:17 pm

    Jaime:

    Estoy de acuerdo con tu afirmación en el sentido de que «los intelectuales de izquierda … defienden un orden y unos valores antiguos». Sin embargo, tu afirmación anterior, «las castas superiores les pagan [a los intelectuales] para asegurar que se mantienen las percepciones que aseguran la persistencia de ese orden», me sonó a Plan Maquiavelico.

  • Ojos cerrados...
    7 febrero, 2006 at 10:09 pm

    Alejandro: Vale.

    Jaime Ruiz: Le recomiendo un artículo muy bueno de Salomón Kalmanovitz (con los antecedentes izquierdistas del caso, que espero no generen rechazo de antemano) titulado «Antonio Caballero y la ciencia». Creo que apareció en la revista El Malpensante (hace rato).

  • Jaime Ruiz
    7 febrero, 2006 at 10:47 pm

    Ojos cerrados: sí, leí el artículo, lo que pasa es que, al igual que el del domingo del señor Gaviria, me parece que se queda corto. Para mí esos discursos sólo son remanentes del esclavismo. Sobre Kalmanovitz escribí un post sobre los candidatos al Senado y lo puse como el segundo que más me gusta, después de Peñalosa.

  • Adán
    7 febrero, 2006 at 11:02 pm

    La prueba irrefutable de la ambición de poder es el acceso al mismo, teniendo en cuenta el punto desde donde se parta. Probablemente un delfín que llega a presidente sea menos ambicioso que un sobrino -entre otros muchos- de presidente que alcanza el título de “aspirante a la presidencia”, o de coordinador de agrupaciones políticas en entredicho. O todavía menos que un hijo de vecino que se forme con esfuerzo en el Rosario -por decir algo-, que practique aquello de “relacionarse”, que aplace cualquier urgencia moral cuando sea necesario, para finalmente ascender, digamos, a director de departamento o a “vice” cualquier cosa. Todos en nuestro medio apelan a la ambición como una herramienta útil para promocionarse laboralmente. Frecuentemente nos la tropezamos tipificada como una virtud deseable. Los padres la estimulan en sus hijos. Como al orgullo, en vez de transmitir la modestia. ¿Quién no aplaude en nuestro medio la noción de “liderazgo”? ¿Por qué nadie anota que quienes siguen al líder son borregos? El poder exige concesiones, y jugarlo no da tregua, llámese tecnócrata o letrado. Al menos a éstos los evalúa el tiempo*.

    Ahora, tal vez yo sea un nihilista exageradamente anti-positivista, pero, a mi juicio, avalar que tenemos un desempleo del 11% (igual al de…Suiza, por ejemplo) no “se presta para la charlatanería”. Es charlatanería. Igual la noción del Ingreso per cápita. U otros muchos indicadores económicos que provienen de la estadística hecha en un país que desde hace varias décadas (¿o desde siempre?) ignora algo tan elemental como saber cuántos somos. No es la relativa utilidad, mucha o poca, que pueda prestar la estadística, sino como es usada aquí. Pregúntenle al otro “doctor” Caballero.

    Ahora que lo nombro recuerdo que este país es tan oligárquico, que hasta sus mayores detractores salen del seno de esta facción.

    *Jaime, ¿ese “éstos” lleva tilde?

  • Jaime Ruiz
    7 febrero, 2006 at 11:51 pm

    Adán: consultas lingüísticas aquí

  • Adán
    8 febrero, 2006 at 12:26 am

    Ya sé, Jaime. Ya había visitado la blogoteca, me ahuyentó lo de matricularme, aunque ya vi que se pueden hacer consultas sin necesidad de registro previo. Aprecio mucho Gazapping. No puedo decir lo mismo de tus sitios de opinión.

  • Hoppy Nador
    8 febrero, 2006 at 3:21 pm

    Leo todo lo de este blogg y encuentro que los participantes son -somos- los mismos seis o siete. ¿Será que la gente no lee El Espectador? ¿o que sí lo leen pero no tienen computador para participar en el blogg? ¿o que les da pereza escribir? ¿o, peor, que no saben escribir? La destreza de los colombianos para redactar es más bien poca, y para manifestar ideas y plasmarlas en el papel -o pantalla-, peor. Dígale a un colombiano de la calle que le explique una idea o desarrolle un razonamiento en una hoja y verá el lastimoso resultado. O lean ensayos escritos por abogados, o sentencias de jueces y verán que no saben ni enlazar sujeto, verbo y predicado. Y ni se diga de ingenieros o arquitectos. Por eso las columnas de opinión serias y bien escritas no generan comentarios. De las columnas de El Tiempo que admiten comentarios de los lectores, sólo se leen insultos y barrabasadas escritas por algunos que parecen psicóticos. Mejor dicho: somos un país cuyas lecturas más sesudas son Condorito y Poncho Rentería. Pero ánimo, Alejandro, un tipo de una cultura como la suya, aunada a información siempre actualizada en foros universitarios compone una minoría necesaria para que sigamos ahí empujando lo que se pueda a la masa que no lee.

  • Alejandro Gaviria
    8 febrero, 2006 at 4:41 pm

    Hoppy Nador:

    Muchas gracias. Estoy de acuerdo con su diagnóstico y con su prescripción: hay que insistir en el debate de las ideas a pesar de la indiferencia generalizda.

  • joebuck
    8 febrero, 2006 at 7:29 pm

    Me gustó mucho el artículo, así como el de Posada Carbó. Me recordó un ensayo de Tom Wolfe, en el que describe de forma muy aguda al intelectual de hoy, partiendo del caso de Zola en J’accuse:

    «Zola era un magnífico periodista y estaba más informado de los pormenores del caso Dreyfus que cualquier juez, fiscal o agente judicial. Sin embargo, ese detalle inconveniente de Zola quedó muy olvidado. El nuevo héroe, el intelectual, no necesitaba cargar sobre sus hombros el peso de las fastidiosas labores de informar o investigar. En consecuencia, no precisaba una educación especial, formación académica, bases filosóficas, esquemas conceptuales ni mayores conocimientos del mundo científico o universitario que los que se encuentran en la sección de cultura de cualquier periódico dominical…»

    Parece que describiera a Laura Restrepo, Santiago Gamboa, William Ospina o a cualquiera de estos letrados, cuyas opiniones pesan más que el trabajo de académicos como Posada Carbó, y pasan por encima de cualquier estudio serio que se atreva a insinuar que Colombia hace tiempo dejó de ser la finca propiedad de las tres mismas familias, y que son varios los indicadores que demuestran mejoría en algunos aspectos (muchos de ellos, visibles desde antes de las 4 de la tarde del 7 de agosto de 2002).

  • Anónimo
    8 febrero, 2006 at 9:00 pm

    Buenos días a todos. Voy a ser honesto, sin intención de ofender: el artículo de Posada Garbó me pareció deleznable. No porque fuera en contra del de Laura Restrepo, cuyos argumentos tampoco estaban bien presentados, porque la manipulación de los hechos históricos que hace Posada Garbó en el es, simplemente, ofensiva intelectualmente. Ciertamente, era un artículo de opinión. Y como artículo de opinión, tan pobre como el de Laura Restrepo: su ataque contra el miserabilismo intelectual sonaba a defensa de sí mismo y de sus amigos, es decir, a defensa del papel que él, sus amigos y sus familiares han jugado en la historia de Colombia.
    A diferencia de lo que cree el señor Gaviria, la teoría de las elites es un mecanismo totalmente válido para estudiar la situación política, social y económica en la Colombia de hoy. Pudiera ser inútil, o pobre desde el punto de vista explicativo, en países como España, Suecia, Italia o Francia, al menos como teoría principal. Pero en Colombia me temo que hay buenas razones para no desecharla. En primer lugar, la desigualdad no es sólo un problema ético. Es un problema que se plasma en las oportunidades que tienen unos y otros de obtener determinados beneficios dentro de la sociedad, de las oportunidades de movilidad social para sus hijos. En el origen de esa desigualdad, me atrevo a afirmar, no está la incapacidad intelectual del noventa por ciento de la población colombiana para alcanzar los privilegios de los Samper, Gavirias, Caballero o Pastranas. Detrás de ello están políticas concretas, puestas en marcha por personas concretas, que se mueven en función de intereses concretos, y que ven el problema de la desigualdad, que afecta directamente a la gran mayoría de los colombianos, como un problema menor frente a otros, como conseguir mayores cuotas de exportación de flores a EE.UU., o embajadas para sus hijos a través de la acción política o cualquier otro interés particular que quieran poner.
    El «elitismo de cajón» es un error. Descartar la teoría de las elites para explicar Colombia en su historia reciente es otro. Y las etiquetas no invalidan la validez de las teorías.
    Un último comentario: las descalificaciones ad hominem no nos ayudan a entender la verdad o falsedad de las afirmaciones. A mi me repugna Daniel Samper y la mayoría de las cosas que escribe son pendejadas, pero cabe que de vez en cuando, sin legitimidad moral, diga algo sensato.

  • Adán
    8 febrero, 2006 at 9:26 pm

    Siento una degradación en los términos de la discusión. Normal. Todos los fenómenos acusan altas y bajas. Esta es una de las simas. Que Posada Carbó es un gran académico y Laura Restrepo encarna el intelectual que Zola dibujaba. Que Tom Wolfe, que todo cambió el 7 de agosto, etcétera, etcétera. El mismo recurso esmirriado de la cita rimbombante. Nombran a Karl Popper con nombre y apellido. Borges, que meten en todo. Iguales a los de la izquierda, o a los de vanguardia, o a los europeos. O a los profesores de filosofía de las facultades de nuestras universidades, que reunidos con sus pares no pueden dejar de aludir a Wittgenstein (hay un blog que se llama así), y si reviran le nombran a Deleuze, y si por casualidad la vaina se pone muy dura, pues sacan a relucir a Derrida. Para terminar, como quien pone una pica en Flandes, entonces hablan -¡con una propiedad!- de Lyotard. Pueril. Eso descresta mucho calentano, y dejará “súpitas” a las discípulas de tercer semestre de los Andes. Pero no es serio. No es seria la cultura de revista o magazín.

    Mi punto de vista es el siguiente (por poner un ejemplo):

    Supremamente útil y pertinente someter a análisis (así fuera somero) la política de subsidios agrícolas, y cabe la conclusión que “más subsidios y más pobreza, más pobreza y más subsidios, y así ad infinitum”. Es cierto. Pero hay elementos del fenómeno rural que son más graves y delicados que la política de subsidios, tal el de la reciente redistribución de la propiedad y tenencia de la tierra, que sin embargo, son soslayados por los expertos, o, al menos, les han merecido menos relieve, aduciendo que son argumentos “antiguos” o “izquierdizantes”.

    No me quiero referir a Fulano, ni a Zutano ni a nadie en particular, letrado o académico. Sugiero que todos debiéramos dejar un poco a un lado las vanidades e imposturas y cultivar con mayor ahínco el rigor.

  • Jaime Ruiz
    9 febrero, 2006 at 12:08 am

    Lo que a mí me parece es que el señor Gaviria catará con esto del blog la amarga lección de discutir contra el unanimismo mamerto que expresa la condición moral de los colombianos, y que tal vez es algo que no ha experimentado (por eso la resistencia a pensar que se trata simplemente de mala fe, porque en cuanto economista brillante está acostumbrado a que la gente calle o considere con respeto sus opiniones).

    Sin remedio se repetirán unas y otras las falacias: da lo mismo que se demuestre que el analfabetismo roza el 10 % y hace cien años era la alfabetización la que rondaba ese porcentaje: ¿es que no se da cuenta de que hoy hay más analfabetos que hace cien años? Pero si trajera la noticia de que ya no hay ningún analfabeto, que todos los niños tienen la escolaridad garantizada, no tardaría en aparecer el avispado que le preguntara: «¿Ah, sí? ¿Y todos esos niños tienen asegurada una buena nutrición y un entorno familiar acogedor y edificante? No serviría de nada que eso estuviera resuelto (pese a que es imposible), en el supuesto de que corriera el señor Gaviria con las cifras que lo demuestran, no tardaría la pregunta, ¿Ah, o sea que todos tienen acceso a la cultura y al ballet y a la ópera, etc.? ¡Uno de los últimos mensajes se escandaliza de que todos los colombianos no alcancen los privilegios de los Pastranas y gente así!

    Es que cuando la experiencia personal es tan dulce resulta muy ingrato ponerse a pensar que en esencia eso es lo que se aprende en las universidades colombianas. Todos los doctores aprenden sobre todo a quejarse de la elite (las digamos 1.000 personas que pertenecen a los círculos más poderosos), pero curiosamente no se dan cuenta de que ellos también forman parte de la elite (digamos un millón de personas que pertenecen a familias que tienen títulos universitarios y contratos estatales): ¿no es muy curioso que a ninguno se le ocurra tener en cuenta las pensiones tempranas de las empresas estatales para explicar la desigualdad? Cada día Colombia se gasta más de lo que se robaron en Dragacol en pagar pensiones que no se pagarían en el primer mundo. ¿Cómo hay que decir que las personas que cobran esas pensiones o esperan cobrarlas son las mismas que se quejan de las elites y sus malos gobiernos y les achacan que no todos tengan la fortuna de Bill Gates? ¿Cómo hay que decir que toda esa gente nunca piensa en trabajar sino que se limita a suponer que la parte pesada la hacen los pobres y el esfuerzo de inventar, por ejemplo medicinas, lo hacen los países ricos, mientras que ellos sólo decretan el paraíso desde sus puestos estatales absolutamente improductivos?

    Mi punto está en una frase de Denis Diderot sobre el destino de los europeos emigrados a otras regiones: un retrato perfecto del colombiano de clases acomodadas: se acostumbró a tener esclavos (propiamente a cabalgar gente) y todo eso lo condujo a adquirir hábitos de indolencia y crueldad, lo que deriva en un daño moral irreparable. La obscenidad de las mentiras de los columnistas más aplaudidos sólo habla de ese daño moral. Si el señor Gaviria hablara con gente de estratos 2 y 3 encontraría mucho más sentido común que entre los cínicos inverosímiles de Indepaz que tan bien situados parecen estar en la Universidad de los Andes, por poner un ejemplo.

    Pero siempre es más fácil suponer que se trata de un mal psíquico que extrañamente afecta a todas las clases instruidas. Sobre todo no se corre el riesgo de echarse enemigos por pensar otra cosa.

  • autopilot
    9 febrero, 2006 at 5:28 am

    Poco claros y exultantes de demagogia pueden ser, igualmente, los índices de recuperación social que resalta usted: “la mejoría sistemática de los índices de desarrollo humano, la expansión de los servicios públicos, el crecimiento de la seguridad social, la generalización de los mecanismos de solidaridad, el aumento del gasto social, etc.”

    Su reflexión es pertinente, pero creo que se cae en el momento que apuesta-con fe- por el presente del país, descalificando la crítica poco constructiva que ejecutan hasta el cansancio los letrados colombianos. Éstos, bien lo ha señalado usted, encuentran deleite en el ejercicio de condenar y desaprobar, ignorando realidades hermosas y únicas que a diario se escriben en este país, a pesar del galimatías, a pesar de los engañosos vientos de cambio.

  • Anónimo
    9 febrero, 2006 at 5:20 pm

    Creo que es mejor pasar a otra cosa, esperar la proxima columna de Alejandro y debatir un tema nuevo; éste ya se acabo y nos quedamos cada uno en su propia orilla. Como dice Alejandro es dificil debatir y llegar a ceder en cualquier posicion, y parafraseando al dueño del aviso hasta él mismo esta «apoltronado» en su posicion, asi pretenda estar abierto a otras opticas.
    No quiero caer en el mal del «justo medio» para evitar mojarme el trasero y decir: tienen razon los unos y los otros; creo que sì hay indices de mejoria, pero como decia en mi anterior comentario dichos indices son espejismos de un desden generalizado de las autoridades y del Gobierno hacia el pais, hay varias pruebas, desde la persecucion de periodistas y sindicalistas hasta las ventas de empresas «colombianas» que jamas lo fueron y cuyo dinero siempre ha estado en cuentas de bancos extranjeros; todo con la accion u omision del gobernante de turno. Que hacen los «letrados»?, recordar, como decia Caballero del Nobel Harold Pinter, que el rol del intelectual es decir eso que los tecnologos y demas cipayos callan; el caso de Colombia es elocuente y no voy a repetirme. Creo sì que en nuestro pais nos dejamos llevar por el oido y como dijo alguna vez Caballero en una entrevista aqui nos dejamos llevar por el oido, entonces al decir el propio Caballero que lo del narcotrafico es un negocio gringo, saltan los ultrajados a decir que qué barbaridades dice el Bohemio Burgues; y se quedan ahi, no van mas alla del ruido y analizan la profundidad de la critica y de la denuncia, tan grave y tan serio es el analisis que hoy en dia hasta «The Economist» lo toma en cuenta para lamentarse del fracaso de la guerra contra las drogas, (tampoco es de extrañar que nuestros tecnocratas criollos hayan cambiado repentinamente de opinion al leer el articulo en ingles y no en el español castizo de Caballero).
    En fin… este ultimo ejemplo a manera de colofòn en mis opiniones sobre este tema tan ameno.
    Un saludo a todos.

    Mauricio Rodriguez

  • Anónimo
    9 febrero, 2006 at 5:25 pm

    Excusen las redundancias y las tildes y la redaccion……
    Esto de los cafes internet……

    Mauricio

  • forista "light"
    10 febrero, 2006 at 3:12 am

    Toda esta discusión me recuerda a un divertidísimo personaje del canal Comedy Central en los EEUU, Stephen Colbert, del «Colbert Report», cuyo grito de guerra es la palabra «truthiness», que es como una especie de «devoción por aquella información que a uno le gustaría que fuera verdad, así no lo sea». Dice Colbert, quien encarna a un pomposo neoconservador de esos que pululan en Washington: «No soy hincha de los hechos. Los hechos pueden cambiar pero mi opinión no va a cambiar nunca, independientementelos hechos». Creo que Caballero, Molano, Ramiro Bejarano, Florence Thomas, Rafael Nieto y todos los demás fieles de sus respectivas religiones podrían decir exactamente lo mismo 🙂

  • Jaime Ruiz
    10 febrero, 2006 at 5:33 pm

    Cuánto me gustaría que los últimos posts fueran aleccionadores para quienes leen este blog: The Economist admite que la prohibición de las drogas está motivada por el interés de lucrarse de su precio alto por parte del gobierno y de los banqueros estadounidenses, y también de poder humillar a los demás países mediante la certificación de buena conducta.

    Dentro de poco saldrán también reconociendo que gracias a la persecución del narcotráfico han creado 13 millones de puestos de trabajo y mantienen a su economía a flote. Lo oigo casi todos los días, y no falta quien lo escriba en mi blog.

    Es una enfermedad psíquica muy rara, afecta a casi todos los colombianos de extracción social alta o media alta y ningún argumento les sirve. Pero si uno cree que para un disparate semejante tiene que haber mala fe, resulta uno creyendo en complots de los sabios de Sión. Lo de Laura Restrepo también es fantástico, del mismo estilo, pero lo comentaré mejor en mi blog.

  • Adán
    10 febrero, 2006 at 7:33 pm

    Argumentos de Jaime Ruiz :

    – “…no es que los intelectuales de izquierda ejecuten un plan maquiavélico sino que defienden un orden y unos valores antiguos…”

    – “…tenemos que considerar sinceras las lágrimas de Alfredo Molano por los secuestrados. Lo que me pregunto, y sé por qué lo digo, es si no serán muchísimo más sinceras las de los secuestradores propiamente dichos…”

    – “…la amarga lección de discutir contra el unanimismo mamerto que expresa la condición moral de los colombianos…”

    – “…los cínicos inverosímiles de Indepaz que tan bien situados parecen estar en la Universidad de los Andes…”

    Y, por el momento, la última de las perlas, extraída del blog de blueelephant:

    – “…Buen ejemplo de eso es el escritor Héctor Abad Faciolince, cuya carrera literaria ha prosperado gracias a los recursos de los copartidarios de su padre, un miembro de la UP asesinado (y convertido en mártir pese a intentar prosperar a costa de una organización dedicada a secuestrar gente, al igual que otros ilustres finaditos, como Jaime Pardo y Umaña Mendoza: los asesinos mataron la esperanza de que el mundo viera a esos desalmados, al lado de los cuales Serpa y Chávez son respetables caballeros)…”

    Lástima, ah, que en un solo ser convivan tan excelente gramático y el loquito de “Jaime Ruiz”

  • Jaime Ruiz
    11 febrero, 2006 at 1:01 am

    Oiga, Adán: lo de defender un orden y unos valores antiguos lo comparte el señor Gaviria: ¿también es un loquito? Lo de Abad Faciolince está en un post concreto sobre la izquierda que vive de las buenas intenciones que proclama, porque sus obras son casi sólo crímenes. El personajillo del bluelephant lo saca de contexto, y sin embargo es verdad. Lo de Molano me parece obvio que alguien que alienta a los secuestradores con tanto ahínco espera sacar provecho de esos crímenes, y de hecho lo saca: hubo un escándalo en tiempos del Caguán porque había cobrado a la revista Semana una fortuna por entrevistar a los jefes de las FARC… Lo del unanimismo mamerto lo confirman los mismos universitarios, lo de que haya menos manifestantes contra el secuestro que personas secuestradas y que en general las personas que han ido a una universidad se identifiquen más pronto con los secuestradores que con los secuestrados es algo que compruebo todos los días… Es fácil: cuando uno no coincide con su prejuicio, es un loquito.

    Lo de Indepaz es todavía peor: hay que ver la página de esa gente para entender que abiertamente están cobrando las masacres, y el que nadie quiera verlo es lo que preocupa.

  • Adán
    11 febrero, 2006 at 10:09 am

    Jaime :

    Por efectos mismos de la retórica, que usted debe conocer mejor que yo, creo que no son convenientes los excesos discursivos. Tendrán una leve utilidad, la de servir de válvula de escape al ciudadano desesperado, pero en términos de eficacia de transmisión de una idea son contraproducentes. De inmediato construye en el oyente o lector la noción de estar conversando con un exaltado a quien no hay que pararle muchas bolas, o peor aún, a quien debemos temerle. Si recuperáramos la forma, lo que cada cual tiene para decir adquiere mayor relieve. Dentro de ciertos términos podríamos ser hasta enfáticos, incluso, vehementes. Y, lo que es mejor, persuasivos. ¿Está usted de acuerdo?

  • Jaime Ruiz
    12 febrero, 2006 at 12:18 am

    Sí, sí, Adán: créame que prefiero estar realmente loco a llegar a compartir esa actitud colombiana según la cual es lícito y correcto aplaudir las masacres (como hacía repetidamente el señor Molano en tiempos del Caguán), pero es terrible alzar la voz. El mayor criminal del siglo XX en Colombia fue el fundador de las FARC, Gilberto Vieira, quien también era un hombre extremadamente cortés y agradable.

    En fin: la rutina, como no hay ninguna moralidad, un poquito de buenos modales la suplen. Mmmmmmmm… colombiano, en fin.

  • Adán
    12 febrero, 2006 at 1:21 am

    A quienes hayan seguido la discusión sobre letrados y académicos, les ruego consultar el siguiente enlace:

    http://eltiempo.terra.com.co/economia/2006-02-12/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2739460.html

    Febrero 11 de 2006
    Álvaro Uribe convirtió el manejo de las estadísticas en una de sus herramientas de gobierno

  • Adán
    12 febrero, 2006 at 1:26 am

    Corrijo:

    http://eltiempo.terra.com.co/economia/
    2006-02-12
    /ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2739460
    .html

    A Jaime Ruiz:

    Sin comentarios.

  • Anónimo
    12 febrero, 2006 at 2:32 am

    El problema verdadero de jaime ruiz es mencionar la palabra colombia o cualquiera de sus derivados en cada comentario que escribe. Es algo propio de COLOMBIANOS creer que son sociologos y sacar reglas que cobijan a todos los posibles espectadores (colombianos). Bueno al menos esa manía genera otra diversión más donde gastar y generar crecimiento.
    Ya imagino grandes clubs en las grandes ciudades del universo donde se discutan problemas del mencionado país, en vez de asistir a una taberna sería un colombian-pub o algo así.

  • Hoppy Nador
    14 febrero, 2006 at 9:49 pm

    A riesgo de ser extemporáneo, no puedo dejar pasar la entrevista que publicó ayer lunes 13 de febrero el diario La Nación, de Buenos Aires, con Umberto Eco, y titulada significativamente «El intelectual también está obligado a callar». Eco, intelectual de izquierda, dice una cosa valiente: «El intelectual desarrolla su propia función crítica, no propagandística solamente (y ante todo) cuando sabe hablar contra su propia parte» (entiéndase «contra su propio bando»). ¿Alguien ha visto a un intelectual de izquierda criticar a los de su propia corriente? Se reciben datos. Pero no me desvío y sigo con Eco: «El intelectual no es un grillo parlante que deba pronunciarse sobre todos los temas, de modo que también tiene la obligación de callarse, sobre todo cuando se trata de cosas que no sabe». ¡OLE!
    Y luego hace una reflexión muy válida: algo debe andar muy mal en un país cuando la oposición la hacen los cómicos. Aquí en Locombia la oposición la hacen en La Luciérnaga y El Cocuyo, pues la que hacen los políticos, así sean igualmente payasos, es una tristeza. A los cómicos se les escucha en Colombia, a los políticos no, y esa es la oposición que tenemos.

  • Anónimo
    21 febrero, 2007 at 8:55 am

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  • Anónimo
    17 marzo, 2007 at 11:41 am

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  • Luis Tamiche
    26 febrero, 2018 at 2:40 am

    Habría que preguntarle a Adán si sabe algo acerca de la ocupación actual y la consulta ruaf de Santiago Gamboa, o del trabajo anterior de Laura Restrepo; o si recuerda cuantos letrados han sido embajadores o cónsules a sueldo; o si sabe de la fascinación de Garcia Márquez por el poder.